Capítulo uno. Todas quieren montar un pony.
nota: la escritura es un poco diferente, dividida en un presente y un pasado, con dos narradores diferentes. en el presente, hay un narrador que es Sofía Huntington de 60 años. en los 80s, es un narrador esquisciente quien narra las aventuras de Sofía, pues no podemos confiar del todo en el criterio de una sola persona, ¿o sí?
2024 (narrada en primera persona)80s (narrada en tercera persona)
gracias.
𝐂𝐎𝐌𝐄 𝐓𝐎 𝐓𝐇𝐄 𝐅𝐀𝐋𝐂𝐎𝐍𝐑𝐘!
HAVE A BEAUTIFUL SEASON
AND TRY NO TO DISGRACE
YOUR FAMILY IN THE PROCESS.
«mantenerlo en la familia»
¡n o s i g n i f i c a t i r a r t e
a t u f a m i l i a r! ¿s a b e s ?
Había dos cosas que a mis 22 años había aprendido. La primera, de gran importancia: no tener sexo el mismo día de afeitarme. Gravísimo error por el que cualquier joven en los 80s debió aprender a las malas.Los 70s eran más sencillos en ese aspecto, todas andaban con el arbusto sin recortar, y era sexy. Oh, sí, lo segundo: Todos quieren algo. Siempre es más fácil llevarte bien con las personas si sabes lo que quieren, porque así podrás facilitarlo, y la vida siempre era buena con aquellos que volvían la vida de otros más sencilla. Vuelos en primera clase, sonrisas y un cóctel, el inusual regalo de unos zapatos de prostituta jocosa... Fue una valiosa lección, supongo. También creo que fue más provechoso para mi aprender aquellas dos cosas en la calidez del verano argentino, en vez de en la aburrida casa de campo que mis padres no utilizaban y se llenaba de polvo.
Si tan sólo Gabriel García Marquez hubiera estado dentro de mi inconsciente a aquella edad, las cosas podrían haber sido incluso más llevaderas. Yo podría haber aprendido una tercera cosa, que no aprendí hasta dos años después y un libro biográfico publicado Para aquel entonces, mi español era incluso más bueno que mi inglés. Entendía los modismos regionales tan diversos sin siquiera pestañear ni dejarme sorprender por los turistas y el resto de personas que me veían y preguntaban de dónde era.
Nunca pude mimetizarme muy bien dentro del panorama de la típica joven argentina. Ahí todas son monísimas. Con piernas largas y la piel dorada. Yo, en cambio, seguía siendo tan pálida y desgarbada como una sombrilla cerrada.
Al menos, la comida allí me hizo bajar de peso de inmediato.
Si en Londres yo era una niña gorda, allí en Argentina era obesa. Rememorando y viendo mi realidad actual, supongo que todas las niñas son gordas hasta que les viene el periodo y sacan tetas. Yo tuve esa buena suerte.
Aunque mi dieta no se restringió hasta más grande, el amor de los argentinos inundaron mi paladar y me volvieron su amante secreta. Los bizcochos, las pepas, el mate con azúcar a la 4 de la tarde en vez del té, las noches de cenas tardías y almuerzos cuantiosos, me resultaron una maravilla culinaria sin vestigios de repetición.
Quizá recuerdo con anhelo una época muy diferente.
Sería ridículo, ¿o no?
En plena guerra, yo solo me preocupaba por las tortas y verme bonita en mi uniforme de gimnasia. Aprendí el idioma en poco tiempo y ya era amiga de un montón de niñas que se veían fascinadas por mi dinero. Fue una época dura, los 70s. Había una dictadura, y a diferencia de otras niñas de mi edad, mis padres se encargaron de que no me diera cuenta de nada. Vivía como una princesa atrapada en un castillo de cristal, protegida y alejada de la chusma.
Esa sería mi vida pública, diría Gabriel García Marquez dos años después a su biógrafo. Crecer y entrar en la pubertad incómoda y la adolescencia excitante, me hizo acreedora de mi segunda vida, la privada, aquella que usaba para hablar con chicos de grupos políticos que rondaban la escuela a la que asistía, tratando de llamarnos la atención. Eran muy lindos y tenían muchas ideas que a esa edad deslumbran, ¿verdad? Bueno, quizá a los idiotas.
Las mujeres siempre tenemos conciencia muy temprana de un montón de cosas que los hombres solo comprenden en la edad adulta, y en mi adolescencia, no sólo me volví menos gorda, sino también menos estúpida.
Por lo que esos chicos lindos, esos argentinos de narices grandes y carisma arrebatador que fumaban cigarrillos y tomaban cerveza en botellones en una esquina de la plaza, no me deslumbraron mentalmente, pero sí que alborotaron mis hormonas adolescentes.
Mi primera vez fue una desgracia, como casi todas. El chico, Ulises —jamás podría olvidar su nombre—, me trató bien, pero quizá yo me adelanté, porque siempre he tenido la necesidad de ser la primera, la mejor, la más llamativa y madura. Ser madura, conlleva aprender, y la mejor forma de aprender siempre es equivocándose.
Pasé el resto de mis años de colegio equivocándome, una tras otra, y volviéndome sabia. Aprendí, me cultivé, y a los 22 años, cuando me creía mejor que casi cualquier persona, llegó mi tercera vida y yo creí estar a la altura.
Mi mayor error, del que más aprendí. Su nombre no lo llevo grabado en ningún otro lugar más que en mi cuerpo.
Yo no crecí con gracia, ni elegancia, ni rasgos sobresalientes para cualquiera que me conociera en la adultez. Era una chica común y corriente, del montón. Pero cuando pasas toda tu infancia siendo un cerdo con peluca, cualquier mejora es bienvenida. Y eso sucedió conmigo, y eso pareció pensar Basil Baddingham, la tarde del 1 de Mayo de 1985, cuando lo volví a ver luego de años distanciados.
Basil y yo no éramos muy cercanos a pesar de ser técnicamente familia. Mi tía, la hermana de mi madre, y su hermano, unidos en sagrado matrimonio, eran el lazo endeble que podía llevarnos una tarde cualquiera a pasarla juntos. Inició de la siguiente forma:
***
Como cualquier otra época de Polo, la misma inició a finales de Marzo y se extendió por el mes de Abril y los primeros días de Mayo. Eso significa cenas, eventos de prensa, y fiestas después de los partidos a las que Sofía incluso si no estaba invitada no se perdía; Todos dejaban saltarte la fila si blandían la carta de "Hija de Embajador Británico".
El aire ya era fresco esos días, y Sofía se vestía con la comodidad de pantalones en vez de vestidos largos. Las mujeres de todo el mundo los usaban, y aunque a ella no le favorecía del todo, podía darse el lujo de quedarse parada detrás de la multitud viendo el partido con sus binoculares. O lo habría hecho, claro, de no ser porque el universo comenzó a hacer rodar su plan maligno para destruir la poca cordura que amasó hasta los 22 años.
—Me resultas conocida.
La voz varonil y juguetona fue lo primero que llegó a Sofía, antes de bajarse los binoculares y virar a un costado. Frente a ella estaba el galán más codiciado de toda la temporada de Polo. Era lo que las chicas españolas llamaban un polvo "rápido y limpio", y Basil Baddingham nunca dejaba insatisfecha a una chica en la temporada de Polo; era el mejor semental de la cuadrilla, y todas quieren montar un pony de sangre pura. Incluso si sólo ostenta el título.
—Basil Baddingham, eres un adulto por fin.
El hombre frente a ella debería haber cruzado el umbral de los treinta de maneras deliciosas. Podía entender el gusto de las chicas por él. Tez morocha, la sonrisa zorra de un porteño y la seguridad que sólo te la otorga una familia enriquecida antes de tu nacimiento. El desgraciado también sabía de caballos, y algunas yeguas de distinto calibre, siempre al acecho, como si todo en la vida fuera una competencia. Quizá lo era, al menos para ellos.
En muchos aspectos, Basil Baddingham era perfecto.
—Entonces sí nos conocemos.
No era el pez más listo del estanque, pero Sofía debía darle cierta indulgencia. No la veía desde... ¿Qué era una bebé? ¿Desde que tenía 7 años y su hermano la regañaba por comer cualquier cosa?
—Soy Sofía, Sofía Huntington, es un placer.
Basil no hizo la conexión obvia hasta muy tarde. En medio de las sábanas de su habitación de hotel la miró con extrañeza y cierta lujuria.
—¿Esto cuenta como incesto?
Sofía sólo se rió antes de volver a besarlo y arrastrarlo con ella debajo de las sábanas tersas de la cama tibia.
Si bien eran familiares, sólo lo eran políticamente. Y de aspecto lejano. No era como si aquello lo volviera su tío, sólo era sexo... ¿político?
La risa los contagió a ambos.
Sí, estaba jodida, literal y metafóricamente, y sí seguiría siendo tan buena experiencia, Sofía no veía por qué detenerse.
balladofdeadbirs © 2024
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top