YOLANDA TITIANDY

Leonardo:

Los siguientes días no vinieron ni Casper ni ninguno de sus amigos, así que Maria no regresó a mi dormitorio.

Por una parte, aquello me aliviaba, no quería ni imaginar cómo se tomaría mi novia que estuviese durmiendo con ella.

Por otro lado, echaba en falta vivir un despertar como el de aquella mañana, uno junto a mi atrevida y alocada compañera.

No obstante, que no presenciamos ninguna aparición, no significaba que no tuviésemos visita alguna. De hecho, tuvimos una muy especial.

Jamás me hubiese imaginado que tras comer unos ricos macarrones con tomate junto a Maria, Vintage y Paola, conocería en persona a la culpable de mi derroche de dinero en pañuelos de papel, a la mujer por la que tantos cayos me habían salido. Ella era Yolanda Titiandy, la talentosa y exitosa estrella del porno.

Fue nada más acabar de comer, cuando llamó a nuestra puerta.

—¡Hola! —me saludó al recibirla—. Soy Yolanda. —Yo sabía de sobra quién era.

Me quedé paralizado, con cara de fan poco cuerdo.

Ella dio un paso al frente.

—Quería saber si...

Yolanda era todavía más guapa en persona. Tenía una larga melena morena, brillantes ojos marrones y voluminosos labios. Poseía un rostro más que atractivo y, también, un cuerpo espectacular.

—Eh —intervino Maria y me hizo espabilar—. La chica te está hablando. —Se dirigió a ella—: Disculpa a mi amigo, se le ha debido de quedar un macarrón entre las neuronas.

Se rio, no porque le hiciese gracia, sino por cumplir.

Después, de manera amable, repitió:

—Me llamo Yolanda. No soy de Trespadejo, pero quería preguntaros por una joven del pueblo. ¿Sabéis dónde está la chica que vive en la casa de al lado?

—Pues no conocemos a mucha gente.

—Qué va. No, no —confirmé las palabras de Maria.

—Pero igual sí que podemos ayudarte.

—Igual. Sí, sí. —Mis aportaciones eran oro.

—Tal vez te refieras a la gatuna.

—La gatuna. Miau, miau.

Las dos me miraron con perplejidad tras aquellos maullidos.

—Bueno. —Maria corrió un tupido velo—. Puede que estés buscando a nuestra amiga Pao...

—¡Paola! —Yolanda pegó un salto y alzó la mano para saludarla.

Ella se nos aproximaba por las espaldas, corría a abrazarla:

—¡Prima! ¡Qué ilusión! ¿Qué haces aquí?

—¿¡¿Prima?!? —exclamé.

—Primas y amigas —respondió Paola.

Seguido, Vintage se nos unió. Montábamos demasiado escándalo en la puerta de la casa.

—¿A qué viene tanto alboroto? —Se fijó en Yolanda—. Qué muchacha tan guapa.

—Es mi prima —dejó claro Paola, orgullosa.

—No os parecéis en nada —se atrevió a decir lo que todos pensábamos.

—¿No? —se sorprendió Paola y alzó la vista para mirar a su prima. Le sacaba dos cabezas—. Mi madre dice que somos como dos gotas de agua.

—Ya sabemos de quién has heredado la miopía —vaciló Maria.

Antes de que Paola pudiese contratacar, Paco invitó:

—No os quedéis ahí. ¡Vamos, entrad!

—Muchas gracias. Pero no quiero molestar —rechazó Yolanda.

—¿Molestar? ¡No, no! ¡Claro que no! —negué, puede que con demasiado ímpetu—. ¡Pasa, tú pasa!

Aceptó la invitación. Vintage y Paola la acompañaron a la cocina y yo me dispuse a ir tras ellos, pero Maria no me dejó:

—¡Eh!

Me había agarrado de la camiseta.

—Dime.

—Das pena.

—¿Yo?

—Recuerda que tienes novia.

—Vaya. Recuérdamelo también cuando te metas en mi cama.

—Solo lo he hecho una vez. ¡Y como amiga!

—Claro. Lo que tú digas, ¡amiga!

—Perfecto pues, ¡tronco! —Me pegó un codazo y me dejó atrás.

No había quien la entendiera.


***


Minutos más tarde, bebíamos café en la mesa de la cocina. Yo me encontraba entre Maria y Vintage, y las primas frente a nosotros, aunque no nos hacían mucho caso. Se estaban poniendo al día:

—¡Sí, ya he terminado de grabar! Por eso he venido a pasar la tarde. Como tu madre está en la ciudad creía que estarías sola, aunque —Nos señaló—, ya veo que estás en muy buena compañía.

—Muy buena, muy buena —corroboré.

Maria alzó una ceja y Yolanda me sonrió. «¡AH! ¡Que me ha sonreído!». Me preguntaba si de los presentes alguno más conocería el trabajo de Titiandy.

—¿Y qué es lo que has grabado? —Vintage me sacó de dudas. No sabía a qué se dedicaba.

—Una película.

—¿Muchacha, eres actriz?

—De cine para adultos.

—Ah. De terror —supuso Paco.

—Por desgracia, algunas dan bastante miedo. Pero no las que yo grabo.

—No entiendo nada.

—Es actriz porno —aclaró Paola.

—¿Y tú ya lo sabías? —me chocó.

—Naturalmente. Me encargo del atrezo cuando tiene que hacer de beata desenfrenada.

—Eh. —Maria alucinó—. ¿Y eso no es pecado?

—Por mi prima, cualquier cosa. —Paola se santiguó—. Que me perdone Dios.

—Y lo cierto es que —Yolanda explicó— lo que yo hago no son películas como tal.

—¿Entonces? —Vintage continuaba perdido.

—Creo mis propios vídeos y los subo a diversas plataformas de pago.

—¡Anda! Como mi Susana, en versión pornográfica —comparó Paco.

—Bueno, yo no diría que sea lo mismo que hace la Susi —se metió Maria—. Es bastante cuestionable.

Yolanda esquivó la polémica:

—¿Quién es Susi?

—Una influencer —contestó Maria—. La novia del jefe.

—¡Mendruga, que no es mi novia!

—Vale, su compañera de pajar.

—Eso sí —se quedó satisfecho.

Yolanda no comentó nada más y el resto tampoco lo hicimos. Guardamos silencio, hasta que Maria se bebió el café y compartió lo que durante aquel último rato había estado maquinando:

—Yoli... ¿Te puedo llamar Yoli?

—Sí.

—Dale, Yoli. Una cosa, en ese mundillo ¿se gana mucho dinero?

—Depende. ¿Por qué?

—Tengo un par de ideas.

—¿Qué ideas? —Yolanda no sabía qué esperar. Y normal.

—Algunos títulos.

—Preparaos —aveciné barbaridades.

Tal y como temía, Maria no tardó en soltarlas:

—Por ejemplo: Sobre la carretilla me sacudo la pepitilla. ¿Qué me dices? Podríamos rodarlo aquí mismo, en la granja.

—Un poco vulgar, ¿no? —descartó Yolanda.

—¿Y qué te parece: En el maizal, bien pasional?

—No lo sé. No me convence.

—Maria, déjalo —pedí.

No tiró la toalla:

—¿Con la regadera me empapo entera?

Yolanda entornó los ojos.

—¿Me está tomando el pelo?

—No. Ella es así —le dijo su prima.

—Tú piénsatelo. —Maria se vino arriba—: ¡Podríamos ganar un Goya!

—Los premios del cine porno no son los Goya. Los Premios Goya son los otorgados por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España.

—Ah. Obvio. Los del porno son los Premios Poya, ¿no?

—Venga, ¡vale! —Me levanté.

—Ahora que estaba interesante —lamentó Vintage.

—¿No veis que la vais a agobiar? —me puse en su lugar.

—¿Y tu babeo constante no la agobia? ¡Sobas! —saltó Maria.

—¿Babeas con ella? —Vintage me devolvió al asiento con brusquedad—. ¿Es que te gusta la muchacha?

—¡No, no!

Se calmó.

—Menos mal. Que tienes novia.

—Ah. —Yolanda me emparejó con Maria—: ¿Sales con la de las ideas?

Maria se rio.

—Más le gustaría.

—¿A mí? Solo faltaba.

—Perdonad. Error mío —se disculpó Yolanda—. Es que haríais buena pareja.

Ambos nos miramos y la tensión se propagó por toda la estancia, mientras algo tan incómodo como grato se avivaba en el interior de mi pecho. Hubiese apostado a que Maria sentía lo mismo, al menos hasta que a Vintage se le acabó la paciencia:

—¿¡¿Buena pareja?!? ¡Ya hace buena pareja con mi sobrina! Fin del descanso. Demasiado por hoy.

Paco nos mandó a Maria y a mí a pelar legumbres y a Paola le dio la tarde libre para que la pasase con su prima. La única condición era que no se nos acercaran:

—No vaya a ser que confundáis a los muchachos con vuestras sandeces.

Por tanto, tuve que despedirme de Yolanda, quien pasaría unas horas con Paola y partiría de regreso. No la volvería a ver, al menos, no en persona.

Luego, me perdí en el campo con Maria y como aún estábamos picados por la discusión, no hablamos hasta que el aburrimiento pudo con nosotros.

Nos vimos obligados a hacer las paces y Maria aprovechó que estábamos a solas para sacar un tema que dio mucho que hablar...



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¡Sorpresa! Me apetecía subir un capítulo hoy jajaja

SIGUIENTES ACTUALIZACIONES: 28 de mayo.

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