Capítulo 14


-No seas suave conmigo Jace, está bien puedo soportarlo. - dijo con voz agitada cuando sintió que el príncipe aligeraba el agarre.

-Helaena- Jacaerys habló con su voz ronca, acariciando su mejilla-No quiero lastimarte.

-No lo harás- respondió ella sonriendo, colocando suavemente su mano sobre la de él-Estoy segura.

-Bien, lo haré de nuevo- le dijo Jace. -Presionaré más esta vez.

Laena puso los ojos en blanco y le dio un empujón a su hermano, Luke y Baela rieron por lo bajo, Rhaena le sonrió en apoyo.

-Jace, quítate- Laena le miró frustrada y se colocó frente a su tía con su espada en la mano. -Helaena no es de cristal.

-Erys no- advirtió su hermano-, tu eres demasiado agresiva con la espada.

-Por eso es mejor que ella lo haga, o tú no le ayudaras nada. -dijo Luke a su hermano mayor, Jace lo miró de mala gana aunque sabía que tenía razón.

-Quiero hacerlo, Jace. - repuso la princesa con su voz suave. -Estaré bien, además necesito aprender a usar una espada.

-Esta bien, Hel. -el príncipe acarició la mejilla de Helaena.

La princesa había decidido entrenar con sus sobrinos desde hacía ya unos días, no era tan delicada como parecía, sin embargo Jace era demasiado gentil con ella durante los entrenamientos, por supuesto Daemon no lo era.

Laena miró a su tía con atención, ambas alzaron la espada, mientras Jace se fue sin estar totalmente convencido a donde estaban sus hermanos, mirando con atención a su princesa y a su hermana.

-Ahora- dijo Luke, indicándoles que comenzarán.

Laena se movió rápido, golpeaba con fuerza la espada de su rival, haciendo que retrocediera unos pasos hacia atrás. Su puño se aferró al mango de la espada de su padre, Helaena la golpeó con fuerza haciéndola tambalearse.

-Tus piernas Hel- le gritó Jace. -Separalas un poco más.

La princesa obedeció, su posición se veía más firme. Logró hacer que Laena tuviera que agacharse para evitar el roce de la espada, la castaña le regaló una mirada de sorpresa a su tía, la cual sonrió.

-¡Laena! - gritó Baela.

Lo sintió fuerte, Helaena la había hecho caer. Rodó por el suelo y cuando quedó con la espalda en la tierra colocó su espada sobre sí misma en su pecho, donde la espada de su tía se impactó, haciendo los metales razonar.

-Dioses- murmuró Laena mirándola con sorpresa- dijiste que no sabías usar una espada.

-Dije que no me gustaba entrenar, no que no sabía. - respondió Helaena encogiéndose de hombros. -Aemond me ayudó un poco.

Laena suspiro, claro que sí, debió imaginarselo. Realmente Helaena no era una excelente espadachín pero no había duda de que sabía lo que hacía, lo llevaba en su sangre, y su sangre la reclamaba, la sentía ardiendo bajo la piel.

-Bien, enseñame todo lo que tienes Helaena- la retó. -Haz al dragón rugir, princesa Targaryen.

Laena se levantó ágilmente, llevando al límite a Helaena. Golpeándola con su espada, una y otra vez, la princesa mayor brincó hacia atrás cuando la espada de su sobrina le rozó con la punta el cuello, movió su espada, volvieron a chocar y ella giró sobre sí misma haciendo que su codo golpeara ligeramente el estómago de Laena.

Ambas estaban decididas a desarmarse, Laena se movió rápido cuando Helaena golpeó su mano y su espada voló hacia arriba, su sobrina le sonrió y en un movimiento rápido giro su cuerpo hacia atrás, la espada quedó nuevamente en sus manos, la miró con sorpresa, ella jamás podría hacer algo así.

-¡Hel cuidado! ¡Laena! -ambas escucharon los gritos del príncipe Jacaerys y Baela.

Laena volvió al ataque, las espadas se quedaron en forma de equis. Cara a cara, ambas se miraban fijamente, la princesa Velaryon tenía el fuego ardiendo en sus ojos, Helaena presiono con fuerza hacia atrás pero su sobrina no se rindió, con fuerza la empujó haciéndola dar un traspié y entonces golpeó con su espada y en un giro rápido de muñeca la desarmo, mientras ella caía al piso.

Sus sobrinos aplaudieron con ímpetu, Laena le sonrió extendiendo su mano.

-Bien hecho tía, tal vez algún día seas tan buena como yo. -le dijo entre jadeos, tratando de regular su respiración al igual que ella.

Helanea también sonrió, tomó su mano y se puso de pie. Lo había sentido, vibrando bajo su piel, la sangre de dragón corriendo con fuerza por sus venas, se sintió viva de manera inexplicable.

Jace se acercó a ellas de inmediato, le regalaron una sonrisa para tranquilizarlo. El príncipe dio un suspiro de alivio.

-No creo poder ser mejor que tú- Helaena miró con atención el corte en el brazo de su sobrina. -Oh, lo siento tanto- se disculpó de inmediato.

Laena miró sobre su brazo, había un corte y sangre corriendo por su manga. Vio la preocupación sincera en el rostro de su tía.

-Está bien, Daemon dice que un entrenamiento sin sangre no es un entrenamiento. -dijo Jace mirando a su hermana, ella asintió con la cabeza sonriendo.

-Nunca había lastimado a nadie- dijo Helaena tratando de tocar su herida, pero la princesa Velaryon tomo su mano suavemente.

-Escúchame Hel,-Laena le devolvió la espada. -yo te ataque, tu te defendiste así es como debe ser. No te vuelvas a disculpar por defenderte, nunca. - ambas se miraron fijamente, Helaena asintió con la cabeza.

-Eres maravillosa- dijo Jace con emoción, mirando a Helaena con admiración.

-Entonces no la límites. -Una voz que conocía bien habló a sus espaldas, Laena lo miró con atención. -Bien hecho, bichito.

-Gracias, tío Daemon. -respondió Helaena con una sonrisa orgullosa.

Daemon había estado viendo su entrenamiento de cerca, pero no había interrumpido hasta ese momento. Jace le miró fijamente y asintió con la cabeza.

-Tal vez a tu abuelo le de un infarto si se entera que estas aquí, pediremos a los dioses por ello. -Dijo Daemon avanzando hacia la mesa de armas.

El resto del entrenamiento el príncipe canalla se había dedicado a ejercer presión en Jace, después del duelo que había tenido con Aemond en el torneo no lo había dejado descansar ni un segundo.

Ser Criston y algunos guardias los habían estado viendo con atención, la princesa compartió miradas con el lord comandante, ella no había olvidado que por su culpa Ser Harwin se había marchado, no había olvidado tampoco el odio que había crecido por él en su corazón.

-Eres el heredero, -le riño con voz firme Daemon -un verdadero rey está preparado para pelear sus propias batallas Jace, para derramar su propia sangre.

Su hermano se puso de pie, con la espada nuevamente en la mano, su padrastro lo volvió atacar con fiereza.

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-Tu abuela está preocupada, tal vez deberías volar a marcaderiva a visitarla. -le dijo su madre.

-¿Sigue sin noticias del abuelo? -su madre la miró con nostalgia. -Ese hombre debería quedarse en casa, no entiendo su terquedad en volver a los peldaños...

-Es un guerrero, no puedes detener al señor de las maras. -le respondió su madre.

Ambas subían los escalones despacio, su vientre ya era demasiado grande y le costaba trabajo caminar cada día un poco más, estaba a su límite. Laena iba a su lado, de igual forma con su mano sobre su brazo, ayudándola.

-Lo sé, ¿no deberíamos hacer algo? -La princesa heredera negó. -Tal vez ayudar...

-Laena- dijo su madre, ella soltó un suspiro.

De pronto su madre se dobló de dolor al pie del escalón, casi se caía sobre los escalones. La sostenía muy apenas, mientras ella tocaba su vientre, su respiración comenzaba ser más profunda y el corazón de ella se aceleró.

-¡Madre!

La princesa Rhaenyra se quejó, mientras hacía respiraciones.

-Dejame ayudarte.

Su madre se apoyó en ella para poder subir un escalón, en realidad era un gran esfuerzo el poder ayudarla a mantenerse de pie, otro dolor tan intenso se presentó golpeándola hasta que comenzaron continuamente, hasta que su fuente se rompió llenando la escalera del líquido resbaladizo.

-El bebé... el bebé viene- dijo entre respiraciones agitadas, sosteniendo su vientre.

-Vamos a tu habitación, solo unos escalones más.

Ambas subieron los seis escalones restantes, pero había sido todo un calvario. Las contracciones eran continuas, el cuerpo de su madre ya comenzaba a sudar. Laena trató de mantenerse relajada, pero el dolor en su madre era evidente. No podía siquiera imaginar lo que estaba sintiendo en esos momentos.

-¿Nyra? ¿qué sucede? - Aegon apareció frente a ellas con la expresión de preocupación en su rostro.

-¡Ayudame no te quedes parado Aegon! - le gritó Laena.

El príncipe reaccionó y se acercó rápidamente, tomando por la cintura a su hermana mayor y ayudando a Laena a guiarla a sus aposentos.

-Mierda ¿que es eso?-preguntó viendo al piso, Laena lo fulminó con la mirada.

-Aegon- Rhaenyra apretando los dientes.

-Lo siento- dijo el príncipe con nerviosismo en su voz.

Finalmente llegaron a los aposentos de la princesa heredera, la ayudaron a acostarse en la cama, mientras ella seguía quejándose y su cuerpo desprendía calor, parecía que estaba ardiendo.

-¡Mierda, mierda! -se quejó tratando de respirar. -Siete infiernos malditos.

-Princesa- llegó una de sus doncellas. -¡Princesa! -exclamó con preocupación, intentó acercarse pero Aegon la detuvo y la llevó hasta la puerta.

-¡Llama un maestre y que busquen a Daemon!- le ordenó el príncipe, la doncella comenzó a correr.

Rhaenyra negó con la cabeza.

-Ya viene- dijo retorciéndose de dolor- ¡Laena! -Su madre la tomó del brazo con brusquedad. -Tienes que recibir al bebé tu. -su madre la miró fijamente a los ojos, realmente confiaba en ella para hacer eso, así que asintió con la cabeza.

Su madre la soltó, ella se quitó el cinturón del vestido y se colocó frente a su madre, mientras intentaba vencer los nervios que le recorrieron toda la columna, su cuerpo se tenso al instante.

-Aegon, tienes que ayudarme. Dame sábanas limpias- el príncipe palideció.

-¿Yo?

-Aegon te voy a matar- le dijo su hermana mayor mirándolo.

El príncipe se movió con rapidez hurgando en la habitación, tomando la sábana dorada que se encontraba en uno de los armarios de su hermana, vio como Laena se colocaba entre las piernas, el giro el rostro. Definitivamente él no quería ver eso, sentía que el cuerpo le temblaba, no recordaba la última vez que se había sentido así de nervioso.

-Hazlo madre- Rhaenyra gruño con tanta fuerza que incluso el rugido de Syrax se escuchó en la fortaleza.

-No esta.... --su madre jadeaba. -No esta Daemon, ven aquí Aegon. -El príncipe la miró horrorizado.

-Hermana, no creo que...

-Hazlo- le ordenó Laena de manera amenazante.

Aegon se acercó a su hermana mayor con un poco de inseguridad, en cuanto llegó a ella apretó su mano con una fuerza impresionante, clavandole las uñas. Él la dejó hacerlo, mientras quitaba uno de sus mechones pegados por el sudor de la cara.

-¡Madre vamos! ¡Puja!- le animó Laena, que ya tenía las manos llenas de sangre.

-¡No me digas como hacerlo niña! -le gritó su madre. -¡Yo... yo lo he hecho muchas veces!

Aegon permanecía estático mirando a su hermana, que tenía la expresión de dolor marcada en su rostro. Estaba bañada en sudor, roja y se esforzaba demasiado, casi podía sentirse asustado de verla de esa manera, realmente parecía que estaba sufriendo demasiado.

El aroma metálico de la sangre comenzó a ser más presente en la habitación, donde solo estaban ellos tres, maldijo en voz baja ¿por qué tenía que haber estado ahí en ese momento?

-Deja de verme así- le ordenó su hermana, cuando se dio cuenta que no dejaba de verla seguramente como a un bicho raro.

Volvió a dar otro grito con fuerza, mientras pujaba. Su cuerpo temblaba ¿qué debería decir? se sintió inutil ahí, en ese momento.

-Lo estas haciendo muy bien hermana- dijo Aegon intentando sonreír.

-¡Cállate! -le gritaron las dos princesas al mismo tiempo.

El príncipe abrió la boca para hablar, pero la cerró de inmediato. Siguió haciendo lo mismo, solo sostener la mano de su hermana que parecía querer romperle la mano en ese momento.

-Maldito Daemon- gruñó la princesa Rhaenyra por lo bajo apretando con fuerza.

-¡Veo su cabeza!

Laena miró como el bebé iba saliendo poco a poco, siendo expulsado del cuerpo de su madre, las manos dejaban de temblarle y la emoción iba creciendo, era la primera vez que recibía un bebé.

El maestre llegó de inmediato, con dos de las doncellas de su madre, pero no se movieron, todo iba bien y solo harían que la princesa se pusiera de mal humor. Comenzaron a llenar la bañera de agua, a correr por toallas calientes y a prepararse para recibir a la criatura.

Cuando la princesa dio el último grito desgarrador desde el fondo de su garganta el llanto del nuevo bebé Targaryen inundó la habitación. Laena sonrió, sintió que sus pulmones se llenaban de aire nuevamente cuando el pequeño cuerpo cayó en sus manos, lo tomó con cuidado.

-¡Ay madre! -chilló Laena con emoción, comenzó a envolver al bebé de cabellos plateados en la sábana dorada. -Es un niño, es tan precioso.

El pequeño bebé rojizo se removió en sus brazos, sintió ganas de llorar en ese momento pero no lo hizo, deslizó su dedo índice por las mejillas regordetas del nuevo principito mientras caminaba con él hacia su madre.

-Dame, dámelo- le pidió extendiendo sus brazos, soltando finalmente la mano de su hermano, que suspiro con alivio. - Mi bebé, mi pequeño príncipe. - sollozó su madre con alegría acunando a su nuevo hermano, besando su frente.

Aegon miró con atención a su nuevo sobrino, una pequeña sonrisa se apareció en su rostro.

-Gracias- dijo Rhaenyra mirando a ambos, con las lágrimas sobre sus mejillas.

-Princesa- el maestre, se acercó a ellos. -Dejame hacerme cargo ahora.

-A buena hora- dijo Laena con ironía, el viejo hombre la miró en forma de disculpa, ella se apartó de su camino.

Aegon la miró cómplice, eso casi la hizo olvidar que llevaba días evitandolo y lo había estado haciendo muy bien hasta ese momento. Ambos salieron de la habitación de la princesa heredera, Laena miró su vestido azul, ahora estaba manchado con sangre y los fluidos corporales arrojados por su madre en los que su pequeño hermano venía envuelto.

-¡Erys! -Daemon venía corriendo hacia ella, la tomó por los brazos. -¿Está bien? -escuchó la preocupación en su voz.

-Entra, ya eres padre de un niño nuevamente. - le sonrió a su padrastro, Daemon suspiró aliviado y entró de inmediato a la habitación.

Laena miró como su madre recibió a Daemon entre lágrimas y sonrisas, con el pequeño recién nacido en sus brazos. Él la besó, para después tomar al niño y acunarlo de forma cuidadosa, sonrió orgulloso.

-Así que si tiene su lado sensible- murmuró Aegon. -¿Debería invitarle una copa de vino para festejar?

-Eso le gustaría, ¿ya estás bien tú? -le preguntó burlona. -Parecías muy asustado.

-Claro que estaba asustado, es horrible- el príncipe hizo una expresión de desagrado-¿Cómo pueden hacer eso?

-¿Cómo que cómo? ¿acaso tu madre no tuvo esa charla contigo?- respondió apartando la vista de su madre para mirar a Aegon con una sonrisita en los labios.

-Que graciosa- murmuró el príncipe. -Soy un excelente partidario de la práctica, pero no de la concepción.

Laena se rió.

-Por supuesto que sí- dijo ella mirándolo cómo si lo estuviera analizando- pero ¿no te vas a desmayar o sí? -el príncipe la miró seriamente, entrecerrando los ojos. -Ven, vamos por algo dulce, para que se te pase el susto.

Aegon se acercó a ella y la tomó del antebrazo, porque sus manos seguían cubiertas de sangre, el corazón le dio un brinco.

-Entonces ¿ya dejarás de esconderte de mí finalmente? -le preguntó mirándola a los ojos.

Laena tuvo que tomar aire porque su presencia de esa manera la hacía sentir un remolino en su vientre, reunió toda su fuerza para poder responder a su pregunta y no sentirse cohibida ante él.

-No me escondía de ti, ¿por qué lo haría? si querías verme, sabes donde estan mis aposentos Aegon.

-¿Es eso acaso una invitación para ir a tu habitación? -le preguntó su tío en voz baja.

Laena le devolvió la sonrisa.

-Puede ser.

Aegon negó con la cabeza divertido y se dejó arrastrar por ella hacia la cocina.

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Horas después volvió a la habitación de su madre y pudo cargar nuevamente al pequeño Viserys, su abuelo ya había pedido se organizara un festejo en honor a su nacimiento. Esta vez no era un torneo, ni nada enorme. No era más que un baile, para presentar al pequeño príncipe Targaryen, que había sido nombrado en honor a su abuelo.

Laena pudo observar que Jace se había ido con Helaena al jardín, pasaban mucho tiempo juntos mientras ella le ayudaba a practicar su valyrio, su hermano había mejorado mucho.

-Si ya terminaste de humillar a todos con el arco, tal vez te gustaría ir a dar una vuelta. -murmuró una voz a su espalda.

Ella volteo, no le fue fácil mirarlo a la cara.

-Aún me falta humillarte a ti, príncipe Aemond.

Las personas presentes miraron atentamente al príncipe esperando su respuesta.

-Podría intentarlo, pero me temo que tenemos asuntos por resolver primero en otro lugar, sobrina.

Laena alzó el arco y dejó salir la última flecha. Las personas que se encontraban presentes viéndola aplaudieron con ganas, la princesa demostraba una vez más que su puntería era impecable.

Finalmente caminó hacia la mesa de armas, guardando su armadura en una pequeña bolsa de color marrón, Aemond se acercó a ella por detrás.

-No uso el arco desde que te fuiste. -susurro a su espalda, ella se giró para mirarlo con un poco de sorpresa.

-¿Por qué? -le preguntó curiosa.

-Me gustaba porque estabas aquí, pero te fuiste y no lo creí más necesario.

Laena se sintió conmovida ante eso, no pensó que Aemond fuera a dejar de lado aquello. Era demasiado competitivo, demasiado comprometido consigo mismo para dejar las cosas de lado. Especialmente las cosas en las que no era particularmente bueno, cosas que sin duda alguna podrían contarse con los dedos de una mano y seguramente sobrarían.

-Sigo prefiriendo mi espada. -dijo el príncipe con despreocupación.

-Sé usar una espada también- le respondió ella de manera retadora. -Pero tú sabes eso muy bien. -él sonrió.

Le hizo una seña con la cabeza para que le siguiera, ella lo hizo aunque un poco dudosa. Camino a su lado, se encaminaron hasta uno de los carruajes que se encontraba en la entrada.

-¿Saldremos de aquí? -preguntó.

-Digamos que me darás algo que prometiste. - Había un toque de arrogancia en su voz.

-No sabía que te debía algo. - respondió ella alzando su ceja, miró al príncipe con curiosidad. -¿A dónde vamos? -preguntó.

-A cobrar una deuda ya te lo dije. -le respondió.

-¿Y si no quiero ir? -La princesa dio unos pasos hacia atrás.

-Sé que quieres. -el príncipe Targaryen curvo los labios. - ¿Te ayudo? -dijo extendiendo su mano hacia ella, para ayudarla a subir al carruaje. Laena puso sus ojos en blanco y subió por sí sola. -O no- lo escucho murmurar tras ella.

Cuando llegaron a su destino ambos dragones ya esperaban por ellos, la vieja dragona de Aemond llevaba una preciosa montura en colores café oscuro, y llevaba sobre la pechera un hermoso diseño de la casa Targaryen formado en oro, era demasiado grande e imponente.

Mientras su preciosa reina blanca rugía con fuerza ante su llegada, ella prácticamente se bajó corriendo del carruaje hasta que llegó a su dragón, colocó su cara entre el cuerpo de su enorme bestia de forma cariñosa.

-Iremos a volar, creo que habías mencionado una carrera hace tiempo. -le dijo él príncipe en complicidad.

Ella finalmente le sonrió, tomó la correa de su dragón para subir en él.

-Si es lo que quieres, suerte con eso Aemond.

La princesa subió a lomos de su dragón, el príncipe tuero hizo lo mismo. Ambas bestias se alzaron por los cielos de manera rápida y esplendorosa.

La gente en desembarco ya se arremolinaba para ver a los imponentes dragones volar por los cielos, era un espectáculo maravilloso que siempre era digno de ver, especialmente porque el príncipe tenía al dragón más grande y la princesa al más feroz de ver.

-Arriba moonlight- le dio la orden y obedeció, se alzó por encima de las nubes.

La imponencia de Vhagar les hizo sombra, Laena alzó su mirada y Aemond la miró desafiante.

-Dale una lección a ese vejestorio- Moonlight giró con su jinete sobre los cielos, de manera rápida. -¡Eso es mi reina blanca! -La princesa ahora se encontraba sobrevolando por encima de Aemond.

El príncipe le sonrió desde abajo, y le ordenó a su dragón alzarse quedando a la par de ella. Sus alas se abrieron totalmente y él soltó la correa mirándola.

-¿Ese es tu mejor truco? -le gritó.

-Dracarys, Vhagar- ordenó Aemond.

La llamarada era enorme, alzándose hasta ella, pero Moonlight era mucho más rápido así que esquivó con éxito el fuego del dragón y gruñó con fiereza.

Laena soltó las correas y poco a poco, fue recostándose sobre los lomos de su dragón.

-¡Laena! -le gritó Aemond. -¡¿Estás loca?! ¡No hagas eso!

La princesa le sonrió al príncipe, Aemond la miró con horror cuando se giró bruscamente encima del dragón desde las alturas, quedó tan sorprendido que por un momento pensó que jamás iba a reaccionar.

Vio al dragón de Laena descender hacia abajo con velocidad, desapareció ante sus ojos, él le ordenó lo mismo a su dragón, solo que Vhagar era más grande ese movimiento era más difícil de hacer para ella, pero finalmente sobrevoló por debajo de las nubes buscando a la jinete de dragón.

Dracarys Moonlight! - escuchó la orden, el fuego de hielo se alzó por los cielos, Aemond lo esquivó con agilidad.

La vio recostada sobre la montura de forma diferente y ella le mostró su mejor sonrisa de superioridad. El cabello se le alzaba hacia atrás con el aire, y su piel se veía rojiza con la luz del atardecer.

-¡Estas demente! ¡No vuelvas a hacer nada así!

Laena rió con ganas, lo miraba como si la divirtiera.

-Deberías practicar tus trucos con tu dragón, moonlight y yo nos divertimos mucho inventando nuevos. - le gritó, mientras dirigía a su dragón a su lado derecho con agilidad.

Ella definitivamente era una jinete de dragón y se veía preciosa montando de esa manera, era la primera vez que compartían un vuelo juntos, en realidad era la primera vez que compartía un vuelo con alguien desde que había reclamado a Vhagar como suya.

La princesa volvió a sentarse sobre la montura y tomó las correas con fuerza. Su dragón movió sus alas y fue bajando poco a poco, Laena sintió la brisa fresca del aire y cerró los ojos, le encantaba aquella sensación.

Se dejó llevar por su dragón, que seguía a Vhagar de cerca.

-Eres demasiado imprudente- la reprendió Aemond, aunque sabía que él también lo era a veces.

-Tu eres demasiado aburrido.

Laena miró hacia el frente cuando cruzaron el camino de los ríos y después el terreno solitario, el corazón y la emoción que sentía se esfumó de inmediato de ella. Su dragón rugió con fuerza y soltó fuego sin que su jinete se lo ordenara.

-Vamos moonlight. -le pidió a su dragón, cambiando la dirección.

Aemond notó el cambio en su expresión. Lo supo al instante, ahí debía ser el último lugar donde vio a Ser Harwin cuando partió, ambos regresaron en silencio a pozodragón en lomo de sus dragones.

Laena bajó con agilidad y después le dio un beso a su dragón.

-Espera Laenaerys- le pidió, deteniéndola del brazo, su dragón le gruñó poco le importó a él.

-Tranquila mi reina blanca, tranquila. - dijo acariciando a la bestia que se calmo ante su voz, para después mirarlo a él. - Quiero volver y no me preguntes cosas que no quiero responder.

-Laena, espera.

Aemond suspiro con un poco de frustración y la abrazo. Ella cedió poco a poco, colocando sus brazos alrededor, aspiró el aroma de su cabello... rosas, nunca se había dado cuenta de que ella solía oler de esa manera, poco a poco el abrazó se rompió.

-¿Estás bien? -le preguntó.

-Aprendí a estar bien. - Le respondió ella.

Pudo ver sus ojos rojizos, conteniendo las lágrimas. Laena no se iba a romper, no ante él.

Ambos caminaron hacia el carruaje nuevamente, ella subió y miró por la ventana como su dragón volvía la cueva, se le hizo un poco extraño que moonlight decidiera quedarse ahí.

-Laenaerys- Aemond la miró con atención, pero ella seguía mirando por la ventana- lo siento por todo, no me gusta estar sin hablar.

-No tengo nada que perdonarte. -Laena le dio un golpecito en el pie con una sonrisa en los labios-Eres muy buen jinete de dragón, no esperaba menos.

-Tu también lo eres, debo decir que estoy sorprendido.

-¿Lo dudaste? - preguntó con una falsa indignación.

-Jamás he dudado de nada cuando se trata de ti. -le dijo con sinceridad, ella le miró un poco nerviosa.

-Creo que esto es un empate entonces ¿verdad?, aunque admite que soy más rápida que tú.

El príncipe bufo, eso solo la hizo sonreír más orgullosa.

-De verdad- le dijo mirándola a los ojos-, desearía que pudiera ser todo igual entre nosotros.

-A mi también me gustaría, aunque ahora somos diferentes, crecimos y tu eres un hombre finalmente.

-Tu eres una mujer, tienes razón. Ya no eres una niña, no te veo de esa manera.

-¿Qué pretendes?- le preguntó curiosa.

-Qué no me dejes, no quiero perderte.

-No te he dejado nunca, Aemond. Siempre estuve y siempre estaré.

Aemond era fiel a su familia verde y la princesa tenía demonios en su interior, había pasado su vida preparándose para soportar el dolor, preparándose para la guerra, había pasado años luchando por aprender a defenderse, tomó la paciencia como una virtud y tenía deudas pendientes, sin embargo a pesar de todo eso, su corazón seguía siendo enorme, sabía que siempre lo iba a querer, eso no cambiaría nunca.

Ambos volvieron a la fortaleza, pero dividieron sus caminos.

Laena no quiso preguntar a dónde se dirigía, pero casi podía estar segura que lo sabía, no la molesto, Aemond merecía ser feliz. Era lo que siempre había querido para él.

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-¿Dónde estabas? -le preguntó Daemon.

-¿No puedo estar fuera de tu radar al menos cinco minutos?- le preguntó.

-Estuviste fuera dos horas, no cinco y la última vez que te perdiste de mi vista estabas en el norte. -Laena puso los ojos en blanco.

-Fui a volar con Aemond- la princesa se dejó caer en el sillón, mientras su madre amamantaba al pequeño bebé.

-Siempre has querido mucho a Aemond- su madre le sonrió-Me da gusto que estan hablando de nuevo.

-Bueno, me costó mucho ganarme ese aprecio...

-¿De verdad? -la miro Daemon con incredulidad -Si me dices que le mendigaste atención a ese cretino tendré que reírme.

-Daemon- le riñó su madre, él rió, lo que causó que Laena pusiera los ojos en blanco. -Eran unos niños -le excuso su madre.

-Por cierto- habló Laena antes de que Daemon dijera otra cosa- ¿Ya vino su majestad a asegurarse que Viserys es Targaryen? -el príncipe canalla volvió a reír.

-Laena- su madre la miró.

-¿Qué? - preguntó con inocencia.

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-Tengo miedo de mi corazón, tengo miedo de que se derriben las paredes. Es horrible estar aquí, ¿no tienes miedo? - preguntó, mirando a su alrededor.

-Tienes que abrir los ojos Laena, -Ser Harwin acunó su rostro- los lugares e incluso las posiciones en las que nos encontramos no siempre serán agradables pero habrá algo que lo haga hermoso, depende de ti encontrarlo.

-¿Cómo pozo dragón? -preguntó ella con voz infantil. -Es horrible pero también es hermoso, porque nuestros dragones están ahí.

-Si, algo como eso- respondió él sonriendo -Aunque puede ser más grande que eso o más interno.

Se encontraba sobre un lugar solitario, sentía frío. Las paredes parecían achicarse a ella, el espacio comenzaba a hacerse cada vez más pequeño y el oxígeno abandonaba su cuerpo.

-Tengo miedo de abrir los ojos porque no estarás.

-¿Quién dice que no estoy? -le preguntó limpiando las lágrimas que caían por sus mejillas.

-Esto es un sueño- murmuró.

-Vete antes de que comience. - ella negó.

El fuego comenzó, su corazón comenzó a golpear con fuerza. Intentó tomar la mano de su padre, pero se alejó de ella y comenzó a gritar. El fuego lo consumía, lo alcanzaba y se lo llevaba, dolía, dolía tanto que su cuerpo podía sentir la desesperación corriendo por cada parte de su ser, intentaba moverse pero no podía.

-¡Laena! -le gritó Harwin con desesperación envuelto en llamas-¡Laena!

-¡Basta! ¡Basta! - pidió llevándose las manos a sus oídos y cerrando los ojos con fuerza, dejándose caer en un rincón hasta que el fuego llegó a ella. -¡No! ¡No! - sollozó sintiendo el calor expandirse de las plantas de sus pies, hasta su abdomen.

Ella gritó con más fuerza.

Sintió como presionaban sus hombros, como la llamaban a la realidad, a esa realidad donde era una adulta y no una niña, llamándola a despertar.

-Laena. -la voz apenas era un susurro lejano.

Ella se movió bruscamente y sus ojos se abrieron de golpe, respiraba agitada y sudaba, su camisón blanco estaba pegado a su cuerpo húmedo. Se levantó de golpe, pero fue detenida por los hombros.

-Yo... -dijo tomando bocanadas de aire. -No puedo, no puedo respirar.

-Estas respirando- le dijo suavemente, acunando su rostro para hacer que lo mirara a los ojos, Laena lo hizo-Escúchame, si puedes hacerlo, hazlo conmigo.

Ella intentó hacerlo, su pecho subía y bajaba, poco a poco comenzó a hacerlo de forma sincronizada y controlada, sentía las lágrimas sobre sus mejillas y su cuerpo temblaba, sintió como acariciaban su espalda con delicadeza.

-Eso es- murmuró el príncipe acercándose un poco más, moviendo un mechón de cabello detrás de su oreja-¿Mejor? - ella asintió con la cabeza.

Aegon se sentó a la orilla de la cama y la abrazó. Ella se dejó abrazar por él, escondió la cara en su pecho, podía escuchar los latidos de su corazón que también estaba acelerado, sintió su mano acariciar su cabello despacio.

Laena respiro profundo, y alzó su mirada para verle a los ojos.

-¿Qué haces aquí? - preguntó, separándose un poco de él.

-Me hiciste una invitación ¿lo olvidaste?- bromeó, eso le sacó una pequeña sonrisa.

-No lo olvide, pero dime la verdad.

-Vengo de afuera- le respondió con sinceridad. -Escuche tus gritos cuando pase por el pasadizo, pensé que algo te había ocurrido.

-Pesadillas, estúpidas pesadillas- gruñó ella con molestia, mirando la puerta del pasadizo abierta.

-Así que por eso elegiste esta habitación- dijo Aegon con curiosidad. -Me agrada, pensé que era más un capricho.

-No vienes ebrio esta vez. - dijo con obviedad, Aegon soltó una risita.

-Que observadora eres, Laena. - respondió con ironía.

-Si puedes vivir sin alcohol después de todo, aunque supongo que eso te pone de mal humor-Aegon apretó los labios y negó con la cabeza.

-Yo nunca tengo mal humor, eso se lo dejo a mi hermano y a mi madre.

-¿Tú también tienes una amante? -le cuestiono, Aegon le miró con cierta sorpresa ante esa pregunta tan repentina.

-¿Yo también? -preguntó y luego negó con la cabeza - No me digas ¿Así que ya conociste a la de Aemond?

-Esa no es la respuesta que esperaba. - dijo ella con seriedad.

-No tengo una, a veces tengo varias. -respondió sonriendo cínicamente, Laena seguía mirándolo fijamente y él suspiro. -¿Te importa?

-No- respondió ella de inmediato, pero realmente no sabía si le importaba o no.

-Bien, entonces olvídalo. Debo irme, si me llegan a ver aquí sería malo para ti, trata de descansar -dijo poniéndose de pie.

La princesa lo detuvo, lo tomó de la mano, Aegon la miró fijamente.

El camisón se le pegaba al cuerpo, dejando a la vista ciertos lugares de su cuerpo y aunque solo habían tres velas encendidas, eran suficientes para permitirle ver lo que había tras la fina tela, apartó su vista de inmediato.

-No te vayas-le pidió ella en voz baja. -Quedate conmigo.

-Laena... -no aflojo su agarre.

La brisa fresca entró por su ventana estremeciendole la piel.

-Aegon- murmuró ella, colocando su otra mano sobre la que ya sostenía con la otra y lo jalo hacia ella, hacia su pecho... tragó saliva.

Los ojos violetas de Aegon la miraban con cierta duda e intensidad, relamió sus labios y luego los abrió para decir algo pero su voz no salió.

Lo sabía, si aceptaba podría ser que estuviera perdido, Aegon dejó escapar un suspiro pero los ojos castaños de Laena brillaban a la luz de las velas, brillaban para él.

-Por favor -le pidió una vez más- ¿Puedes quedarte? solo esta vez.

Él asintió con la cabeza, se rindió ante Laena. Jamás sabría decirle que no a ella, simplemente no podía y menos cuando se lo pedía de esa manera con sus ojos suplicantes, no cuando lo miraba como si lo necesitará.

Ella lo soltó de la mano pero no apartó la vista. Lo vio descalzarse, lanzó la capa desgastada a un lado y después se quitó el jubón para dejarle su abdomen definido y sus brazos marcados, ella entreabrió los labios inconscientemente. Aegon se acercó a la puerta del pasadizo y la cerró con cuidado, haciendo el mínimo ruido posible.

Laena se movió para hacerle un espacio a su lado, él se acostó y ella colocó su cabeza en su pecho, su mano comenzó a trazar pequeños círculos en su abdomen desnudo.

-¿Recuerdas la última vez que hicimos esto? dormir juntos. -no podía verle, pero estaba segura de que sonrió.

-Tenías cinco años, creo. - dijo pensativo. - Solías tener pesadillas, te escapabas a mis aposentos, hasta que un día simplemente ya no volviste.

-Lo sé- Laena soltó un ligero bostezo. -, los malos sueños se fueron, pero ahora es diferente Aegon, esos sueños viven en mí realmente.

Él la rodeó con su brazo protectoramente. Ella se acurruco, presionando su cuerpo al suyo, Aegon utilizó su brazo libre para hacer pequeñas caricias sobre su piel, donde sintió un pequeño corte, Laena lo escuchó respirar profundamente.

No era como cuando eran niños, era diferente por muchas razones, principalmente porque el príncipe Targaryen la deseaba. No podía negarse a sí mismo que era difícil tenerla de esa manera entre sus brazos, sentir su piel, sentir su cuerpo pegado al suyo, mirar lo linda que era incluso cuando estaba preocupada, desearla y no poder tocarla, sin embargo todos sus deseos eran menores comparado con la gran satisfacción que le proporcionaba el poder ser él quien pudiera ayudarla a sentir paz.

Laena sabía que sus cuerpos habían cambiado, ahora eran un hombre y una mujer, sabía que Aegon podía mirar las curvas más bonitas de su cuerpo a través de la fina tela del camisón pero no le importaba y él no dijo nada, se dedicó a abrazarla, era diferente pero se sentía igual que siempre, se sentía un lugar seguro, al menos eso no había cambiado.

-¿Qué te atormenta? -le preguntó él.

-Tengo un infierno en mi interior, permanece congelado y no se irá. -Aegon depositó un beso en su cabeza.

-Ojalá pudiera ayudarte a cambiar eso, pero solo sé de infierno al igual que tu.

No sabía porqué su deseo crecía a una velocidad increíble, no podía evitarlo. Era tan embriagador el calor que crecía en su bajo vientre; tal vez no era correcto, se estaba aprovechando de él, para sentirse bien, era demasiado egoísta.

-Me dijiste que no jugara con fuego- murmuró- pero un dragón no puede quemarse.

Ella alzó su mirada hacia él, sus ojos se encontraron. Lo vio en sus ojos, esa lucha interna consigo mismo.

Aegon trataba de mantener su cordura, estaba a un paso de mandar todo a la mierda. Pero no podía, era Laena.

-No es algo que quieras hacer conmigo- Aegon acarició su mejilla.

-Quiero- dijo rozando con la yema de sus dedos los labios del platinado, pudo sentir la respiración caliente cerca. -y tú también quieres. -dijo deslizando su mano por su torso, nunca había sido provocativa, nunca había utilizado ese tono de voz.

La mano de Aegon detuvo la suya, apretando ligeramente con fuerza, su respiración se aceleraba poco a poco, al igual que la de él.

-No quieres esto, no ahora que te sientes vulnerable- ella sonrió negando con la cabeza.

-¿Y si es lo que quiero? te niegas a ti mismo, ¿no me deseas?-dijo separándose un poco de él. -O es que no tienes el valor para hacerlo, porque te da pánico tomarme. -lo desafió.

Aegon negó con una media sonrisa; si ella supiera las veces que la había deseado. Las noches que llevaba pensando en ella desde que volvió, las noches que pensó en ella cuando no estuvo. Si lo supiera.

Ella lo miró al principio dudosa, comenzó a desatar el nudo que le ataba al camisón, desnudando su parte frontal ante él, Aegon la recorrió con la mirada y tragó duro, sentía la mirada traspasando su alma, podía comenzar a temblar ahí mismo si no la tocaba de una maldita vez.

Sus corazones latieron erráticos a la par, todo su autocontrol se fue... la tomó por la cintura y la besó, mordió levemente su labio inferior y ella jadeo colocando sus manos en su cabeza enredando sus dedos entre su cabello, él se movió quedando casi encima de ella.

El príncipe introdujo su ágil lengua mientras sus manos se deslizaron por dentro del camisón abierto recorriendo la silueta de su cintura... su piel ardía bajo su toque, se sentía sedosa y suave, era una maldita perdición, tan mala, tan peligrosa para él.

-Aegon- jadeo sobre sus labios.

Estaba acariciando su pecho, sus pezones se endurecieron de inmediato cuando los presiono, sus labios se separaron de los suyos y los colocó sobre su barbilla deslizandolos hacia su cuello y ella lo jalo hacia ella, lo quería más cerca de ella. Su peso, la hacía sentir su calor corporal, la piel tocando la piel, ella se mordió el labio cuando los dientes de Aegon le rozaron la piel.

-Eres hermosa- le susurro en un gruñido, la hizo estremecerse.

Sus labios atraparon su pecho izquierdo, jugueteo con su lengua en el, su espalda se arqueó de placer, provocando que jalara el cabello plateado del príncipe, sus manos recorrieron sus hombros y su espalda firme. La estaba volviendo loca, una de sus manos se deslizó entre sus piernas, sus dedos rozaron su centro húmedo, su espalda volvió a arquearse y la hizo abrir los labios con sorpresa, quería más de él.

Aegon usó su lengua para subir nuevamente de sus pechos hasta sus labios, atrapandolos con una suave mordida y sus lenguas danzaron, era una sensación maravillosa, lo sentía vibrar dentro de ella.

-Laena- jadeo el príncipe con la respiración errática, pegando su frente a la suya, recostandose un poco más sobre ella, coloco una de las manos en el colchón para no invadir completamente con su peso, y con la otra acarició su mejilla, relamiéndose el hilo de saliva que se había formado entre los dos.

-Aegon... - su voz era baja, ardiente sobre sus labios, todo en ella era seductor y provocativo, era hermosa por sí sola, sin siquiera intentar serlo.

Él se detuvo por pura fuerza de voluntad y la observó, lo miró con sus mejillas sonrosadas, respiraba agitada, sus labios estaban hinchados, su pecho subía y bajaba con fuerza. Sabía que había ido demasiado lejos esa vez.

Laena tenía miedo de continuar, por primera vez tuvo miedo de seguir lo que ella misma había comenzado, él tenía razón... jugaba con el fuego y se estaba quemando, estaba ardiendo bajo su piel, estaba ardiendo por él.

Ni siquiera tuvo que decirle que se detuviera. Simplemente había visto sus ojos y lo había hecho y la deseaba tanto, tanto que dolía, aun así se detuvo.

-No te irás ¿verdad? -le preguntó rozando sus labios.

No quería estar sola.

-No- dijo con su voz ronca -no lo haré. -él la jaló a su lado, ella se recostó nuevamente sobre su pecho mientras regulaba su respiración, escuchaba el corazón de Aegon latiendo con fuerza, vibrando...

Laena cerró sus ojos, los minutos pasaron despacio hasta que se quedó dormida profundamente, aún tenía su camisón abierto, él lo cerró con cuidado y los cubrió a ambos con una sábana. Ella ya no despertó el resto de la noche y tampoco tuvo ningún sueño triste, descansó realmente por primera vez en mucho tiempo.

Aegon se había dedicado a escuchar sus respiraciones mientras dormía, eran ligeras y suaves, sus labios permanecen ligeramente entreabiertos, pero no se movía, parecía tranquila e incluso sus facciones parecían relajadas. Seguía abrazada a él, así que jugueteó con su cabello entre sus dedos.

Su corazón latía por ella... siempre lo había sabido, pero nunca lo había aceptado. Estaba enamorado de Laena. Era aterrador y maravilloso.


Hellooooo.... Ya terminé mis exámenes!!

°publique una nueva historia, se llama Yes to heaven, hay dos protagonistas Saera y Daena... Obvio ya saben, Aegon y Aemond son los intereses amorosos.

Capítulo ligerito, pero con un poco de sazón.

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