OCHO

Un ruido me devuelve a la realidad. Aguzo el oído y percibo un rugido. He sido muy estúpida al no hacer caso de las advertencias del brazalete. Me giro hacia donde me ha parecido oír el ruido. Algo se mueve entre los arbustos, ¿es un dron? Entonces, un animal grande con rayas beiges y negras aparece entre los arbustos y se abalanza sobre mí. Un lince. Chillo asustada y el brazalete empieza a emitir pitidos de advertencia. Esquivo su primer golpe y me da el tiempo justo para coger un pedazo de tronco no muy grueso y utilizarlo como protección. El lince intenta arañarme la cara con sus gruesas garras. Yo le golpeo en la cara y él gime. Una de sus zarpas consigue arañarme el rostro. Siento como la sangre empieza a salir de la herida y a deslizarse por mi mejilla. Grito por el dolor. Cubro mis mejillas con las manos y me doy la vuelta, me arrastro por el suelo lleno de hojas y me oculto tras unos arbustos. El animal corre rápidamente hacia mi posición, golpeo nuevamente al felino y consigo que se aparte. Me arrastro por el suelo de nuevo y alcanzo la pistola de plasma. Está cargada. El lince da un salto y se coloca encima de mí. Aprieto el gatillo y la luz que emite el disparo me ciega. El animal suelta un gemido y huye con todas sus fuerzas.

Me siento en el suelo y hago una mueca. Mi mejilla arde de dolor. Busco en la bolsa de Áster algo para curarme la herida: hay unos cuantos vendajes, mojo uno de ellos con el agua de la cantimplora y me limpio la sangre de la cara. Escuece mucho, mi cara se deforma en un gesto de dolor. Finalmente consigo limpiar toda la sangre de mi cara. Palpo la herida con cuidado, no es un corte muy profundo pero se puede infectar. El brazalete mide mis constante vitales y me advierte de la posible infección. En letras verdes aparece este mensaje:

SUMINISTROS MÉDICOS A 2 HORAS.

Observo extrañada el mensaje, ¿cómo es posible que haya suministros médicos a dos horas de aquí? Un punto rojo aparece en el mapa. Supongo que debió introducirlo Hyo. Se desvía un poco de la dirección hacia Sarbeik, pero al parecer es la mejor opción que tengo, si puedo encontrar algo para desinfectar la herida. Sin pensarlo demasiado subo a lomos de Carbón y le ordeno que cabalgue hacia allí. El paisaje va cambiando a medida que avanzamos y la densidad de los árboles es menor.

Finalmente llego al sitio donde el brazalete indica. No hay nada. Es simplemente un valle cubierto de hierba alta, verde y fuerte. Doy unas cuantas vueltas, buscando algo que pueda contener las medicinas, pero no hay absolutamente nada: ni cabaña, ni caseta, nada. Menudo fiasco, supongo que antes habría suministros médicos, pero ahora ya no queda nada.

Desilusionada, camino unos cuantos metros hacia delante. Parece no haber nada más, pero entonces aparecen las ruinas de una construcción. Debía de estar formada por seis edificios, tres a cada lado y una calzada central que unía todos los edificios. Ahora la mayoría están muy deteriorados, sin techo y con las paredes derruidas.

Según el brazalete los suministros médicos se encuentran en el primer edificio a la derecha. Me adentro en él. Es el que está en mejores condiciones, aún conserva algo de techo y las losetas blancas de las paredes no están muy desgastadas. Hay una serie de bancos de plástico en el suelo. Parece ser que estaban elevados gracias a una barra metálica que ya está oxidada. Varios cristales cubren el suelo. Este edificio debe de ser de antes de que se construyeran las ciudades rodeadas con campos de fuerza. Por la distribución de los edificios posiblemente se tratara de algún tipo de complejo, pues todo está perfectamente alineado. En la pared hay una serie de letras, intento leer lo que pone. No soy capaz de entenderlo. Está medio borrado.

—¿Sei... Sie... duldig? ¿Qué quiere decir eso?

Me levanto y me adentro en otra sala. Hay una mesa oxidada y medio derrumbada y tres sillones enmohecidos. Una lona de cuero cubre la mesa y varias bolsas del mismo material están depositadas allí. Son muy similares a las que llevaban Áster y su madre, así que deduzco que seguramente unos cuantos viajeros se debieron refugiar aquí y dejar estos suministros por si acaso alguien los necesitaba en el futuro.

Examino el mapa que me dieron las dos viajeras y me doy cuenta de que está zona también estaba indicada. Abro las bolsas y encuentro varios botes con desinfectantes, uno de ellos huele a tomillo y otros a alcohol. Aplico éstos sobre la herida y después ato un vendaje como puedo.

Vuelvo a la sala donde dejé a Carbón y bebo el poco de agua que me queda en la cantimplora. Tengo que buscar una fuente de agua potable y rellenarla, no puedo permitirme quedarme sin agua. Sin embargo, me siento agotada, así que decido que ya lo haré mañana. Hoy solo quiero descansar. Como dos peras y me quedo sentada en el suelo.

El sol se ha escondido entre las nubes y una niebla blanquecina ha cubierto la estancia, se cuela por la puerta abierta y le da un aspecto más aterrador a las ruinas. Huele a barro y hojas mojadas. Las nubes amenazan con tonos grisáceos y algún que otro trueno. Me estremezco cada vez que uno de ellos hace crujir el cielo. Nunca había oído tan de cerca un trueno, en casa eran algo lejano sin mucha importancia. Pero aquí... Aquí el trueno es real y peligroso, y parece dispuesto a partir los cielos.

Una gota me cae en la cara a través de la ranura del techo. Me froto la mejilla, pero cada vez caen más gotas. Miro hacia arriba y otra gota me golpea en los ojos. ¡Está lloviendo! Es la primera vez que siento las gotas de lluvia sobre mi cuerpo. Dejo que éstas me mojen un poco y sonrío, aunque enseguia me pongo a cubierto, no quiero resfriarme. Me dirijo a la sala más protegida y me tumbo sobre las pieles que hay en el suelo. Lentamente, me quedo dormida.

A la mañana siguiente, el sol despunta en el horizonte recordándome que es hora de levantarse. Me incorporo rápidamente y recuerdo dónde estoy. Sin darme cuenta piso algo de barro que hay en la entrada, salpica y me mancha las botas. Doy un traspié y me caigo al suelo. La lluvia ha convertido todo el suelo en un barrizal. Carbón está comiendo algo de hierba unos metros más lejos. Suspiro aliviada al ver que no me ha abandonado a mi suerte.

Examino cada rincón en busca de agua y algo comestible. Puedo vislumbrar un patio que hay detrás de la calzada que une los edificios. Camino hacia allí observando cómo las plantas se han apoderado de las ruinas, cubriéndolas de musgo y plantas trepadoras. Huele a hierba mojada, es bastante reconfortante. En el patio, unos árboles de aspecto frágil se mecen al son viento haciendo bailar una fruta de color naranja. Oigo el sonido del agua fluyendo. Hay una fuente que en un principio debió ser artificial pero ahora es salvaje, como todo lo que hay aquí.

Me acerco más a los árboles y compruebo que se trata de naranjos. Atónita, acaricio uno de los frutos. Nunca había visto naranjas de este color, en la ciudad todas las naranjas son de color rojo. Estallo en una risa llena de satisfacción. La primera vez que veo naranjas con su color natural. Arranco una del árbol y le quito la piel. Los gajos también son de color naranja. Mastico la naranja con gusto, está ácida pero dulce. Es una sensación muy agradable, el zumo se me escapa de la boca y se resbala por la barbilla. Me río de nuevo y me atraganto. Toso varias veces y me dirijo a la fuente para lavarme la cara. El agua gélida me refresca y me despereza. Estaría aquí todo el tiempo. Me siento feliz, de una manera extraña. Me olvido de todos mis problemas y me concentro en este sitio. En la belleza de los naranjos que se mecen al son del viento...

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