Capítulo 1. Aquel parque

Ketsueki Kimura Ishikawa

Un beso.
Un simple beso.
Un beso entre dos chicos.

Era de día, el sol recién estaba por salir.

Un chico de piel morena se encontraba sentado en una banca de un típico parque.

Llevaba una sudadera con la capucha puesta, su peculiar cabello naranja con puntas rojas sobresalía de la gran tela que llevaba sobre su cabeza.

Sostenía un cuchillo en su mano derecha, su otra mano estaba recostada en su pierna izquierda, las venas estaban diciendo a gritos que querían ser cortadas.

El chico estaba por cortarse las venas, dispuesto a suicidarse.

Entonces, en medio de todo el silencio que había aquella madrugada, el cuchillo que el chico sostenía voló lejos de él, aquel fierro se despidió sin hablar, se fue haciendo un sonido muy conocido: cuando una espada traspasa el aire intentando cortarla pero nunca logra hacerle ningún daño.

El moreno levantó la mirada y se encontró con un chico de piel blanca. Su color de cabello era azul casi color turquesa, al igual que sus ojos que brillaban casi con el mismo poder de la luz de la luna: magnífica y gloriosa en todas sus formas.

Aquel peliazul había evitado su suicidio, él había lanzado por los aires el arma blanca del suicida, ese chico tan guapo y de rostro fino, pero de vestimenta usada y vieja, era todo lo que el moreno en algún momento de su infancia había pedido.

En ese momento, el suicida, había encontrado, lo que creía podría ser, su siguiente presa.

El peliazul miró al moreno, se podía ver muy bien el susto que se había llevado; respiraba agitado y sus ojos estaban completamente abiertos, incluso parecía que se podría ahogar él sólo con su propia saliva.

―¿Qué rayos? ―Dijo el güero al haber tomado un poco de aliento. Puso sus manos en las caderas y bajó la mirada tratando de tomar un poco más de aire.

―Eh...¿Cómo?―El moreno sólo lograba ver lo brillante y apuesto que era el chico. No se dio cuenta que el peliazul estaba asustado y confundido por lo que anteriormente estaba apunto de hacer.

―¿Por qué rayos estabas por hacer eso?―Preguntó aún confundido. Con la mirada y apuntando a un lado de él, le pidió si podía sentarse ahí, en la banca, el moreno asintió sin quitarle los ojos de encima, aún sorprendido por la belleza del chico. El peliazul se sentó a su lado.

―¿Hacer qué?―No estaba prestando atención. Se puso a jugar un poco con el largo cabello del chico.

El güero lo apartó haciendo una mueca de disgusto.

―¿Ey, qué te sucede?ーPreguntóーResponde a mi pregunta.― Se puso muy serio y cruzó los brazos.

―Disculpa. Me gusta tu cabello, eres lindo...Es decir, tu cabello. Tu cabello es lindo.―Ni siquiera lo notó, se había sonrojado.

―¿Gracias...?― Quedó aún más confundido, no supo qué más decir.

―Oh, pero que grosero soy. Sí, querías que respondiera tu pregunta...Bueno... ーPensó durante unos segundosーNo sé por dónde empezar.―Bajó la mirada hacia el césped, quería explicarle al chico que acababa de conocer lo que le sucedía, pero no sabía exactamente como empezar.ーYa lo tengo.ーMiró al chico y sonrió.

―¿En verdad gustas contarme?...―Se sintió algo incómodo, no esperaba que le contara, solo quería evitar que una tragedia sucediera frente a sus ojos.

―Pero mi gran salvador, claro que quiero contarte―sus manos intentaron acercarse a las manos del chico que recién había conocido. Las manos del peliazul se apartaron.―Pues...Mi familia murió, no tengo amigos y mi vida no tiene el más mínimo sentido, ese es el resumen. Nada interesante.― De nuevo miró el césped poniendo sus brazos en las piernas tratando de no llorar.

―Espera ¿Hablas enserio?―Se quedó muy sorprendido por lo que le había dichoーEs broma ¿No?ーPreguntó inquieto.

El moreno dirigió su mirada a los ojos del peliazul, y entonces comenzó a llorar.

―Fue mi maldita culpa, no debí de haber confiado en él, pero lo hice y ahora mi madre y mi padre están muertos, todo por mi estúpida culpa―Se golpeó en la cabeza muy violentamente.

―Oye, oye, espera, no te lastimes así. Yo no sé qué sucedió pero dudo que haya sido tu culpa― Sostuvo las manos del moreno para evitar que se volviera a golpear.―Por favor, cálmate...Mira..¿Qué te parece si te llevo a un lugar que creo te podría gustar? Le prometí a mi hermana que iría pero a mí no me gustan esos lugares, aunque creo que a ti sí.―Soltó sus manos y dejó que el moreno se relajara.

―¿A un lugar?― Se limpió las lágrimas y acarició su cabello, le dolía la cabeza.

―Sí, una fiesta, podría ser...―Se dio cuenta que el chico lo miraba con mucha atención y casi babeando.

―Adelante, vamos.―Habló como un desesperado.

Entonces el peliazul se levantó de su asiento y estiró su mano al chico para que este lo tomara.

―Vamos, entonces.―E intentó mantenerse serio pero su felicidad por tomarle de la mano al chico lo delató. Esto lo notó el moreno mientras le tomaba la mano a su guía.

Caminaron unas cuantas calles, ninguno de los dos trató de decir algo, a los pocos minutos de haberse tomado la mano se soltaron y se habían reído de los nervios.

El peliazul lo examinó de arriba a abajo, ese chico era lindo, un lindo rostro, un par de ojos brillantes, un par de cejas perfectas, labios un poco gruesos listos para ser mordidos por alguien, tal vez por él.
Era casi de su misma estatura, solo que el moreno era un poco más bajo, tal vez por medio centímetro o si mucho un centímetro de diferencia en sus estaturas.

Llevaba ropa cara, su sudadera era de marca, al igual que sus zapatos, y a lo que pudo ver, sus pantalones también. Toda su ropa era de la misma marca: "Isabla".

El suicida también lo examinó, no mucho. Se dio cuenta de que a pesar de su ropa barata, vieja y usada, el chico se veía muy bien, tenía buen cuerpo, sus brazos eran fuertes, se le veían varias cicatrices.

También usaba lentes, estaban "arreglados" por una cinta adhesiva la cuál se encontraba en la esquina derecha de sus lentes, tales anteojos hacían que sus ojos se vieran más grandes y por lo tanto hacían ver menos atractivo al chico.

El moreno sabía que sus ojos debían ser tan simplemente perfectos como su cuerpo, pero tras su ropa y sus anteojos no se podía apreciar su delicioso explendor.

El chico con anteojos se detuvo: Ya habían llegado. Justo frente a ellos estaba una clase de bar, el cuál se supone debía ser ilegal. Más sin embargo no lo era, hasta entonces. Se escuchaba una canción de rock a todo volumen, hacía temblar un poco el piso.

―Aquí es.―Miraba el lugar, se sintió algo decepcionado.

―No se ve nada mal―Intentó sonreírle a su compañero, pero este no lo notó.

―Creí que sería...― Hizo una pausa y al fin dirigió su mirada al moreno.ーEs mejor ir a otro lugar.

―Ya llegamos aquí, ¿qué sucede? Anda...¡¡Vamos!!―Tomó su mano y se dirigió a toda prisa a aquel lugar.

―No, por favor, espera.―Muy tarde, ya habían entrado. Se sentían los golpes de aquella música a todo volumen. Dejarían sordo a cualquier persona que no estuviera acostumbrada a ir a fiestas, es decir, al peliazul quien se tapó los oídos con sus manos y cerró sus ojos, era demasiado sonido, demasiada luz, demasiadas personas.

―¡Este lugar es increíble!―Gritó emocionado. A los segundos notó la angustia del chico.―Espera un momento, ¿te encuentras bien?― Trató de calmarlo, mas sin embargo no sabía cómo.― Ahora veo por qué no querías entrar.

Se dio la vuelta intentando pensar en qué hacer, debía sacar al chico, una solución rápida, pero se bloqueó. Cuando su vista se aclaró, logró distinguir algunas chicas; cabello largo, buenas curvas, ojos brillantes y grandes pechos.

―Ay, wow.―Susurró para sí mismo. Su enfermedad se activó.

El peliazul se calmó, bajó sus manos y respiró tres veces.

―No te preocupes, estoy bien.―Se dio cuenta de que el moreno ya ni siquiera buscaba la forma de ayudarlo.―De acuerdo, gracias.ーSuspiró.

Se estaba acercando cada vez más a aquellas chicas.

―Ey, ¿adonde vas?―Lo siguió. Cuando de pronto notó que ya lo había perdido.

El moreno se encontraba lanzándose a una chica, a la cual comenzó a besarla por todos lados; besó su boca, su mejilla, su cuello y si no se lo hubiera impedido, su pecho. La chica lo pateó.

―¿Qué te sucede, maldito lunático?―Puso una cara de disgusto y se volteó para poder besar a su novio, quien estaba extremadamente borracho como para siquiera saber qué le habían hecho a su novia. La chica al saberlo puso cara de asco, pues después de besarlo, el chico eructó como alguien sin modales.

El peliazul logró ver tan solo un poco de lo que había hecho. Fue por él y lo jaló de las orejas.

―Sí, ¿qué te sucede? ― Sin darse cuenta ya lo estaba llevando arrastrando por todo el lugar. Entró a un cuarto.

―¿Por qué hiciste eso? ―El moreno le preguntó cómo si no hubiese sido él quien estuvo mal.

―Disculpa, ¿yo? ¿Me preguntas qué por qué te llevé arrastrando por todo el mald...Mugroso bar?―Lo lanzó a una cama, se encontraba en el cuarto al que había entrado.

―Sí, eso mismo hago―. Miró con enojo al peliazul. Después inspeccionó el cuarto.

―Tú ¿Por qué besaste a esa chica?―Se dio cuenta que no lo estaba mirando a los ojos, sino que sus ojos se encontraban mirando cada rincón de aquel cuarto. El güero se enfadó.―Ponme atención.

―¿Te das cuenta de en dónde me metiste y a qué cosa me has lanzando?―Hizo una sonrisa pícara.

―Estamos...ーSus ojos dieron vuelta por el lugarー¿Qué importa? Te hice una pregunta.

―Cálmate un poco y...Anda siéntate.―Golpeó la cama dando a entender que quería que se sentara a su lado.

El peliazul suspiró y se sentó a su lado.

―¿Qué?―Dijo con la voz un poco ronca. Miraba el piso, no quería mirar a su compañero.

―¿Sigues sin saber dónde estamos, cierto?―Lo miraba con una sonrisa traviesa. El chico no contestó.ーEste lugar...Es para que las parejas, ya sabes, tengan privacidad.

―Ajá, ¿Y?ーNo parecía importarle, se quedó pensando, se perdió en sus propios pensamientos.

―Vamos, un chico como tú seguramente ya lo ha hecho mil veces en un lugar como este.

―¿Qué dices?ーBuscando su rostro se encontró con un par de ojos verdes brillantes. Estaban demasiado cerca. El peliazul lo apartó.

―Por favor, necesito..Un poco de ayuda.ーSe volvió a acercar.

―Solo tengo diecisiete años. Espera...¿Qué?―El moreno tocó su hombro, lo cual puso nervioso al peliazul.

―Necesito tu ayuda. Es decir... ¿A cuántas personas no has besado ya?―Tocó su mejilla.ーYo solo sería uno más.

―Alto, no, no.―Se hizo para atrás asustado.ー¿De qué hablas?

―¿Podrías ayudarme?―Sus ojos se volvieron un glitch, no lucían normales, parecía una falla de algún videojuego.

―¿Qué les pasa a tus...?―Apuntó a sus ojos mientras se alejaba un poco.

―Se mueren por ti, eso les pasa.―Se acercaba, mientras el otro se apartaba.

―Detente, por favor. Escucha, yo...―El chico de los lentes rotos se quedó en la orilla de la cama, estaba por caerse.

―¿Qué pasa?―Notó su situación y lo tomó de la camisa, logró acercar su rostro con la de él.

―Jamás...He besado a alguien, mucho menos hacer...― El moreno terminó la oración.

―El amor.

―Así es. Así que si te alejas sólo..Un poco.― Ambos se miraron a los ojos. Lo estaba poniendo nervioso.

―¿Entonces puedo ser el primero?―Sus pupilas se dilataron.

―¿Qué rayos dices? ¡¡No!!―Trató de quitar las manos del moreno de su ropa, se desesperó he intentó golpearlo en el pecho.―Por favor, ya basta.

―Está bien, si no quieres no te obligaré.―Lo soltó. El peliazul casi cayó de la cama, pero de nuevo, el moreno lo tomó de la camisa.―Perdón. ―Lo subió de nuevo.

―¿Por qué dices que necesitas de mi "ayuda"?― Puso sus manos en los hombros del moreno y los apretó, temía caer.

―Es difícil de explicar. Pero...Un beso. Sí, eso solucionaría mucho.―Miró los labios del peliazul, y mordió su propio labio inferior, sin duda alguna, estaba desesperado.

―No es posible, recién te conozco y no quiero que mi primer beso sea..―De nuevo, intentó completar su frase.

―¿Con un chico?―El moreno lo miró con ojos de cachorro abandonado. El peliazul sacudió la cabeza, negó lo que había intentado completar.

―Por una tontería.

―No tiene por qué ser una tontería. Te va a gustar, lo sé.―Sus ojos comenzaron a volverse locos, tenía una clase de error en ellos.ーDesesperado agregóーTe va a encantar, tanto que me pedirás otro, y otro, y así sucesivamente.

―No estoy seguro.

―Sólo dame una oportunidad. Si no te agrada, no te volveré a ver nunca, jamás. Lo prometo.―Lo acercó aún más.

El peliazul se tomó un tiempo para pensarlo. Miró al chico de arriba a abajo, tragó saliva y su corazón se comenzó a acelerar.

―¿Sabes qué?― Se acercó al moreno por su cuenta, ya había tomado su decisión, estaba listo. ―Bésame.

El moreno sonrió, entre cerró los ojos y antes de besarlo respiró su aliento.

Juntó sus labios con los del peliazul, le dio un dulce beso y lo acercó aún más a él. El chico apretaba sus manos en el pecho del moreno. Se separaron sus labios, entonces, el moreno comenzó a besarlo con más intensidad.

Seguía tomándolo de la camisa para que este no cayera de la cama, lo jaló aún más para que estuviera cómodo, ambos ya se encontraban en medio de la cama, besándose, como si hubieran esperado ese momento toda su vida.

El chico de anteojos rotos no sabía exactamente qué hacer, pero intentó hacerlo igual que el moreno. No le había mentido, sí le había gustado, le había encantado ese beso.

Su primer beso.

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