19

Alexis:

—¿Qué le trae a Lavinia, a la princesa de Arcaría?—Pregunta el príncipe caminando a mi lado por los pasillos. —¿Un agradecimiento? No necesito oírlo, inicie la búsqueda con la intensión de encontrarla y me alegra que se encuentre a salvo.

—No es eso.

—¿Una respuesta tal vez?

Mis labios se separan.

—A mi propuesta.

—Me temo, príncipe, que no escuche una propuesta de su parte. —Le corrijo. —No más que un arreglo al que nuestros padres llegaron.

—¿La ofende que sea así?

—Si eso significa que hubiera preferido escucharlo de su parte y no como un mandato del rey de Arcaría, sí.

—Lamento ponerla en esa situación.

—Seguramente

—Ya veo, disculpé mi error, si lo desea daré una propuesta como se debe.

Asiento.

—Aunque preferiría algo diferente, mi príncipe. —Le menciono y veo la emoción en sus ojos.

—Cualquier cosa por usted, princesa.

—El hombre. —Pronuncio y me observa confuso. —Al que arresto tras encontrarme.

—¿Su captor?

—Ha habido un error, el salvo mi vida.

Me observa confuso.

—¿Salvo? Sugiere usted que el príncipe se equivocó.

—No, sugiero yo que fue conducido a un malentendido. —Pronuncio. —Ese hombre es inocente y me salvo, le pido... que mis deseos no sean ignorados ante aquel acto de confusión.

—¿Y qué deseos son ellos?

—Solo uno. —Aclaro enseguida. —Deseo su libertad.

Me observa confuso.

—No puedo hacer eso. —Responde con una sonrisa burlona, esperando que sea eso, una broma . —Ya he declarado ante el pueblo que hombre que me traiciona recibirá castigo, no puedo dejarlo ir, aunque sea ese el deseo de la princesa de Arcaría.

Los guardias se le acercan y él se adelanta.

—Piense en mi tormento, príncipe. —Mis palabras llaman su atención y se voltea a verme. —¿Cree que puedo vivir tranquila sabiendo que un hombre inocente duerme en los calabozos por mi culpa? ¿Qué puedo seguir adelante y construir algo con... alguien si me siento asi..?

Intenta irse, pero vuelvo hablar.

—Concédame hablar con él. —Mis manos arrugan mi vestido. —Por favor...



(***)



Acabo de descubrir que la palabra "Por favor" tiene sus ventajas y que no era algo de una única vez cuando se la dije a Emmet.

—Manténgase cerca, su majestad. —Me piden los soldados, el príncipe no se atrevió a bajar, pero hay al menos seis soldados para protegerme y cuando llegamos a la planta baja descubro el porqué.

Hombres pudriéndose detrás de cada calabozo, desnutridos y en un cuarto cuadrado que les sirve para dormir, comer y así mismo hacer sus necesidades.

Que malas condiciones...

—Lamentamos la imagen, pero son hombres de mal vivir. —Asegura el primer guardia. —¿No merecen un castigo justo?

—¿Qué crimen causa para que los tengan viviendo en calidad tan inhumana?

—Rebelión. —Contesta y nos detenemos frente a un calabozo. —Aquí es.

Bajo la mirada a mis pies, el vestido lo traigo sucio por la humedad y tierra que hay aquí abajo, sin embargo, es lo mínimo de las circunstancias.

—Emmet.

Me acerco a las barandas que rodean el calabozo.

Los ojos se me llenan de lágrimas al ver las condiciones.

—Emmet, porfavor...

Se gira a verme y mis ojos lo recorren de pies a cabeza, una lagrima cae por mi mejilla y siento la rabia subiendo por mi cuerpo.

—Quiero espacio. —Les ordeno a los guardias.

—Princesa.

—Quiero espacio. —Alzo la voz y acatan mi orden.

Me quedo a solas con él.

—¿Qué hace aquí, princesa?

—Emmet, vine a sacarte, convenceré al príncipe y...

—¿Por qué mentiste?

El corazón se me hunde y las lagrimas vuelven a caer.

—¿Por qué?

—Te lo diré todo, lo prometo... yo... no quería gobernar y...

—¿Estoy aquí por el capricho de una princesa rebelde que no desea ocupar el trono?

Mis labios se abren y el dolor en mi pecho se vuelve profundo. —¿Capricho?

La expresión en su rostro es la misma que la de que me dio cuando se la llevan..

Intento encontrar voz.—Yo...

—Me mentiste y yo te ofrecí una cama cálida, todo este tiempo me usaste como tu refugio para esconderte de tus responsabilidades y sabiendo que esto podía ocurrir...

—Yo no quise que las cosas llegaran tan lejos, yo... solo quería.

—Vete.

—Emmet.

—Solo vete, princesa. —Me exige. —Alexandra, no Alexis.

—Soy Alexis. —Mi voz se corta. —Yo soy Alexis contigo, conmigo...

—¡Mírame! —Me exige y mi labio tiembla. —Mira donde estoy...

Sollozo.

—Ya solo basta—Me interrumpe y mi mirada baja. —Cuando te presentaste como la princesa y después de que te conocí, cuando juraste que no eras como todas las princesas que tú misma negaste ser, yo te creí.

—Emmet.

—Pero lo eres.—Toma una pausa y continua. —Eres la princesa a la que no le importa que el peso de sus decisiones caigan sobre otros y solo piensa en sí misma. Ahora, solo vete, Princesa Alexandra de Arcaría.



(***)



—¿Cómo estuvo tu visita al condenado, princesa? —Me intercepta Caelan de Lavinia cuando regreso de los calabozos.

Me limpie las lágrimas en el camino, aunque los ojos hinchados no me los borra nadie.

El príncipe se me acerca y estira la mano hasta tomar mi mentón.

—¿El condenado dijo algo que te lastimo o es el peso de la culpa lo que te ha hecho llorar?

Me suelta.

—¿De ser así hará algo al respecto, príncipe? —Pregunto manteniéndome seria. —¿Liberara al hombre?

—Sabe que no puedo hacer .—Respira profundo.—Sin embargo lamentaría que mi princesa viviera con un peso de conciencia.

—Mi príncipe.

—Pero como ya dije debe entender que ante un pueblo su gobernante no tiene equivocaciones.—Continua.—Somos perfectos para nuestro pueblo ¿Qué seria si no fuera asi? No nos alabarían si no tuvieran una figura perfecta como lo somos nosotros ¿No es asi?

—Si.

—Que sea un castigo.

Todo mi cuerpo tiembla.

—¿El castigo implica su vida?—Me atrevo a preguntar.

—Secuestro a la princesa de Arcaría.

—Y eso fue un error.

—Un castigo. —Pronuncia con un trono frustrado. —Sin quitar una vida... por el bien de su conciencia, princesa. Por el bien de vivir feliz y tranquila toda su vida.

Mis manos se forman puños, por más que lo intente no encuentro otra opción.

Me inclino a agradecer. —Eso estaría bien para mí, príncipe.

—¿Y qué recibo yo a cambio?

Mi mirada sube, encontrándose con su sonrisa.

—¿Desea un trueque?

—Solo deseo una cosa.

Trago saliva.

—Que se haga así.

Su sonrisa crece.

—Tendrá mi mano, príncipe.

—Perfecto. —Pronuncia y sin quitarme la mirada, junto a esa sonrisa, da la orden. —Que reciba 16 latigazos frente al pueblo de Lavinia, ese será su castigo.

Las lágrimas llenan mis ojos y me trago las ganas de llorar.

—Que se haga mañana, princesa.

Estoy... muy complacida por su decisión.

Se marcha y me mantengo fuerte, al menos hasta que me encuentro sola.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top