Una nueva era

¡Avancen!

Se escuchan los gritos de los couriax, las criaturas más despreciables que hemos conocido.

¡Quiero que esta nave vuele! ¡Jajajaja!

A cada paso los electrochoques nos sacuden más para que tiremos de este inmenso hovercraft. Las manos nos tiemblan y los brazos nos pesan, veo a mis amigos y camaradas sintiendo el peso de sus cuerpos a cada paso. Sólo lo hacen para intentar demostrar su superioridad, el hovercraft funciona perfectamente y lo único que pretenden es que nosotros les hagamos de mulas para mover esa inmensa nave por el desierto; somos como ganado siendo acarreado.

Mutantes, humanos; ellos, nosotros; sus vidas y las nuestras; todo, todo es diferente para ambos. Nacimos en este mundo y lo conocemos de la misma forma desde siempre, como nuestros padres y sus padres; cien años de esta historia, cien años desde la cuarta guerra mundial, todo se decidió entonces y nosotros perdimos; no, no perdimos, la humanidad no perdió, sólo lo hizo un hombre, un traidor que nos vendió porque sintió miedo y quiso asegurar su cabeza, ¡Ja! Terminó peor que cualquiera de nosotros.

—¡Eh! ¡Humano! —escuchó la voz de uno de esos mutantes sobre mi cabeza, levanto la mirada y lo veo parado sobre el borde del hovercraft, es un couriax de doble rango, lo que significa respeto, para ellos, mas no para nosotros, ninguno de ellos nos infunde respeto— ¿Te crees especial a los demás? ¿Crees que puedes detenerte a descansar sólo porque sí?

—Sólo tomé un poco de aire —le respondo intentando controlarme.

—¡Aire! —dice burlándose y mirando a los otros mutantes—. ¡El humano necesita aire! Tal vez yo pueda ayudarte —inmediatamente dos mutantes más me sujetan de la correa de mi cuello y me levantan de mi posición. Caigo sobre el hovercraft tosiendo e intentando recuperar el aliento—. Llévenselo donde tenga suficiente aire ¡Jajajaja!

Me escoltan al interior del hovercraft, hay mutantes de todo tipo aquí adentro, de tres, cuatro y cinco ojos, más de dos pares de manos y pies, e incluso alguno con dos cabezas; todos me miran mientras soy arrastrado por más pasillos hasta descender por unas gradas y llegar a una especie de cámara de confinamiento, inmediatamente el mutante que custodia la entrada tira de una palanca y se escuchan gritos del otro lado de la puerta, acompañado del sonido característico de una descarga eléctrica. Me sujetan del collar de mi cuello y me arrojan al interior.

Hay 3 más aquí adentro, dos hombres que no reconozco y una mujer, ¡Clyde! Mi, esposa.

—¡Clyde! —grito al verla.

—¡Ryan! —me dice en un abrazo.

—¿Qué haces aquí?

—Me capturaron —las lágrimas empiezan a rodar por su pálida mejilla—. Logré esconder a los niños, pero, pero sé que los encontrarán y...

—Tranquila —le digo sujetándola entre mis brazos—. Volveremos pronto por ellos.

—No, no lo haremos —me mira con los ojos enrojecidos—. Couriax el rey está aquí, en esta nave, el hovercraft se dirige al valle marchito, ¡Piensan vendernos a todos! ¡Nunca más volveremos! —rompe en llanto nuevamente.

—Pssst —me dice uno de los hombres—. Miren, mi hermano y yo nos hicimos con esto —se levanta la túnica y nos deja ver un dispositivo que parece ser algún tipo de bomba.

—¿Eso es...?

—¡Exacto! —dice el otro— ¡Booom! ¡Jajaja! —parece que ambos no están en sus cabales, eso más su apariencia demacrada me hace dar cuenta de que no les importa las consecuencias.

—¡Por sus hijos! —dice el primero— ¡Por los nuestros! ¡Por una nueva era!

—¿Qué pretenden hacer? —dice Clyde.

—Yo, estoy con ustedes —les digo mientras ella intenta negar en su cabeza lo que todo esto significa.

—¡No! —dice y me abraza por la espalda, como intentando detenerme.

—Todo estará bien —le digo mientras caliento sus manos con las mías.

—Pero no es tan fácil —dice en ese momento el que porta la bomba—, no tiene suficiente poder, debemos llegar a los motores y activarlo ahí, para que esto sirva de algo.

—¿Cómo salimos de aquí? —le pregunto.

—En ese momento el otro saca de sus botas un par de varillas de metal y las incrusta en el techo y en el suelo— aléjense —nos dice haciéndonos retroceder con su mano, inmediatamente unas luces comienzan a parpadear en las varillas—. Te extrañaré hermano —dice esto y se abalanza sobre la puerta y comienza a golpearla.

¡EH! ¡¿Qué haces humano?! —dice el mutante desde el otro lado de la puerta.

¡Dales un par de descargas! —se escucha de otro mutante.

En ese momento las varillas empiezan a vibrar y una corriente atraviesa ambas como si fuera un rayo, provocando una explosión que crea un hueco en el techo y en el suelo, y también, golpea la puerta calcinando al que estaba golpeando. Una lagrima cae del rostro de su hermano, se la limpia con rapidez y nos dice:

—¿Qué esperan? ¡Vendrán pronto a buscarnos! Bajen por el hueco, creo que da a la planta inferior.

Descendemos rápidamente mientras empezamos a escuchar unas sirenas y vemos luces rojas por todas partes. Comenzamos a correr sin rumbo fijo, siguiendo las indicaciones del hombre que lleva la bomba.

—¡Por aquí! —dice a cada esquina, este lugar está lleno de artefactos mecánicos y cajas de todo tamaño con marcas extrañas a los lados.

Escuchamos unos pasos fuertes sobre nosotros y luego las puertas de este nivel siendo abiertas con fuerza, son ellos, vienen a matarnos, no era para menos, acabamos de hacerle un bonito hueco a su nave.

—¡Esos deben ser los motores! —dice mientras llegamos a unas inmensas turbinas que hacen flotar el hovercraft, son ensordecedoras, también hay varias escotillas de ventilación, están medio abiertas.

—¡Ven! —le digo a Clyde mientras le agarro de la mano.

—¿Qué estás pensando? —me dice intentando retroceder al verme abrir una de las escotillas, se ve la arena del desierto y el polvo que levanta el hovercraft.

Pero entonces se escuchan varios disparos de todas direcciones, el hombre de la bomba se esconde tras las turbinas, pero veo un rastro de sangre en el suelo, seguro le han dado.

—¡No hay tiempo! —le digo a Clyde mientras acaricio su rostro por última vez—. Debes cuidar a los niños, yo, debo hacer esto.

—¡No! ¡No! ¡No lo hagas! —grita intentando sujetarme, pero entonces siento un inmenso dolor en el hombro, bajo la mirada y veo la sangre brotando de mi cuerpo. Clyde me mira con los ojos abiertos y tapándose la boca, intenta sujetarme la herida, pero antes de que lo haga, yo la empujo por la escotilla.

—¡Lo siento! —le grito al polvo que se levanta bajo la nave— ¡Por nuestros hijos! ¡Por una nueva era!

Corro hacia aquel hombre y lo veo con los ojos mirando al vacío en un charco de sangre, levanto su túnica y conecto los cables que activan la bomba, veo a los mutantes rodearme y luego siento otro disparo perforando mi pierna derecha.

—¡Les llegó su hora! —digo en un último grito; siento múltiples disparos perforando cada parte de mi cuerpo y luego, mi cuerpo ardiendo en una explosión.

No habremos ganado una guerra, pero este puede ser el inicio para que la humanidad vuelva a reclamar su lugar en esta historia, contra los mutantes.



FIN.

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