Alexis:

—Padre, por favor . —Insisto, pero él no me escucha y observa a mi hermano.

—Ya has hecho mucho. —Le dice con un tono molesto. —Has apañado la mentira de tu hermana y jamás creí tomar medidas incluso para seguirte.

Gael baja la mirada.

—Ya no eres un príncipe, Gael. No tienes nada que hacer aquí.

Aunque haya rastro de verdad, noto el dolor en los ojos de mi hermano, quien se vuelve hacia mí.

—Alexandra, te juro.

—Lo sé. —Le interrumpo y el asiente.

—¿Qué hacemos con él? —Insiste los guardias y me volteo a ver que tienen al perro, que, aunque bien estaba al lado de mi hermano, prefirió quedarse conmigo.

—Déjenlo ahí.

—No, el viene conmigo. —Le digo y mi padre me observa serio. —Deseas que regrese, vendrá conmigo.

Accede y me llevan de regreso a Arcaría.

(***)

—Princesa, que alegría tenerla de vuelta. —Me dice una de mis doncellas, Mariane.

—Rezábamos porque volviera sana, mi princesa. —Mencionan a coro Mari y María.

Padre toma la palabra.

—Baño y prendas limpias, atiendan a mi hija rápido y esta vez...—Alza la voz y me vuelvo hacia él. —No la pierdan de vista.

—Sí, su alteza. —Las doncellas hacen una reverencia y padre se marcha.

—Por aquí, princesa. —Me indica Marianne.

Suspiro y mi mirada sube por las escaleras.

Otra vez estoy aquí.

(***)

Un baño y una limpieza profunda es lo que recibo de las tres doncellas, veo como mis ropas, la ropa que me dio Emmet la desecha en una canasta y lo cambian por un vestido que este "A mi altura"

—No las boten. —Le digo a Marianne.

—¿Cómo dice, princesa?

—Las ropas solo lávalas.

Ella observa esas ropas y las otras don doncellas dejan de arreglarme la ropa y el peinado para poner atención.

—¡Alexandra!

Escucho mi nombre detrás de las puertas y nana no tarda en cruzarlas, viene sobre mi olvidándose de que soy la princesa y me abraza, correspondo enseguida.

—Mi niña, estas bien....—Carraspea al darse cuenta y me suelta. —Princesa ¿Usted está bien?

—Lo estoy, nana.

Sonríe con lágrimas en los ojos.

Trago saliva. —Necesito...

Ella capta enseguida y carraspea, volviéndose a las doncellas.

—Requiero un minuto a solas con la princesa.

Las doncellas se miran.

—Pero el rey dijo.

—¡Ahora! —Alza la voz y las tres hacen una reverencia.

—Como ordene.

Salen de la habitación cerrando la puerta y nana vuelve a abrazarme.

—Supongo que no has tenido tiempo ni de llorar.

Le sujeto los brazos. —Nana, necesito tu ayuda.

(***)

—¿Van a castigar injustamente a un hombre que te salvo?

—Sí y es...—Camino alrededor de la habitación nerviosa. —Es posible que ya lo estén haciendo.

—Lavinia no es un reino salvaje, déjales eso a Tierra quebrada.

—Tienen armas. —Me detengo y aguanto las lágrimas. — Son herreros, fabrican espadas y cualquier instrumento que requieran algo que cortar, no me pidas que me quede a esperar.

Nana suspira. —¿Por qué es tan importante para ti salvar a ese hombre? ¿Por qué te salvo o...

—Nana..

Me da una mirada acusadora.

—Alexandra...

—Si hablamos de pureza aun lo soy, soy pura. —Me adelanto.

Casi.

Carraspeo. —Solo para aclarar.

—Gracias. —Suelta con sarcasmo.

—¿Me ayudaras? Papá no escucha y...

—No puedo hacer nada... y el rey tampoco, Lavinia no pertenece a Arcaría, princesa... a menos.

—Que me case con su príncipe.

Asiente con la mirada caída.

Las lágrimas caen por mis mejillas.

—¿Podre salvarlo así...? Yo cause esto, por mentir, si puedo...

—Alexandra, no te precipites y déjame hablar.

Me limpio las lágrimas.

—Hay algo más que puedes hacer...

Inquieta, pregunto.—¿Y qué es?

(***)

—Requiero una audiencia con su alteza. —Hablo frente al trono de Lavinia, trono que ocupa el príncipe al recibirme.

Son tres hermanos y solo él lo está ocupando para recibirme, no sé si para presumirlo ante mí, pero es lo más posible.

Requerir una audiencia, vaya plan de Nana.

Y, sin embargo, el príncipe Caelan me recibe.

Baja del trono y camina hacia mí, me pide la mano y la extiendo para él, como un caballero y con educación, acerca mis nudillos a sus labios.

—Es un placer conceder tu deseo, mi princesa.