¿Qυιéɳ ҽʂ ʅα ʂҽñσɾα Ⱨ?

Las dos llegaron al parque paralelo al complejo de producción del Canal 18 quince minutos más tarde. La leñadora se quedó sentada en el asiento del copiloto del auto de Theresa, con la ventana abierta, escuchando la conversación entre ella y Hannah con atención.

La ingeniera le habló a la sospechosa con un cuidado estratégico, sacándole información con sutileza e increíble facilidad. No la confrontó de cara sobre su posible participación en la ARP, sino que lentamente le fue hablando sobre la crisis migratoria intergaláctica, le preguntó qué pensaba al respecto, qué soluciones le daría, y cuáles eran sus opiniones respecto a la "fallecida" Titanis.

Hannah no sabía que Casey y Titanis eran la misma persona, así que fue completamente sincera con la empresaria. No le caía bien la alienígena. Nada bien.

Aun así... Su disgusto no llegaba a ser odio. Y su desprecio por una extraterrestre no era generalizado. Sus pensamientos y sus valores no se encajaban con los de la ARP.

Además, según lo que Lucas le escribía en el chat, la señal del celular seguía viniendo desde los interiores del complejo de producción, y ella ya no estaba ahí.

Por lo que, cuando Theresa volvió al automóvil, molesta por la conversación redundante que acababa de tener, Casey le sugirió invadir el edificio. Fue mientras discutían si hacerlo sería una buena idea o no, cuando un rugido furioso las sobresaltó, un destello amarillo la confundió, y a su lado, la construcción en sí fue volada a pedazos. Una bola de fuego emergió de su techo, devorando al cielo con sus tonos rojos y anaranjados.

—Esto fue una distracción —Theresa pensó al instante—. ¡Llama a Lucas!

Casey sacudió la cabeza, paralizada por su miedo.

Muchos de sus colegas de trabajo aún seguían laborando en aquel complejo. ¿Qué debía hacer? ¿Correr adentro e intentar rescatar a los que podía, poniendo su identidad en riesgo? ¿O llamar a su hermano? ¿Volver al búnker?

La ingeniera, percibiendo su pánico, no se enojó por él. Tomó su propio celular y llamó al muchacho en su lugar. Él no contestó. Le mandó un mensaje de texto. Nada. Intentó usar el teléfono de Casey. De nuevo, nada.

Probó entonces con Hazel.

—Hola, Thea... ¿Te gustó la sorpresa?

—¿Haze?... ¿Tú e-eres?...

—De verdad creí que se demorarían menos en percibirlo.

—¡¿QUÉ LE HICISTE A LUCAS?!

—Nada... él sigue vivo. Pero está con nosotros... y solo seguirá vivo si nos entregas a Titanis.

—¿P-Por qué estás haciendo esto?... N-No entiendo...

—No quería llegar a este punto, Theresa. De verdad que no... pero no me dejaste opción. Apoyaste a los alienígenas por años... a esos putos invasores... y hasta cuando la más repugnante de todos ellos mató a Otto, al hombre que yo amaba de verdad... tú seguiste de su lado. Llorando por ellos, lamentando su destino... Patético.

—¿Tú y Otto?...

—Me cansé de hablar. Trae a Titanis. O Lucas morirá.

La llamada fue finalizada luego de esta amenaza.

Casey y su oído súper sensitivo lo escuchó todo.

—Ella nos engañó... Nos quería lejos del búnker. ¡Quería acceso a tus armas, a tu súpercomputadora!...

—Y fue ella quien envió a ese hombre a matarte en la cabaña —Theresa se dio cuenta—. Era la única persona que sabía adónde yo estaba. También es mi única heredera, así que eso es conveniente....

La ingeniera, con la voz débil y el corazón partido, miró a las personas gritando a su alrededor y decidió hacer algo para ayudar. Se ocuparía de sufrir por la traición de aquella desgraciada después. Ahora tenía un trabajo que hacer.

—Ven, Casey.

Salió del automóvil de nuevo y abrió el maletero. La leñadora, pese a su espanto, se limpió las lágrimas de los ojos y reprimió todo su duelo, como solía hacerlo, años atrás. Siguió los movimientos y comandos de Theresa y, junto a ella, se metió dentro de su propio traje de guerra.

—Ve a buscar a Lucas —la empresaria le dijo—. Yo me encargaré de esto.

—Thea...

—¡Hazme caso!... Solo ve.

Antes de bajar el casco de su armadura, Casey le robó otro beso, más desesperado y asustado que el que habían compartido en el búnker.

—Okay... Iré.

—Suerte.

Las dos se abrazaron.

—Suerte.

Y se separaron.

De nuevo.



Era justamente por momentos así que Casey había desistido de ser Titanis.

Momentos en los que tenía que procesar su trauma lo más rápido posible, batallar contra su llanto, su dolor, su angustia por saber que sus seres queridos estaban en peligro —o posiblemente ya muertos—. Todo para asegurar el bienestar general de su sociedad; de su mundo.

Momentos en los que toda la adrenalina de la tierra no podía contrarrestar su miedo.

Estaba cansada de soportarlos. Estaba cansada del peligro constante, de la tensión, de la incertidumbre, de ataques gratuitos de odio puro, de personajes maquiavélicos y de sombras oscuras rodeándola.

Y ese cansancio, mezclado con su aprensión y sus nervios, se convirtió en algo letal:

Ira.

No necesitó entrar al búnker por la puerta, ni moler su techo a golpes. Su furia fue tanta que logró manipular la grava del cemento que revestía el edificio, abriendo un agujero en su costado sin mover un solo hilo de cabello.

Apenas cuando llegó la última capa de sus paredes, hecha de Grafeno, tuvo que poner manos a la obra. Hundió sus dedos en la materia con un grito salvaje, y como si la misma fuera una plastilina moldeable, o una tela común y corriente, ella la rasgó, abriendo un espacio grande lo suficiente para que pudiera pasar.

El cielo se nubló. El viento tomó fuerza. La tierra se sacudió y la poca vegetación que rodeaba el área comenzó a arder.

Casey invadió el centro de pesquisa y se perdió en su cólera.

Titanis tomó su lugar, sin su capa de heroísmo.

Encontró a miembros de la ARP en todos lados, junto a nuevos secuaces, queriendo robarse los inventos de Theresa, destruir su legado, y descubrir cómo usar los trajes y armas que ella y Otto habían diseñado para diseminar el mal.

Ella no los perdonó. Empleó su súper velocidad para atacar a cada uno de ellos antes mismo de que la vieran venir, y por primera vez en su vida no intentó restringir su uso de violencia. Fue brutal, fue cruel, fue sanguinaria. Se permitió serlo, porque ellos habían perturbado su paz. Ellos la habían obligado a salir de su descanso. A abandonar su poblado tranquilo, su vida relajada, su oficio mundano y su agradable rutina.

Habían puesto a Theresa en peligro.

Habían secuestrado a Lucas.

Explotado su viejo local de trabajo.

Sembrado el pánico en la ciudad...

Y ahora merecían pagar.

Cuerpos terminaron apilados por doquier. Algunos vivos, otros prácticamente muertos, y varios atascados en el entremedio.

Ella no perdió su tiempo. Fue al subsuelo, abrió la puerta que protegía a la supercomputadora a la fuerza, y entró a la sala, lista para asesinar a Hazel.

Pero otro giro narrativo la tomó desprevenida.

—¿Hammer?

El hombre apenas era reconocible, pero era él. Su pierna y brazo derechos habían sido intercambiados por extremidades robóticas. Su ojo también, y ahora poseía un color purpúreo, neón.

—Buenas noches, Titanis. O debería decir, ¿Casey Hyperion?

La mujer gruñó y miró alrededor. Lucas había sido obligado a arrodillarse sobre el suelo y un sujeto sujetaba una pistola sobre su cabeza. Alrededor de ellos, más secuaces, enmascarados y armados, protegían a Hammer, como perros esclavos de un lobo.

—Sálvanos a todos del discurso de villano de teleserie, Hammer... ¿Qué quieres?

—Al inicio, las propiedades de Theresa, su dinero, su poder... —Él dio un paso adelante, sonriendo de oreja a oreja—. ¿Pero ahora que descubrí que sigues viva?... Ahora te quiero a ti. De rodillas ante mí.

—¿Algo más? —ella preguntó, provocándolo al alzar una ceja.

El sujeto tomó ofensa ante su sarcasmo.

—¿De verdad crees que es una buena hora para ser insolente, alien?

Ella copió su sonrisa y dio otro paso adelante, en vez de arrodillarse como él se lo demandaba.

—Secuestraste a mi hermano, intentaste matar a mi novia, asesinaste a mis amigos, a mis colegas... nadie ha sido más insolente que tú.

—¿De verdad quieres ver a tu hermanito querido morir?

—No... quiero verlos a ustedes morir.

La expresión de Hammer fue de fanfarrona y malvada a confundida, atemorizada y desesperada, en segundos. Las cabezas de todos los presentes en la habitación —incluyendo la suya—, comenzaron a enrojecerse, las venas en sus cuellos a saltar, y ellos mismos terminaron derrumbándose al suelo, agarrando sus gargantas como si estuvieran siendo ahorcados por una fuerza invisible.

Lucas, al oír a su captor derrumbarse, a su arma rebotar por el piso, y al ver lo que le sucedía tanto a él como a sus demás colegas, entendió lo que su hermana estaba haciendo.

Titanis podía controlar los elementos, aunque hacerlo demandara toda su concentración y poder psíquico, y la dejara agotada después.

A nadie le gustaba pensar al respecto, pero esto también significaba que ella podía manipular la sangre y el oxígeno adentro de cualquier cuerpo humano.

Esencialmente podía cortar la respiración de sus enemigos, hervirlos de adentro hacia afuera, hacerlos explotar... La lista de posibilidades era infinita.

Ella solo no hacía porque bueno, eso no era moralmente correcto.

Pero a este punto... ya no le importaba más nada.

Y Lucas lo entendió.

Había perdido la cordura.

—Case... Casey, para... —Él se le acercó a paso lento, sabiendo que su hermana no le haría daño intencionalmente, pero que aun así podía salir herido—. ¡Casey!... —Puso una mano sobre su hombro, pero ella no quiso detenerse—. ¡CASEY!

Solo entonces, ella despabiló. Dejó de ahorcar a sus rivales, quienes a este punto ya se habían desmayado y probablemente sufrido algún tipo de daño cerebral por la falta de oxígeno en sus cuerpos.

—Hazel... —La extraterrestre tragó en seco—. ¿Dónde está Hazel?

—Hammer fue el que te hizo la llamada, usando un dispositivo comunicador para disfrazar su identidad real. Él estaba espiando a Hazel hace semanas, y descubrió que estabas viva haciéndolo. Fue así que decidió trazar el plan de invadir este búnker, a última hora.

—Okay, pero ¿dónde está ella ahora?

—No lo sé. Él le dio órdenes de que se fuera de aquí, antes de hablar contigo. No sé dónde estará...

Casey respiró hondo y apretó la cima de su nariz con sus dedos.

—Este hijo de puta... —Luego miró alrededor, pensando en qué hacer.

Su hermano comprendió su confusión y respondió:

—Deberíamos llamar al DDN...

—¡No! —ella dijo, al segundo—. No... Si vamos a llamar a alguien para arrestar a estos malditos, tiene que ser el DAE. Los oficiales del departamento de defensa nacional los dejarían marcharse a la semana. Además, los del DAE conocen a Hammer mejor. Sabrán quién es y qué quiere así que lo vean... Los llamamos y después nos vamos.

—Case...

—No digo eso solo por mi identidad. Yo ya jodí eso, aquí hay cámaras por doquier —Ella señaló a los dispositivos.

—Pero no estás usando tu cara normal...

—Los del DAE sabrán que soy yo. Conocen mis poderes mejor que nadie. Al revisar las grabaciones, me identificarán. No cualquier alien logra manipular los elementos. No es un poder común —Casey insistió—. En fin... Nosotros tenemos que irnos de aquí porque explotaron el complejo de producción del Canal 18. Todos los estudios están envueltos en llamas. Theresa está allá, sola, y necesita de apoyo... —Sacudió la cabeza—. ¿Qué estoy diciendo? Yo tengo que irme allá, ¡tú te tienes que ir a casa!...

—¡No! ¡Déjame ayudarte!

—Lucas...

—¡La última vez que intentaste soportar una crisis así solo yo te perdí! ¡Y no soportaría hacerlo de nuevo! —él rugió—. ¡Déjame acompañarte!

—¡No tienes poderes!

Mientras Casey respondía, uno de los hombres a los que había atacado —y que no había resultado tan afectado por su ofensiva como los otros— recogió su arma y la apuntó a la superheroína. Lucas lo vio justo a tiempo y le pateó la mano, haciendo que el disparo chocara contra la pared, y que la bala de grafeno se perdiera en el hormigón. Luego, el hacker le dio la paliza del siglo, asegurándose de que él no se levantaría de nuevo por un buen rato.

Cuando terminó, corrió una mano por su cabello largo y miró a su hermana.

—P-Puedo no tener poderes... Pero a-aun así... —Su respiración entrecortada demostró lo irritado que estaba, y lo delicada que se encontraba su salud—. Quiero ayudar.

—Entonces hazme un favor mientras yo me encargo del incendio.

—Case...

—Contacta a los agentes del DAE por mí, ¿ya?... Encuentra a Hazel y asegúrate de que está bien. Intenta ubicar a más miembros de la ARP usando el celular que te entregamos. Tienes una supercomputadora aquí, y puedes hacerle más daño al enemigo usándola que yo, que Thea, o que cualquier otra persona que conozcamos jamás podría... ¿No quieres irte a casa? Okay. Respeto eso. Pero tú no puedes salir a terreno aún... Eso sería una locura.

—¿Y tú puedes? —él preguntó, irritado.

—No —Al menos la mujer fue sincera—. Pero no tengo otra opción.

—Casey...

—Cuídate, Lucas —Dio un paso adelante y lo abrazó—. Nos vemos en breve.

Y antes de que él pudiera decirle una palabra más, dejó el edificio en un pestañeo, para volar a una velocidad supersónica a la central del Canal 18.


---


Theresa al fin estaba entendiendo por qué Titanis quiso desaparecer para siempre del mapa. Remover a heridos de un edificio en llamas era difícil. Oír a un centenar de víctimas gritando por ayuda entre los escombros y las brasas era un tormento. Encontrar cadáveres calcinados por doquier era... traumático.

Imaginarse cuántas veces su ex novia tuvo que responder a situaciones así por semana fue un golpe de realidad que ella no sabía, necesitaba.

El estrés de no saber si sus seres queridos seguían vivos, el dolor de haber sido traicionada por su mejor amiga, la angustia de no poder predecir los próximos ataques de la ARP... todo era demasiado intenso y agotador.

¿Cómo había Casey soportado años haciendo esto? ¿Luchando contra villanos todos los días? ¿Sufriendo pérdidas todas las horas? ¿Cómo había logrado no colapsar por tanto tiempo?

—¿Cómo diablos se activa esta cosa? —El auricular dentro de su traje se prendió de pronto, y la voz de la mujer en cuestión la sobresaltó, mientras salía de la sala de guionistas.

Al parecer la leñadora había aprendido a usar la computadora integrada a su propio traje de guerra.

Excelente, ahora podían comunicarse por telecomunicación.

—El micrófono ya está activado Case, y te puedo escuchar bien —Theresa contestó, moviéndose por el anaranjado escenario en búsqueda de más sobrevivientes.

—¿Dónde estás?

—Dentro del centro creativo. Saliendo de la sala de guionistas. ¿Y tú?

—Afuera, conversando con los bomberos para saber cómo puedo ayudarlos. Los incendios en los estudios A, B y C ya están bajo control. Pero el D y el F aún están fuertes, pese a la lluvia. Iré allá e intentaré apagarlos... ¿Dónde está Hannah?

—En el hospital. Solo sufrió quemaduras menores, por suerte. ¿Y Lucas?

—Sigue en el Búnker. Llamará a los del DAE para que se lleven a Hammer y sus amiguitos de ahí. Sé que querías mantener ese lugar secreto, pero...

—¿Las bóvedas están cerradas?

—¿Sí?

—¿No revisaste?

—No tuve tiempo.

El instinto de Theresa fue gritarle por su falta de cuidado. Pero considerando el estrés de la situación, contuvo su rabia como pudo y contestó:

—Okay. Le mandaré un mensaje a Lucas para que lo haga, y que cierre todo.

—Gracias.

La línea estuvo quieta por un buen rato, pero ninguna tuvo el coraje de colgar. La ingeniera aprovechó la quietud para escribirle al hermano de la leñadora, y mantenerse pendiente de lo que ocurría en su búnker. Ambas trabajaron en silencio por media hora, hasta estar seguras de que no había más sobrevivientes en ninguno de los edificios afectados por la explosión. Luego, se reunieron afuera.

Estaban exhaustas.

Casey en específico se hallaba tan drenada de energía que terminó cayéndose al suelo mojado por el agua de las mangueras como un pedazo de escombro más. Había usado sus poderes más veces en un solo día de lo que lo había hecho en los últimos cinco años, y esto tuvo un alto precio. Al derrumbarse, su consciencia se perdió.

—¿Case? —Theresa, quitándose el casco de su armadura para poder respirar mejor, llamó su nombre sin jamás recibir una respuesta—. ¿Casey?... —La sacudió, pero nada—. Casey, no es hora de bromas... ¡CASE!...

Manualmente le quitó el casco. La alienígena aún estaba respirando, pero sus ojos estaban cerrados y su piel, demasiado fría. También había adoptado un color cerúleo más pálido a su azul natural, y sus rasgos seguían siendo los de Titanis. Lo que era un grave problema, porque la superheroína debería, bajo todos los aspectos, estar muerta.

Así que Theresa tuvo que tomar una decisión peligrosa en aquel momento. Le puso el casco otra vez y usando la fuerza extra que su traje mecánico le otorgaba, hizo el tremendo esfuerzo de levantar a la mujer en sus brazos.

Sus rodillas casi se doblegaron, sus codos casi se partieron, pero soltando un grito furioso, ella usó lo que sobraba de su determinación para activar sus propulsores y salir volando hacia su viejo departamento en la capital.

Las dos aterrizaron como un par de meteoritos en el balcón, pero llegaron al fin a un lugar seguro.

Solo ahí se atrevió a quitarle el casco de nuevo, porque supo que su identidad estaría protegida. El segundo paso fue removerle la armadura de encima y calentar su cuerpo.

Mientras lo hacía, vio a sus párpados moverse y a su consciencia lentamente regresar.

—¿Q-Qué?...

—Te llevé a nuestro antiguo departamento. Te desmayaste cuando saliste del estudio H.

—¿L-Lucas?

—Está bien. El Departamento de Asuntos Extraterrestres ya llegó al Búnker y Hammer y sus seguidores ya han sido arrestados. Pero Hazel sigue forajida.

—E-Ella no tuvo la c-culpa...

—¿Qué?

—H-Hammer... él fingió s-ser ella... u-usó su voz para engañarnos.

—¿Entonces por qué huiría ella con la espada de Otto?

Casey intentó sentarse, pero no pudo.

—¡¿Q-Qué?!

—Sí... La espada de mi hermano ha desaparecido. O sea que ella entró a la bóveda y la robó, antes de irse.

—N-No... debe haber sido alguien más...

—Los del DAE revisaron las grabaciones de las cámaras de seguridad, según lo que me dijo Lucas. Fue ella.

—¿Y p-por qué?...

—¿No es obvio? Ella es la señora H. Tiene que serlo.

—No...

La alienígena finalmente logró acomodarse. Apoyó su espalda contra el balaustre del balcón e hizo una mueca de dolor. Sentía calambres por doquier. Su cuerpo parecía haber sido arrollado por un tanque.

—Casey, tenemos que aceptar la verdad por lo que es...

—Hazel se infiltró en la Alianza Raza Pura —la Antheliona cortó a la empresaria—. Los ha estado e-espiando a meses. Y me c-contó que esos malditos... ellos e-están intentando crear u-una armadura Kronus mejorada... Letal para t-todos los aliens... Por eso e-están atacando a tus laboratorios... Quieren construir u-una armadura nueva... Y c-con ella matar a todas las personas c-como yo que viven en este país...

—¿Qué?

—Me lo contó t-todo en la bóveda donde g-guardabas la espada... mientras trabajabas con L-Lucas en el computador. Y me preguntó s-si yo aún e-era vulnerable al Uranio y a la Uranita... Se veía preocupada por mí... y s-sé que no estaba mintiendo. Lo sé... Y por eso, c-creo que lo que realmente hizo, f-fue sacar a la e-espada del alcance de esos malditos de la ARP, antes d-de que ellos sí se la r-robaran...

—¿Y dónde puede habérsela llevado entonces?

La caja de entrada de Theresa le contestó su propia pregunta así que terminó de hablar. Un mensaje le llegó, de un correo desconocido. Al abrirlo, se encontró con un texto corto, escrito por su mejor amiga.

"Tengo la espada. La estoy llevando a tu cabaña en el bosque de Colossus. Encuéntrate conmigo allá lo más rápido posible; hay que destruir esta cosa antes de que alguien más se apodere de ella.

Y Thea... te tengo malas noticias...

Descubrí quién es la señora "H".

Mientras Hammer me decía que me fuera, hizo uno de sus monólogos interminables, y me dijo que "H" lo había ayudado a escapar de prisión, para que juntos subyugaran a todos los alienígenas que residen en la tierra. Él dejó a la ARP por "diferencias de metodología" por un tiempo, pero aseguró estar de vuelta ahora...

Y fue entonces cuando me di cuenta. Él y tu madre fueron encerrados en la torre de Odis.

¿Adivina quién tiene una "H" en su nombre, perdió a su hijo en la caída del rascacielos ORION, fue presa por crímenes de odio, detesta a los aliens, y es la persona que más lucharía por defender al legado del maldito de Otto?

Harlow.

Harlow Schnell.

Tu madre.

No tengo pruebas, pero ahora tampoco tengo dudas.

Solo... No me mates por suponer esto.

...

Nos vemos amiga.

Mantén un ojo en Lucas y en Casey, ¿okay?

Y en caso de que algo me pase después de que te envíe esto...

Te amo. Mucho.

Cuídate."

Theresa leyó este email una, y otra, y otra vez, sintiéndose mareada, tonta, y furiosa. Todo al mismo tiempo.

¡Claro! ¡Esto hacía perfecto sentido! ¡¿Cómo no lo había visto antes?! ¡Su madre era la señora "H"! ¡Ella sabía dónde quedaba la cabaña en el bosque! ¡Sabía dónde estaban los laboratorios de las industrias ORION y sus centros de investigación secretos! ¡Conocía a gente influyente y tenía bastante dinero ilegal oculto en cuentas de ultramar! ¡Suficiente como para mantener funcionando una organización como la ARP!

¡Además, el sujeto que la había intentado atacar en Rhyes dijo que el único lugar de reunión de la Alianza había sido la calle Mack, que era parte del distrito financiero!

¡Ahí también era donde la primera empresa de las industrias ORION había abierto!

¡Hickory! ¡Una anciana de la industria maderera!... ¡Que curiosamente, quería ampliar sus negocios hacia Rhyes!... ¡Y cuyos dueños y gerentes habían estado calentando la cabeza de Theresa en reuniones por años y meses, negándose a seguir sus pautas eco-friendly, y a entender su determinación en preservar lo máximo posible el medioambiente!

O aquello era una coincidencia muy loca, o todo estaba conectado, y la empresaria estaba a punto de colapsar por ambas posibilidades.

—La señora "H" es mi madre —Theresa compartió su epifanía en voz alta.

—¿Qué?

Y entonces, ella le explicó todos sus motivos para creer que aquello era cierto, y que ella se había equivocado en relación a Hazel.

—Tenemos que irnos a Rhyes.

—Sí... —Casey se frotó el rostro—. Supongo que sí.

—¿Quieres ayuda para levantarte?

La superheroína, drenada de toda energía, respondió:

—Dame cinco minutos...

Y la empresaria, porque también se sentía agotada, concordó.

—Cinco minutos.


---


Theresa llamó a Lucas mientras ella y Casey viajaban al humilde poblado, para saber cómo iba la situación en el centro de pesquisas. Él se metió en el baño para hablarle con más privacidad, pero decidió mantener su voz lo más baja posible de todas formas:

—Hammer y los demás fueron arrestados, y llevados a la sede del DAE. Mamá y papá están en camino para venir a recogerme. Los agentes no me quieren dejar salir de aquí sin compañía.

—¿Y las bóvedas?

—Cerradas. Me tomé la libertad de cambiar las contraseñas de todas las puertas antes de irme. Te enviaré un mensaje más tarde con el nuevo código.

—¿Y Casey? ¿Ya se enteraron de que sigue viva?

—Por lo que sé, aún no. Los agentes me preguntaron si yo sabía quién era la mujer desconocida que salía en las grabaciones de la cámara y sobre qué hablamos... Y yo les mentí y les dije que no tenía idea de quién era. Que solo le pedí que no matara a Hammer y sus secuaces. Nada más. Pero, aunque ellos se compraron la mentira... No estoy seguro de que mamá y papá lo harán. Y no sé qué hacer. Mentirles a los del DAE es una cosa... ¿Pero a ellos?

—Dile a Lucas que les diga la verdad —la leñadora, mirando por la ventana a los paisajes que cruzaban afuera, contestó—. Prefiero que se enteren por su boca que por la de un agente cualquiera.

—Okay... —Theresa respiró hondo, preocupada—. Casey dice que les cuentes todo a tus padres. Prefiere que se enteren por ti.

—De acuerdo —Lucas aceptó la petición, luego de una breve pausa—. Manténganme informado sobre la situación con Hazel, por favor.

—Te mandé un texto diciendo quién es la señora H.

—Lo sé. Lo leí... y lo siento —el hacker respondió—. Tengan cuidado con esa mujer. Las dos. No quiero terminar yendo a otro funeral tan pronto.

—Yo tampoco —La ingeniera miró a su ex novia—. Te llamaré cuando encontremos a Hazel, ¿okay?

—Okay... Tengo que colgar ahora. Ya estoy en este baño a mucho tiempo.

—Lo entiendo. Ten cuidado, Lucas.

—Tú también, Thea.

—Chao.

—Nos vemos.

La ingeniera lo escuchó finalizar la llamada y bajó su celular.

—Ellos nunca me perdonarán por lo que les hice —Casey contempló en voz alta, con un desánimo notable.

—Se sentirán heridos, pero... te perdonarán.

—No. Lo que hice fue demasiado cruel.

—Estabas agotada, Case. Yo sufrí el mismo luto que ellos, me torturé a mi misma con mis arrepentimientos y con mis dudas, y aun así... sé que no hubieras fingido tu muerte sin un buen motivo para ello.

—Pero fui egoísta. Solo pensé en mí.

—A veces es necesario ser egoísta —Theresa insistió—. Sabes, hoy... mientras ayudaba a esa gente en el incendio... yo creo que entendí al fin el real peso de tus responsabilidades —La miró por un segundo, antes de volver a prestarle atención a la carretera—. Escuchar a los gritos de ayuda, sin poder salvar a todos... Sentir la mirada esperanzada del mundo quemando agujeros en tu espalda... El terror de ver, frente a frente, a personas que sabes morirán rogarte por clemencia, por salvación... Es demasiado. Todo fue demasiado. Y tú... ¡Tú tenías que lidiar con esto todas las semanas!... —Ella sacudió la cabeza, indignada—. Sin apoyo psicológico, sin el apoyo de tu novia, de tus amigos, de nadie... Es justo que un día ya no soportaras más vivir así. Puedes no ser de este mundo, pero tienes sentimientos al igual que todos nosotros. Y no te merecías pasar por todo lo que pasaste sola.

Casey se quedó callada por un buen rato. Su rostro siguió volteado hacia la ventana. Pero eventualmente sorbió la nariz, se secó las mejillas y encaró a Theresa, quien no se sorprendió al enterarse de que estaba llorando.

—Gracias... por decir todo eso. Lo necesitaba oír.

—Es la verdad —La ingeniera llevó una de sus manos a la rodilla de la alienígena y le hizo un poco de cariño—. Y aunque no te niego, hay muchas cosas por solucionar entre todos nosotros... Yo ahora quiero estar ahí para ti. Quiero hacer lo que no hice años atrás, por miedo y por rencor, y quiero ser tu mayor aliada, Case.

—¿Considerarías volver conmigo? —ella preguntó con un tono frágil, extremadamente vulnerable.

—Sí —Theresa fue sincera de vuelta.

La leñadora, aspirando una larga bocanada de aire entre sus dientes, cubrió la mano de la empresaria con sus propios dedos y la sostuvo hasta que llegaran a la cabaña de los Schnell, donde la millonaria fue forzada a alzarla a la palanca y usarla para aparcar el auto.

Afuera, la camioneta de Casey seguía estacionada. A su lado, estaba el vehículo de Hazel, un BMW azul cuyo modelo Theresa desconocía.

Ambas salieron del Porsche de la ingeniera y cruzaron los dos automóviles. Pero antes de que pudieran entrar, la Antheliona la sujetó del brazo, cautelosa.

—¿Qué?

—¿Escuchas ese ruido?

—¿Qué ruido? ¿El ulular de los búhos?

—No... es metálico... —Casey miró arriba, al cielo nocturno—. ¡Ah! ¡Eso lo explica!

Theresa hizo lo mismo, sin entender nada.

—¿De qué estás hablando?

—¿Ves ese punto verde ahí? —Señaló a lo que parecía ser una estrella de gran tamaño.

Pero espera, ver a una estrella verde al ojo desnudo no era posible, al menos no para humanos... O sea que aquello no era una...

—Cúbrete las orejas.

—¿Huh? —Theresa se volteó hacia Casey.

—Cúbrete las orejas y da un paso atrás, si no quieres terminar sorda.

—¿O-kay?...

Confiando en la leñadora, ella hizo lo ordenado. Luego, la vio frotar una mano contra la otra, y mirar de nuevo arriba. Lo que siguió el gesto fue una palmada tan fuerte, que llegó a desplazar el aire sobre a su alrededor, sacudiendo a las hojas de los árboles en un radio de un kilómetro.

Pero el ruido sí sirvió de algo. Porque, de pronto, lo que sea que estaba flotando sobre sus cabezas se movió. En menos de cinco segundos un haz blanquecino, cegador, las cubrió. Casey sonrió y saludó a la nave.

—¿Case?

—¡Son mis amigos! —ella se rio, contenta—. ¡Los Neptunianos! ¡Volvieron!

—Eso es lindo de su parte, pero tenemos que ir a hablar con Hazel...

Antes de que Theresa pudiera terminar de hablar, ya estaba siendo arrastrada al cosmos arriba por un rayo tractor poderosísimo, del que ninguna criatura, por más fuerte y ruda que fuera, podría algún día soñar con escapar.

Para que la mujer no se pusiera a gritar, Casey la jaló cerca de sí, y la sostuvo contra su pecho mientras flotaban hacia las alturas.

Al entrar a la nave extraterrestre, lo hicieron a través de una recámara especial, rodeada de paneles de vidrio. A la izquierda había una puerta, también de cristal. Al otro, un brazo mecánico y objetos que parecían ser herramientas de tortura, pero que en realidad solo eran usadas para estudio de materia inorgánica, en su mayoría.

—¡Kathesaigh! —uno de los neptunianos que estaban de pie, observando a las recién llegadas a través del vidrio, exclamó.

—¿Cate-quién?

—Ese es mi nombre en Anthelion. Kathesaigh. Cuando llegué a la tierra, los agentes del DAE no lo entendieron, y escribieron Casey, porque sonaba similar.

—Nunca me contaste eso.

—Lo siento... —Ella hizo una mueca arrepentida—. Pero ahora lo sabes.

Mientras terminaba de hablar, la puerta de cristal se abrió. El hombre que había llamado por la leñadora pasó por el umbral, sonriendo con entusiasmo.

Él poseía una estatura corta, tenía los ojos completamente negros, como los de un pescado, y todas las partes visibles de su cuerpo estaban cubiertas con un plumaje rígido, corto, bastante denso, similar al de un pingüino emperador. Su cabeza estaba protegida por un casco completamente transparente, parecido al de un astronauta.

Sabiendo que él era un neptuniano, y que probablemente respiraba otros gases mucho más letales que el oxígeno, el aparato hacía sentido. Debía contener algún suministro de hidrógeno, helio y metano adentro.

Pero, aun así, su rostro era visible. Y en su mayor parte, era similar al de un humano. Solo los ojos eran distintos. Parecían contener dos abismos en su interior, de tan oscuros.

—¡Sherrah! —Casey exclamó de vuelta al fin, y se le acercó para abrazarlo.

Los dos extraterrestres conversaron por unos segundos en un idioma al cual Theresa no logró entender en lo más mínimo. No hasta que el sujeto apretó un botón en su casco, y su lengua nativa fue enmascarada por un comunicador, o traductor automático.

—¡Señora Theresa! ¡Es un placer conocerla al fin! —El hombre le estiró su mano.

Ella la sacudió con una mezcla de curiosidad y confusión.

—¿Cómo sabe usted mi nombre?

—Pues, Casey aquí no se callaba nunca sobre lo genial que su antigua consorte era.

—¿Consorte?

—Novia —la Antheliona clarificó—. A veces el traductor no sabe qué palabra emplear y usa términos más formales por accidente.

—Ah.

—Perdón, no quise ofender...

—No, Sharrah. ¿Señor Sharrah? —Theresa sacudió la cabeza—. Usted no me ofendió ni un poco. Tranquilo.

—Eso es un alivio —Él hizo un gesto con su mano—. Casey me contó que usted es una de las mejores científicas e ingenieras de este planeta. Sería una desdicha a mi especie si yo fuera descortés en nuestro primer encuentro.

—No diría que soy tan buena así, pero... gracias por la amabilidad y la consideración —Ella sonrió.

—Bueno... Solo pasamos a saludar, Sherrah. En verdad estamos súper ocupadas ahora —la leñadora comentó, con una mueca frustrada—. Me gustaría pasar más tiempo con ustedes, pero... hoy no puedo.

—¿Tendrá eso que ver con la señorita Hazel?

—Espera, ¿cómo la conoces?

—Ay... —Él cruzó los brazos—. Puede o no que los novatos del instituto hayan usado el rayo tractor sin mi permiso, y puede o no que ella esté aquí arriba, en la nave.

—¿Huh? ¿Ustedes la abdujeron? —Casey indagó, entretenida por la situación.

—Otra vez, mil disculpas... Pero ya sabes cómo son los chicos de 65 años. Torpes, apresurados e impulsivos. Vio a una humana moviéndose hacia tu cabaña y al instante prendió el gravitador. En fin... Le dimos uno de nuestros cascos a la señorita, y lo calibramos para que tenga el mismo nivel de oxígeno que esta recámara. Ahora ella está en la cocina, creo. La dejamos explorar un poco el lugar con Krisson, el culpable de este incidente, para que se calmara un poco. Teníamos pensado borrarle la memoria y enviarla abajo, pero ella nos dijo que era amiga tuya y que ya venías en camino, así que decidimos esperar.

—Hicieron lo correcto. Ella sí es nuestra amiga —La Antheliona asintió.

—Ella también estaba cargando una espada consigo. Y me temo que tengo otra mala noticia que entregarles.

—¿Qué pasó ahora? —Casey apoyó ambas manos en su cintura.

—Bueno, llevamos la espada a la sala de estudios, para determinar de qué estaba hecha. No podíamos dejar a una humana caminando armada por la nave, espero que lo entiendan...

—Sí, es comprensible. Continúa.

—Pues... La máquina tuvo un problema y, eh... —El hombre hizo una mueca nerviosa—. La espada se derritió.

—¿Ustedes lograron derretir una espada de Grafeno y Kronus?... ¡¿Cómo?! —Theresa indagó, pasmada.

—¡Lo lamento!

—¡No! ¡No lo lamentes! ¡Dinos cómo! ¡He estado intentando descubrirlo a años! —la ingeniera insistió, más entusiasmada que irritada.

—¿No están enojadas?... ¿Por qué? La señorita Hazel dijo que la espada era de ustedes...

Casey le explicó al Neptuniano entonces de dónde el arma había salido, y le contó también sobre los planes de la ARP de crear trajes de guerra fabricados con dichos materiales, a los que nadie, ni Theresa, sabían cómo destruir.

El hombre, cada vez más fascinado por la historia, le dio órdenes a uno de sus asistentes para que le pasara un casco oxigenado a Theresa, y luego la llevó junto a Casey a la sala de estudios.

Allí, él le dio una clase de media hora a la ingeniera sobre tecnología Neptuniana y las funciones de las distintas máquinas presentes en aquel alargado espacio. La máquina que había partido la espada en cuestión, poseía un mecanismo que permitía la transmutación artificial de elementos nucleares.

La espada de Otto, al estar parcialmente elaborada con Uranita, fue comprometida por perder protones y neutrones, de manera acelerada. El calor generado por el proceso acabó destruyendo también al Grafeno. Y ambos materiales, al ser destruidos, acabaron dañando también al Kronus.

—Entonces sí es posible...

—Sherrah, tienes que ayudarnos —Casey comentó, así que Theresa terminó su murmullo asombrado—. Haré lo que ustedes quieran. Les deberé cualquier favor. Pero si tienen los medios de arruinar armas y trajes hechos con estos materiales, les ruego que nos ayuden...

—No necesitas rogarnos, Kathesaigh —el Neptuniano dijo—. Sería un honor ayudarlas.

—¿De verdad?

—Sí —Él sonrió—. Lo único que pido, como retribución, es que ustedes permitan que mis estudiantes vayan a visitar uno de los laboratorios de las industrias ORION. Si es que es posible, claro. Ya oímos hablar tanto de ellos, que todos estamos curiosos.

—¡Claro que pueden venir a visitarlos! —Theresa exclamó—. ¡Si nos ayudan a deshacernos de todo el arsenal de la ARP yo hasta les ofrezco un curso de estudio intensivo en el Centro de Pesquisa Red Mountain! ¡El mejor laboratorio de aceleradores del mundo!

El Neptuniano, tentado por la oferta, les extendió la mano a ambas y asintió.

—Un placer hacer negocios con ambas —Luego se rio, y señaló a la salida—. ¿Vamos ahora a buscar a la señorita Hazel?

Ambas mujeres se miraron y dijeron:

—Vamos.


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Encontraron a la desaparecida sentada cerca de una cúpula de observación, conversando con el estudiante Neptuniano que la había raptado. Benditos fueran los dispositivos comunicadores y su traducción automática. Ambos parecían estar disfrutando bastante la charla, porque ni oyeron al grupo llegar.

—¡Entonces sí sigues viva! —Theresa exclamó, para asustarla y reírse de su sobresalto.

—¡Thea! —La mujer, al verla, corrió hacia ella y Casey. Las abrazó con fuerza, y su impacto fue tal que hasta la superheroína casi perdió su equilibrio—. ¡Vinieron!...

—Claro que lo hicimos.

Las tres permanecieron así, sosteniéndose, por un puñado de segundos. El afecto duró hasta que el pánico de Hazel llegó:

—¡Yo no soy la señora H! —ella gritó al separarse—. ¡Lo juro!

—Ya lo sabemos —La ingeniera asintió—. Lo siento por dudar de ti, pero Hammer...

—Dime que ese hijo de perra fue arrestado.

—Lo fue —Casey la calmó—. Él y sus amiguitos, todos serán encerrados de nuevo. Ya no son relevantes... Lo importante ahora es encontrar al resto de la ARP y destruir todo su arsenal de guerra.

—El único lugar en donde podrían estar es en la calle Mack. Ahí fue el último punto en donde todos se reunieron.

—¿Por acaso la reunión fue en la vieja sede de la maderera Hickory? —Theresa indagó, queriendo confirmar si tu teoría era correcta.

—Por lo que me acuerdo sí. El edificio ya no le pertenece a Hickory, pero... creo que ahí quedaba su antigua sede.

—Entonces es evidente quién realmente es la "señora H"... —la ingeniera respiró hondo, molesta—. Mi madre. Tenías razón.

—Y ya sabemos adónde tenemos que ir —Casey cruzó sus brazos—. Entonces no tenemos tiempo que perder.

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