Capítulo 4


-¿Qué están haciendo?-pregunto alzando su ceja izquierda. Luke y Jace pegaron un brinco del susto.

-Laena- dijo molesto Jace, llevándose una mano al pecho.

-¿Y esta hermosura quién es? -Laena se acercó ignorando el reclamo de su hermano.

-Te presento al terror rosado, hermana. -dijo Luke acariciando al enorme cerdo.

-¿Dónde está Aegon? -preguntó. -Tiene cara de que le caería bien.

-Se fue-respondió Luke, Laena lo miró con curiosidad.

Aegon nunca se iba antes que ellos, parecía que últimamente la estaba evitando. Miró al animal, si que era rosado y enorme, pero no parecía un terror en absoluto. Sus hermanos estaban despegando unas orejas que llevaba.

-¿Por qué diablos tiene esto? -dijo empujando a Jace, para quitar ella misma la oreja mal colocada en el pobre cerdo.

-¡Oyeee!- se quejo Jace, ella sacó su lengua y él devolvió el gesto.

-Iba a ser una broma-dijo Luke, Jace le golpeó en la nunca negando con la cabeza. -¡Auch!

-¿Para quién? -preguntó mirando a Jace.

-Aemond- respondió su hermano. Laena los miro molesta.

-¡Es terrible eso Jace! -Finalmente entendió todo-¿Qué sentirían ustedes si no tuvieran dragones? -chillo ella con molestia. -Estoy muy decepcionada de ustedes.

-Laena, pero ya no lo haremos. -dijo Luke rodeando su cintura, ella no pudo rechazar su abrazo, era demasiado lindo su hermano menor. -No te enojes hermana.

-No importa, lo pensaron y eso es igual de malo. Aemond no tiene la culpa de no tener un dragón, lo merece más que nadie y ustedes no volverán a hacer una cosa así. Deberían agradecer qué él no se diera cuenta.

Luke miraba atentamente a su hermana y luego a Jace.

-No lo haremos- aseguró Jace. - Aegon nos dijo que no-Jace terminó de quitar el último adorno en el cerdo. -, se arrepintió de la broma y nosotros igual.

En realidad Jace había sentido una pizca de culpa, pero a veces Aegon era demasiado bueno para guiarlo a hacer travesuras y él muy tonto para seguirlas. Por otra parte, Luke era demasiado pequeño para entender el alcance de una broma, pero tenía dos hermanos mayores para enseñarselo.

-¿Se arrepintieron o es por qué los dejaron solos en ella? -preguntó desafiante.

-¡Me arrepentí de verdad! -dijo Jace un poco molesto porque su hermana dudaba de él.

Aemond apareció de repente, mirando fijamente al animal y luego a sus sobrinos. Su rostro era impasible, era imposible adivinar qué estaba pasando por su mente, era imposible saber que estaba sintiendo en ese momento.

-Aemond- saludó Laena, sonriendo.

-Vamos, Luke -le dijo Jace a su hermano menor, los dos niños se alejaron de ahí.

Jace miró a su hermana, ella asintió con la cabeza.

-Adiós terror rosado- se despidió Luke acariciando al animal.

Los dos desaparecieron de ahí, Laena esperaba que Aemond no hubiese escuchado nada de eso. Pero por la forma en que miraba al animal como si fuese a matarlo en ese mismo momento no estaba muy segura.

-Aemond, yo...

-No necesito que me defiendas- dijo aún clavando su vista en el enorme cerdo que hacía ruidos con su boca, -y te prohibo que hables de mis sentimientos como si los conocieras.

-Lo siento, no te defendí- dijo ella con la mirada en alto, pero asombrada por las palabras de Aemond- estaba regañando a mis hermanos por hacer algo que no está bien.

Finalmente él la miró, parecía que estaba enojado. Sus ojos brillaban a pesar de la escasa luz y ella solo podía ver fuego.

No le dijo nada, simplemente avanzó hacia el interior de la cueva, ella fue tras él. No era la primera vez que lo intentaba, pero se veía demasiado decidido a hacerlo. Esos dragones poderosos por los que anhelaba, jamás habían sido montados y ella no lo vería morir intentándolo.

-Espera ¡Aemond! -gritó, pero su tío la ignoró. -No necesitas demostrarle nada a nadie.

-¡Callate y vete!

Aemond se acercó entonces al tope donde la luz de las velas comenzó a escasear y el humo salió junto al gruñido, se quedó de pie mirando con atención a la bestia.

-Detente-susurró ella, porque estaban demasiado cerca.

Él quería un maldito dragón, y lo tendría.

Aemond comenzó a temblar, sus pasos fueron cada vez más cuidadosos y lentos, si los dragones sentían el miedo no fue bien recibido; el hocico de la enorme bestia se abrió en contra de él; Laena lo jalo con fuerza hacia ella y ambos cayeron al piso. Se golpearon el cuerpo, pero al menos ninguno salió quemado.

Aemond la empujó hacia un lado, mirándola con despreció.

-¡No vuelvas a hacer eso! -gritó Laena. Pasó sus manos sucias por la cara para quitarse las lágrimas. -¡Pudo matarte!

-¡No lo entiendes! - le gritó él de vuelta.

-¡Princesa Laena! ¡Príncipe Aemond!

Ambos fueron llevados a la fortaleza de inmediato. Iban en el mismo carruaje, pero ninguno había hablado. Estaban demasiado molestos el uno con el otro, aunque no hubiese motivo para que estuviera enfadado con ella.

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-Tiene ojos aunque no creo que pueda ver- dijo Helaena sosteniendo al insecto con más patas de las que se podían contar con los dedos.

-Ah sí y ¿Por qué? -le preguntó la reina con curiosidad, mirando al insecto con atención.

-Algunas cosas van más allá de su entendimiento- dijo colocando al animal en una caja de madera.

Un Ser de la guardia apareció con un Aemond desaliñado y molesto que intentaba zafarse de su agarre, su madre se levantó de inmediato.

-¡Suéltame!

-¡Oh por los dioses, Aemond!- Alicent lo tomó de los hombros, revisando que no tuviera ni un solo rasguño, parecía preocupada.

-Lo hizo de nuevo- murmuró Helaena sin mirar a su hermano.

-Estaba con los dragones- le dijo el Ser, -y con la princesa Laena. -Hizo una reverencia y se marchó.

-¿Que te he dicho sobre eso, Aemond? No entiendo tu obsesión por esas bestias.

-¡Ellos me obligaron! - aceptó.

--Como si tuvieran que animarte- dijo Alicent molesta. -¿Cuántas veces se te ha advertido? ¿qué tengo que encerrarte?

--¡Me querían dar un cerdo! - Explotó y las lágrimas salieron.

Helaena giro para mirar a su hermano y luego acarició al insecto nuevamente volviendo su atención a el.

-¿Qué? -preguntó la reina tomando su rostro entre sus manos, lo miraba fijamente.

-Dirían que tenían un dragón para mí, querían hacer una broma con eso.

Aemond tenía su rostro rojo y por más que se esforzaba en no llorar, no podía evitar hacerlo. Lo había estado guardando todo desde el silencioso camino con Laena, lo había estado guardando hasta que simplemente explotó.

-Tendrás un dragón- dijo su madre, mientras limpiaba una de sus lágrimas. -Yo lo sé.

-Tendrá que cerrar un ojo. -- murmuró Helaena, pero nadie puso atención a sus palabras.

-Todos se iban a reír de mí.

Alicent apretó los labios y lo atrajo hacia ella, abrazandolo.

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-No puedo creer que hicieran eso- Rhaenyra miraba a Jace y Luke fijamente. - Aemond es su tío, no quiero que nada parecido vuelva a suceder. Eso no era una broma.

-Si, madre, lo siento. - dijo Jace con la mirada hacia el piso, Rhaenyra acarició su cabello y luego miró a Luke.

-¿Las bromas son malas? -le preguntó el menor -Creí que eran para divertirse.

-Si dañas a alguien haciéndolo, deja de ser una broma. -respondió su madre, que llevaba a Joffrey en brazos, acunandolo con delicadeza. -Vayan a entrenar y por favor, sean buenos con sus tíos.

Laena se había negado a decir una sola palabra después de que llegó y entre lágrimas le explicó a su madre lo que había sucedido. No miro a sus hermanos, pero los escucho marcharse. Su barbilla estaba recargada sobre el brazo del sillón, mirando hacia la cama y no hacia la puerta.

-Sigues molesta--le dijo su madre acariciando su cabello.

-¿Qué hice mal? -preguntó. -Esta molesto conmigo, Aegon también pero no importa porque ahora yo estoy molesta con él.

Rhaenyra sonrió y colocó a Joffrey sobre la cuna y se sentó a un lado de Laena. Abrazándola, proporcionandole una gran seguridad.

-No hiciste nada mal. -le aseguro. -Hablaré con Aemond y con Aegon.

-¿Le darás un dragón a Aemond, madre? -La princesa heredera le sonrió.

-Esa es una buena idea, creo que Syrax pronto pondrá una nueva nidada, lo dejaremos escoger un huevo de dragón. -Laena sonrió de oreja a oreja. -Tu podrías acompañarlo a elegirlo.

-¡Podremos volar juntos, ay si -dijo dándole un beso en su mejilla a su madre- eso lo emocionara demasiado! -Laena no ocultaba la felicidad en su voz.

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-Princesa Rhaenyra, ¿me llamó?

Su hermano, todavía recordaba cuando comenzó a caminar. Daba tras pies mientras se sostenía del cabello de Laena para no caerse o levantarse si ya lo había hecho, se peleaba con Jace los dragones de madera a pesar de que tenían exactamente los mismos, siempre fue un niño muy habilidoso y descubrió muy pronto los libros, tan pronto como entendió lo que le habían enseñado, a estar lejos de ella.

-Aemond-dijo ella, palmeando el sillón en el espacio libre a su lado -siéntate conmigo.

Con un poco de duda él príncipe se sentó, mirando hacia el piso.

-Quiero decirte algo.

-Si es sobre lo que sucedió no me importa en absoluto. - dijo él a la defensiva poniéndose de pie.

-No es por eso que te llame, aunque me gustaría disculparme por ese comportamiento, no fue correcto. Lo siento por eso, no quiero que pienses que por ser madre de Jace y Luke dejaré pasar esto por alto, tu eres mi hermano, Aemond.

-No quiero su lástima princesa Rhaenyra, ni la de nadie.

Aemond tenía carácter, pero ella también.

-Lo sé y no te la daré. Pero quiero ofrecerte un regalo de corazón, -Aemond le miró expectante alzando su fría mirada hacia ella finalmente. -Syrax pronto pondrá una nidada, quiero que elijas un huevo de dragón. Y no es por lástima, -aclaro ella- pero ¿de qué serviría un dragón sin un jinete?

-¿Lo dices enserio, hermana? -Aemond trataba de controlar sus gestos, estaba tan sorprendido que no se dio cuenta cómo la había llamado. Rhaenyra tuvo que guardarse la emoción para no arruinar ese momento.

-Por supuesto Aemond, naciste siendo un jinete. Pronto tendrás tu dragón.

El brillo en sus ojos era evidente, pero el niño era reacio a permitirle ver nada dentro de él. Pero la comisuras de sus labios eran una pequeña, pequeñísima sonrisa que no pasaba desapercibida por ella.

-Le dije a Laena que podría acompañarte a elegir uno cuando eso suceda, no te molesta ¿verdad?

-No, no... -dijo él moviendo sus manos hacia enfrente. -Gracias princesa Rhaenyra, ¿puedo retirarme?

-Por supuesto, príncipe Aemond.

Lo dejó ir, una batalla a la vez. No quería comprar su afecto, pero había encontrado una forma de llegar a él y eso solo lo consideraría tomar una ventaja, el destino se encargaría de hacer el resto.

Por otra parte, su corazón se enterneció al saber que Aegon se había arrepentido de la broma, que había decidido no ser cruel con su hermano ni llevar a sus sobrinos con él en el proceso, aunque no era como si sus hijos se resistieran mucho a las travesuras, pero eso habría sido algo más que una simple broma, habría sido algo horrible que tal vez hubiera fracturado su relación con Aemond para siempre, no quería eso para sus hermanos.

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-¿Por qué te llamó la princesa Rhaenyra a sus aposentos?

Su abuelo estaba en su habitación, mirando todo alrededor siempre con esa mirada juzgadora asegurándose de que todo estuviera en orden, Aemond dejó el libro sobre la mesa. No pudo evitar sonreír un poco.

-Me dijo que podría tener un huevo de su dragón.

-Aemond-dijo su abuelo colocandose a su altura. -No seas tonto, eso no es verdad. Ella no quiere que tu tengas un dragón, sabe que Aegon es el verdadero heredero, te quiere de su lado para debilitar a tu hermano. Necesitamos dragones fuertes y grandes para cuando el momento llegue.

-Pero la princesa Rhaenyra parecía muy sincera. -dijo él en voz baja.

-Si, eso es lo que ella hace. Finge a las personas para ganarse su favor, no dejes que ella te engañe y cree telarañas alrededor de ti, Aemond. Hay dragones enormes ahí encadenados esperando por un jinete, tú tomarás uno, algún día.

Su abuelo se fue de ahí, dejando dudas en su interior. No quería dudar de su hermana, pero ¿y si era verdad? ¿si ella solo quería que la quisiera para luego deshacerse de él con más facilidad? Aegon podría ser un idiota dejandose manipular por ella, pero él no lo sería. Él los protegería, a todos. Él haría que su hermano tuviera la corona en la cabeza y si Aegon no la quería lo obligaría a ponérsela o la tomaría para sí mismo.

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Decidió quedarse en su habitación, leyendo los libros que su abuelo había llevado para él junto a una carta de Daeron, más tarde la leería.

-Aemond- Laena apareció frente a su puerta, con su cabello aun despeinado, como siempre.

-¿Qué haces aquí? -preguntó con descontento, dejándose caer en su cama mientras tomaba el libro que había dejado sobre la mesa.

Laena entró a su habitación cuidadosamente.

-¿Por qué estás molesto conmigo? -le preguntó ella acercándose.

-¡Pude tener un dragón! -escupió él. -Pero ni siquiera tú me creíste digno de uno cuando te interpusiste.

-Ah-dijo ella enojada apretando los puños- en realidad prefiero "Laena gracias por salvarme de morir" pero eso no suena tan bien ¿verdad?

-Eres demasiado irritante y me tratas como un idiota que no tiene un dragón.

-Eso no es verdad yo sé que estás más que preparado para volar y confió en ti, y te aseguró -dijo acercándose un poco más, tropezando con el sillón que tenía enfrente-que te trataría igual si tuvieras un dragón o no, pero no lo sabes porque eres incapaz de aceptar que alguien se acerque a ti solamente porque te quiere.

-¿Tú me quieres? -preguntó con sorpresa, disipando el remolino de emociones que sentía en aquel momento.

-¡Aemond! -gritó ella lanzándole el cojín que estaba en uno de los sillones, él lo esquivó con agilidad. -¡Me vas a volver loca! -Volvió a lanzarle otro cojín. -ese también lo esquivo.

-¡Deja de lanzarme cojines! -se puso de pie sobre la cama.

-¡Deja de preguntar estupideces niño idiota!

Ambos se miraron fijamente, Laena estaba furiosa y apretaba los gestos de su cara. Los orificios de su nariz se abrían un poco, mientras ella respiraba y dejaba salir el aire con bufidos.

-Tu eres la niña idiota aquí- respondió él, lanzandole un cojin de vuelta dandole en la cabeza, su cabello se esponjo más de lo que estaba.

-¡Aemond! -gruño ella, haciendo su cabello hacia atrás.

Bajo de la cama y se acercó a ella con cuidado. No sabía si sería capaz de lanzarle el portavelas que estaba a su lado. Además lo miraba fijamente, con lágrimas en los ojos, ella siempre hacía eso, llorar cuando se enojaba.

-Te quiero-dijo Laena sonrojándose.

Él se detuvo en seco, la miró con sorpresa y sintió que sus mejillas se calentaban, no esperaba que ella fuera a decir eso. Laena suspiro alisando su vestido y caminó hacia él.

-Las personas que se quieren se protegen aunque la otra persona no lo necesite, es así-dijo ella- te he visto usar una espada y se lo bueno que eres con ella, pero no puedo evitarlo porque te quiero y no tienes idea de lo que sentí cuando creí que ibas a morir.

-Lo siento mi princesa Laenaerys-dijo él, tomando su mano. -Por todo, por lanzarte el cojín, por gritarte. De verdad, lo siento. -Ella le sonrió. - Yo también te quiero.

-Ya lo sabía-dijo ella pero sabía que estaba emocionada, sus ojos castaños la delataban y hablaban por ella, -todos me quieren, no te culpo nadie puede evitarlo.

-Presumida, -dijo rodando los ojos - ¿vamos al jardín? -Ella asintió.

Quería a Laena. Eso no le iba a gustar a su familia.

¿Que haría?

Debía proteger a su familia, su promesa estaba con los verdes, su favor y todo lo que estaba aprendiendo era para mantener a su madre y a Helaena a salvo, asegurar la corona del idiota de su hermano y no defraudar a su abuelo.

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Aegon encontraba fascinante tantas cosas, pero nada como el descubrimiento de los placeres que podía generarse a si mismo.

Hizo una buena acción porque sintió que sunfyre lo juzgaba con la mirada y tal vez un poco, pero sólo un poco, su hermana mayor también tuviera algo que ver.

Ah, pero pensar en su hermana no era algo que quería hacer mientras buscaba su propio placer, abrió la botella y saboreo el dulce vino, ese era una excelente elección.

La puerta se abrió de golpe.

-¿De quién fue la idea?

Aegon dejó caer la copa de vino sobre el suelo. Miraba a su madre con terror, no podía evitarlo, a veces ella podía asustarlo tanto como su abuelo.

-Tu lo planeaste-dijo acercándose a él.

Jace y Luke, pequeños tontos ¿qué no le hicieron caso?

-¿Lo hicieron? -su madre soltó un suspiro, masajeando el puente de su nariz con frustración.

-No pero te habría gustado ¿verdad? los niños Velaryon no serán tus juguetes siempre.

-Solo era una broma y no sucedió, ¿qué importa? -su madre lo miró con coraje, acortando la distancia que los separaba.

-Aemond es tu hermanó- dijo mirándolo a los ojos.

-Es un idiota.

-Somos familia- dijo su madre tomándolo de las manos- en la casa puedes pelearte con él, pero allá afuera debemos proteger a los nuestros.

Aegon se incomodó ante el toque de su madre, había comenzado a temblar.

-A como va todo Rhaenyra ascenderá al trono y Jacaerys será su heredero, ¿entiendes eso Aegon? -le preguntó su madre.

-¿Y? -preguntó él, era lo que debía ser. Su hermana era la heredera.

-¡Ya casi eres un hombre como puedes ser tan idiota! - Ahí había terminado la paciencia de su madre, nuevamente estaba tomándolo con fuerza del rostro - si llega al poder perderás la vida y Aemond también, no eres más que un obstáculo.

-Rhaenynra no nos lastimaría-dijo él.

Su madre lo golpeó cuando dijo eso, lo único que pudo hacer fue no moverse. Dejarla sacar su frustración, dejar que lo golpearan, podía con eso, estaba acostumbrado a ello su abuelo, Ser Otto se había encargado bien de eso.

--Eres un desafió solo por estar vivo, solo por respirar, -su madre volvió a presionar su mentón ejerciendo más fuerza- tu eres el primogénito del rey y lo que saben todos es que un día tú serás nuestro rey algún día, no es posible que Aemond entienda eso mejor que tu.

Finalmente su madre lo soltó.

-Deja de beber, Aegon. -dijo en voz baja.

La vio marcharse. El coraje se arremolino en su estómago y ni siquiera podía dejar de temblar.

¿Qué sería la vida sin dramas familiares?

Capítulo para despedir mi cumpleaños. ❤️🥳

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