Capítulo 21


Esto solo es el inicio.

—Principito Joffrey, no corra tan de prisa, Aegon aun es pequeño— le pedía Enid. 

Joffrey amaba poder salir al jardín, pudo observar a lo lejos a Laena cubierta de tierra e hincada en el piso, mientras trabajaba con las flores que tanto se esmeraba en cuidar. A sus casi siete días del nombre no recordaba nunca haber visto a su hermana hacer eso en su antiguo hogar, pero parecía feliz. 

—Lo siento— se disculpó y después brinco emocionado —, Laena dijo que hoy podía ir con ella a pozodragón. 

—¿De verdad, mi príncipe? —preguntó Enid. —Entonces debemos pedirle a Saury que preparé su traje de jinete. 

—¡Si! — dijo con emoción, mientras se acercaba a su hermano. —No Aegon— dijo quitando una piedra que el menor estaba apunto de llevar a su boca. —, eso no se come. 

—Quiero ir con mami— el pequeño de tres onomásticos formó un puchero en sus labios. 

No es que fueran niños mimados, pero la llegada de otro bebé siempre significaba un cambio en los más pequeños, ya que Aegon y Joffrey solían tener su atención la mayor parte del tiempo. 

—Hay que buscarla, está adentro, vamos— respondió Joffrey ofreciéndole su mano, su hermano la tomó sin dudar. 

—Eni, vamos— la llamó Aegon extendiendo su otra mano. 

La mujer sonrió a ambos príncipes y caminó a su lado, tomando la mano del más pequeño.

—¿Qué es eso, Enid? — preguntó Joffrey mirando con curiosidad una abertura en una de las puertas que daban a las mazmorras, sin embargo él nunca la había visto, tampoco conocía la existencia de los pasadizos de Maegor aun. 

—No lo sé, pero estoy segura que esa puerta no debería estar abierta. ¿Por qué no me esperan aquí? iré a cerrar, tal vez alguien la dejó abierta sin querer. 

Joffrey dudó un momento, pero asintió. 

No había guardias reales cerca, al menos no en esa zona más los que resguardaban la puerta trasera de la fortaleza, parecían muy entretenidos mirando hacia afuera. Enid se acercó a la puerta con cuidado, sentía el frío gélido del interior y escuchó un ruido. 

—¿Hay alguien ahí? — preguntó. 

No obtuvo respuesta, con cuidado cerró la puerta pero esta se abrió de golpe dándole en el rostro. 

—¡Enid! — Joffrey se acercó corriendo, Aegon iba detrás de él. 

Los dos niños miraron a la doncella de su madre con los ojos cerrados, parecía dormida y su frente sangraba. 

—Aegon, hay que ir por ayuda— dijo. 

—Príncipes— una voz femenina los llamó, ambos niños se giraron. —yo les puedo ayudar, ella estará bien. 

—¿Quién eres? — preguntó Joffrey colocando a Aegon detrás de él. 

Aegon escondió su carita detrás de su hermano mayor, el rostro de aquella mujer estaba deformado, ambos se asustaron, parecía que tenía quemaduras y su cabello estaba formado de puros mechones maltratados y sucios. 

—Soy su nueva amiga— les sonrió. 

Joffrey dio un paso hacia atrás, cuando miró los dientes amarillos y negros. Sus sentidos se aceleraron, y alertaron sus señales de peligro, su corazón palpitó con fuerza y supo lo que debía hacer, gritar, sin embargo no pudo hacerlo, un pañuelo sucio fue colocado en su boca y un profundo sueño lo invadió, lo último que pudo sentir fue a Aegon aferrándose a él. 

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Laena creyó escuchar un ruido, dejó un momento de hacer lo que estaba haciendo, no prestó atención, normalmente siempre había ruido en la fortaleza, la tranquilidad era una rareza en el enorme lugar.

—Princesa buenos días—  una de las doncellas más jóvenes de su madre se encontraba frente a ella. 

—Buen día, Saury— sonrió la princesa. 

—¿Son rosas azules?— preguntó la joven con asombro. —Son preciosas. 

—Sí, las preparó para la boda de Helaena y Jace.

—Nunca había conocido una princesa que  hiciera sus propias flores— dijo la chica sonriendo— ¿Y usted, ya eligió flores para su boda? 

Laena se quedó pensativa un momento. 

—Quiero lirios, los lirios más hermosos— dijo.

Las flores favoritas de Harwin, su padre. 

—Los lirios son preciosos, mi princesa. —Laena asintió estando de acuerdo—oh, por cierto venía a avisarle que su baño está listo. 

Laena sonrió agradecida, un baño era lo que más deseaba en ese momento. Además había prometido a Joffrey ir a pozodragón. 

—Muchas grac….

—Princesa, ¿está bien? — Saury la tomó por el brazo y la miró con preocupación. 

Tuvo que tomar aire, por un momento sintió que su mundo tambaleaba. 

—Si, creo que me puse de pie muy rápido y no he desayunado. No te preocupes Saury. — dijo soltándose de su agarre.

—Muy bien princesa, ¿puedo ayudarle en algo más? — preguntó.

—Si, ¿podrías buscar a Lady Enid? Joffrey y Aegon estaban con ella, le prometí a mi hermano que iríamos a pozodragón. 

—Por supuesto princesa, compermiso. —la chica hizo una inclinación con su cabeza y se marchó. 

Laena siguió su camino en cuanto el mareo pasó, ingresó a la fortaleza e iba sonriendo a las personas, parecía que la alegría del reino estaba recuperando su luz.

La princesa continuó por el pasillo, pasó por los aposentos de su madre y decidió llegar a saludarla. 

—Hola mi cielo— sonrió su madre. 

—Hola… ¡Oh, es increíble lo que ha crecido en estos días!— dijo Laena embelesada, tomando al pequeño bebé que había alcanzado ya su primera luna de vida. —, mira esa sonrisita. 

—Algún día, tú tendrás los tuyos y me harás una abuela muy feliz— dijo su madre.

—No puedo imaginarlo, un bebé de Aegon y mío, corriendo por toda la fortaleza, las nanas se volverían locas.

Laena alzó su mirada y vio como su madre la observaba con una sonrisa. 

—Sería un bebé hermoso y muy amado.

La princesa suspiró, no quería pensar en eso por el momento. La aterraba aquella idea, pasar por un parto tormentoso e incluso morir sin haber cumplido con las cosas que tenía que hacer, simplemente temía no ser suficiente para cumplir con su deber. 

—Princesa Rhaenyra— Saury entró corriendo a la habitación, sus ojos estaban llorosos y sus manos temblaban. 

—¿Qué sucede? — preguntó su madre, poniéndose de pie y la muchacha negó. 

—¡Oh princesa! — sollozó. 

Laena sintió un pequeño escozor en el pecho y en su bajo vientre, pero trato de disimular la incomodidad… apretó al pequeño Viserys más contra sí misma con una mano y con la otra comenzó a pellizcar sus labios. 

—Habla— ordenó su madre asustada. 

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El rey había sido informado ya, de la desaparición de dos de sus nietos, la guardia real comenzaba a moverse en su búsqueda ideando un plan de rescate. 

—¡En mi fortaleza! ¡Mi familia! — gritó furioso. —¡¿Dónde estaban?! ¿dónde está su lealtad? — preguntaba. —¡Su deber es proteger a mi familia! ¡mi sangre! 

Los guardias solo podían bajar su cabeza ante el rey. 

—Abuelo, abuelo tranquilo— Laena lo sostuvo del brazo cuando tambaleo. 

—Padre— Aegon se acercó a ayudarle también.

—¡Muevanse idiotas! — ordenó la princesa a dos de los hombres que se encargaban de cuidar al rey. 

—¡Estoy bien, estoy bien! — repetía una y otra vez, pero no era verdad. 

Su majestad, se encontraba furioso. No concebía la idea de que su familia hubiese sido dañada dentro de su propia fortaleza, había ordenado a su mano de confianza qué se interrogará a todo mundo y cualquiera que fuese sospechoso sería torturado hasta hablar y después decapitado; dio entonces luz verde a su hermano Daemon, para hacerse cargo de todo. 

—¡Suéltame! — se quejó el rey, pero ya respiraba con dificultad. 

—Llévenlo a sus aposentos— pidió la reina sin soltar la mano de la princesa heredera, como cuando eran jóvenes, cuando eran amigas. 

Así lo hicieron, el rey fue llevado a regañadientes a ser atendido por un maestre, el enojo había producido que su enfermedad tomara fuerza y lo debilitara a una sobre manera. 

—¡Quiero a todos las capas doradas en cada rincón de la ciudad! ¡Quiero a cada puto hombre buscando a mis hijos! — ordenó Daemon.

—Iré en Syrax, buscaremos juntas desde los cielos— dijo Rhaenyra. 

—No Nyra… — negó Aegon antes de que Daemon respondiera, Alicent observó la familiaridad con la que su hijo mayor le hablaba a su hermana —todavía necesitas descansar. 

—El mocoso tiene razón. No puedes, yo me haré cargó. 

—Daemon— dijo ella. 

—Madre, todo estará bien— Laena le sonrió. —-, lo prometo. 

La princesa heredera sentía sus ojos humedecerse mientras sostenía al pequeño Viserys en uno de sus brazos, mientras la reina permanencia a su lado sosteniendo su mano libre; Enid que había pedido mil perdones, se encontraba sollozando sentada a un lado de su madre, con el vendaje en su frente recién hecho. 

—Iremos— dijo Jace de forma tajante.

—Podemos ir en nuestros dragones— dijo Luke. 

—No— Laena negó con su cabeza. —Si se los llevaron lo primero que van a esperar, es escuchar dragones y no pondremos en peligro la vida de ninguno. 

—¡No, — su padrastro les miró firmemente. —ninguno de ustedes saldrá de aquí!

—No me vas a obligar a quedarme aquí, acepta ahora o me iré por mi cuenta y sabes que lo haré, nadie va a detenerme. — Laena aferró su mano al mango de la espada de Laenor, la misma qué hace años le pertenecía. 

Aegon colocó suavemente una mano sobre su hombro, ella lo miró y se relajo un poco  ante su toque, su príncipe Targaryen llevaba también ya puesta su armadura, era un milagro que tuviera una ya que nunca la utilizaba. 

—Podemos hacer esto, no somos idiotas, y si quieren derramar sangre será la suya, no la nuestra— dijo Jace mirando a su madre también. —, déjanos ir y haremos qué se arrepienta quién hizo esto. 

El príncipe miró a sus hijos, apretó los labios pensando en que era lo correcto. Dejarlos ir, significaba tener a toda su descendencia fuera y expuesta, era tener a Rhaenyra sola en la fortaleza llena de víboras. 

—Yo me quedaré aquí con Rhaenyra, Viserys y mi madre— todos en la habitación miraron al príncipe con cierta sorpresa. —, y si dudas de mí puedes ponerme a prueba con mi espada, estoy seguro que sé usarla. —Alicent miró con orgullo al menor de sus hijos. 

—No tenemos duda de ti, gracias hermano— dijo la princesa con una débil sonrisa, Daeron asintió. 

—Muy bien—  dijo el príncipe a su sobrino—, pero ustedes no irán— Daemon negó con la cabeza. 

—Iremos y no necesitamos tu permiso para hacerlo — Baela lo miró desafiante. 

—¡Por un carajo! ¿Es que no entienden? — gritó molesto. 

Pero ninguno de sus hijos se inmuto, soltó un suspiro que pareció ser más un gruñido. Miro a Aemond de reojo que permanecía al final de la habitación, si Rhaenyra quería un acercamiento el momento era este, la primera y última vez. 

—Bien, Aemond— el mencionado alzó su mirada al principio con confusión al ser llamado por el príncipe canalla, su tío el guerrero e invencible Daemon Targaryen —¿Puedo confiar en ti para ir con mis hijas? — preguntó, sintiendo que iba a arrepentirse después, Luke lo miró con sorpresa. 

El príncipe Targaryen curvó una sonrisa, a Daemon le hervía la sangre de coraje un poco por aquella actitud. Demasiado presuntuoso y arrogante, muy parecido a él. 

Alicent llevó una mano a su pecho, si aquellos niños querían ir era su decisión, ¿pero los suyos? Miró a Aegon y a Aemond, ambos eran todos unos hombres pero no dejaban de ser sus hijos, y siempre los vería como a los bebés qué acuno en sus brazos. 

—Irás con Baela y Ser Rickar— miró a sus guardias. —Y ustedes nueve irán con ellos. —los hombres asintieron. 

Baela miró hacia el príncipe tuerto, no se habían hablado desde aquella vez que se había enfermado; lo único que Aemond podía recordar era el cabello rizado y enmarañado de la platinada sobre su brazo, la respiración de Aegon al otro lado de él y Laena en la orilla aferrada a su hermano, y cuando había intentado ponerse de pie se había encontrado con Daeron ahí también, era un escenario patético y vergonzoso de ver, uno que jamás se habría imaginado. Solían regalarse miradas durante los entrenamientos, pero ninguno había sido capaz de romper el perpetuo silencio qué había entre ellos. 

Daemon caminó molesto hacia Luke y lo tomó del brazo con un poco de fuerza, susurró a su oído para que solo él pudiera escucharle. 

—Quédate y ve a donde están haciendo los interrogatorios, cuida a el puto de Otto y a Larys Strong, usa los pasadizos y pon atención a todo hoy eres mis ojos aquí, qué nadie te vea y usa tu cerebro, cualquier cosa que escuches es importante, eso harás para mí— Luke sintió algo en su pecho encenderse, Daemon confiaba en él para algo importante. 

—Bien, haré eso  —asintió con su cabeza.  

—Y mantén a Rhaena a salvo— pidió antes de soltar su brazo. 

—Rhaena, Helaena se quedarán conmigo ¿verdad?— pidió Rhaenyra limpiando las lágrimas que resbalaban por sus mejillas. —por favor.  

—Claro mamá Rhae— respondió la princesa solo para evitar que los nervios de la princesa heredera aumentaran. 

—Por supuesto hermana— la platinada sonrió débilmente, en realidad quería estar con Jace más que con nadie en ese momento. 

—Jace, tú vienes conmigo— él príncipe asintió a su padrastro. 

Helaena lo tomó de la mano, Jace acarició su mejilla y le dio un beso en la frente, Alicent trago saliva al ver tal muestra de cariño, comenzaba a darse cuenta de los lazos fuertes que habían en aquella habitación, incluso Aegon miraba a Laena como si su vida dependiera de ello, era intenso, no recordaba haber visto a su hijo mirar a ninguna mujer así, y Aegon había sido un mujeriego con excelencia, incluso había dejado de beber, ¿dónde estaba el deber y el sacrificio? Dejando ser felices a sus hijos… tal vez. 

Daemon miró a Laena y después miró a Aegon y finalmente suspiró. 

—Quiero otros nueve hombres con ellos— hizo un gesto con su cabeza. 

Así pues, todos se encargaron de su que hacer. Rhaenyra sentía el corazón latir con fuerza cuando miró a sus tres hijos mayores y a sus hermanos salir con armaduras y espadas listas, sus pequeños niños… el corazón se le iba tras ellos. 

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—¿Estás bien? — le preguntó Aegon acariciando su mejilla. —te ves pálida, no tienes que ir Laena, si esto es demasiado… —ella negó con la cabeza. 

Lo miró a los ojos y tragó saliva, los nervios la tenían mal, nuevamente se había sentido mareada antes de subir al caballo. 

—Estoy bien, solo quiero encontrar a mis hermanos. 

Aegon le dio un beso suave en los labios, ella apenas y sonrió. 

—Los encontraremos, lo prometo. 

Ambos subieron a sus caballos, la gente se arremolino en las calles cuando vieron salir la caravana de hombres, pero nada fue tan llamativo como ver a los nietos e hijos del rey en dicha multitud de soldados, personas decían que iban de cacería y no estaban muy alejados de la realidad. 

—Por aquí— dijo Laena. 

Los caballeros le siguieron hacia el bosque real, mientras que Daemon y Jace se encargaban de inspeccionar cada rincón de las calles, Baela y Aemond se habían ido con otro grupo de hombres a los caminos principales por donde podrían haber ido, si se los habían llevado en algún carruaje no los dejarían escapar. 

—Creí que dijimos que sin dragones— Aegon alzó su mirada. 

Caraxes y moonlight sobrevolaban el cielo, los rugidos de dragón se hacían presentes. 

—Mierda, debe estar sintiendo mi preocupación, mi reina blanca. 

—¿Mis príncipes, seguiremos a caballo? — les preguntó uno de los caballeros. 

—No— respondió Aegon. —De aquí iremos a pie, trataremos de hacer el menor ruido posible, no queremos poner en alerta a nadie. 

Los dragones rugieron con vehemencia, Laena y Aegon compartieron una mirada, bueno la discreción nunca había sido cosa de Targaryen, era imposible hacer guardar silencio a un dragón. 

—Quiero su cabeza— la voz de la princesa tenía pura frialdad—, quien sea responsable de esto, quiero la cabeza en mis pies. 

—Como ordené usted princesa, así será. — respondió el hombre. 

Los dos bajaron de sus caballos, Aegon sacó su espada y se colocó frente a ella, caminando cuidadosamente, no pudo evitar sentir ese palpitar fuerte en su pecho qué se encendía como infierno en su interior. Estaba convencida de que Aegon realmente había crecido y madurado, cada día se lo demostraba un poco más. 

—Cuidado aquí— advirtió girando sobre sí mismo y tomándola de la cintura.

—Puedo caminar sola, ¿sabes?

—Lo sé, caminar lo hiciste incluso antes de decir tu primera palabra. 

Los guardias no decían nada ante eso, Laena sintió sus mejillas enrojecer, con Aegon era muy fácil olvidar a veces que no estaban solos, era como si sus ojos violetas la transportaran a otro mundo en donde solo estaban ellos, esa era su magia en ella. 

—¿Eso qué fue? — preguntó frunciendo el ceño. 

Un crujido de rama llamó su atención, nadie se movió. Todos guardaron silencio, escuchaban el cantar de las aves y el agua del lago, incluso algunos insectos. 

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—Esto es una estupidez— suspiro Aemond. 

—Deja de quejarte o vete, nadie te pidió que vinieras. — dijo ella jugando con la daga en su mano. 

—Tu padre lo hizo— sonrió. 

—Mi padre no siempre toma buenas decisiones, seguramente mañana se arrepentirá de creer que tu media neurona servía de algo aquí. 

El príncipe hizo una mueca con sus labios, ella solo fue capaz de poner sus ojos en blanco y acelerar la velocidad de su montura. 

—Me preguntó… — escuchó la voz a sus espaldas. —si, así de bien montaras a tu dragón.  

—Oh, no solo a mi dragón— dijo ella. 

Los dos se miraron a los ojos por un pequeñísimo instante, Baela adoraba las provocaciones, pero en ese momento estaba asustada. Siempre había soñado con tener un hermano varón, después de lo sucedido con su madre y hermano, creyó que jamás podría ser una realidad aquello, hasta que su padre se casó y tomó a los hijos de su prima Rhaenyra como suyos, de nuevo tenía una madre y los dioses le habían bendecido con tres hermanos y una hermana más, era tan feliz que no se imaginaba una vida en la que ellos simplemente no existieran. 

—Tal vez debamos volver— volvió a decir Aemond. 

—Di eso una vez más y te juro que te arrancaré la cabeza con los dientes. 

El príncipe le sonrió. 

—Me refería a ir allá de nuevo— dijo señalando el pequeño camino tierroso. —ustedes, quédense aquí un momento. —ordenó a los hombres. 

—Princesa— Ser Rickar se acercó. 

—Está bien Ser Rickar— ella sonrió. 

Baela fue tras Aemond, qué la veía atentamente. 

—¿Qué me miras, imbécil? — preguntó pasando a su lado. 

El príncipe se dio cuenta de la manera en que Ser Rickar miraba a su prima, la única que parecía no notarlo era ella, hubo cierta incomodidad en su interior. 

—Tan insoportable— susurró yendo tras ella. 

—¿Quién crees que hizo esto? — preguntó dudosa. 

—Mmm… — El príncipe se encogió de hombros. —Gente que odia a tu padre o gente que detesta al rey, aunque puedo estar seguro que son los mismos en ese caso. 

—Eres un idiota, no se porque pierdo mi tiempo contigo— Baela lo adelanto en su caballo y asomó su cabeza entre los arboles. 

—No te dije una mentira y lo sabes— refutó él. 

—Podrías intentar ser amable, mis hermanos estan en peligro. 

Le sorprendió un poco al príncipe ese tono de voz, Baela siempre estaba a la defensiva, lista para actuar y en ese momento no era más que un manojo de nervios y pena, aunque trataba de parecer ruda y letal como era, no podía borrar el miedo en su voz, ni en sus ojos violeta intenso. 

—¿Y qué significan tus hermanos para mí? ¿o incluso tú? — preguntó con sorna.  

Baela lo miró fijamente, detallando su mandíbula apretada, como sus manos siempre estaban cerradas en forma de autocontrol, su mirar analitico y perfeccionista, la manera arrogante en la que solía moverse, como si la sangre de dragón siempre estuviera ardiendo en sus venas sin detenerse. 

—Te haría bien recordar de vez en cuando que somos familia— respondió ella. 

—¿Ahora somos familia? — rió. 

—Te salvé la puta vida— dijo molesta. —, pude dejarte morir ¿sabes? 

—Nadie te lo pidió y en todo caso fue Laena la que lo hizo.  

—Vete a la mierda entonces príncipe idiota, ¿qué haces aquí? ¿esperar que Laena te vea como un puto salvador y decida cancelar su boda con Aegon solo por qué accediste estar aquí sin hacer nada? — fue su turno de formar una sonrisa. —Lamentó romper tu corazón, pero eso no va a suceder y tú jamás podrías merecer a mi hermana. 

Detectó el dolor en su voz, no era más que un mecanismo de defensa para escapar del suyo propio, le jodia pensar en que Baela estaba sufriendo en silencio, no eran tan diferente en eso. 

—Cállate perra Velaryon, tu no sabes nada —dijo molesto. 

—No te gusta que te digan la verdad, odias eso, llámame perra una vez más y no solo tendrás un ojo, te vas a quedar sin lengua también— Baela bajó de su caballo, él hizo lo mismo. 

—Tú no sabes nada— repitió tomándola con brusquedad del brazo. —, deja de hablar como si me conocieras. 

—No me toques— su voz tembló por un momento. —No te interesan mis hermanos, no quieres estar aquí ¿Entonces por qué no te vas? No te entiendo y créeme no quiero hacerlo, pero actúas como un idiota y creí que de tus hermanos eras el mas inteligente ¿es lo que lees en tus libros? vete— Baela se movió con fuerza, él no la soltó. 

Aemond suspiró con fastidio, bien, era verdad. Sus sobrinos a excepción de Laena no le importaban en lo más mínimo, pero no dejaban de ser dos niños pequeños y su consciencia no era tan deshumanizada para ignorar ese hecho, además que no soportaba la manera en que ella lo estaba mirando en ese momento. 

—No me iré, no lo haré hasta que esos mocosos aparezcan y tu dejes de llorar internamente como si estuvieran muertos. —ella lo miró entre confundida y sorprendida, él aflojó su agarre —- ¿Cuánto tiempo Baela, vas a guardar todo hasta que finalmente explotes? No puedes vivir estallando tu furia contra los demás, solo porque no sabes afrontar tus problemas. —la princesa lo miraba con la furia enmarcada, ¿qué derecho tenía él para decir eso? 

—Somos caóticos, tal vez en eso nos parecemos. 

Él se hizo hacia atrás de inmediato… soltando su agarre, como si tocar su piel le lastimará. ¿Por qué ambos podían mirar el interior del otro de esa manera? tal vez sí, tal vez sí se parecían. 

Caos, era verdad, no había otra forma de describirla a ella… 
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—¿A dónde irás?— preguntó Rhaena. 

—Tu padre me pidió hacer esto, debes confiar en mí. 

Ella negó con la cabeza. 

—Lo que sea que tengas que hacer lo haremos juntos.

Luke acarició su mejilla. —, tú padre me pidió mantenerte a salvo. 

—¿Y exactamente cómo planeas hacer eso si me dejas sola aquí? — preguntó. 

—Rhaena— suspiro el príncipe.

La platinada le observaba fijamente, no cedería ante una negativa. 

—Siempre has confiado en mí de una manera que otras personas no lo hacen, sé que creen que soy débil y que deben cuidar de mí como si fuese una niña pequeña que podría romperse en cualquier segundo, pero tú nunca me has tratado así, no lo hagas ahora Lucerys. 

Luke tragó saliva, era verdad. Todos, sin excepción solían sobreprotegerla, no era intencional por supuesto, a veces ni siquiera se daban cuenta de que lo hacían; sin embargo él no conocía una mujer tan fuerte como ella, habían cosas que desconocían todos, pequeños detalles que al parecer sólo él veía; Rhaena era todo, menos débil. Había escuchado llorar a Baela más veces por su madre que a su prometida; lo qué era una realidad es que Rhaena era más delicada que sus hermanas, le gustaban los vestidos, caminaba con más tranquilidad y soltura; a diferencia de los demás prefería caminar a cabalgar, prefería el mar más que el campo, solía leer al despertar y no antes de dormir, su esencia era dulce pero no débil, débil nunca. Simplemente era maravillosa ante sus ojos.

—No creó que seas débil, más bien soy yo, soy yo quién tiene miedo de no ser lo suficientemente fuerte para defenderte si algo sucediese.

—Eres más fuerte de lo que piensas—ella sonrió ante el mal cumplido qué se le ocurrió—, y si algo sucede, lo arreglaremos juntos, hasta entonces voy a tomar tu mano y no te soltaré. 

Luke sonrió también y le dio un pequeño beso en los labios. 

—Ven conmigo entonces— dijo tirando de su mano, esperando no arrepentirse después, ambos ingresaron por uno de los pasadizos. 

Con cuidado se guiaron hasta la parte más fría del lugar, las voces comenzaron a hacerse presentes, ambos chicos cuidaron sus pasos. 

—¿Tienes algo que ver en esto? Responde— Otto miraba a Larys Strong. 

—Por supuesto que no, ¿Cómo podría? ¿Qué ganaría yo? — preguntó el hombre. 

Luke se acercó con cuidado a la rendija, ambos hombres estaban demasiado cerca el uno del otro, había un tipo en el piso golpeado y sangrando.

—Al parecer su majestad tiene más enemigos de los que pensamos o tal vez el príncipe Daemon haya dejado una deuda pendiente, ¿no?— dijo Larys con tranquilidad. 

Rhaena tocó su hombro. 

—¿Insinúas que fui yo?— preguntó Otto, Larys sonrió. Por supuesto que él sabía que no. —Todos pagamos un precio por servir a la corona y tocar el poder, recuerda quién fue quién te puso donde estás. 

—No necesita gritar Lord mano, le recuerdo que mucho de lo que usted tiene también es gracias a mi, soy yo quien posee información, y estoy convencido qué no soy el único interesado en saber quién orquestó tal cosa, le gustaría su amistad también ¿no es así? 

Luke observó como el abuelo de sus tíos no respondía, su mirada estaba clavada en el piso. 

—Creo… que— murmuró Rhaena. — él sabe algo. 

—¿Larys?— preguntó en voz baja también. 

—Por supuesto, pero no le conviene que nadie lo sepa, ni siquiera ese hombre. — respondió ella. —Luke mira… 

Larys se alejaba de ahí, ambos príncipes compartieron una mirada. 

—Vamos— dijo Rhaena. 

—Pero tu padre dijo… 

—Al diablo con lo que dijo mi padre— ella lo miró a los ojos —, es Larys Strong quién nos interesa. 

Ambos príncipes comenzaron a caminar con rapidez por los pasadizos de Maegor, encontrar a Larys ahora sería un reto. 

—¿A dónde crees que podría ir?— preguntó ella. 

Luke se lo pensó por un momento. 

—Ven, creo que se a donde podría— él la guió por los pasadizos apoyándose únicamente por una escasa luz. 

Cada vez más se alejaban de donde habían iniciado, Rhaena nunca había estado ahí, no solía recorrer los pasadizos, los expertos en ello eran Jace, Laena y Baela, tampoco se había imaginado qué Luke también lo fuera. 

—Por aquí, cuidado con los escalones— le dijo Luke. 

Ambos descendieron por una pequeña escalera en forma de caracol, sin soltar sus manos. 

El príncipe Velaryon empujó una rendija con las manos pero no cedió, le faltaba ejercer un poco más de fuerza. 

—Bueno, espero que mi padre me haya heredado algo más que su cabello— volvió a intentar y sus manos presionaron con fuerza. 

La rendija se abrió y Rhaena sonrió complacida, a pesar de que Luke era joven los músculos en su cuerpo comenzaban a hacerse presentes, claro que los duros entrenamientos con su padre tenían mucho que ver en eso. 

—Ahí está. 

Larys Strong, se escabulló con una capa hacia las calles de seda.

—¿Lo seguiremos? — preguntó Rhaena. 

—No traemos capas…  

Rhaena pensó en qué hacer. 

—Quítate tu saco— le ordenó, mientras ella desataba el cordón de su vestido. 

—Rha.. Rhaena, ¿qué… qué haces?— preguntó viendo como la princesa quedaba en otro vestido más revelador. 

—Pon tu saco en tu cabeza, no queda otra opción. —la platinada usó su vestido y lo volvió una capa improvisada con ayuda de un cinturón. 

Sin duda tenía una gran creatividad, porque le había quedado perfecto. 

—No… no te dejaré salir así— dijo Luke tratando saliva, el escote de Rhaena era evidente. 

—Vamos, gira tu saco— ella lo jalo al ver que él no lo hacía, lo colocó sobre su cabeza y se encaminó hacia la salida. 

—Tú vestido será un problema. — dijo sin poder dejar de verla. 

—Puedes arreglarlo después— sonrió ella.

Luke suspiró, estaba seguro que Daemon lo mataría. 

Los dos salieron de la fortaleza y eso había sido todo un reto, pues el rey había ordenado reforzar la seguridad, sin embargo ellos eran príncipes y nadie podía negarse ante ellos. 

Nunca habían estado solos en las calles de seda y a decir verdad, Luke no las conocía como Baela, pero algo podía hacer, no debía ser tan complicado navegar por ahí. 

—Hay que apresurarnos antes de que lo perdamos de vista— Rhaena corrió, él corrió tras ella. 

Los dos observaron a Larys cerca de lo que parecía un burdel o como muchas personas le llamaban, una casa de placer. 

—Sospechoso— dijo Luke, mientras intentaba ver con quién hablaba. 

Parecía molesto, los dos se acercaron un poco para poder escuchar, intentando no ser vistos. 

—¡No me importa!— escucharon la voz de una mujer. — ¡Esa mujer me quitó todo lo que me pertenecía! 

—¡Eres una tonta! ¡Nada te ha pertenecido nunca! Escúchame— dijo tomándola por los hombros. —, no pasó nada, no puedes ser impulsiva ¿lo entiendes? No puedes. 

—No puedo, ¿no entiendes? el odio corre como lava por mis venas. 

Luke y Rhaena compartieron una mirada, aquella conversación no tenía sentido o si lo tenía no lo entendían. 

—Déjame entrar, alguien podría vernos o peor aun escucharnos— pidió Larys, la chica se hizo a un lado y lo único que pudieron ver fue el mechón de cabello oscuro, ya que los dos voltearon hacia la calle, Luke se movió rápido y cubrió a Rhaena con su cuerpo presionandola contra una pared, sin querer sus ojos bajaron hacia su pecho, Luke se sonrojo y ella solo sonrió nerviosa. 

—Creo que debemos volver— dijo Luke tragando saliva. 

—Si— ella suspiró sintiendo su respiración acelerada. —hay que hacerlo— Luke seguía sin moverse y la veía fijamente—, el volver quiero decir. 

—Si, si— dijo él torpemente. 

Ella se movió, él también lo hizo. Volvieron a entrelazar sus manos, con cuidado caminaron por las calles sucias, algunos ojos curiosos miraron a Rhaena. Luke aceleró el paso sin soltar su mano, dos hombres sonrieron lascivamente hacia la princesa. 

—Toma mi saco— dijo colocándolo sobre ella. 

—Pero… 

—No importa, nadie me reconoce como un Velaryon, mucho menos lo harán como un Targaryen. 

Rhaena se colocó el saco de Luke, con cuidado avanzaron por un callejón, él príncipe se arrepintió de inmediato.

—Muy linda, ¿esa es nueva?— le preguntó un hombre. —No la había visto, se ve muy bien. 

—Luke… — murmuró Rhaena intentando sacar la daga escondida entre su tocado de cabello. 

—Podrías compartir a la chica, eres un niño, no la necesitas. — dijo acercándose. 

—¿Compartir? No me gusta compartir— dijo Luke, el hombre se rió. —Vamos. 

Luke la guió por el otro lado, pero el hombre le cerró el paso, Rhaena empuñaba la daga con fuerza lista para usarla. 

—Los niños como tú creen que pueden hacerse de las putas como propiedad, no seas tonto, dejame usarla un momento, lo digo en serio— él hombre tocó el hombro de Luke. 

Luke sintió su sangre hervir cuando vio sus ojos puestos en Rhaena, ni siquiera lo dudo cuando su puño se estampó en la cara del hombre. 

—Yo también lo dije en serio, cerdo. 

Lo había enviado al piso y la sangre corrió de inmediato, Rhaena le miró con sorpresa, Luke la volvió a tomar de la mano con más fuerza y ambos se fueron casi corriendo de ahí. 

—Luke… — dijo sorprendida.

—Te dije que tu vestido iba a ser un problema— susurró molesto, pero no con ella, si no con aquel tipo. 

Los dos lograron volver a la fortaleza, sus corazones latieron con la misma fuerza a la par, como uno solo. Daemon, dioses, si Daemon se enteraba seguramente lo colgaría de la ventana o peor aún, lo mandaría con su abuela, lo más lejos que pudiera de Rhaena. 

—Lo noqueaste de un solo golpe Lucerys, creí, yo creí...

—Es un cerdo— escupió con molestia, sus manos temblaban de rabia. —, mataría a cualquiera que te faltara al respeto de esa manera, solo pensarlo— dijo molesto. —Debí arrancarle la puta cabeza. 

—Luke, gracias. —Rhaena le dio un beso en la mejilla, tratando de apaciguar su molestia. 

—No me des las gracias por eso, no debí exponerte, es mi culpa. — respondió él, ella negó—Ahora hay que acomodar tu vestido. 

Luke se hizo de su saco nuevamente y deshizo el nudo con el que se había atado el vestido como capa, ella lo miró a los ojos cuando sus manos acariciaron sus brazos, su respiración se aceleró de nuevo. 

—Puedo hacerlo… 

—Me dijiste que lo arreglara yo, eso estoy haciendo— la interrumpió. 

Ella se dejó hacer, intentando no ponerse nerviosa. 

Volvieron por los pasadizos y de no ser por la preocupación qué ambos sentían por sus hermanos, se habrían besado, sus cuerpos lo pedían, la necesidad crecía en ellos y no parecía ceder. 

—¿Quién crees que es ella? ¿De quién crees que hablaban? — preguntó Rhaena intentando tener sus mentes ocupadas. 

—No lo sé, pero creo que ella sabe algo o tiene algo que ver, debemos unir información con la que encuentren allá afuera. 

—¿Crees que estén bien?— preguntó ella preocupada. 

—Joffrey es inteligente, estoy seguro que sí. 

Ella asintió con la cabeza. 


🐉💚

—Espera— Aegon la detuvo del brazo. 

—No, no puedo esperar más. 

Laena avanzó hacia donde escuchaba el ruido, sus pies caminaban por voluntad propia, su prometido iba tras ella. 

—¡Suelta a mi hermano! — escucho la voz pequeña de Joffrey. 

Aegon le miró, los dos se echaron a correr con los guardias pisandoles los talones. 

—¡No! — grito Joffrey hincándose ante la mujer. —No por favor— pidió. 

—Solo estamos jugando— sonrió ella—¿verdad, Aegon? 

El principito pequeño no respondió, era un mar de llanto y sus brazos se estiraban hacia Joffrey. 

—Mami, mami— sollozo. 

La mujer jugueteaba con un cuchillo de cocina cerca de la orilla de un pequeño risco.

—No hagas eso— pidió Joffrey desesperado. —No te acerques a la orilla.

Escuchó la risa estruendosa de la mujer, mientras acariciaba el cabello platinado de Aegon. 

—Deja a mi hermano— poco a poco Joffrey se acercaba. 

—¿Sabes lo qué es un bastardo? siempre quise uno, así con el cabello plateado por supuesto, no como el tuyo—dijo la mujer con voz afligida. 

Joffrey lo sabía, a su corta edad era un niño muy inteligente y no era ajeno a la realidad de su vida, Laena solía hablarle de sus dos padres. 

—Mira haremos un juego—  la mujer sonrió—Si tu bebes lo que hay en este frasco, dejaré ir a tu hermano. 

Laena y Aegon observaron a la mujer a la orilla del risco, los dos pequeños niños ahí a su lado, a lo lejos podían observar las cicatrices en su rostro y la falta de cabello en algunas zonas de su cabeza, parecía fuera de sí. 

—No den un paso más— ordenó Aegon. 

—Príncipe. 

—Se lo ordenó Ser— advirtió él. 

Los hombres no contradijeron al príncipe qué esperaba a que la princesa les guiará, no se haría nada que ella no ordenara, sus ojos estaban puestos en Laena. 

—La vamos a rodear y cuiden qué no se de cuenta, si la vida de mis hermanos se ve en peligro por alguno de ustedes perderán su capa, ¿entendieron?— dijo ella mirándoles—dos vayan a buscar a Daemon y a Baela, digan que encontramos a los niños.  

Dos hombres se movieron de inmediato a ello, Laena suspiró. 

—¡No! — escucho el grito de la mujer. 

Aegon y Laena se acercaron más hacia donde estaban los pequeños y aquella mujer, los hombres de la guardia comenzaron a rodear la zona de la mejor manera que podían, escondiéndose entre los árboles, cuidando de no pisar ni una sola hoja caída. 

Joffrey le había lanzado un puñado de tierra y había jalado al pequeño Aegon de la mano, sin embargo la mujer reaccionó también tomándolo por el cuello de la camisa tomándolo ahora a él. 

—¡Suéltame! ¡Suéltame! — el príncipe pataleo pero el cuchillo lo hizo detenerse. 

Aegon comenzó a llorar con más fuerza, sus mejillas blancas estaban rojas de tanto llorar, estaba en el suelo mirando todo con confusión y muy asustado.

—Eres un niño malcriado—la mujer presionó su cuello. —Toma eso— dijo obligándolo a recoger el frasco del suelo. 

Laena sentía como su respiración se aceleraba, la sangre caliente fluía por su cuerpo y ya no dejaría correr más tiempo, cada segundo sentía que era un riesgo para la vida de sus hermanos, Joffrey, el niño de sus ojos. 

—No— Aegon la tomó del brazo. 

—Debes confiar en mí— dijo ella mirándole a los ojos. 

Él la soltó con pesar y la dejó ir, sabía que jamás podría retenerla, pero ella era su corazón... 

—¡Suelta a mi hermano! — grito Laena. 

Aegon se acercó con cuidado, estaba muy cerca de ella. 

La mujer soltó una risa burlona, definitivamente parecía estar fuera de sí, llevaba ropa andrajosa como algunas personas de la calle de seda y sus dientes estaban podridos, tan podridos como su alma. 

—Princesa, dijeron que era hermosa, pero no creí que tanto. — sonrió. —Siempre dicen, la alegría del reino y solo es destrucción. —siseo.

—¿Quién? ¿Quién te lo dijo?— preguntó Laena. 

—No lo sabes, no lo puedes saber ¿cómo podrías?— negó la mujer— la dama de la noche no quiere que lo sepas. 

—Laena… — Joffrey sintió un pequeño alivio recorrerle y sus ojos se llenaron de lágrimas al ver a su hermana mayor, su protectora. 

Todo estará bien— murmuró en la lengua qué sólo ellos podían entender. —, lo prometo ojitos, lo prometo. 

—Qué curioso— sonrió nuevamente la loca. —, crees que tu idioma secreto puede ayudar en algo princesa, no, no— negó con la cabeza. —, la dama de la noche lo sabe, ella lo sabe todo y no le tiene miedo a los dragones.

Aegon se movió con cuidado, mientras los ojos de aquella mujer no se apartaban de los Laena, era como si la incitara a acercarse. 

—Dime que mujer, ¿que dama de la noche?  

—Sabía que vendrías, ella lo sabía, ella lo sabe todo, tómalo— dijo presionando el cuchillo en el cuello del príncipe. Laena miró el pequeño frasco, había un líquido extraño en el. 

—Laena… — volvió a decir Joffrey asustado. 

Los sollozos de Aegon pequeño se detuvieron solo un poco cuando su tío Aegon finalmente lo tomó en sus brazos. 

—¡No! — gritó la mujer molesta cuando se dio cuenta. — A la dama de la noche no le va a gustar, no le gustará. ¡Te va a castigar! — dijo mirando a Aegon. —¡Lo hará con lo que más quieras! 

Los guardias ya se encontraban en posiciones listos para atacar, Laena sentía como si corazón latía con fuerza, amaba a todos sus hermanos por igual, pero Joffrey… Joffrey era la alegría de sus ojos, él la había salvado y esa era una realidad. 

—¿Quién? ¿Quién es tu dama de la noche? — preguntó acercándose. 

—¡No te acerques! solo quieres matar a todos, solo quieres eso, eso es lo que eres, tu eres muerte, eres portadora de la muerte — ella dio un paso hacia atrás con Joffrey, Laena se detuvo de inmediato porque estaban muy cerca de la orilla.

—¿Por qué haces esto?— preguntó con curiosidad, quería entender las palabras de aquella mujer que parecía muy segura de las cosas que decía, Laena no pudo evitar sentir que tenía razón, ella era portadora de muerte, porqué todo lo que tocaba, moría. —Yo te puedo ayudar a estar bien, déjame ayudarte— dijo con voz tranquila. —Nadie te va a lastimar, lo prometo, pero suéltalo. 

—Años— dijo negando— años encerrada en un calabozo y finalmente hay luz. Tu me quieres quitar mi luz. 

—No, yo te dejaré ir si me das a mi hermano— dijo Laena en tono conciliador. —, te doy mi palabra como princesa. 

—Ella dijo que dirías eso— rió—, te conoce bien, sabe que eres mentirosa, portadora de muerte. — la mujer la apuntaba con el cuchillo, Laena cada vez más se sentía impaciente al ver el rostro asustado de su hermano— eres una maldición, una plaga y vas a morir. 

—Si no lo sueltas tu castigo será peor que la muerte— amenazó Aegon mirándola, ella también lo miro. —Suelta al príncipe Joffrey.

—Elige mal— sus ojos negros se abrieron y su expresión dejaba ver su locura. —, te matará en vida y desearás la muerte. 

—Cierra la puta boca de una buena vez y suelta al príncipe— Aegon ya estaba harto de escuchar aquella tontería, no era más que una desgraciada enferma. 

Laena maldijo en voz baja por no tener su arco, tantas veces había dicho que el arco era una ventaja y no lo llevaba con ella, se odio mucho por eso. Portadora de muerte, una maldición, era como si viera a través de su interior, sintió dolor en su pecho, dolor en su vientre, dolor en cada parte de su alma. 

—Si toma el frasco se puede ir— dijo la mujer volviendo sus ojos a la princesa—, solo así. 

—¿Y si lo tomo yo?— preguntó Laena. 

—Laena— Aegon la miró con el pequeño en brazos, el niño tenía su carita escondida en su cuello. 

—No— dijo la mujer. —No es un trato justo, no es, tiene que ser el bastardo, ella dijo. 

Laena sintió como su piel ardía, los ojos de Joffrey la miraban con terror, los guardias no se acercaban para no arriesgar la vida del príncipe y todo se sentía tenso, que incluso el azul del cielo parecía una chiste en aquel momento. 

Joffrey, golpea su pie y corre hacía mí. — dijo en valyrio.

—No hagas eso, no— dijo la mujer con el rostro desfigurado. —No, no. 

La mujer acercó a Joffrey a la orilla, el pequeño dejó escapar finalmente lágrimas cuando su talón resbaló, Laena dio un paso hacia enfrente llevando una mano a su corazón. 

—No, no… Está bien, no lo haré de nuevo. — dijo asustada. 

—Toma el frasco— gritó al menor. 

—Quiero ir con mamá— susurró su hermano. 

—Iremos con mamá Joffrey, si bebes el frasco ¿verdad?— preguntó a la mujer que lo sostenía por el cuello. 

—Si, si, irá, solo así— respondió. 

La mujer estaba fuera de sí, no era más que una pobre que había perdido la razón por haber pasado tanto tiempo encerrada, su cuerpo temblaba y actuaba a puro impulso. Laena desconocía el delito por el que había sido detenida durante tanto tiempo, pero no iba a sentir lástima por ella y tampoco iba a tener piedad. 

—Hazlo Joffrey— dijo Laena. 

Su hermano alzó el frasco y sus manos temblorosas giraron un poco la tapa, Laena conectó sus ojos castaños a los azules de su pequeño hermano. Joffrey captó el mensaje, golpeó con fuerza la pierna de la mujer y se soltó del agarre, corrió a los brazos de su hermana mayor, pero la mujer corrió también, todo sucedió rápidamente. 

—¡Laena! — grito Aegon, colocando su mano en la cabeza del pequeño niño que sostenía. Los guardias se movieron también, pero se detuvieron de inmediato cuando el forcejeo inició. —¡No se muevan!  — gritó a los hombres. 

—¡No Laena! — Joffrey se movió hacia su hermana, pero fue detenido por los hombros por un guardia. —¡Aegon! — grito el niño desesperado. 

Su tío se acercó de inmediato y aunque no eran tan cercanos, se abrazó a él, por alguna razón Joffrey lo encontró más seguro que estar con un guardia. 

Él príncipe Targaryen sintió su cuerpo temblar mientras dos niños se aferraban a él y Laena forcejeaba en el piso con una loca qué la atacaba con un cuchillo. 

—Detente o morirás— Laena la golpeó en la cara. 

—No moriré porqué la dama misericordiosa de la noche ya me ha salvado— dijo esta. 

Aegon sabía que su mujer había sido entrenada por Daemon Targaryen, dioses, ella había humillado a Loreon Lannister, no dudaba de su  capacidad como guerrera, pero no dejaba de sentir miedo al pensarla herida. 

Ningún guardia intervino por temor a lastimar a la princesa, Laena recibió un golpe en el estómago qué la hizo estremecerse, sintió un pequeño calambre y la necesidad de llevar sus manos ahí protectoramente, pero no podía porque la mujer estaba con un cuchillo cerca de su rostro. 

—¡Los Targaryen están malditos! ¡Mi señora lo sabe! ¡Tu familia está en peligro! ¡Hasta tú estás en peligro! — la mujer estaba en el piso, intentando quitarse a Laena de encima. 

Aegon colocó su otra mano sobre la cabeza de Joffrey evitando qué viera lo que su hermana iba a hacer a continuación.

—Mujer, yo soy el peligro. — dijo la princesa con la furia convertida en cubo de hielo. 

Laena enterró el cuchillo en su cara sin dudar, la sangre de la mujer le salpicó el rostro. 

—Díselo a tu señora de la noche desde el infierno, sea quién sea, estoy preparada para ella. — Sacó el cuchillo y lo clavó en su cuello, los guardias reales se miraron entre sí. 

Caballos comenzaron a escucharse, era claro quienes eran los que habían llegado. 

—¡Laena! — gritó Jace, bajando de su caballo de inmediato. —¡Joffrey! 

El principito Velaryon-Targaryen alzó su mirada. 

—¡Jace! ¡Jace! — Joffrey corrió hacia sus brazos, su hermano mayor lo alzó y lo abrazó, revisando qué estuviera bien. 

Daemon también se acercó de inmediato, dejó un beso en la cabeza de Joffrey y se acercó a Aegon, para tomar a su hijo más pequeño en sus brazos que en cuanto lo vio se abrazó a él. 

—Papi— Sollozo el principito Targaryen, el príncipe canalla suspiro aliviado.

Laena les sonrió, tenía sangre en el rostro, en las manos y vestido, pero su familia estaba bien. 

—¿Estás bien?— Aegon la abrazo, ella lo apretó con fuerza. 

—Lo estoy— dijo. 

Pero no era verdad, sentía un pequeño punzón en la parte baja de su estómago, sin embargo lo atribuyó a los nervios o al golpe que recibió, no importaba, ya pasaría. 

—Laena— Aegon tomó su rostro entre sus manos y la besó, ella correspondió abrazándose a él con fuerza. 

—Estoy bien, te lo prometo— susurró entrelazando sus manos con las de él.

Jace miró a su hermana y tío fijamente, eso definitivamente no era un compromiso por obligación, podía ver el amor en los ojos de Aegon y el brillo en los de su hermana… 

—¿Qué sucedió?— preguntó Daemon. 

Laena se agachó a recoger el frasco qué la mujer le había dado a su hermanito y lo olió, las náuseas le invadieron. 

—Mierda— susurró. —, quería que Joffrey bebiera esto. 

—¿Qué es? — preguntó Jace. 

—Es verbena, causa el mismo efecto que el veneno pero no es mortal… 

Laena pensó de inmediato en Larys Strong, pero aquella mujer hablaba de una dama de la noche, ¿qué sentido tenía aquello? Jace la miraba con atención, sabía lo que pasaba por su mente. 

—Ven aquí— la llamó Daemon. 

Ella se acercó, Aegon miró con confusión a su tío.

El príncipe canalla la tomó de la barbilla y después besó su frente,  la estrechó en sus brazos, pero no dijo ni una sola palabra, Laena tampoco lo hizo cuando se abrazo a él.

—Erys,quiero ir con mi mamá— dijo Joffrey que seguía en los brazos de Jace. 

—Lo haremos ojitos— sonrió Laena, acercándose y besando la punta de su nariz. 

Todos se pusieron en marcha hacia la fortaleza con los dos príncipes a salvo y el cuerpo de la mujer loca. 

Laena subió a su caballo, nuevamente sintió un pequeño calambre en el estómago y montar la hacía sentir incómoda, podía sentir la mirada de Aegon sobre ella, como si supiera que algo no estaba bien con ella. 

—Laena, ¿qué sucede?— le preguntó Aegon cuando su caballo se acercó lo suficiente al de ella.

—Nada, es solo que sigo conmocionada, es todo— dijo intentando sonreir.

Portadora de la muerte, así la había llamado… y así es como se había sentido todos esos años. 


Drama, drama, drama.

Qué comiencen los juegos del hambre... ¡A caray así no era aquí! 🙈💚

Perdón por lo que va a suceder de aquí en adelante, jeje. Disfruten su lectura.

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