DOCE
Es increíble lo relajante que puede ser observar la puesta de sol arropada con una cálida manta, dando pequeños sorbos de infusión humeante. Mi primera puesta de sol sin ningún reflejo azulado que oculte parte de su belleza. En casa, los días que mamá tenía que quedarse hasta bien tarde en el trabajo porque algún cliente desorganizado había realizado un pedido a última hora, a veces subía al tejado de un edificio cercano de muchas plantas. Me las apañaba de cualquier manera para llegar hasta el último piso, ya que por lo menos las cuatro últimas plantas estaban en desuso, el ascensor no llegaba a ellas ni tampoco las escaleras. Una vez allá arriba observaba cómo en el horizonte, el sol se iba escondiendo y el cielo pasaba de un color naranja intenso de reflejos azules a un azul marino claro, en el que apenas podían distinguirse las estrellas.
Ahora me encuentro sentada en el tejado de la casa de Tandara, observando cómo el sol deja sus últimos rayos de sol sobre esta tierra y gradualmente van apareciendo puntitos luminosos. El barullo de la aldea va disminuyendo a medida que los comerciantes recogen sus productos. Tan solo se oye a algunos músicos ambulantes que desean buenas noches y dulces sueños con sus melodías. Los guardias que ya han recibido un relevo apagan algunas antorchas y vuelven a sus casas entre carcajadas y experiencias.
El sol ya se ha escondido tras las montañas y, por primera vez en la vida, contemplo el cielo estrellado. Un lienzo negro en el que han caído pequeñas gotas de pintura blanca y amarilla. Se me encoge el corazón al ver las miles de estrellas que decoran los cielos. En un extremo, con más nitidez incluso que las imágenes que nos enseñaban en la escuela, realizadas años atrás con potentes telescopios, se dibuja la Vía Láctea. Tantas estrellas, tan juntas, tan bellas. Y pensar que están tan lejos... Alargo la mano y me siento como si rozara las estrellas.
En ese mismo instante, un zumbido lejano me llega a los oídos y veo cómo una estrella fugaz surca el cielo de un extremo al otro. En realidad, no es una estrella, pero los humanos decidimos llamarlas así, y ahora entiendo por qué: porque realmente parece que una estrella que corre por el cielo.
El crujido de la madera al recibir peso me devuelve a la realidad. Tandara está sentada en un banco que hay en el tejado, sonríe.
—¿Cuánto tiempo lleva ahí? —la mujer se ríe.
—Subí poco después de ti. Parece que hayas visto un hada.
—Algo así —sonrío—. Es la primera vez que contemplo el cielo estrellado —explico con un nudo en la garganta, causado por la emoción.
—Es lo más hermoso que hay —Tandara se acerca a mí y se tumba a mi lado—. Llevo más de sesenta años contemplándolo y nunca me cansaré. Hay una leyenda que dice así:
"Hace siglos, los humanos surcaban los cielos con pájaros de metal, capaces de navegar por las negras aguas del espacio. Algunos, vivían allí, flotando en medio de la nada. Los humanos enviaban máquinas para investigar las tierras lejanas, donde los hombres no podían llegar. En los cielos, la Tierra no era más que un pequeño fragmento de tierra y agua, junto a ella, había otros planetas. Planetas que en los tiempos antiguos habían sido considerados dioses: Marte, Venus, Saturno... Los humanos deseaban visitar aquellas tierras, pero todo en su mundo se movía por codicia y, al final, los hombres envejecían entre discusiones y enfados."
—Es una leyenda muy cierta —es lo único que soy capaz de contestar.
La anciana ríe de forma tan juvenil, que por un momento parece de mi edad. Al final, yo acabo riendo también, sin saber muy bien por qué, aprovechando una oportunidad que pocas veces se presenta.
—¿Te gustaría ver algunos planetas y constelaciones? —Yo asiento emocionada—. Ese de allí que está tan arriba es Mercurio, eso de allí es...
Escucho atentamente sus explicaciones y me dejo guiar por su voz dulce y cariñosa.
Todo es tan diferente aquí, en la ciudad todo son estereotipos, envases de silicona, objetos prefabricados. Aquí, la gente no te juzga por ser diferente, mientras que en la ciudad serías un bicho raro. Aquí el cielo no está distorsionado por reflejos azules. Aquí la naturaleza es real, mejor dicho: aquí todo es real.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top