Capítulo 29
— ¡Teserion! — grito Gaemon con emoción, el dragón azulado le miró con curiosidad mientras olfateaba sus pies descalzos.
— Tessarion, ¿verdad que es linda? — El niño usó su dedo índice para tocar la piel escamosa del dragón.
— Inda — asintió.
— ¿Te gustaría tener un dragón Gaemon? — preguntó con voz tranquila.
Su hijo le mostró el dragón de madera qué llevaba en sus manos a todos lados.
— Mío, dagon — le dijo, Daeron no pudo evitar sonreír negando con la cabeza.
— Ese dragón es Tessarion, pero algún día tendrás uno de verdad, tan grande y bello como ella, sería fabuloso ¿verdad? Yo se qué si — Gaemon qué aún era pequeño solo podía darle sonrisas traviesas, mientras se removía en sus brazos para que lo dejara sobre la arena de nuevo.
Daeron se acercó hacia donde Harriet les esperaba sentada, con sus notas para escribir en mano y una delgada sábana de la casa Velaryon sobre los hombros. Dejó que Gaemon se sentará cerca de la orilla, mientras las olas del mar tocaban la punta de sus pies, haciéndolo reír.
La rubia sonrió cuando escuchó la risa angelical de su hijo, Daeron se sentó a su lado.
— Es perfecto, Gaemon es perfecto — murmuró mirándolo embelesado.
No podía creer que aquella personita tan pequeña fuera una parte de él, un padre, demasiado joven, demasiado inexperto pero sintiendo tanto amor que no podía explicar.
Harriet asintió con la cabeza, mientras escribía algo en su papel.
“ Sé parece mucho a ti, es perfecto hasta que recuerdo que eso lo pone en peligro, pero espero que sea igual de honorable qué tú.”
—No tengo nada de honorable, no después de dejarte sola y siento que tengan que vivir escondiéndose por mi culpa — Daeron con duda tomó su mano, la rubia le miró a los ojos —. No he olvidado el sonido de tu voz, aún está tan vivo en mi mente.
“¿De verdad? Ni siquiera puedo recordar el sonido de mi voz” — leyó sus labios.
— Pues yo lo hago y me destruye haber arrebatado eso — dijo en voz baja, conteniendo la furia en su ser.
“ Tú no me lo quitaste, sabía que amarte era prohibido pero no tuve miedo, antes pude aceptar el riesgo. ” — poco a poco ella soltó su mano. “ Pero ahora tengo algo que es incluso más fuerte que tú, que yo, y debo protegerlo. ”
Daeron leyó la nota, más de dos veces. El corazón se le oprimía, mientras la veía tan tranquila, como si el dolor nunca la hubiese golpeado, aquella calma le preocupaba porque no sabía que tanto guardaba y cuando iba a ser capaz de soportar sola.
— Estoy aquí, ahora. Déjame cuidarte, déjame amarlos.
Harriet sintió como algo en ella dudaba ante su fuerte negativa, pero negó con la cabeza.
“ Te vas a casar, intenta ser feliz con ella”
Gaemon soltó una carcajada cuando Tessarion movió su hocico dejándole caer un poco de agua en la cabeza, sus pequeñas manos se abrazaron al enorme cuerpo del dragón.
— No puedo cuando mi felicidad está aquí, puedo irme al muro y mi corazón seguiría latiendo a donde quiera que tú vayas, ¿no lo entiendes? — Daeron colocó las manos suavemente sobre sus mejillas y la miro a los ojos, el verde y violeta se encontraron — Te pertenezco Harriet, soy tuyo.
“ Daeron ” leyó sobre sus labios y él negó con la cabeza.
— Lo arreglaremos, te lo prometo. Cuidare de ambos como no pude hacerlo; jamás me perdonaré eso — los ojos de ambos se llenaron de lágrimas — solo tu me ves por quién soy, no un príncipe Targaryen, no un Hightower, solo Daeron, un tonto y patético hombre que no tenía rumbo hasta que te encontró y lo guiaste, no me alejes de ti y no me alejes de él — Harriet negó con la cabeza e intento alejarse, pero el no cedió —. Lo conocí y lo amo, ¿entiendes? No puedo dejarlo, Gaemon es nuestro.
“ Por favor, no ” — pudo sentir sus labios temblar ligeramente, Daeron la presionaba con fuerza y su corazón latía de prisa.
— Harriet — murmuró cerca de sus labios y entonces todas sus fuerzas fallaron.
Dejó que la besará, su príncipe Targaryen, aquel hombre perfecto, tan caballeroso, tomándola por la nuca y haciendo sentir un vuelco en su estómago; podía sentir las mismas emociones que la primera vez y eso no había cambiado, pero antes, cuando la había besado ella podía hablar, podía cantar y podía besarlo con la misma intensidad, se alejó abruptamente empujándolo con las manos para abrazarse a sí misma.
— Lo siento — dijo de inmediato, aquel beso había sido todo por lo había soportado estar en antigua y ahora… le rompía sentir que la dañaba solo con tocarla— no volveré a hacerlo, lo siento.
Ella apretó los ojos con fuerza, escondiendo el rostro en sus piernas, oh, cuánto deseaba qué lo hiciera de nuevo.
— “ No te imaginas cuánto lo siento yo… porqué ya no es igual, ya no soy yo, estoy incompleta ” — pero aquello solo lo había pensado.
Daeron soltó un suspiro, volviendo su vista a su hijo.
— ¿Teserion? — preguntó Gaemon con duda, tendiendole el dragón de madera.
— No — dijo Daeron, poniéndose de pie y acercándose a él, sentándose a su lado — Yo no soy Tessarion, ella es Tessarion — dijo apuntando a su dragón, Gaemon hizo una mueca con su boca haciéndolo parecer molesto pero en realidad sólo estaba confundido — yo soy…
Él príncipe Targaryen volteo a ver a la rubia qué descansaba su rostro del lado derecho sobre sus piernas, ella dio un ligero asentimiento de cabeza.
— Soy tu padre Gaemon, pero eres muy pequeño para entenderlo — su mano acarició los cabellos de oro plateado del niño.
— ¿Papá? — preguntó mientras le daba el dragón de madera, Daeron asintió — ¡Papá! — sonrió el niño mostrándole su hermosa dentadura perfecta de leche.
El corazón de Daeron se detuvo un instante sintiendo unas ganas inmensas de besarlo, amarlo había sido instantáneo, era lo mejor de su vida. Y aquella palabra le golpeaba con rudeza, pensó en su tío Gawnye era lo más parecido que tenía a un padre y sabía que tal deber configuraba una enorme responsabilidad.
— Papá, men — pidió el niño, él se acercó.
Gaemon gateaba hacia el agua y las olas del mar le mojaban por encima de la cintura, sus ojos violetas voltearon con sorpresa hacia el cielo cuando de entre las nubes se visualizaron dos dragones.
— ¡Dagon! — grito emocionado, aplaudiendo con sus manos — ¡Dagon! ¡Agon! ¡Lua!
— No, no son tu tío Aegon, ni la tía luna — sintiendo una punzada en su corazón, quería que algún día su hijo se emocionara tanto de verle como cuando veía a su hermano —, son la tía Helaena y el tío Jacaerys, vienen a conocerte.
Gaemon abrió sus labios con sorpresa cuando Dreamfyre y Vermax crearon una pequeña brisa de aire con el movimiento de sus alas.
— ¿Quieres conocerlos? — preguntó, Gaemon estiró sus brazos hacia él en respuesta.
El niño se abrazó a su cuello, Daeron se acercó a Harriet tendiendo su mano, ella le sonrió débilmente aceptando y se puso de pie, mientras Gaemon le miraba con curiosidad.
— ¿Mami, tite? — preguntó, Harriet negó con la cabeza, dando un beso en su frente.
Jace le ofreció su mano a Helaena para bajar de dreamfyre, haciéndola poner los ojos en blanco y recibiendo un manotazo por su parte.
— Estoy embarazada, no incapacitada Jacaerys.
— Lo hago porqué soy un caballero, no porque crea que estés incapacitada — se quejó, entonces ella le sonrió.
— Bueno, en ese caso… — Helaena brinco a sus brazos, el príncipe Velaryon apenas tuvo oportunidad de reaccionar, tomándola por la cintura.
— ¡Helaena!
— Que bueno que eres fuerte — murmuró mirándole con aquellos ojos violeta intenso.
— Helaena… — aquel tono de voz la hizo sonrojar — ¿otra vez?
— No ahora, pero antes de irnos tal vez… en el mar — le pidió con sus ojos brillando, de una manera en la que él jamás podría decir que no y es que en realidad, no quería decir no.
— Bendito embarazo — dijo besándola.
Desde que la princesa de cabello plateado se había enterado de su estado, su cuerpo se sucumbía en una ansiosa necesidad de placer y por suerte, su príncipe siempre estaba dispuesto a proporcionarselo.
— Mjm — carraspeo la garganta Daeron divertido.
— ¡Oh, es tan hermoso! — dijo Helaena con devoción acercándose a su hermano — Gaemon, principito jinete de… ¿te gustaría saberlo? — pregunto mirando a la rubia que la miraba con sorpresa.
— ¿Lo sabes? — le preguntó su hermano sin ocultar el asombro en sus palabras.
— Creo que lo sé, de otra manera no podría explicar lo que soñé — ninguno comprendió lo que Helaena quiso decir con eso, pero Jace solo les sonrió, de alguna manera parecía que él la entendía un poco más de lo que nadie nunca.
El pequeño niño miró a la princesa platinada con mucha atención, sus manos tocaron sus mejillas y después una de sus manos acaricio su cabello plateado, mirando de nuevo hacia Daeron y luego otra vez hacia ella, haciéndola reír.
— ¿A qué nos parecemos?
— Daeron — murmuró Jace — debes tener cuidado.
Harriet miró a Daeron, él la miró a ella y le sonrió.
— No vendré en un tiempo, ella ya lo sabe…
Helaena miró a Daeron queriendo decirle algo, pero supo que no podía decirlo ahí, en su interior le parecía que su hermana quería solo hablar con él y eso lo aterraba, le daba miedo lo que la soñadora podía ver…
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— ¿De nuevo quieres ir a causar problemas?
Baela dio un respingo, la capucha le cayó descubriendo su cabello rizado y plateado.
— Ah, hoy no viene a buscar un imbécil, tengo algo más importante — respondió sonriendo.
— ¿Por eso te asustaste? No creí que nadie fuera capaz de eso, lo anotaré en mi lista de logros.
— Presuntuoso, no me asustaste — Aemond dio dos pasos hacia ella, ella retrocedió uno.
— ¿A dónde vas?
— Pozodragon, pero quiero ir sola. No necesito que nadie me acompañe, buscaba los pasadizos— respondió.
— ¿Era tuyo el té? No sería el primero que recibes — ella le miró con sorpresa.
¿Por qué demonios sabía él eso?
— Aemond Targaryen, los secretos de una dama, solo le pertenecen a una dama — él rió.
— Tu no eres una dama, no una convencional — Baela le miró de mala gana.
— Tienes razón, soy una princesa y no, no era mío, no necesitas preocuparte por mi.
— No me preocupo por ti — aseguró recargando su espalda en la pared.
— ¿No? entonces ¿por qué me persigues a donde voy? — preguntó acercándose.
Él tragó grueso, no sabía porque aquella atracción por Baela crecía en su interior, tal vez era porque era intrigante y un tanto misteriosa, a él siempre le había gustado eso, descubrir las cosas y analizarlas a detalle, pero con ella… era simplemente diferente, porque era muy real externamente pero internamente, se escondía. Como si hubiesen dos dentro de ella, como él sentía que a veces sucedía en él, era como si ambos fueran iguales y a la vez tan distintos.
— No te estoy persiguiendo, eres tú quien se acerca, ¿vez esa puerta?— sonrió — es la de mi habitación.
Baela se sintió muy tonta en ese momento.
— No tenía idea, no es como si me interesara cual es tu habitación — le aseguró.
— ¿Entonces eres tú la que me persigue? — preguntó.
— Fuiste tú quien corrió tras de mí en una boda, creo que es claro quién persigue a quién — dijo acercándose un poco más.
— Eres tú quien gritó mi nombre en esa boda — él también se acercó.
— Lucerys preguntó quien era el hombre mas idiota en el gran salón ¿qué crees? resultaste el ganador – sonrió.
— ¿Terminaste de jugar, Baela? — preguntó, sorprendiendose a sí mismo por lo bien que sabía su nombre en sus labios… Baela.
— ¿Ya no soy la perra Velaryon? — sonrió triunfante.
Aemond se acercó cortando la distancia que les separaba.
— Te detesto, no tienes idea de cuanto lo hago, pero eres… — ella abrió sus labios con sorpresa, esperando — eres un dilema y un dolor de cabeza, no tengo idea de porque te deseo tanto.
— Aemond, suéltame — murmuró, cuando la tomó por la cintura.
— Callate, solo por un maldito segundo — pidió, ella tuvo que alzar un poco su mirada para que pudiera verle a la cara.
— Es más divertido cuando nos odiamos — sonrió ella, sabiendo que no podía sentir nada por Aemond — suéltame.
— Haz que te suelte — presiono su cintura.
— No quieres que haga eso — le dijo en tono de advertencia.
— Me gusta cuando lo intentas — susurro acercando su rostro al de ella.
Baela lo empujó, dándole una bofetada.
— Te detesto — dijo tajante.
— ¿Y tu crees yo no te detesto?
— Nos está consumiendo el deseo y lo sabes, Aemond.
— Debemos pararlo, de alguna u otra manera — susurró él.
Aemond la jalo de la muñeca, haciendo que chocara contra su pecho, su respiración ya se había acelerado, aquel hombre la volvía fiera pero también más vulnerable; era más facil cuando podía elegir con quien estar y decidir cuándo terminarlo, pero con el príncipe Targaryen, estaba segura que no podía.
— Déjame besarte y terminemos con esto, sé que lo quieres también — susurró sintiendo como sus respiraciones se mezclaban.
— Si me pruebas tal vez ya no quieras dejarme ir, puede ser peligroso — Baela rozó la punta de su nariz sobre la de él.
— Puede que no seas tan buena como crees — sonrió sobre sus labios.
— Muerete, imbécil.
— Pues mátame.
Baela le miró una vez más con el fuego en sus ojos, para después tomarlo por el jubón y estampar sus labios sobre los de él en un beso hambriento, nada amable y cargado de necesidad.
Aemond la estampo contra la pared, aun lado de la puerta de su habitación, presionando su cuerpo, dejándola sentir todo lo que causaba en él, lo sentía duro y exigente sobre la parte baja de su espalda muy cerca del inicio de sus glúteos, deseando abrirse para él.
Cualquier persona pudo haberles visto, pero eso no les había importado ni siquiera lo habían pensado.
— No lo hagas, si no lo piensas terminar — demandó.
Aemond gruñó cerca de su oído, subiendo la mano por su pierna hasta el centro, robándole un gemido.
— No pienso dejarte ir de aquí sin terminar — aseguró.
Nuevamente la tomó por la cintura girándola hacia él, Baela usó sus manos para arrancar los primeros tres botones de su jubón, mientras Aemond le desgarraba el vestido y la arrastraba a pasos torpes al interior de sus aposentos.
Una vez dentro la presiono nuevamente contra la puerta y tal como lo había hecho con su vestido, le abrió el camisón de un solo tirón y se deshizo de él, haciéndola estremecer, se tomó el tiempo para verla de pies a cabeza, para admirar aquella piel almendrada que brillaba como oro ante él.
— Muy hermosa, tan hermosa — su voz había sido apenas un murmullo.
Baela se encontraba desnuda frente a él, mientras el príncipe Targaryen ya se había deshecho de su camisa de lino, la presiono por la cintura y ella le tomó del cuello, con agilidad brinco dejando que sus piernas se enredaran a su cintura, la llevó hacia su mesa de estudios, tiro los libros y pergaminos, todo lo que había en la mesa cayó al suelo haciendo ruido, Baela jadeo cuando sintió las manos de Aemond recorrer nuevamente sus piernas despacio.
— Mierda — dijo quitando una mano, se había hecho un pequeño corte con la daga que llevaba enredada en la pierna. — tienes que aprender a llevarla en tu cinturón.
— Me gusta donde la llevó, es mi factor sorpresa — sonrió — quitala.
Aemond llevó sus manos hacia donde estaba atada, pero Baela le impidió moverse.
— Quitala, con tu boca — aclaró.
El príncipe le miró tragando saliva, debía estar loca y él debía ser un imbécil para obedecerla. Se agachó y sus labios humedecidos recorrieron parte de su pierna hasta su muslo interior donde su lengua probó su piel cálida, la escuchaba respirar excitada y ansiosa por más, con cuidado usó sus dientes para jalar la liga y la daga se soltó, Aemond la lanzó sobre la mesa y volvió a besarla.
— No tengo tiempo para ser amable.
— Tu nunca has sido amable — dijo tomándole por la orilla del pantalón, abriendo sus piernas para él.
Aemond la tomó por la nuca presionando para hacerla mover su cuello y tener total accesibilidad a el, comenzó a dejar un pequeño camino de besos, Baela tomó su miembro con su mano dando suave masajes de arriba hacia abajo y presionando en la punta, el príncipe gruño mordiendo su hombro.
— Ahhh… — había salido como un dulce sonido desesperado de la platinada.
Con cuidado deslizó las manos entre sus piernas introduciendo dos de sus dedos por sus pliegues húmedos, haciéndola abrir los labios con sorpresa, desconcentrando totalmente de lo que hacía.
— Haz eso de nuevo — susurró a su oído, Baela movió su cadera y presionó sus paredes internas sintiendo un placer exquisito.
— Solo entra ya — jadeo y sus piernas le exigieron entrar en ella.
Aemond obedeció, la penetró de un solo golpe haciéndola soltar un grito que la hizo aferrarse a la mesa, aquello le había dolido solo un poco pero había sido agradable, no quería lastimarla quería darle la oportunidad de adaptarse a su tamaño, pero por lo contrario las caderas comenzaron a moverse por voluntad propia, entrando y saliendo en ella robandose los sonidos de placer más exquisitos que había escuchado nunca, los gemidos comenzaron a abandonar su garganta también y no supo quién de los dos era quien estaba haciendo más ruido. Baela comenzó a moverse también, aferrándose a él por la espalda y enredando sus dedos en su cabello, el príncipe Targaryen la alzó y la llevó a la cama finalmente clavado en ella como una espada.
— Siete infiernos — jadeo Baela cuando comenzó a moverse de nuevo.
Ella se movió en busca de sus labios, no tardó en encontrarlos y sus lenguas se entrelazaron, un hilo de saliva se formaba cada vez que se separaban en busca de aire, la princesa platinada exigente como era sabía que estaba a punto de encontrar su punto de satisfacción pero no le iba a dejar llegar a él, no de esa manera. Lo empujó con sus manos dejando su espalda contra la cama.
— Jodidos dioses — gruño — una maldita diosa.
La princesa subió encima a su ritmo, las caderas se movieron en círculos mientras hacía su cabeza hacia atrás como si estuviese montando un dragón, Aemond colocó el cabello que se le pegaba a la frente sudorosa detrás de su oreja y para tomarla por las caderas, Baela había comenzado su propio baile y ella era muy buena en eso, presionó su centro contra él haciéndola desear más y él se lo dio, mordisqueando sus pezones, dando suaves pellizcos sobre su piel desnuda le robo un último suspiro antes de gritar y que todo su cuerpo se contrajera, ambos alcanzaron el cielo juntos con sus labios abiertos apenas tocándose, sintiendo sus alientos calientes y sus respiraciones agitadas.
— Aemond…
Los corazones latían a la par, por un momento parecía haber sido uno solo, por un momento ella había dejado de ser ella y él había dejado de ser él para volverse una sola alma.
Aemond junto su frente a la de ella, aun seguía en su interior así que con cuidado giró su cuerpo para poder salir de ella, haciéndola estremecer, el líquido blanco le corría por entre los muslos de las piernas.
— Si tienes cicatrices… — susurró, acariciando la que tenía cerca de su abdomen.
Baela le acarició la mejilla, mirándole muy fijamente pasando sus dedos suavemente por el parche en su ojo, él tomó su muñeca con fuerza.
— No.
— Dejame verte — pidió en voz baja, con sus ojos violeta brillando para él.
Nunca se lo había permitido a nadie, pero no supo por qué cedió ante ella. Vulnerable y tal vez un poco tonto, le permitió que desatará el parche, cuando se desprendió de él, fuera como si expusiera ante ella su verdadera identidad.
— Es precioso, es muy hermoso — Baela acarició con cuidado más arriba de su mejilla, besando su frente, una lágrima resbaló en su mejilla — y es mi culpa, lo siento.
— No es tu culpa — ella negó.
— No eres tú quien usó la daga — respondió acariciando su cabello.
— Pero yo comencé todo, es mi culpa.
— Ya no importa.
Aemond nunca lo había visto de esa manera, ¿cómo podía ser culpa de ella? en su mente siempre había sido culpa de su sobrino Lucerys, no pensó que ella o alguien más podría sentirse culpable de ese suceso, era verdad… Baela lo había golpeado primero, era quien había alertado a todos, ¿entonces por qué en ese momento ya no podía detestarla más de lo que la deseaba?
— Zafiro, te queda bien — susurró, cerrando sus ojos, rindiendo sus fuerzas a Aemond, él la abrazó y se quedó dormida.
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Las manos le temblaban en sus aposentos, tenía la botella de vino frente a él pero no había bebido, las ansias le quemaban la garganta, se debatía si hacerlo o no. Un hijo, una pequeña vida formada por él y Laena, a la que debía proteger, cuidar y en algún momento debería guiar.
— No puedo — murmuró para sí mismo.
Abandonando la habitación, mientras pasaba por los pasillos algunas de las personas en la corte le saludaban y le daban sus bendiciones, pero no tenía cabeza ni ganas de responderle a ninguno de ellos.
Llegó a uno de los salones principales, se recargó en una pared y cerró los ojos con fuerza, cuando los abrió se dio cuenta que ahí también había vino y las copas estaban listas para servirse, fue hacia la mesa y se sirvió una, pero no se la tomó.
— Vaya… hace mucho no te veía tomar nada — su hermano le miró con curiosidad.
— ¿Cómo te fue en tu vuelo? — preguntó intentando beber el contenido, pero las manos temblorosas hicieron que soltará la copa.
— Oye hermano, ¿estás bien?
— ¡No es tu puto problema Daeron! — dijo desesperado.
— Bueno tú has hecho mucho por mí… — dio un paso despacio quitándole la botella — y creo que recuerdas que somos hermanos.
Aegon le miró fijamente con los ojos cristalizados.
— Laena está embarazada — le comunicó, su hermano le miró con cierta sorpresa.
— Bueno, ¿por qué no estamos felices? — preguntó.
— Daeron mírame, soy un desastre — se señaló — ¿Cómo puedo ser el padre de cualquier niño? Ni siquiera tenemos un padre.
— Escuchate, eso es patético, ¿eres tú hablando o ese niño interno tuyo que aún se siente abandonado por un hombre que no merece nuestro aprecio?
— No digas estupideces — se defendió.
— ¿Quieres que te diga lo que pienso? Es más me importa una mierda si no quieres escucharlo, lo vas a hacer — su hermano tomó otra copa e intentó quitarle la botella de la mano — escucha, ¿Has visto a mini Aegon? nuestro pequeño sobrino te mira como si fueras un especie de héroe, le agradas a Joffrey a pesar de que se pone celoso porque cree que le robaste a Laena y — su voz bajó — odio admitirlo, pero Gaemon te adora más que a mi en este momento ¿crees que un niño tuyo no te amaría? Aegon, odias escribir, no de hecho odias hacer cualquier cosa y aun así lo hiciste para mi cuando estaba en antigua, ¿crees que yo sé cómo ser un padre? no sabía ni siquiera que el niño existía, soy un asco a veces pero vale la pena cada vez que me da una sonrisa, hoy me dijo padre por primera vez y fue una sensación extraña pero bella y ahora que lo sé no puedo abrazarlo, ni siquiera tenerlo aquí en la corte y tu que estas por tener un hijo legítimo, al cual podrás adorar ¡en lugar de estar con Laena, abrazándola estás aquí perdiendo el tiempo, bebiendo alcohol! — explotó Daeron finalmente, mirando a su hermano. — Serás un excelente padre, ¿qué ella no te lo dijo?
— No lo creí, ¿cómo podía hacerlo? — dijo su hermano viendo a la nada — solo no quiero lastimarla, no quiero ser un imbécil. Ser tío no es igual a ser padre y me aterra la idea de fallarle a alguien más, alguien a quién se supone debería poder darle el mundo entero, todas las personas ponen expectativas en mí que no sé si puedo cumplirlas Daeron, desde que nací, se me presiona y exige, es agotador.
Daeron ni siquiera podía entender la responsabilidad que llevaba su hermano cargando en los hombros al ser el mayor y tampoco quería saberlo, le comprendía de cierta manera, Antigua lo había vuelto con caballero, pero no era lo mismo a ser el príncipe con el que tu abuelo está encaprichado en volver un rey.
— Laena no tiene expectativas en ti, simplemente te ve por quien eres y de esa manera te ama, eso es suficiente para ella ¿por qué no es suficiente para ti? — preguntó —. Ve con ella, aprende a su lado e intentalo Aegon pero no la dejes sola, tu y yo sabemos como se siente eso.
— ¿Cuando te volviste tan sabio? — Daeron sonrió.
— Me volví padre, supongo que eso tuvo este efecto — Aegon también sonrió.
— El menor y el primero, iré con Laena.
— Suerte, hermano.
— Y sobre Gaemon, él te amará mucho, solo deja que te conozca. Tu eres mejor que yo en eso Daeron, tu no corriste cuando lo supiste, te has quedado desde entonces, eso debe ser algo, eres muy bueno y sé que lo haremos bien ¿verdad?
— Al menos lo intentaremos — asintió.
Aegon corrió por el pasillo en busca de Laena, pero no la encontraba por ningún lado.
— Aegon — maldijo en su mente.
— Rhaenyra — su hermana le sonrió besando su mejilla.
— ¿Está todo bien? pareces preocupado.
— Yo… buscaba a Laena— el corazón golpeaba con fuerza, debatiendo si compartir con su hermana mayor sus miedos o no.
— ¿La buscabas? precisamente yo hacía eso, ha desaparecido, nadie la ha visto en ninguna parte…
— Bueno, es que ella y yo, la he cagado Nyra, pero lo voy a arreglar te lo prometo — le dijo rápidamente su hermana le miró con entendimiento.
— Aegon ¿qué sucede? debe estar en pozodragón entonces — Suspiró.
— ¿A esta hora? — preguntó Aegon.
— A ella y a Moonlight les gusta volar de noche, lo hacía todo el tiempo en rocadragón, no había manera de detenerla.
Aegon se sintió preocupado, debía ir en busca de su esposa.
— Tengo que ir a buscarla.
¿Cómo puede exponerse de esa manera? — pensó.
— Aegon, me estás preocupado… ¿es grave? — preguntó su hermana.
— No, no… no, espero arreglarlo en este momento, lo siento, no te preocupes por nada…
— Pues debería preocuparse ¿Qué diablos le hiciste para que se fuera de aquí? — preguntó Daemon, Aegon le miró con confusión.
— ¿Qué? ¿Dónde está Laenaerys? — preguntó preocupada Rhaenyra.
— Espero que tengas abrigos calientes, porque se fue al norte.
— ¿Cómo lo sabes? — preguntó Aegon, su tío le sonrió.
— Un cuidador de pozodragón vino y dijo que la princesa se fue con su dragón y cuatro huevos, no hay otro lugar al que Laena iría que no sea el norte — Daemon paso sus manos por los hombros de Rhaenyra.
— Iré por ella, todo estará bien, lo explicaré cuando vuelva — respondió con ímpetu y seguridad.
— Si, lo vas a explicar y más te vale volver con ella — le advirtió Daemon.
— Aegon… Te quiero, pero ella sigue siendo mi hija, lo sabes ¿verdad? — preguntó la princesa heredera.
— Lo sé, y créeme que la amo Rhae, la amo como no podría amar a nadie más.
Él abrazó a Rhaenyra, su hermana lo correspondió pero no dijo nada. Lo vio desaparecer apurado por un pasillo, necesitaba ir por sunfyre al norte en busca de su esposa.
— Que asco, tu hermano brócoli es demasiado mojigato — Rhaenyra apenas sonrió.
— Déjalo, no es un brócoli, es el esposo de Laena, tu sobrino.
— Una pena. — Su esposo beso su frente — No te preocupes por nada, nuestra hija es incontrolable, pero es inteligente.
— Daemon, eso no me tranquiliza.
— Ten fé en el muchacho entonces… Ambos suelen ser idiotas, son demasiado jóvenes, debe ser normal.
En eso su esposo podía tener razón, ambos eran chicos con miedos e inquietudes, pero se querían, estaba segura de eso. Podía verlo en sus ojos, caóticos e inestables, con esa sangre de fuego corriendo por sus venas.
— Va a matarme, en cualquier momento. Se ha ido sola, sin guardias, sé que monta un dragón, pero eso no significa que no deba ser protegida… es mi niña — murmuró.
— ¿Debería ir con él entonces? Mi abuela lo haría — sonrió.
— No… — suspiro —. Dejalos que solucionen sus problemas de la manera en que suelen hacerlo.
— ¿Cuál es esa manera? — preguntó.
— Supongo que debe ser una que no queremos saber.
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— Debes decirme qué sucede en la fortaleza.
— Si, mi señora.
— Habla entonces — sonrió.
— La princesa Helaena a cumplido su segunda luna y no he podido acercarme a ella, su dama no la deja nunca y el príncipe Jacaerys tampoco…
— Ese es un problema… — murmuró — ¿Y tu princesa?
— No ha sangrado.
— Nuevamente está en cinta esa zorra fértil — dijo molesta — el té que te di debía ser suficiente para secarle el vientre, no solo matar al niño, ¿por qué demonios no fue así?
— No lo sé mi señora, he hecho todo cuanto me has pedido, todo al pie de la letra.
— No olvides que ella mató a tu hermano — dijo tomándola con fuerza de la mandíbula — no olvides que la princesa se burló de ti y de tu familia, no lo olvides nunca — la soltó.
— No lo hago mi señora, la detesto tanto como tú.
— Mi pequeña sabía, vuelve a tu labor y no olvides que serás bien recompensada. Algo haremos para que la familia Targaryen sufra, sufra tanto como hemos sufrido nosotras.
La chica se cubrió con una capa desgastada hasta el cabello, desapareciendo entre los callejones oscuros de la calle.
Se cubrió el cabello con una capa, un ruido hizo que sonriera.
— Llegaste.
— Habla.
Volteo hacia ella, guiandola hacia una puerta que daba a una de las tabernas de ahí, ambas ingresaron al lugar, a un espacio privado para poder hablar.
— ¿Qué pretendes?
— Me gustas Mysaria, directa, sabes lo que quieres.
La mujer le miró desganada.
— ¿Y bien?
— Sé que no tienes un bando más que el tuyo, quiero tu ayuda y a cambio te ofrezco un beneficio.
Mysaria rió.
— ¿Qué me puedes ofrecer, mujer?
— La Targaryen que no fue ¿así te llaman? — Alys sonrió —. No tienes porque cargar con el peso de esa palabra, Daemon Targaryen no merece tu consideración.
— Lo que haces es peligroso, juegues demasiado bien tu papel, pero ahora me pides venir aquí a mí, ¿qué te hace pensar que no hablaré sobre tu conspiración contra los Targaryen?
— No quiero deshacerme de todos los Targaryen, solo quiero deshacerme de tres.
— La elegida, la guerrera y la soñadora…. los elementos más importantes, ¿por qué debería ayudarte?
— No me debes nada, ni yo a ti, pero te ofrezco riqueza para que dejes de gobernar las calles de seda y vivas donde tu quieras, sin ser la sombra en el pasado oscuro de Daemon y si quieres su cabeza por haberte usado, te la daré.
Mysaria miró a Alys atentamente, mientras movía su pie.
— ¿Qué ganas tú a cambio?
— La satisfacción de haber vengado a mi hermano y cuidar de sus hijos, Luke y Joffrey, como siempre debió ser.
— ¿Y los mellizos? — preguntó.
— Quiero a Jace para mí — murmuró —. Puede no amarme al principio, pero después lo hará, como lo hizo el príncipe Aemond… y Laena, debe morir, yo era todo para Harwin, era lo que más amaba, era su niña hasta que ella llegó, no pude tenerlo a él, pero tendré a Jacaerys, no necesita una esposa de cabello plateado para poder ser rey, ella solo causa una alteración en los designios de los dioses, empieza a ser un dolor de cabeza.
— Tú también causas problemas en los designios de los dioses Alys, haces magia y cosas que interfieren con el futuro escrito — susurró la mujer.
— Yo ya pagué un precio por eso — sonrió —. Entregue una vida, sangre de mi sangre.
Mysaria se dio cuenta de una cosa, Alys sin duda estaba loca, pero era peligrosa, sabía bien el juego que jugaba y si bien, ella no le debía nada a los Targaryen, en cambio ellos le debían la humillación que el príncipe canalla le había hecho pasar, y aun así ella nunca le había traicionado.
— No te prometo mi ayuda, pero guardaré mi silencio, mantendré mi lealtad a Daemon fuera por el momento.
— No pienses que estoy loca, no lo estoy. Tu querías ser su esposa, tú alguna vez quisiste lo que yo quiero, pronto todo va a cambiar.
— Alys, las sombras son mucho más oscuras de lo que parecen. No olvides que los dioses dan con una mano pero quitan con la otra.
— Estoy preparada para eso, los Targaryen tienen fuego, pero yo soy el agua.
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— Vamos moonlight, estamos por llegar — Laena se aferró a las cuerdas de su dragón, no puedo evitar bostezar, se encontraba cansada y quería dormir.
Su dragón gruño, haciéndola abrir los ojos.
— No me estoy durmiendo — murmuró, recargándose sobre el cuerpo de su dragón.
Las estrellas brillaban con más fuerza y se apreciaban mejor desde el cielo.
— Vamos moony, más rápido preciosa ¿empiezas a sentirlo? — Laena se abrochó su abrigo, curioso como el frío podía mantenerse ahí.
El dragón blanco de la princesa comenzó a moverse entre las nubes grises, divisando entonces el castillo de la sede del norte, donde seguramente serían bien recibidas, sin embargo jamás había llegado de noche.
— Cuidado moony — murmuró.
El rugido de dragón alertó a los norteños, los hombres fieles a Lord Cregan Stark se juntaron de inmediato para ver de qué se trataba todos con espada en manos, siempre prevenidos.
— ¡Es un dragón, tranquilos! — gritó uno.
La bestia blanca comenzó a descender de los cielos sobre las tierras de Invernalia, mirando con sosiego todo a su alrededor. Laena bajó con ayuda de la cuerda que siempre le ataba y camino hacia la gran casa.
— Princesa Laena — le saludaron.
— Hola, me da gusto estar aquí después de tanto tiempo Ser Cellygan, ¿puedo entregarle esto? — dijo dándole la bolsa con los huevos de dragón que colgaba en su hombro.
— Mierda santa… disculpeme, pero esos son — ella asintió con la cabeza — huevos de dragón, maravilloso — dijo el hombre fascinado — ¿Ella no me hará nada si lo tomo o si? — preguntó viendo al dragón de la princesa que le mostró los colmillos grandes y filosos.
— Mientras no se quiera escapar con ellos no, no lo creo, por favor que los mantengan seguros y calientes, solo confió en usted — pidió.
— Como ordene, y me honra alteza. Muchas gracias.
— Ah, podrían darle de comer a mi reina blanca, ya saben ella come lo que sea — sonrió.
— Por supuesto.
Laena conocía a Ser Cellygan, era un hombre mayor, un fiel norteño leal a Cregan y por ende, podía confiar en él tanto como confíaba en sus amigos, sabía que protegería bien lo que le había sido encomendado.
— Por favor princesa, acompáñenos Lord y Lady Stark ya fueron informados de su llegada.
— Muchas gracias — le respondió al otro hombre que había llegado hasta ella.
Un pequeño grupo de hombres del norte se enfilaron, para resguardar a la princesa y acompañarle al interior del castillo.
— ¡Estás loca! ¿Cómo se te ocurre llegar aquí de noche? ¿y si te hubiera pasado algo? princesa Laena eres tan irresponsable — Arra la regañó.
— ¿Vas a seguir o ya te puedo abrazar? — preguntó con sus ojos cristalizados.
Arra la abrazó con fuerza, separadas solamente por el vientre abultado de la norteña. Cregan les miraba con curiosidad.
— ¿Qué sucede, Laena? — preguntó, ella negó con la cabeza.
— Lobo, qué alegría verte — Cregan la abrazo.
— Digo lo mismo, pediré que les traigan un té y te preparen una habitación.
— Siento tanto molestarlos, pero muchas gracias — sonrió.
— No nos molestas Laena, al contrario, nos honra tu presencia — dijo Arra tomándola de las manos.
Ambas se dirigieron hacia una habitación, donde se servía él té.
— Estoy en cinta — soltó de repente.
— ¡Oh, por los dioses antiguos! — Arra parecía muy emocionada con la noticia. — Me alegro tanto, tanto por ti.
Laena le dio una sonrisa triste.
— Él no está feliz — sus ojos volvieron a cristalizarse.
— Aegon Targaryen va a escucharme ¿sabes? — le dijo molesta. — ¿Por eso estás aquí?
— Estaba aterrada, no quería enfrentar a todas esas personas. Arra desvie mi objetivo.
— Oye no, ¿qué sucede contigo? tú jamás dirías nada así.
— Lo peor de todo es que lo sé, yo jamás diría algo así — dijo asintiendo con la cabeza.
— Es un momento vulnerable, las mujeres embarazadas los tenemos muchas veces.
— Te extrañaba Arra — nuevamente le abrazo.
— Me alegra que estés aquí, tal vez puedas conocer a este bebé, no falta mucho para que nazca.
— Darle la bienvenida a este mundo a un lobo, me parece una buena idea.
Arra le sonrió también.
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— ¿A dónde crees que vas? — preguntó su madre.
— A buscar a mi esposa madre…
— No irás solo.
— No soy un niño, soy un jinete dragón y no necesito tu permiso tampoco.
Alicent trago saliva.
— ¿Qué sucede?
— ¡Lo arruine con Laena, tengo que arreglarlo antes de que sea tarde!
Alicent le tomó de las manos y lo miró a los ojos.
— No creo que sea tarde, creo… creo que ella te quiere de verdad — murmuró.
— Por supuesto que lo hace, lo hace — respondió Aegon soltando sus manos. — Es por eso que debo arreglar esto, fui mas que un idiota.
— Cuéntame, soy tu madre — Aegon le miró con sorpresa, pero no dijo nada— me encargare que tu padre no sospeche nada.
— ¿Harías eso? — Alicent le sonrió.
— Haría muchas cosas por ti, Aegon.
Aegon sintió un pequeño calor encenderse en su corazón, haciéndole tragar saliva. Su madre jamás había sido así de cariñosa con él, no desde que dejó de ser un bebé.
— Gracias, madre.
El príncipe se fajó al cinto de cuero su daga de acero, con el emblema de la casa del dragón.
— Aegon, ten cuidado — le pidió.
— Por supuesto.
El príncipe se marchó.
Alicent llevó una mano a su pecho, preocupada por su hijo, pero consciente de que en él había magia Targaryen que ella jamás comprendería, tal vez porque le aterraban los dragones o simplemente porque no existía en sus venas.
— ¿Mi reina? — escuchó aquella voz que le llenaba de paz.
— No quiso decirme que sucedió… — murmuró.
— ¿Y si nunca logró reparar el daño que le hice, Ser Arryk?
El hombre se acercó con cuidado a ella, sabiendo que no debería estar ahí.
— Creo que debe seguir intentando, es su madre y la ama, solo dele tiempo — le animo —, mi reina usted es muy valiente.
Alicent rió.
— No lo creo — el guardia la tomó de las manos.
— Lo es, es de valientes reconocer nuestros errores y querer comenzar de cero. Usted es valiente y ama a sus hijos ¿qué hay de malo en eso?
— Tal vez no haberlo hecho bien desde un principio.
— Solo era una niña criando a otros niños — murmuró el guardia.
— Pero ya no soy una niña y las serpientes rondan por nuestros pasillos, no se como hacer que se vayan… mi padre solo se mueve por la ambición.
— Pero usted tiene algo que él no, el poder.
— Ser Arryk.
El capablanca le miró fijamente, ella también fijó su mirada en él.
— Yo… cada vez es más difícil.
— Soy la reina, pero desearía no serlo — murmuró viendo a sus labios.
— Soy el guardia juramentado de su hija, pero desearía ser solo un hombre y que usted fuera solo una mujer.
Alicent se relamió los labios tragando saliva.
— Pero no soy solo una mujer — dijo soltando sus manos.
— Mi reina, lo siento. Pero si pudiera sentir mi corazón latiendo, vería el dolor que me causa estar en su presencia tanto como en su ausencia; se lo prohibido qué es, lo que ocurriría si se supieran mis pensamientos, aceptaría mi castigo por ello, pues todos mis anhelos, mis desvelos y suspiros son por usted.
— Vuelva a sus ocupaciones, Ser Arryk, por favor… ya hablamos de esto, esto no es, debe dejar que sus emociones se vayan o enterrarlas muy profundo… — le pidió desviando la mirada.
— Claro, majestad tan profundo como pueda — murmuró abatido.
El capa blanca salió de la habitación dejándola sola.
Cuando se fue, no pudo evitar pasar la yema de sus dedos por sus labios, por la clavícula y después por su abdomen, atrapada en un centenar de sensaciones. Dioses, estaba perdiendo la cabeza; un calor que jamás había sentido antes la quemaba por dentro pero se negaba a ceder, quería resistirlo. Se miró al espejo y lo imagino… Ser Arryk besando su cuello, sus labios, tocándole en todas esas partes que las doncellas murmuran y que seguramente le gustaría a ella, pasando su lengua por su cuerpo y… la respiración se le aceleró, tenía que dejar de pensar en eso, dejar de pensar en aquel hombre de esa manera.
Sus noches con Viserys habían sido horribles, dolorosas y la hacían sentir sucia, no recordaba haber disfrutado ni una sola vez sus encuentros.
¿Por qué con otro hombre debería ser diferente?
Era tentador averiguarlo, pero iba a encontra de su fe, sus votos, de lo que creía correcto y eso la hacía cada vez más despreciar a su esposo.
Seguramente Rhaenyra se reiría de ella y le diría que lo hiciera, que se atreviera a hacer lo que deseaba y tomara lo que quería, lo que anhelaba, Rhaenyra, cuanto la extrañaba…
Llegue a los 400 seguidores muchas gracias por su apoyo, si aun no me siguen les invito a hacerlo.
Gracias por comentar, me hacen sentir que vale la pena seguir actualizando de verdad. 😭💚💚
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