1. Madre y arrepentimientos

Prácticamente me arrastraron hasta la entrada y única saluda de Heaven por sus amplias calles de piedra y arena. Era la primera vez que veía este lugar tan cerca ya que estaba acostumbrado a verlo todo desde la altura de mi torre donde había vivido los últimos doce años, con la única compañía de la soledad.

Los edificios eran altos e intimidantes, de acero platinado y cristal. Habían árboles plantados en los bordes de las calles y una multitud de mujeres comenzaba a arremolinarse en el lugar observándome con cierta curiosidad. Nunca en mi vida había visto tantas mujeres juntas en un solo lugar. Con un paisaje como este, es difícil imaginar que el sexo femenino se estaba extinguiendo, pero que podría saber yo si nunca había puesto un pie fuera de los enormes muros que resguardan Heaven.

Un grito se alzó entre todo el tumulto y enseguida yo y las otras dos mujeres guardianas que me guiaban a la salida se giraron hacia el ruido. Sorprendido pude notar como otras guardianas separaban a una madre y su hijo prácticamente por la fuerza mientras esta gritaba y suplicaba piedad. Se negaba a dejar ir a su hijo y lo sostenía con fuerza de sus delgados brazos mientras el otro chico que supuse que debía tener mi edad, lloriqueaba y rogaba la ayuda de su madre.

No pude evitar enternecerme ante tal imagen.

—¡No! ¡Por favor, no sobrevivirá solo ahí afuera! —gritó aquella mujer, mientras intentaba separarse de la mujer guardiana que la sostenía por la espalda para intentar separarla del niño.

Una tarea nada fácil, ya que la madre no dejaba de luchar como una fiera y de gritarle improperios a todo el que se metía en su camino.

Nunca imaginé que alguna mujer en esta ciudad podría sentir amor hacia un niño varón, pero por primera vez fui testigo de lo que era amor maternal. Algo que sin duda, yo nunca había obtenido de parte de la mía.

De buenas a primera una de las guardianas le dió un fuerte puñetazo justo en el rostro de la mujer. El sonido que provocó los puños en su rostro provocó que todas las que observaban lo sucedido sin ser capaces de hacer algo al respecto, cerrarán los ojos con fuerza.

La mujer quedó inconsciente de inmediato y aprovechando aquello, las guardianas se llevaron al niño, agarrandolo sin contemplaciones. El niño no dejaba de llamar a su madre y de intentar llegar a ella por lo que las guardianas no tuvieron más remedio que darles un fuerte golpe en la cabeza para dejarlo inconsciente igual que su madre.

Me encogí ante el golpe que parecía haber creado un eco en los amplios callejones.
Una de ellas no le presentó problemas cargar al muchacho sobre su hombro como un simple saco de carne, después de todo el niño era bastante delgado, aunque no tanto como yo. Me sorprendí de que a diferencia de mi, estaba bastante limpio y aseado. Al parecer su crianza tuvo un mejor trato que la mía, al menos tenía una madre que se preocupaba verdaderamente por él.

Con respecto a las guardianas, todas tenían el mismo aspecto robusto e intimidante, con algunas diferencias, por supuesto. Tenían el mismo aspecto de mi madre, todas rapadas hasta raspar el cráneo y vestían con uniformes militares de color azul oscuro, casi negro.

Se podría decir que eran más "masculinas" por decir de alguna manera, que el resto de las mujeres en Heaven por supuesto. Eran la fuerza militar principal de la ciudad. Desde la altura de su torre siempre las había visto entrenar en el jardín y sorprendido había contemplado que definitivamente no eran mujeres normales. Había "algo" que las hacía más fuerte que la media.

Una razón por la que ningún hombre se atrevía a acercarse a estas murallas sin consentimiento previo.

Eso definitivamente me serviría en el futuro, cuando llegara la hora de volver a por mi hermana.

Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando de buenas a primera recibí un empujón de parte de las guardianas para que continuara moviendome. Ya las otras dos guardianas que llevaban al otro chico habían llegado a nuestra altura y caminaban junto a nosotros.

Poco a poco, a medida que avanzaba, más chicos de mi edad acompañados con sus respectivas guardianas se acercaban hasta reunirse una buena cantidad de niños enviados al mismo destino que el mío.

Algunas madres los entregaban con mayor facilidad, aunque con un poco de reticencia, sabiendo que no podían oponerse a las leyes de Heaven. Aunque siempre había sus excepciones, donde muchas veces las guardianas se veían obligadas a usar la fuerza para cumplir la ley como esta establecido.

Muchos niños tenían un aspecto igual de desaliñado que el mío, otros se veían un poco mejor que yo físicamente con respecto a masa corporal y ropa.

Algunos lloraban a moco tendido, mientras otros se aguantaban las lágrimas lo más que podían mientras que con cada paso se acercaban a un peligro mayor.

El gran portón de Heaven era una construcción sumamente imponente, hecha completamente de acero. Pero en nada superaba la altura aun más imponente del gran muro de más de 50 metros fácilmente. En la cima se podían ver varias guardianas armadas seguramente de pies a cabeza vigilando las cercanías tanto de adentro como afuera. Tragué en seco ante aquello y no pude evitar sentir cierta desazón en mi interior. Era fácil salir, pero definitivamente sería más que difícil volver a entrar.

Noté que encima del muro y toda la ciudad, había una especie de escudo invisible con forma de cúpula que protegía la ciudad del fuerte clima exterior.

El sonido chirriante del gran portón abriéndose de par en par me hizo fruncir el ceño con molestia. Las puertas se abrieron creando una franja de luz provocada por el sol del mediodía que ya se encontraba detrás del muro, poco a poco bajando para ocultarse finalmente en el horizonte.

Tuve que cubrir mi rostro con la palma de la mano debido al repentino fogonazo de luz. Una gran ventisca removió mis desaliñados cabellos, atrayendo consigo una gran nube de pólvo que me hizo toser con espasmos.

El desasosiego no tardó en llegarme al ver el paisaje que me esperaba más allá.
Un paisaje amarillento de arena y dunas era lo único que se podía avistar más allá. Eso agregando el sol imponente que se cernía en la cima de todo y el cielo de un atemorizante color rojizo, muy diferente al cielo falso que se podía ver dentro de la cúpula, pero que en nada tenía que ver con el paisaje infernal del exterior.

Las guardianas al menos tuvieron la decencia de darnos a cada uno mochilas con algunos recursos. Al recibir la mía no tardé en abrirla. Su interior estaba lleno de comida enlatada, varios pomos de agua, linternas, un cuchillo de caza del tamaño de mi antebrazo, además de un saco de dormir amarrado en las riendas de la mochila. Habían más cosas, pero no tuve tiempo a seguir revisando ya que de inmediato fui empujado nuevamente.

Gritos se volvieron a escuchar a mi alrededor. Los niños comenzaron a rogar en vano y a llorar mientras eran empujados a su perdición.

Eran alrededor de un centenar, pero no eran suficientes para superar la fuerza de las guardianas. Uno de ellos logró pasar entre las piernas de las guardianas y comenzó a correr al interior del muro donde una multitud de mujeres se encontraban agrupadas viendo con pesar cómo sus hijos se alejaban. Entre ellas, una de las mujeres salió de la multitud y corrió hacia el chico que se dirigía hacia ella entre lágrimas.

Por un momento creí que lograría llegar a ella pero cuando justo estaban a punto de tocarse, un fuerte estruendo atravesó el aire provocando que todos se escogieran ante el inesperado sonido. Me cubrí los oídos de inmediato pero cuando volví a fijarme en el niño, contemplé impactado como su pecho había sido atravesado por un proyectil que creó un gran agujero mostrando incluso sus costillas y pulmones internos.

El chico solo dió dos pasos, con una mirada y una sonrisa de esperanza en su rostro al estar por fin tan cerca de su madre, pero irremediablemente su cuerpo se dejó caer y un grito de su madre se alzó a los cuatros vientos, apresurando su paso para agarrar a su niño entre sus brazos y evitar que cayera al suelo polvoriento por la arena que continuaba entrando del desierto.

La mujer al ver el cuerpo inerte de su hijo, lágrimas comenzaron a surcar por sus mejillas como cascadas. Los gritos y alaridos se volvieron irreconocibles y casi bestiales. De repente al ver esa escena tuve ganas de vomitar. Las arcadas me envolvieron y la bilis amenazó por subir por mi traquea, pero alguien a mi lado lo hizo antes que yo. Salpicaduras de su líquido estomacal impactaron en mis pies desnudos.

Tuve el impulso de imitarlo, pero todo mi mundo se detuvo al ver a mi supuesta madre parada en el borde de la entrada, entre una multitud de guardianas armadas de pies a cabeza bajando las escaleras que subían hacia la cima del muro. Tenía su mano derecha alzada, sosteniendo un arma de color negro que aún humeaba por el reciente tiro. Me sorprendí demasiado, ya a pesar de ser un arma tan pequeña, había logrado crear un gran agujero en el pecho de aquel chico.

Su figura era imponente entre tantas mujeres guardianas. Vestía totalmente de negro, un par de pantalones, una camisa oscura y un abrigo largo que le llegaba a las rodillas.

Unas extraña quietud envolvió el ambiente mientras las guardianas se ponían en posición con sus armas largas apuntando a la multitud de mujeres ciudadanas que empezaban a unirse a los gritos desesperados de la madre desconsolada que había visto como su hijo era asesinado justo en frente de sus ojos. Sin ser capaz de hacer algo para evitar lo sucedido.

Improperios y todo tipo de palabras se escucharon de parte de todas aquellas mujeres. Sin embargo, no fui capaz de retirar la mirada de mi madre. Los moretones en mi rostro causados por su reciente paliza, me recordaron que estaban ahí con una punzada de dolor que me hizo tragar en seco. Todo mi cuerpo tembló, pero no de miedo esta vez, si no de una furia que me atravesó de pies a cabeza.

Con pesar recordé como aquella desagradable mujer había abofeteado a mi pequeña hermana al no poder controlar su lucha para llegar hacia mi. Solo pude gritar en aquel momento lo mucho que la odiaba y que la iba a matar por haber dañado a mi pequeño tesoro.

¿Estará bien Scarlett? De seguro se le debe estar formando un gran moretón en su mejilla pecosa.

—¡Callense! —grito Iliana Dahjlonica sobre toda la multitud de mujeres enojadas e indignadas. Estas al escucharla enseguida silenciaron sus alaridos de temor y todo tipo de sentimientos eran reflejados en su rostro— ¡Ustedes me obligaron a esto! ¡Saben perfectamente que esta es la ley y sin embargo insisten en hacer estos espectáculos deplorables! —su cabeza se movió encolerizada mientras movía su pistola con brusquedad de un lugar a otro mientras decía cada palabra— ¡¿Acaso se han olvidado de lo crueles y asquerosos que son los hombres realmente?!

Ante aquellas palabras muchas no fueron capaces de discutir algo al respecto.

—¡Estoy haciendo esto por todas ustedes, saben que es necesario! —continuó ella con su discurso. Suspiró y cerró los ojos seguramente para calmar su mal temperamento— Ahora son niño, pero en unos años más se convertirán en los monstruos que son realmente. ¡¿Acaso olvidaron como muchas de ustedes, incluso yo, fuimos violadas y maltratadas en el último asedio que tuvimos hace 20 años?!

Fruncí el ceño, impactado ante aquellas palabras. No tenía idea de que hubiese ocurrido algo como eso.
Miré a la multitud y noté que estás bajaban la mirada a sus pies con vergüenza e impotencia.

Hasta la madre que lloraba desconsolada ante el cadáver de su hijo calló ante las palabras de su líder.

Siempre había pensado que mi madre era una villana, una mujer violenta sin escrúpulos, pero al escuchar sus palabras no pude evitar pensar en el odio que enviaba hacia ella. ¿De verdad lo tenía tan merecido? A lo mejor tenía razón. Tal vez, después de todo, no somos buenos y que es mejor que los hombres se mantengan alejados de las mujeres lo máximo posible.

Tal vez, simplemente... no las merecemos después de todo.

Ante el silencio de su gente, Iliana ordenó que sus guardinas bajaran las armas. Estas de inmediato obedecieron como las buenas soldados que eran. Luego, cuando menos lo esperé, ella me miró. Explícitamente a mi.

Me quedé sin aire en los pulmones ante su pesada mirada. No estaba llena de rencor y odio esta vez, como ya estaba acostumbrado a ver en ella. No pude descifrar el mensaje detrás de esa mirada fría. ¿Acaso me quería decir algo? ¿Quería despedirse... o disculparse por todos los años de maltratos hacia mi?

No obstante, para mi decepción no Dijo absolutamente nada. Solo se limitó a darse la vuelta y a irse por donde mismo vino.

—¡Ya retiren a esos demonios de mi vista! —escuché que decía mientras subía las escaleras metalicas hasta la cima del muro.

Las guardianas no tardaron en obedecer. Esta vez, nadie en nuestros pequeño grupo de niños fue capaz de luchar o negarse. El chico que había sido golpeado anteriormente en la cabeza para que dejara de luchar, lo habían tirado en la arena acumulada en la entrada como peso muerto, junto con su respectiva mochila llena de víveres.

Nos quedamos parados en las afueras del muro mientras lentamente las puertas se cerraban a nuestro paso. No sabíamos que hacer exactamente. ¿A dónde iríamos? No conocíamos nada más que el lugar dentro de esas paredes?

Pero de nada servía pensarlo tanto, de inmediato me puse manos a la obra.

Volví a revisar mi mochila bajo la mirada confundida de los demás niños, esta vez con más tranquilidad.
Rebusqué en su interior, después de todo era una mochila bastante grande. Entre los víveres me encontré con una muda de ropa y un par de botas militares. Suspiré aliviado al ver aquello. No sobreviviría en el desierto al menos ni un día, sin un par de botas responsables. Tocar la arena con los pies desnudos definitivamente no era una buena idea.

Me quité los trapos que apenas cubrían mi desnudez y me coloqué la nueva muda que consistía en un par de pantalones anchos color caquí que me quedaron algo holgados en la parte de la cintura. Tuve que apretar bien con el cinturón para que al menos no se me cayera en pleno camino. Las botas sí me quedaron a la perfección.

En la parte de arriba era solo un pulóver negro y un chaqueta que me protegería de la fuerte luz del sol, acompañado de una bufanda, seguramente para cubrirse el rostro de la arena que de vez en cuando se levantaba cuando llegaba un viento fuerte.

Al menos la vestimenta era bastante práctica para este ambiente.

Los demás chicos no tardaron en imitar mis movimientos al comprender que no resolverían nada quedándose quietos. Algo me decía que si no nos moviamos, las guardianas en la cima de las Torres y en el muro no dudarían dos veces en dispararnos.

Cuando por fin ya estaba listo, me coloqué la mochila en la espalda y di un paso dispuesto a continuar con mi camino, pero me detuve en seco al notar que los demás niños no se habían movido. Seguramente paralizados por el miedo hacia algo tan desconocido para ellos como el desierto.

Una vocecita dentro de mi cabeza me dijo que debería dejarlos atrás e intentar sobrevivir por mi propia cuenta, o tal vez adelantarme y asaltarlos para robar sus víveres. Pero me retracté de inmediato, avergonzado de mi mismo. ¿En verdad estaba bien eso? No quería actuar como Iliana, no iba a ser como ella.

Me acerqué al grupo nuevamente.

—¡Oigan! —los llamé a la misma vez que los contaba para llevar una cuenta de cuantos éramos— Se que tienen miedo, pero debemos continuar. Pronto va a atardecer...

—¿Y a dónde diablos iremos? —me interrumpió uno de ellos. Era el chico inconsciente que al parecer ya había vuelto en si. Tenía el borde de su cabeza un poco sangrante, pero afortunadamente estaba vivo que era lo que me preocupaba— no sabemos nada del mundo exterior. No sobreviviremos.

—¿Y se van a rendir? —refute ceñudo— Nos dieron suficientes víveres para resistir varios días. Hasta nos dieron un mapa y según el la ciudad más cercana no se encuentra muy lejos. Seguramente son varios kilómetros de caminata pero...

—¿Que es ki-lometreo? —dijo otro interrumpiendo mis palabras y en ese momento entendí que no todos habían recibido una educación como yo gracias a mi hermana. Noté que su piel era algo oscura, incluso más que la mía, y rulos oscuros cubrían toda su cabeza.

Me di un cabezazo mental ante mi estupidez.

—Es una unidad de medida —contesté rápidamente— Pero eso no importa, se leer y escribir por lo que puedo guiarlos sin problema. Creo que tenemos una oportunidad de vivir.

Muchos se miraron entre sí, un tan escépticos ante mis palabras.

El chico que estaba inconsciente se puso en pie, aún aturdido.

—Yo también se leer y escribir —admitió para mi sorpresa— tal vez pueda ayudarte, mi madre es profesora y me enseñó todo lo que sabía —recordó. Pude notar una pizca de tristeza en sus ojos que enseguida desapareció— ¿Crees en verdad que tendremos una oportunidad?

Asentí con la cabeza, formando una media sonrisa. Me fijé un poco más en sus rasgos. Su piel era algo amarillenta, como la arena a sus pies. Su cabello era sumamente negro y lacio, tanto que el sol parecía reflejar sus rayos en su finas hebras y sus ojos para mi sorpresa eran muy chiquitos y rasgados. Nunca había visto una forma de ojos como esa.

—Estoy seguro de que lo lograremos trabajando en equipo. Somos bastantes, así que podremos cuidarnos mutuamente en caso de peligro.

Muchos asintieron de acuerdo conmigo y enseguida procedieron a vestirse con las ropas adecuadas. Una extraño sentimiento de satisfacción me inundó. Era la primera vez que interactuaba con tantos niños de mi edad, y actuar como si fuera su líder me dio un buen sabor de boca.

Pero jamás me imaginé en aquel entonces el infierno que me esperaba más adelante.

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