SUSANA
Maria:
Al día siguiente, me desperté libre. Era la primera vez que me levantaba de la cama sin tener que esconder mi personalidad. Ya podía ser yo misma.
De todas formas, que me hubiese quitado la careta no significaba que fuese a abandonar mi plan: mantendría el ayuno sexual con el fin de llegar a convertirme en una nueva Maria capaz de enamorarse. Solo que lo haría sin ocultar a la Maria actual.
Me vestí con un viejo pantalón corto de color azul que usaba para estar por casa y un top deportivo blanco, y me preparé para bajar a desayunar.
Antes de que pusiese un pie en el pasillo, me detuve al escuchar una chirriante voz procedente de la cocina:
—Querido, ¿cuánto tiempo ha pasado ya?
Mis neuronas se pusieron en marcha:
—¡La compañera de pajar de Vintage!
Motivada, bajé corriendo y, efectivamente, allí me tope con ella.
No tardó en recibirme:
—Ay, por favor, que conjunto más... —No encontró adjetivos—. ¿Te puedo hacer una foto para mi Instagram? —Antes de que le diese permiso, la hizo—. Hashtag: la comodidad no justifica esto.
Quise defenderme, pero mi cerebro tenía bastante con analizarla. Sabía que era una señora mayor, aunque aparentaba ser más joven de lo que esperaba.
Se conservaba bien gracias a sutiles retoques estéticos —tenía los mismos labios que mi amiga Arantxa—, llevaba un voluminoso vestido de plumas rosas con escarcha tan extravagante como colorido y parecía muy moderna: poseía tantos aparatos electrónicos que, o bien era un androide, o dominaba mucho mejor que yo la tecnología.
—Susana, he aquí Maria. Y Maria, Susana —nos presentó Vintage.
—Encantada, querida. —Me tendió la mano, pero la retiró cuando la pantalla de su reloj inteligente se encendió—. ¡Ay! Que sepas que te he hecho viral. —Me mostró una publicación de Instagram en su iPhone—. Ya tienes memes y todo.
Había visto decenas de memes, una amiga un tanto friki me solía mandar muchísimos, pero ninguno me tenía como protagonista. En este, salía mi foto junto a la frase: «Julia Roberts en Pretty Woman».
—Sí que te pareces a Vivian, cuando lleva la peluquita rubia y tal —corroboró Susana.
—Qué... ¿¡¿Qué?!? ¡Borra eso!
—La crueldad de las redes no está en mis manos, querida. Además, te comparan con ¡Julia Roberts! ¿No es genial? A mí siempre me confunden con Kim Basinger.
—¿Con quién? ¡No entiendo nada de lo que dices! —Me agobié.
—Te falta cultura.
—Me falta haber nacido unas cuantas décadas atrás.
Susana evaluaba si mi frase era un ataque o una mera observación cuando Leonardo irrumpió en la cocina:
—¡Buenos días!
Como todas las mañanas, venía de comprar el pan, sin camiseta.
—Uy. —La invitada del jefe parpadeó, coqueta—. ¿Y tú quién eres?
Rápidamente, me interpuse entre ambos:
—Es Leonardo. ¿También le vas a hacer una foto o qué?
—Quizás. —Por encima de mi hombro, lo saludó—: Un placer. Yo soy Susana.
—Encantado.
Luego, ella volvió a fijarse en mí:
—Y tranquila, que no te pienso quitar a tu hombre. Yo ya tengo el mío.
Posesiva, se pegó a Paco y le hizo arrumacos.
—¡Qué grima! —protesté—. Y Leo y yo solo somos compañeros.
—No te lo crees ni tú, Julia —insistió ella, lo que confundió a Leonardo:
—¿Julia?
—Sí, querido Richard —Susana no abandonaba las referencias.
—¿Richard? —Leo cada vez estaba más perdido.
—¡Mendrugo! —Paco se mosqueó—. Qué te llame Ricardo si quiere. Primero, deberías haber dejado claro que tienes novia. Mi sobrina.
—¿La sobrina de la que me hablaste? ¿La contable? —ató cabos Susana.
—Sí, amorcito. Es su novio. ¿Por qué crees que trabaja aquí? ¿Por sus cualidades de muchachillo de ciudad?
—¿Y esta también es una enchufada? —Me señaló.
—Más o menos. Me la encasquetó mi hermano, Conrado.
—El cura más enrollado —rimé.
—¡Venga! —Leo quiso poner orden—. Ahora que ya tenemos entre nosotros a la novia de Paco...
—Ah, no, no. —Susana descartó—: No somos pareja. Solo amigos, sin ataduras. Una relación moderna.
—Muy moderna. Ella es influencer —le dije a Leo.
—¿Influencer? Si Paco nos dijo que quería comprar unos terrenos de aquí —recordó él.
—Businesswoman. —Susana adoptó una pose exageradamente erguida—. También fundé una empresa de cosméticos. Y... —Echó un vistazo al reloj—. Si nos disculpáis, deberíamos estar viendo dichas parcelas, con las que espero poder expandir mi marca.
—Venga, pues id tirando. —Qué ganas tenía de perderla de vista.
—Eso haremos. —Por suerte, el deseo era mutuo.
No tardó en escabullirse con una escueta despedida:
—¡Chao! —dijo mientras empujaba a nuestro jefe hasta la puerta.
Al fin, se habían pirado.
—Joder. Qué estúpida es la tía —me desahogué en cuanto nos dejaron a solas—. No la soporto.
—¿Y eso?
—Pues, Leo, ¿te puedes creer que ha colgado una foto mía en internet?
—Lo que me cuesta creer es que haya podido hacerlo con la pésima conexión que hay aquí.
—Es rica. Llevará una antena dentro del moño.
—¿Eso es imposible, no?
—No lo sé. ¡No me puedo concentrar contigo medio desnudo! —Pedí—: ¿Te importaría ponerte una camiseta?
Se abrió de brazos para lucir su dorso.
—¿Tanto te gusta lo que ves, Cogollito?
Cerré los ojos y avisé:
—No juegues con fuego. Si La Maria prende, empieza la fiesta.
Entre risas, se retiró y dijo:
—Eres una grande.
—Para grande la barra que cargas. Y no me refiero a la de pan.
Se cubrió la entrepierna en un acto reflejo.
—¿Qué pasa, Leo? ¿No querías jugar?
—No tanto. Que tengo novia.
—Y te lo tiene que recordar Paco —solté un golpe bajo.
—Amiga, te has pasado. —Recuperó la compostura y contraatacó—: Te prefería monja.
Entonces la que se rio fui yo.
—Amén, Leo.
----------
¡Hola! ¡Espero que os esté gustando la historia!
SIGUIENTES ACTUALIZACIONES: 23 de abril.
INSTAGRAM/TIKTOK/TWITTER autor: jonazkueta
INSTAGRAM novela: huyendodelvicio
WATTPAD: jonazkueta
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top