Capítulo 9


Advertencia: Este capítulo contiene sangre y violencia.

-Tendrá una cicatriz pero va a sanar, el acero valyrio hace cortes limpios. -Dijo el maestre saturando la herida en el brazo de la princesa heredera.

En ese momento la puerta se abrió, Ser Laenor entró apresurado acercándose a ellos.

-Dioses, ¿todos están bien?- preguntó acariciando la mejilla de Jace.

-Una nariz rota y una herida en la cabeza es lo peor. -Dijo el viejo hombre.

-Gracias maestre, déjenos- dijo la princesa Rhaenyra. -Ustedes también- dijo mirando a sus hijos-, ya han tenido suficientes problemas hoy.

-Si, madre- murmuró Luke.

-Laena, - la princesa miró a su madre. -el rey te espera en sus aposentos.

-Lo sé, madre.

Los tres niños abandonaron la habitación cabizbajos.

-Debería haber estado ahí- dijo Laenor sentándose frente a la princesa.

-Debería ser el lema de nuestra casa. - Respondió ella sonriendo.

-He luchado con enemigos terribles pero no pude defender a mi hermana lejos de casa y en agonía, yo no pude defenderte a ti, ni a nuestros hijos.

La princesa lo tomó de la mano.

-Aemond llamo a nuestros hijos bastardos. Se qué mi hermano no tiene nada malo en su interior, pero pronto lo tendrá, el pobre corazón de ese niño está demasiado influenciado por Otto Hightower.

-Yo te he fallado Rhae, nuestro matrimonio, he tratado. -Dijo con los ojos llorosos. -Nuestros hijos, yo los amo profundamente.

-Lo sé- respondió ella con algunas lágrimas en los ojos también.

-Pero tal vez yo no los he amado lo suficiente.

-Esperaba dar a luz a los tuyos, las veces que nos acostamos... pudo haber sido diferente.

-Odio a los dioses por haberme hecho como soy. -las lágrimas escaparon de sus ojos.

-Yo no lo hago, eres un hombre honorable con buen corazón y eso es poco común. -Rhaenyra lo abrazo. -Siento lo de tu hermana, yo la quería demasiado.

Laenor sonrió, limpiándose las lágrimas del rostro.

-Daemon estará de nuestro lado, ¿Verdad? -preguntó.

-Me quiere demasiado para no hacerlo, siempre hemos estado destinados a arder juntos. -Laenor le sonrió.

-Ha terminado, todo. -ella entendió a qué se refería. -No creo pueda olvidar a Joffrey, nunca.

-Si- suspiró ella-, hay amores que son imposibles de olvidar.

-¿Iremos a rocadragón?- le preguntó.

-No quiero eso, pero... si no tenemos opción, lo he considerado.

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-Majestad, la princesa Laena.

Fue anunciada ante su abuelo. El rey recibió a su nieta con una dura mirada, está le vio a los ojos con gallardía sosteniendo la vista.

-Lo que hiciste hoy- dijo su abuelo, pero sus palabras quedaron al aire.

-No voy a disculparme por eso, majestad- escupió ella de inmediato.

-Eres como tu madre y me atrevo a decir, que un poco como a la mía. Ven siéntate con tu viejo abuelo.

La princesa hizo lo que le ordenó, sus pies se balanceaban sobre la silla los movía adelante y atrás con su mirada clavada en el piso.

-La familia no debería defenderse de la propia familia, creo que he hecho muchas cosas mal si todo llegó a estos extremos.

-Lo siento abuelo, pero no conoces a tu familia. Eres un gran rey...

-Pero no he sido un buen padre, ni tampoco un buen abuelo. -Laena no respondió a eso. -Adelante, di lo que piensas.

-Nunca has visto por tus hijos como por mi madre y ella ya no es una niña. Tiene quién pueda defenderla, tus hijos no,-él miró a su nieta con cierto aire de orgullo. -aunque creas que sí.

La princesa miró a su abuelo a los ojos. Con su corazón encendido en llamas, con su cuerpo tratando de no llorar.

-No sólo protegeré a mi madre, a mis hermanos también y a tus hijos si es necesario. -El rey encontraba pasión en las palabras de su nieta, a pesar de lo sucedido. -No importa lo que pase.

-Veo en ti una guerrera a veces más que una Princesa. -Laena abrazo a su abuelo.

-Estoy tratando de ser una.

Realmente había muchas razones para serlo, y la vida se encargaría de convencerla de que era necesario.

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-Princesa Laena- Ser Arryk se encontraba al pie de la puerta. -No puedo permitirle pasar.

-Ser, necesito ver a Aemond. Por favor. -Pidió ella. -Le aseguro que no tengo una daga escondida, -ella alzó sus manos- puede revisarme o entrar conmigo.

-Ser Erryk- era la voz de Aemond al otro lado. El guardia abrió la puerta, la princesa se tensó de inmediato pero mantuvo el control cuando vio el rostro desfigurado de Aemond. El gran corte mostraba la carne viva, la piel rojiza e hinchada en una gran parte de su cara. -Deje entrar a la princesa Laena, ella no va a asesinarme.

-Hoy no al menos, ya ha tenido suficiente. -Dijo con una sonrisa mirando al guardia que dudo en sí dejarla pasar o no. -Solo es un chiste Ser Arryk, tranquilo.

Laena paso a la habitación y murmuró -aunque le recomiendo no bajar la guardia.

El guardia suspiro con pesar, los príncipes Targaryen eran extraños de verdad. Aún así dejó la puerta entreabierta, Laena puso los ojos en blanco, eso casi hizo reír a Aemond.

-¿Qué haces aquí?- le pregunto Aemond con cierta sorpresa.

Ella subió a la cama, acomodando las almohadas para que estuviera más cómodo el príncipe.

-No seas idiota, vine a verte, claro está.

-Aún te preocupas por mí- dijo él con un hilo de voz y sorpresa.

-Eso es lo que hacemos el uno por el otro ¿no?- Laena lo miraba fijamente.

Aemond noto que no lo miraba con una expresión de sorpresa, ni asco, ni como un monstruo pero él se sentía así.

-No quiero que me veas así- ella se sentó a su lado- seré horrible, después de esto.

-Siempre has querido ser diestro en el arte de combate- dijo sonriendo-, algún día tendrías cicatrices, seguirás siendo muy apuesto cuando termine de sanar. Tómalo como tu primera cicatriz de batalla. Y no me refiero a lo que pasó, habló de tu acción al reclamar al dragón.

-No sé cómo hacer eso, -dijo sincero-supongo que debo acostumbrarme a que las personas me vean como a un monstruo.

-¿Cómo un monstruo? Solo tus acciones podrán determinarán si te verán de esa manera, no la cicatriz en tu rostro. - el príncipe notó la sangre seca en la cabeza de la princesa.

-Siento mucho haberte golpeado. De verdad, yo jamás... No fue mi intención.

-Lo sé- respondió ella sin más y tomó su mano.

-¿Qué haces? Deberías estar enojada conmigo por lo que sucedió, dije cosas terribles y te lastimé. -pero ella no soltó su mano.

-Sé que estabas molesto y se qué eso no significa que no pensaras lo que dijiste. Estoy segura que lo haces, te mentiría si te dijera que no estoy triste o enojada. -Aemond parecía sorprendido.

Ahí a su lado, estaba tan tranquila y nada exaltada, que le daba miedo tanta paz que demostraba. No parecía molesta, ni siquiera afligida, parecía de hecho muy diferente a la niña que lloriqueaba por la fortaleza de pequeña.

-Por qué lo estoy, sabes que esto cambió todo ¿verdad?

-Mjm. -dijo él príncipe.

-Te quiero. - Laena apretó su mano. -No te veas con lástima a ti mismo, porque yo nunca lo he hecho.

Aemond se quedó sin palabras, ella era demasiado. Demasiado para nadie que existiera, sabía que no merecía que sostuviera su mano, probablemente merecía que no le dirigiera una palabra y ahí estaba, a pesar de todo mostrando la bondad que había en ella.

-¿Qué sentiste?- le preguntó ella con curiosidad.

-Tienes razón cuando dijiste que era diferente para cada persona, fue... cómo si mi corazón finalmente conectará con el mundo. También me sentí honrado, la sangre vibró bajo mis manos y simplemente Vhagar me entendió.

Laena sonrió acariciando la cicatriz en su mano, la misma que ella había hecho con el abrecartas y que los dos compartían.

-Te dije que algún día me lo contarías. -Se puso de pie, finalmente Aemond miró sus ojos castaños parecían cristalizados pero no estaba seguro del todo. -Adiós, mi príncipe. -dijo con un tono de voz que sonaba afligido.

Laena abandonó la habitación en silencio. Aemond supo entonces que el precio de las palabras era muchísimo más caro que un ojo e incluso un dragón. Ser Arryk se asomó para ver que el príncipe estaba bien cuando ella cruzó la puerta.

-Le aseguró que sigue respirando. - dijo sin dejar de caminar.

-Princesa Laena- dijo él con un tono de disculpa en la voz, solo hacía su trabajo.

-Buena guardia, Ser -él hizo una inclinación con su cabeza, aunque ella no lo vio, pues ya iba por el pasillo hacia su habitación.

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-La mano majestad. -anunció una de sus doncellas.

Ser Otto, entró a la habitación de su hija, esperó a que las criadas salieran y la miró con atención.

-Di lo que quieras.

-¿ Y qué podría ser eso?- preguntó su padre.

-Me comporté de un modo inapropiado para mi posición o cualquiera. Perdí la compostura, ataque a una princesa, los rumores dicen que me he vuelto loca.

-Y es cierto- murmuró su padre, la reina se movió hacia él.

-Me he deshonrado y me he asegurado de que el favor de mi marido estará siempre de su lado.

-Aun así nunca había visto esa faceta en ti hija mía, incluso dudé de su existencia.

-Es algo horrible..

-Jugamos un juego horrible- dijo la mano del rey tomándola por los hombros y viéndola fijamente. -Pero por primera vez veo tu determinación para ganarlo.

-Rhaenyra...

-Tu la vez por lo que es, lo que la terquedad del rey ha forjado.

-¿Qué va a decirme?

-Te perdonara ¿que más puede hacer? ve con él y se penitente y defiende a tus hijos y te prometo que tú y yo vamos a prevalecer con el tiempo. Gracias a lo que Aemond ha logrado hacer al conseguir a Vhagar de nuestro lado, haremos cosas grandiosas. Eso vale mil veces el precio que ha pagado.

La reina no estaba segura de eso, su amado hijo había perdido un ojo. No sería igual nada para él. ¿Dónde tenía su cabeza cuando perdió los estribos?

-Lo que te hizo la bastarda,- dijo su padre mirando el corte en su brazo- se lo haré pagar.

-Padre- dijo la reina. -No puedo evidenciar de nuevo mis emociones. Solo es una niña defendiendo a su madre.

-Y yo solo soy un padre defendiendo a su hija. -Ser Otto, beso su frente.

-¿Qué es lo que harás?- preguntó la reina.

-Ya lo verás. - Y se fue, dejando a la reina con más nervios en su interior. -No te preocupes por nada hija mía, es nuestro turno en el tablero.

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El rey volvió a su hogar en compañía de su esposa, su fiel mano y Larys Strong en el navío. Mientras que tres imponentes dragones sobrevolaban los cielos, sus hijos, ahora los tres jinetes de dragón iban por encima del navío, jugueteando con ellos y el mar.

Laena los vio cuando partieron temprano por la mañana, solo se había despedido de su tía Helaena, aunque pronto la vería de nuevo. Ellos permanecerían unos días más con sus abuelos, por decisión de sus padres. Su tío Daemon y sus hijas también se quedarían ahí.

Escuchó un ligero sollozo, por un momento creyó que era su imaginación pero lo escuchó de nuevo, se acercó y encontró a Rhaena abrazada a sus rodillas detrás de madera podrida en el patio.

-¿Rhaena?- la llamó, se acercó a su prima y con un poco de dificultad se sentó a su lado en ese pequeño espacio. -Está bien, prima llora lo que necesites, yo me quedaré aquí y todo irá mejor. -ella negó con la cabeza.

-No es así, creo que mi padre me va a abandonar, Laena.

-¿Por qué dices eso? Daemon te ama.

-No, yo no tengo un dragón y no soy Baela, a ella la ama. No a mí. Mi madre si lo hacía, ella si lo hacía. -volvió a sollozar.

Laena se quedó sorprendida por lo que su prima decía, y la abrazó con fuerza.

-No tener dragón no te hace menos digna de amor, sabes que Vhagar no se habría dejado reclamar por Aemond si no hubiera sentido un vínculo con él.

Su prima asintió con tristeza.

-Lo sé. Y siento lo de Aemond, pero me pregunto si Vhagar me hubiera apreciado igual que a él, o como a mi madre.

Laena le sonrió con tristeza, sentía el dolor de Rhaena.

-Estoy segura que tendrás tu propio dragón, tu madre no lo tuvo en cuanto nació, no es un camino fácil pero tampoco será imposible, la sangre que corre por tus venas lo reclama por naturaleza. -La princesa pasó la mano cariñosamente por su cabello -Y si tú padre se atreve a dejarte de lado le daremos una paliza y te juro que te quedarás con nosotros, mi madre te cuidaría como a otra hija.

Ambas se quedaron un rato ahí, hasta que Rhaena dejó de llorar.

Después de que ambas salieran del escondite, Luke las invitó a jugar, Baela y Jace se unieron también. Las escondidas en la enorme casa de la serpiente marina y la princesa Rhaenys, era una hazaña que les fascinaba, ninguno tenía muchos ánimos de hacerlo pero Luke parecía muy animado.

-La idea fue de Luke, así que debe contar él. -dijo Jace, que sabía que Luke tardaría al menos una hora en encontrarlos.

Cada niño salió despavorido por diferentes direcciones, cada uno recorrió los rincones para encontrar el escondite perfecto.

-Eres terrible, Jacaerys- Su hermano se encogió de hombros, le sonrió de manera cómplice, antes de separar sus caminos.

Laena corrió hacia el interior de la casa. Quería esconderse detrás del imponente caballo de mar tallado en piedra que se encontraba a un lado de las escaleras. Si Luke tardaba demasiado, se dejaría encontrar.

-¿A dónde vas?- dijo su padre Ser Laenor cuando la miró entrar corriendo al salón.

-Jugamos a las escondidas, Luke es quién cuenta, no digas nada.

-Hecho. - sonrió él.

Su padre avanzó hacia la salida, pero Qarl Correy entró al lugar con espada en mano y caminaba hacia él de manera amenazante.

-¿Qué haces aquí?- le preguntó su padre molesto. -Laena, ve a tu cuarto. -le ordenó.

Laena dio un paso cuando Qarl dijo- Oh no la princesa, no va a ningún lado.

Su padre sacó su espada de inmediato y la movió con agilidad, cuando el castaño se abalanzó hacia él, el sonido de los metales resonó en el salón. Las espadas estaban en forma de X, iban y venían, ambos eran guerreros expertos en la materia.

-Tú nunca me has valorado, todo por unos malditos bastardos.

Laenor lo golpeó, de la mesa de madera cayó un jarrón de vidrio haciéndose añicos. La princesa corrió hacía las escaleras, cuando Qarl empujó hacia atrás a su padre y este cayó al piso golpeando su cabeza con el gran caballo de mar esculpido, el hombre al que conocía desde que era una bebé la jalo del cabello y colocó la espada presionando el filo sobre su cuello.

Laena podía sentir el frío metal que amenazaba con cortar su piel y atravesar su garganta. Sabía que tenía que moverse o moriría ahí mismo y esa no era una opción para ella.

-¡Qarl! ¡Suelta a mi hija! -escuchó a su padre, que no se movió cuando vio la espada apuntando a su cuello.

-Lo siento tesoro, nunca he matado una princesa antes. - susurró a su oído, Laena se percató de que a Qarl, le temblaba la mano. Sabía que el hombre estaba nervioso, casi podía escuchar el latido de su corazón acelerado por la adrenalina, ella sabía que esa era la oportunidad perfecta para sacarse las manos de ese traidor de encima.

-Pues yo no seré la primera -ella hizo un ademán con su cabeza hacia atrás, golpeando fuerte en la cara de Qarl. El hombre aturdido dio unos pasos hacia atrás torpemente y ella intentó correr, la tomó del cabello con fuerza nuevamente de la punta del cabello, sin embargo, su padre había aprovechado la distracción y se le fue encima con su espada en mano.

Ambos rodaron por el piso mientras forcejeaban tratando de derribarse el uno al otro, la espada de Qarl cayó a unos cuantos pasos de ella y la de su padre cerca de la chimenea, ambos se golpearon a puño cerrado, -Te mataré por tocar a mí hija, ¿lo entiendes imbécil? ¡Mi hija!- Laenor estaba encima del castaño, arremetiendo con fuertes golpes en su rostro.

-¡Por favor alguien venga! -gritó Laena, su padre parecía que tenía el control en aquella pelea, tomó la espada que tenía más cerca de ella.

El castaño en su desesperación, aprovechó que estaban tan cerca de la chimenea y tomó cenizas ardientes arrojándoselas a Laenor en la cara, cosa que provocó que su padre perdiera su concentración, pero no soltó el agarre del cuello del castaño, este se removió aunque estaba sometido por Laenor y sacó una daga escondida de su cinturón, se giro bruscamente sometiendo a Laenor y clavó la daga en la yugular de su padre, la sangre comenzó a brotar y el piso comenzó a bañarse en su sangre.

-¡No! ¡No! -Gritó histérica cuando había visto el acto de cobardía, su cuerpo actuó a conciencia propia. Clavo con fuerza la espada en la parte trasera de la cabeza de Qarl Correy, la punta salió por su boca con la lengua enterrada en el filo de esta. La sangre del hombre salpicó el rostro, solo había sido un segundo de diferencia lo que sentenció la vida de su padre.

Cuando el cuerpo sin vida del hombre cayó encima de Laenor, bañando el piso con su sucia sangre ella empujó el cadáver con toda su fuerza hasta el fuego de la chimenea, las llamas se alzaron con mayor intensidad ante sus ojos. El que había sido un amigo íntimo ahora era el asesino de su padre, pero había muerto a manos de ella. Laena lo había matado, con tan solo once días del nombre.

Se dejó caer a un lado de su padre ensuciando su vestido de sangre, acababa de perder a Harwin y ahora estaba perdiendo al hombre que la había criado. Su padre estaba agonizando, tenía sus manos sobre el cuello tratando de detener la sangre, tenía lágrimas frescas rodando en sus mejillas.

-El maestre vendrá- dijo de rodillas llorando. -Sanará tu herida, padre ¡Por favor resiste! no me dejes tú también. -suplico, mientras las lágrimas abandonan sus ojos.

-La.. ena-murmuró este con voz débil y quebrada, dando bocanadas de aire. -mi sir...

-Tu sirena de mar... - dijo ella por él, sintió como su corazón se rompía nuevamente -padre- rogó con su voz, colocando su frente en el pecho de Laenor Velaryon, la princesa lloró en silencio, cuando sintió que el pecho de su padre ya no daba señas de respirar.

-¡Oh por todos los dioses! -dijo una de las criadas, esta corrió despavorida en busca de auxilio.

Laena se quedó observando todo a su alrededor, todo lo que había pasado en un minuto y pareció una eternidad, en un momento había perdido un todo. Su padre la había amado como a una hija verdadera, ella no había nacido de su semilla pero si de su corazón, su dragón de mar había muerto, su dragón de mar dejó de existir frente a sus ojos.

Su tío Daemon apareció con hermana oscura en su mano, seguido de la princesa Rhaenyra que tenía una cara de sorpresa y dolor en su rostro cuando miró la escena. Sus abuelos llegaron tan solo segundos después al igual que Ser Erryk, guardia juramentado de su madre y los guardias de su abuelo.

La princesa Rhaenys dio un grito desgarrador desde el fondo de su garganta, se tiró al piso a un lado de su nieta, llorando la pérdida de un segundo hijo. La pérdida del último hijo que le quedaba.

-¿Qué pasó aquí? ¡Mataron a mí hijo en mi puto salón! - Corlys Velaryon se llevó las manos a la cabeza con desesperación, luego se fue contra un guardia pero se detuvo y solo lloró en silencio.

-¡Laena!- Rhaenyra alzó la voz con preocupación, cuando vio a Laena, su pequeña hija en el suelo a un lado del cuerpo sin vida de Laenor, estaba llena de sangre y permanecía inmovil. La escuchaba susurrar una canción en valyrio, era un débil murmullo pero ahí estaba.

Camino hacia su hija con su corazón latiendo fuertemente, pero Daemon le dijo con la mano que se detuviera, ella lo hizo porque sabía que estaba alterada y no quería asustar más a Laena. Fue él quien se acercó cuidadosamente a la princesa. -¡Daemon, dime que ella está bien!- demando saber, pero sin atreverse a acercarse más. De pensar en su pequeña herida, el mundo se le venía encima.

Daemon pudo observar la mirada de Laena, no parecía que su mente estuviera en ese lugar. Por un momento pensó que había perdido la razón, pero no era así.

-Laena- la tomó por los hombros, tenía los ojos enrojecidos y lágrimas frescas en las mejillas, estaba tan serena mientras seguía susurrando la canción en valyrio. Daemon conocía ese canto, era la canción de las sirenas. Con cuidado la atrajo hacia él, le alisó el cabello -Todo está bien, tranquila. No debiste ver eso.

*Cruel y frío, como el viento sobre el mar. ¿Regresarás a mí algún día? Escucha mi voz canta con la marea, mi amor nunca perecerá. Sobre las olas, y en lo profundo del océano te entregaré, mi corazón tan solo a ti.*

Ella cantaba una canción que Ser Laenor le enseñó, la primera vez que subió con él a un navío, su padre era un ser tan alegre que le contaba historias y le había permitido a los marineros que le enseñaran sus canciones, pero esa siempre había sido su favorita, el canto de las sirenas, ella había sido su sirena de mar.

La princesa Rhaenys seguía sollozando en voz baja sobre el cuerpo de su hijo, sin embargo observaba con tristeza y compasión a su nieta, si su hijo la había amado y protegido con su vida, entonces ella continuaría lo que él ya no podía hacer.

-Mi padre me protegió-dijo en voz baja- pero él no lo mató. -Laena parpadeo un par de veces. -Lo maté yo, es lo que merecen los traidores. Yo corté su garganta, pero fue tarde porque la sangre de mi padre ahora ha sido derramada. - Todos la miraron entonces.

Su madre finalmente se arrodilló frente a ella con los ojos llenos de lágrimas.

-Mi niña- Laena se dejó abrazar por su madre, se dejó acurrucar en su lugar seguro.

-Él lo mató y yo lo maté a él, su sangre corrió, mi padre ha sido vengado.

La sangre se le heló. Las paredes de acero iban creciendo poco a poco alrededor de su corazón, aunque había fuego en su interior, sentía frío.

-Mi cielo.- Rhaenyra lloró en silencio. Había perdido a su mejor amigo.

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Para cuando la noticia llegó al desembarco del rey, el cuerpo de Ser Laenor ya había sido entregado a dónde pertenecía, al mar, tal y como su hermana.

-La bastarda sigue viva, pero los desapareceremos, uno a uno.

-Ha sido un gran avance, debilitamos a Corlys Velaryon, el hombre es demasiado orgulloso para aceptar que un bastardo sea el señor de las mareas.

-No estaría tan seguro de eso, pero si así fuera la gran serpiente marina ya ha vivido suficientes años...


Buenas noches jeje, capítulo nuevo. Sean felices. Y escuchen la canción.

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