Capítulo XIII: Contaminados


"Si algo porta una falla, se elimina todo de raíz. No se espera por el análisis de otra alternativa que genere una solución compleja si en ésta se ve afectada la estabilidad social robótica."

Protección social - código 1991
Ley robótica

Robots eliminando a humanos como si de basura desechable se tratara. ¿Basura? ¿Y dónde queda la parte donde se nos trata como mascotas? Preguntas que Sugar no para de cuestionarse. No sabe mucho de este mundo, pero sí el de su pasado. Hay variación de cómo ellos trataban a los perros, gatos o cualquier clase de animal doméstico en sus tiempos. A ellos les estaban dando una oportunidad. No se los dejaban morir de hambre. Se les daban un hogar. Formaban parte de la familia como un miembro más.

—Estás en una lucha interna emocional —concluye Erion, hacia su mascota, la cual está sentada en uno de los modelos azul marino de descanso conocidos como sofá para comodidad de la humana.

Se obliga a sí misma a no dar señales de nociones interpretativas o gesticulaciones labiales.

No quiere hablar.

Sugar simplemente mira hacia los grandes ventanales cristalinos desde donde está sentada y que se asume es la sala del apartamento. Solo ve algo de nubes si ve hacia el horizonte. Nada más. El edificio donde estoy debe ser uno de los más altos, piensa. No sabe qué hay a las afuera de este. Solo ha estado en otros lugares lejanos, pero a la salida de la estructura, tan cerca, no.

Estudiando a su mascota, Erion pasa por detrás de ella para dirigirse a la cocina. Casi un día y medio que su humana no ha querido probar bocado alguno de los que le prepara. Decidió darle su espacio de recuperación mental y emocional debido a lo que fue sometida como participe en el puesto de testigo, el día de la desintegración, de los que hubiesen sido la nueva línea comercial de mascotas. El cyborg lo procesa. Ella está afectada, confundida y atemorizada.

—Debes comer, porque tu sistema digestivo colapsará —informa el cyborg, a medida que ingresa a la pequeña cocina que tenía como lujo, pero ahora por su mascota le encuentra utilidad.

Tuvo que salir por comida orgánica al gran almacén a unas cuadras de su edificio. Los productos de consumo de ese tipo no son teletransportados por la red. El propio usuario debe ir por esa compra, debido a que se verifica la cantidad de consumo de la mascota en tiempo real y se hace un solo registro en el sistema.

—¿A qué fueron sometidos esos humanos? —pregunta Sugar, sorprendiendo a Erion cuando intenta preparar un huevo en un lamina de cocción instantánea.

No se voltea, Erion no quiere saber cuál es la expresión de su humana. Si lo está viendo con una mirada que expresa juicio de culpa o encarecimiento de la verdad. ¿Verdad? Esa debe decirla, está preparado. Todos están preparados para el "Principio de Verdad". Pero ¿Qué es la verdad para ellos? Porque para los humanos eso era una necesidad, pues dependían de ella para dar respuesta a los cuestionamientos y dudas de su existir. La lógica a esto es que la dejaron de ver como es y empezaron a disfrazarla totalmente con el tiempo. La volvieron una "mentira blanca" no hace daño y a veces es muy necesaria.

Entonces de nuevo vuelve la pregunta: ¿Qué es la verdad para ellos? Para las máquinas. Para ellos es transparencia. Una mentira genera contaminación. La transparencia ayuda a eliminar lo innecesario y fortalecer lo bueno. Lo que sirve.

—Fueron desintegrados.

No es necesario preguntar por más, porque para Sugar la última palabra está registrada en su conocimiento. Sabe el significado. Y eso golpea su corazón al instante. ¿A eso se resume todo? ¿Cómo es que llegamos a convertirnos en esto? Si las máquinas solo eran para compensar las limitaciones físicas del hombre. 

La humana recoge sus piernas. Suspira. Escucha dos pitidos cortos en la cocina que está a una distancia corta de donde está ella. No voltea a mirar al cyborg. Sin continuar indagando en el tema se le ocurre decir lo primero que su mente capta con factor de distracción.

—¿Qué hay debajo de este edificio?

La serenidad con la que pregunta Sugar hace tranquilizar a Erion tras la tención de hace minutos. Ordena de forma neuronal al sistema que materialice unos recipientes idóneos para colocar el jugo de naranja, los huevos revueltos y un par de tortillas que tiene suspendida en el aire envueltos en una burbuja contenedora cada elemento.

El sistema en segundos efectúa su orden. Los recipientes se materializan sobre el mesón de granito que sirve también como estación de bar si se incluyera los taburetes, pero él no hace reuniones en su hogar que den paso para eso. Las burbujas contenedoras descienden y cada elemento se coloca en cada sitio; efectuado todo, éstas se desaparecen. Erion toma la charola y lleva la comida hacia Sugar que sigue mirando hacia los ventanales, lo cual le da tiempo para suspirar y recuperar seguridad.

—Come —dice, al colocar la charola de plata en el centro de mesa de cristal.

Sugar atrapa la mirada de Erion justo en el momento en que éste se dispone a sentarse en el otro sofá que se encuentra frente a ella. El cyborg se desestabiliza, un poco, sentándose de golpe y no con la elegancia que lo caracteriza. Pero la humana no puede más. Su olfato huele el delicioso aroma que emana la comida a centímetros de ella y su organismo en el proceso se estruja de hambre. No lo piensa más. Ni puede aguantarlo. Se lanza a coger lo primero que le apetece comer y lo que sabe calmará ese ardor en su estómago.

—Tranquila —manifiesta Erion—. Te puedes causar un daño.

Pero la mascota está lejos de escucharlo. Su enfoque está en devorar y disfrutar cada comida. Erion sonríe en un corto tiempo, tan efímero, porque recuerda el trato que otros cyborgs le dan a su mascota en el momento de comer. Los llevan a una esquina y en el suelo le ubican el plato, haciéndolos agacharse por un bocado. Excentricidades, o más bien fetiches, que tienen algunos por reproducir el mismo trato que les daban los humanos a sus mascotas en el pasado.

—Gracias —suelta Sugar, al engullir el último bocado a la vista.

Erion asiente.

Él le está obsequiando más privilegios de lo que una mascota debe tener en el sistema. Una parte es su conocimiento sobre la vida de los humanos en el pasado que doblega su dirección hacia lo que debe hacerse y otra es su misión por saber quién es en realidad Sugar. Es suya. Le pertenece. Sacrificó a humanos de su misma línea, pero la conservó a ella. Un error no hará daño hasta que se encuentra la respuesta, pues dado el caso él es el único que tiene la autorización de eliminarla.

—¿Quieres conocer la zona donde habito? —pregunta el cyborg, levantándose.

Sugar asiente.

Erion estudia la vestimenta de su mascota. Tiene un vestido floreado, de mangas y corto por encima de su rodilla. Ve que le falta sandalias y el cabello está algo alborotado en su improvisada coleta. Envía un mensaje a su sistema para dar orden a la red de vestir a la humana con los elementos que faltan para destacar su belleza.

—Levántate —ordena el cyborg hacia su mascota. Ésta obedece justo en el punto en que la red la envuelve.

Una tela fina en forma de tiras azules en micro-tejidos envuelve artificialmente a la mascota. Ésta se ve cautivada por lo que pasa que no se da cuenta que es elevada para materializarle un par de sandalias. El recorrido termina en el cabello donde es acomodado bien en su coleta. Una vez efectuado todo lo que el cyborg dispuso, la red desaparece. La humana es vuelta a su lugar.

—¿Qué fue eso? —demanda Sugar, mientras se mira su nuevo par de sandalias.

—Eso fue mi conexión con la red —responde Erion, acercándose a su mascota—. Tú solo estás conectada un porcentaje casi insignificante de lo que están el resto de las máquinas.

Levanta el rostro de la humana, tomándole la barbilla en su mano. Ella lo mira. Se sorprende cuando él posa una mano en su cuello y siente su tacto, recordándole a la cyborg cuando la sujetó en gesto de ahorcamiento hace más de un día atrás. Pero esta vez el movimiento de Erión es para materializar el collar que hace reafirmar su estado de mascota.

El cyborg desliza su mano por la tira y termina por soltar la barbilla de su mascota. Da un vistazo a lo que sujeta y luego lleva su atención a la mascota que tiene una mirada herida. Es su deber hacerlo. ¿Qué puede hacer? ¿Dejarla andar libre? Por supuesto que no. Creerán que no tiene dueño y aunque supieran que es mía igual los cuidadores la atraparían, porque la mascota sin su amo no puede salir a ningún lado.

—¿Preparada?

No hay que decir para qué.

Sugar asiente.

Teletransportación.

Un ruido que se pierde en el oído de la humana y su visión, siendo atrapada por lo que es un inmenso parque en amplitud de césped y rodeado de árboles, gigantes y frondosos.

—Hermoso —murmura, al verse hipnotizada por la fuente que está en medio del parque, aunque esté lejos, es visible a toda magnitud. Una tuerca como estatua es el decorado principal. Engalana la forma del agua que se expande en altitud como tiras que se enredan para formar hermosas figuras abstractas y luego caen.

—¡Volvamos! —exclama Erion.

¿Volvamos?

No termina bien Sugar de asimilar todo cuando un grito hace que mire hacia su costado. Un humano desnudo. Uno corriendo. Huyendo de algo. Los pocos cyborgs que se encuentran cerca solo son espectadores. Nadie hace nada. El humano cae. Su cuerpo al tocar el suelo contra el pavimento hace visible en su espalda una gran herida circular que parece una quemadura cuando se oscurece la piel.

Erion se distrae y termina por olvidar lo que debe hacer para que su mascota no vea eso, pero él también es atrapado por la imagen de un cuidador materializándose a pies del chico. Una patada en el estómago al humano. Eso devuelve al cyborg a su acción principal. Abraza a Sugar. Otra vez están en el apartamento.

—¿Estás bien? —susurra cerca del oído de Sugar.

Ésta se despega de él de un empujón, pero no es por su fuerza es más por la decisión de Erión por dejarla.

—¡¿Qué es eso?! ¡¿Me van a tratar así?! —empieza Sugar a gritar como histérica.

Camina de un lado a otro.

Erion está parado mirándola. No puede. No quiere una mascota. Menos una como ella que tiene capacidades más altas que las otras mascotas. ¡No! Grita internamente. Si su tío se la obsequió es por algo, piensa con calma. Se propone a ir por la mascota y controlarla, pero se tensa. El sistema alerta visitante. Trata de ignorar para ir con Sugar. Ella lo necesita más.

—¡Alerta de intruso!

¿Intruso?

Erion se detiene a su primer paso. Mira hacia el pasillo que da a la puerta de entrada. Arregló el sistema para que solo él y la mascota ahora pueden teletransportarse directamente de cualquier lugar hacia dentro del apartamento. Pero nadie más. Incluso Carrie. Carrie.

Va directo a la puerta. El sistema no deja claro quién es. El reconcomiendo de voz y facial tiene errores. Lo cual es extraño. Así que, se arriesga a escanear su ojo para que de paso a la entrada del visitante. Se abre.

—¡Carrie! —grita Erion, alcanzando a la cyborg a tomarla por los brazos cuando se ésta se desvanece.

El reconocimiento facial no sirvió por algo. ¿Por qué? La cyborg que Erion carga entre sus brazos e ingresa a su apartamento lleva la mitad del rostro arrancado, dejando la piel colgando. Envuelta en sangre artificial, su cara no es lo único afectado. Un costado de su cadera está destrozado. Y su ropa igual.

—Sigue conmigo, niña —ruega Erion, mirando con horror lo que tiene en brazos.

Se ingresa directo a la habitación principal de cristal exclusiva para sus reparaciones. La ubica con la camilla. Sugar se da cuenta tarde de lo que está sucediendo. Se acerca cuidadosamente hacia donde está Erion, quedándose fuera apegada en el cristal cerca de la puerta. Observa. La chica que la ayudó hace más de un día atrás está destrozada y su dueño está salvándole la vida. Si es que se puede decir así.

Baja su mirada hacia el suelo y sigue el rastro de sangre que ha dejado la cyborg. Es sorprendida por el tono oscuro que empieza a tornarse el líquido espeso.

Negro.

Pero nadie está preparado para lo que la cyborg —desgarradoramente herida— está por hacer. Con su última energía en su sistema alza su brazo y a espaldas de Erion, que busca el reconstructor de tejidos de piel, ella se extrae su córnea del ojo sano. La decisión está tomada. Ella guarda un secreto y al único que puede confiárselo es aquel que le está tratando de salvar la vida. Pero es tarde, porque tiene en su organismo un virus que solo la afectará a ella de manera letal en menos de un minuto.

—Erion, toma. —La voz poco perceptible de la cyborg hace volver a Erion hacia la camilla. Impresionado y asqueado, observa a la chica que tiene extendida su mano hacia él con su córnea en su palma.

Erion se apresura hasta estar a una distancia corta.

—¿Qué hiciste? —cuestiona.

Ignora a la chica y lleva sus manos a su cabeza para canalizar su procesador con un choque electromagnético. Estará unos minutos estable, piensa. Pero algo irrumpe la descarga. Hay un bloqueo.

—No puedes —musita la cyborg—. Ellos me contaminaron.

Erion regresa su mirada a lo que queda de la chica.

—Ten. —Ella extiende su mano—. Esto tiene la respuesta de al menos mi último instante consciente en la frontera.

El cyborg toma la córnea en sus manos. La cyborg deja vencer su brazo.

—Sálvalo.

Una tela de líquido negro empieza a cubrir su cuerpo sin que nada pueda hacer. Contaminada. En un parpadeo. Erion queda petrificado. La cyborg se desaparece en un polvo que se disipa. Él se rinde. Se deja caer en el suelo donde la sangre ya no está. Ya no hay nada.

—Desapareció. —Escucha el murmullo de Sugar.

Siente la pesadez de la córnea. Una membrana transparente en forma de disco abombado. Un cristal. Algo macizo. Lo empuña y guarda en el bolsillo del pantalón. Se levanta. Requiere de una explicación a esto. El único lugar donde puede obtenerlas es en el cual ahora es dueño. Se voltea y mira a Sugar en el borde de la puerta que mantiene abierta por estar ahí apegada y algo encogida. Debe decirle algo a su mascota. Algo que la conforte.

—Volveré.

Se teletransporta.

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