Kim SeokJin
A veces pensaba que sus padres lo odiaban. Sabía que era una palabra fuerte, pero últimamente hasta se quedaba corta. Desde su nacimiento hasta ahora, SeokJin había tenido que soportar la carga de ser el sucesor del clan Kim, obligado a acercarse a la perfección mientras sentía la mirada decepcionada de su madre por cualquier cosa que hiciera. Debía ser como su padre, pero no podía, por mucho que lo intentara.
Lo sabía, su madre preferiría tener como primogénito a su segundo hermano. Nada mejor que un chico llamado por las Estrellas, digno sucesor al cargo de líder del clan. Pero SeokJin no tenía la culpa de haber sido llamado por el Sol, ese que solo servía para dar la fuerza necesaria para combatir enemigos, pero era inútil ante la sabiduría vital para liderar. Por más que estudiara y se preparara, nunca lograría superar a su segundo hermano. Se encontraba constantemente en una competencia no buscada por ninguno de los dos.
Al menos, tenía el consuelo de no haber sido llamado por la Luna como su hermano menor, una maldición que otorgaba belleza, pero era inútil para gobernar y pelear. Los hijos de la Luna eran usados como objetos de intercambio entre clanes para asegurar la paz, como sucedió con HyeSoo, su prometida desde hace unos meses, y con JiSeung, la prometida de su segundo hermano. Y así le tocaría a Taehyung, su último hermano, quien apenas tenía quince años.
Así era como funcionaba durante años y seguiría por muchos más. No les quedaba otra opción que aceptar en silencio el destino que su casta les impuso al nacer.
—¿Tengo que ir? Hace mucho frío —preguntó Taehyung mientras SeokJin terminaba de abotonar su camisa frente al espejo.
—Sal de mi habitación, sabes que no puedes estar aquí —le recordó SeokJin—. Espera afuera con las chicas —añadió mientras tomaba la chaqueta de la cama.
—Pero no quiero ir... —Insistió Taehyung haciendo un puchero.
A él no le gustaba dar el paseo semanal, no cuando sabía que solo era otra aburrida caminata para recordarles a todos que eran los hijos del matrimonio Kim, listos para ejercer posesión de su herencia cuando quisieran.
—No está en discusión.
—Te odio.
Namjoon entró a la habitación de SeokJin sin avisar ni tocar la puerta, algo típico de él, llevaba unos jeans rasgados y una camisa blanca a medio abotonar. SeokJin solo lo miró pensando en que a su madre le daría un vuelco al corazón si lo viera en esas fachas.
—¿Les falta mucho? Las chicas se están congelando —avisó Namjoon tumbándose en la cama de SeokJin con los brazos extendidos.
Odiaba que alguien tocara su cama, pero no dijo nada.
—No quiero ir, ¡No iré! —Chilló su hermano menor, cruzándose de brazos—, Yo no hago falta ahí de todas maneras, todos saben que el próximo año me iré de este estúpido pueblo.
—Vocabulario. —lo regañó mirándolo seriamente.
Namjoon solo los observaba con un destello de diversión en su mirada.
—¡Da igual! Además, hace mucho frío, ¿Qué pasa si me enfermo? Tengo que estar presentable para la fiesta de esta noche, estoy seguro de que asistirán muchas chicas buscando un amante.
—¿Amante? ¿Por qué tienes expectativas tan bajas, hermanito? —Preguntó Namjoon en tono de burla.
—¿Podemos dejar esto para después? —Pidió SeokJin con la poca paciencia que le quedaba, esa conversación no los llevaría a ningún lado.
—¿Bromeas? Nuestro hermanito tiene como meta convertirse en amante, esto es serio.
Taehyung le mostró su dedo corazón.
—Soy realista, ¿Crees que una chica va a tomar a una Luna por marido? Sí, claro.
SeokJin terminó de acomodarse la corbata y los miró a ambos.
El rostro de Taehyung estaba rojo, señal de que estaba a punto de iniciar un berrinche, y Namjoon no se veía con ánimos de dejar de fastidiarlo. SeokJin soltó un suspiro y caminó hacia la puerta.
—Es hora.
Podría decirse que cuando eran niños estas caminatas resultaban divertidas, todos los veían como si fueran los dueños del mundo, y en su inocente imaginación era porque los querían mucho, nada más alejado de la realidad.
—Si me enfermo tendrán que renovar mi guardarropa. —Amenazó su hermano menor en cuanto salieron de la habitación.
—Silencio. —HyeSoo y JiSeung los esperaban en la entrada; al verlos, hicieron una pequeña reverencia antes de ir hacia ellos.
Namjoon caminaba detrás de SeokJin forzando a JiSeung a tomarle de la mano. Sabían perfectamente que ese par no se toleraba, y su hermano parecía disfrutar haciéndola sufrir más de la cuenta. Como claro ejemplo estaba la fiesta de esa noche, en donde se celebraría formalmente su compromiso a pesar de que ella había expresado claramente que no quería ser el foco de atención de nadie.
—¿Era aquí? —preguntó Taehyung deteniéndose frente a un pequeño parque con una sonrisa divertida.
—¿Qué cosa? —HyeSoo desvió su mirada hacia donde estaba el hermano menor de SeokJin.
SeokJin solo suspiró mientras seguía caminando, sintiendo a HyeSoo afianzar su agarre sobre su brazo para que no siguiera avanzando. Namjoon también siguió la mirada de Taehyung y esbozó una sonrisa burlesca, jalando sin ningún cuidado a JiSeung, quien no se cortó a la hora de insultarlo, siendo ignorada por completo.
JiSeung había sido la primogénita en su familia; sin embargo, renunció a su lugar como sucesora pensando en que viviría una vida tranquila sin responsabilidades mientras que su hermano menor gobernaría a los suyos. No contaba con que, al año siguiente de la sucesión, el Sol la traicionaría al regalarla a su clan como prometida de su segundo hermano.
—Sí, era aquí, lo recuerdo como si hubiera sido ayer. —le siguió Namjoon con ese tono que irritaba tanto a SeokJin.
—Solo avancen, no estoy de humor para sus bromas.
Taehyung lo ignoró completamente y siguió caminando en dirección contraria. SeokJin detestaba que siguiera con ese tema después de tantos años, y sobre todo, detestaba que lo hiciera frente a su prometida y su cuñada.
—¿Podrías soltarme? —Pidió JiSeung intentando forcejear con Namjoon, pero este simplemente la ignoró y siguió avanzando hacia el parque llevándola consigo.
—Aquí fue donde nuestro príncipe heredero afirmaba haber conocido a su pareja destinada, lo recuerdas, ¿verdad? Parecías un desquiciado.
Si las miradas matasen, Taehyung ya no estaría entre ellos.
—¿Pareja destinada? ¿Eso todavía existe? —preguntó HyeSoo entre curiosa y divertida con las palabras de Taehyung.
Lo mismo se preguntaba SeokJin.
Las parejas destinadas existieron, de eso no hay duda. En el pasado, incluso era una ley unirte únicamente con tu pareja destinada. Sin embargo, el tiempo pasó, los ancestros comenzaron a unirse con extranjeros eliminando su particularidad de manera gradual, hasta que desapareció y llegó a considerarse un simple mito.
En la actualidad, se mencionan las parejas destinadas solo en algunos libros de historia y en muchos libros infantiles, aunque también abundan en las novelas románticas. Siempre es divertido soñar, pero dejó de tener credibilidad hace mucho tiempo.
Aunque SeokJin no estaba del todo seguro.
Recordaba que a los ocho años caminaba cerca de este parque con sus padres y hermanos mientras veía a un grupo de niños que los miraban ensimismados, sujetados por sus padres para que no se acercaran más de lo debido. Y entonces lo sintió...
No fue una sensación agradable en lo absoluto; sintió arder su marca de nacimiento, esa que confirmaba que había sido bendecido por el Sol. La sentía arder de manera infernal, solo podía escuchar gritos a su alrededor, y su vista comenzaba a tornarse más borrosa mientras se encontraba tirado en el suelo retorciéndose de dolor.
Terminó por desmayarse a los pocos segundos.
Al despertar, lo primero que sintió fue una quemazón en el pecho, literal. Y al descubrirlo, vio la marca del Sol impregnada en su piel, la misma marca que tenía en el cuello.
Lo peor fue cuando al preguntarle a sus padres qué significaba aquella marca, le dijeron que ahí no había nada. Al obtener la misma respuesta de sus hermanos y la servidumbre, llegó a la obvia conclusión de que solo él podía verla.
Durante mucho tiempo regresó a aquel parque en busca de una explicación, algunas veces en compañía de sus hermanos, otras veces solo, pero al no obtener ningún tipo de respuesta o manifestación, decidió que tenía que olvidarse de aquel asunto sin importancia.
O al menos debía intentarlo.
—Si todavía existen o no, no hay manera de determinarlo, pero al menos, puedo decir con firmeza que yo no tengo una. —fue todo lo que dijo antes de darse media vuelta para seguir con el recorrido, muy lejos de aquel parque.
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