14. Celos
Por la noche, es de esperarse que Steve sea el primero en llegar al lugar acordado para reunirse, aunque en realidad está un par de minutos antes, por lo que, de forma puntual, Elizabeth sale del ascensor, provocando que él sonría de forma involuntaria y no pueda dejar de admirar lo bonita que se ve.
—¿Tienes mucho tiempo esperando? —pregunta ella mientras se acerca al rubio y le da un pequeño abrazo antes de dejar un corto beso en la comisura de sus labios —. Si me respondes que 70 años, voy a llorar —se burla.
—No —murmura Steve luego de reír y se sonroja levemente —, volviendo al punto, apenas llegué.
La azabache no puede evitar fijarse en lo apuesto que se ve Steve aquella noche, con esa camisa color negro con las mangas dobladas sobre sus antebrazos. Ella no se contiene y acaricia la mejilla del rubio, quien ladea suavemente la cabeza ante aquel contacto, aunque al percibir una ráfaga de viento, ellos se separan.
—Estamos listos —dice Pietro bajando de sus brazos a su hermana.
—Entonces ya podemos irnos —responde Elizabeth y suspira cuando Steve le ofrece su brazo para que lo entrelace con el suyo y juntos caminen hacia el estacionamiento.
Wanda y Pietro van demasiado emocionados y muy bien vestidos, acorde a la noche que ellos esperan, además de que sienten demasiada confianza de ir acompañados del par de Vengadores.
Toman un auto negro de tamaño estándar en donde todos suben, yendo Elizabeth como copiloto. Ella le va dando las instrucciones de un sitio del que investigó, llegando a un llamativo club con luces neones en el exterior, pero muchas personas esperando fuera. Steve estaciona y una vez que todos bajan, caminan hacia la entrada.
—No creo que podamos entrar ahí —susurra Rogers mirando con cierta incomodidad a la gran cantidad de personas alrededor de ellos.
—Es probable, pero recuerda que Wanda viene con nosotros —le responde la Agente Miller.
Wanda Maximoff utiliza sus poderes para que ellos logren ingresar rápidamente a pesar de las protestas del resto de la gente, por lo que, los gemelos se adelantan y
Elizabeth toma la mano de Steve al notar que se niega a caminar. Rápidamente encuentran una pequeña mesa donde se sientan, los gemelos se notan emocionados y al parecer, Pietro dejará salir al chico rompecorazones que trae integrado. Wanda está un poco nerviosa, pero nadie puede negar que también captó miradas al entrar.
—Hay mucha gente —dice Steve al oído de Elizabeth.
—Es un club, Steve, siempre hay mucha gente —le responde ella sonriendo.
No tardan mucho en ir por algunas bebidas, a pesar de que Pietro y Steve no puedan sentir sus efectos. Las mejillas de Wanda se sonrojan casi inmediatamente, mientras que su gemelo no pierde tiempo y se ha alejado para ir en busca de compañía. En pocos minutos un chico se acerca a saludar a Wanda, ellos se alejan un poco para conversar.
—Me siento como el padre que debe cuidar a la hija —murmura Steve acercándose a Elizabeth para que lo pueda escuchar mientras no puede apartar su mirada de la sokoviana y el joven con el que ella habla.
—Eres como el chaperón de la noche —le responde ella con burla, codeándolo de forma suave.
Rogers la mira con una sonrisa. Le parece increíble encontrarse en pleno siglo XXI, en un club repleto de personas, con una chica a su lado y disfrutando de esta agradable compañía. Él pasea su mirada por el sitio en donde puede ver, a pesar de que la iluminación de basa en algunas luces de colores, a varias personas bailando, otras más conversando o bebiendo, mientras que, en las partes más alejadas, no quiere ni imaginar lo que puede estar sucediendo.
─Definitivamente esto no era así en mis tiempos —murmura él, pero luego se da cuenta de que un par de chicas le dedican descarados guiños, a pesar de que literalmente esté abrazando a Elizabeth —, y tampoco pasaba esto.
La joven lleva su mirada hacia la misma dirección que Steve, por lo que ella se da cuenta de lo que está pasando y luego de mirar a aquellas chicas con burla, pues ella está con el rubio, se gira hacia él.
—¿Acaso te gusta la atención que ahora recibes? —pregunta la azabache, manteniendo el tono burlón y acercándose de forma intencional al oído de Steve con el pretexto de que la escuche mejor.
—Ya tengo la atención de la chica que quiero, no necesito más —responde él con cierta timidez, pero intenta ver a la joven todo el tiempo a los ojos.
—¿De verdad? Ella debe ser muy afortunada de haber captado la atención del Capitán América —murmura Elizabeth acariciando la mejilla del rubio.
—El Capitán América la admira y reconoce su potencial como Agente, pero a Steve Rogers lo tiene embelesado —declara con mayor confianza.
La joven sonríe complacida con sus palabras, por lo que, aprovechando su posición, lo acerca hacia ella para poder besarlo. Steve responde con el mismo entusiasmo, aprovechando un poco del poco interés que pueden recibir en un sitio como este.
—¡Vamos! Baila conmigo —dice Elizabeth una vez que dejan de besarse y que él se limita a acariciar su rostro con cariño.
—No sé bailar —responde él apenado.
—No necesitas realmente saberlo, sólo puedes moverte un poco siguiendo el ritmo de la música, vamos, no es tan complicado —insiste y es claro que el ojiazul no puede negarse.
Steve tiene todos sus sentidos en Elizabeth, quien se mueve el ritmo de la música y lo invita a seguirla, aunque los ligeros empujones que recibe, provocan que él la termine abrazando y así se mantengan. La chica lo vuelve a besar, por lo que él rodea la cintura de la joven con sus brazos y la besa a ratos.
Son casi las 3:00am cuando van de vuelta a la base. Parece ser que la noche fue buena para todos, en especial para Pietro.
—¿Cómo te fue, Wanda? —le pregunta Elizabeth mientras la ve por el retrovisor.
Bien, supongo. Conocí a un chico, Josh, es muy lindo, pero no creo que sea mi tipo —afirma apenada, su vista se dirige hacia su hermano, quien ha comenzado a vaciar las bolsas de su pantalón y chaqueta —. ¿Qué es eso, Pietro?
—Números —afirma con una sonrisa que muestra orgullo.
Su gemela abre cada uno de los papeles, dándose cuenta de que hay un número diferente escrito, algunos con tinta y otros con maquillaje, Wanda lo mira con molestia y Elizabeth niega con la cabeza mientras sonríe divertida.
—¿Y le hablarás a alguna? —cuestiona la Agente Miller dándole una rápida mirada al gemelo.
—No lo sé. Todas eran muy lindas en realidad —responde con confusión, mientras ordena aquellos papelitos en un solo montón —, ¿qué sugieres, Cap? —pregunta dirigiéndose hacia el rubio que conduce el auto.
—Opino que no debes jugar así con las personas —responde Rogers sin apartar su vista de la carretera —. Creo que, aunque es válido que conozcas personas, debes dejar claro si estás en búsqueda de algo serio o no.
—Lo entiendo, creo —murmura el sokoviano —. Supongo que podía hablar con ellas o elegir a alguien para una cita normal, quizá conozca a alguien para continuar saliendo —responde encogiéndose de hombros.
El resto del viaje, permanecen simplemente acompañados por el sonido de la radio. Una vez que llegan a la torre, os gemelos les agradecen que los hayan acompañado y se marchan a sus respectivas habitaciones.
Steve entrelaza su mano con Elizabeth y juntos caminar tranquilamente hacia el elevador, sus dormitorios se encuentran en el mismo piso, así que hacen el viaje juntos. No hablan, pues se limitan a disfrutar de la cercanía del otro y cuando están frente a la puerta de la habitación de la joven, se despiden con un largo y dulce beso.
***
Por la mañana y muy temprano para su gusto (pues la joven ha desactivado la alarma debido a la noche que se tomarían), Elizabeth recibe un mensaje llega a su teléfono, aunque luego llegan varios más con emojis que son los que la terminan por despertar. Es Sam, quien le anuncia que ha llegado a la primera zona turística en España, la cual marcaron en su mapa para encontrar a Bucky, así que una vez que lo lee, ella se levanta con pereza para responderle.
Una vez que termina de charlar con su amigo, Elizabeth toma un baño y sale en búsqueda de algo para desayunar, encontrándose a parte del equipo, quienes la saluda con alegría. Sin embargo, se le hace extraño no ver a Steve, pero igual tiene hambre y se sienta a tomar su cereal junto a Pietro.
Pronto llega Wanda, quien se acomoda a su lado y empiezan a charlar retomando su desayuno, pero es entonces, cando Elizabeth está a punto de terminar con su cereal, que Steve entra acompañado de Sharon Carter. Él mantiene un semblante amigable y puede notar que pone atención a lo que la rubia dice, sin embargo, la mirada que le dedica la Agente 13, es totalmente diferente.
Elizabeth piensa en no hacer algún movimiento, sabe que no vale la pena, al menos que Steve sea quien la note, lo cual por suerte pasa, pues el rubio la nota y le sonríe de una forma tan bonita, que hace que ella olvide esos sentimientos poco útiles.
Sin embargo, Sharon coloca su mano de forma despreocupada sobre el antebrazo de Steve, al mismo tiempo que le dedica una mirada coqueta, aunque el rubio simplemente la mira con sorpresa.
—¡Steve! —le llama la chica una vez que se levanta de la mensa y procede a dejar sus cosas en el lavavajillas —, ¿podrías acompañarme un momento? —pregunta Elizabeth con seriedad.
Por unos segundos el rubio evoca aquel recuerdo de cuando aquella secretaria lo besó mientras estaba en la base, allá por los 40's, y Peggy le llamó la atención con la misma seriedad.
—Claro —responde él con un leve sonrojo —. Nos vemos luego, Sharon.
Las miradas de todos los presentes se dirigen hacia ellos, Natasha los mira sorprendida, pero se limita a sacar sus conclusiones mentales y para nada sanas. Pietro suelta una pequeña risa y su gemela sólo le sonríe. Sharon los observa impávida mientras ve como caminan hacia ella, ya que detrás se encuentra la puerta de salida.
—Carter —saluda la azabache cuando pasa a su lado y el rubio no tarda en seguirla.
—Miller —responde la Agente con neutralidad.
Steve intenta seguir el paso a Elizabeth, pero ella camina apresurada hacia su habitación. Una vez que llegan a dicho lugar y ella ingresa, sólo le pide que cierre la puerta con seguro. Él, una vez adentro, observa la computadora portátil sobre la mesa, el dispositivo que tomaron prestado de Stark y algunos otros más junto con sus respectivos cables.
—No es lo más avanzado, pero es más fácil pasar desapercibidos ante el sistema —explica ella mientras teclea algunas cosas que dejan un poco confundido al rubio. Él entiende casi nada de lo que ella hace, sin embargo, le presta su entera atención y le parece muy bonita al verla tan concentrada —. Sam ha enviado algunas cosas.
Y diciendo esto, Elizabeth selecciona una imagen reciente de Bucky (recientemente proporcionada por Sam) y la introduce en un buscador especial, por lo que, en pocos segundos, aparece una carpeta con cientos de imágenes que pronto se empiezan a reducir hasta quedar unas cuantas, sin embargo, en cada una de ellas se ha captado la presencia del fugitivo.
El celular de la chica empieza a sonar y el nombre de Sam aparece en la pantalla, así que ella no duda en responder.
—Las tengo, Sam —dice ella luego de un nuevo rápido saludo —, definitivamente es uno de los sistemas más fáciles de hackear, pero encontraremos unos más complicados. Por el momento he configurado los equipos para que busquen más imágenes por el lapso de una hora, según tu itinerario, te queda un museo por ver.
—Sí, es lo que he notado, iré, pero creo que luego me aventuraré un poco y veré que consigo con mi español —dice en un tono bromista, provocando que la chica sonría.
—Sólo no asustes a las personas, por favor —le pide la chica con voz suplicante.
Ellos charlan un par de minutos más, antes de que Steve obtenga el teléfono para intercambiar unas cuantas palabras con Sam, aunque lo que más hace, es reiterarle su agradecimiento por su cooperación con su objetivo de buscar a Bucky.
—Eso es todo, Steve. Ya puedes marcharte —murmura Elizabeth con la mirada fija en la pantalla de la computadora.
El rubio asiente y se levanta de la cama en donde minutos antes se había sentado, él camina hacia la puerta, pero no abre y se gira hacia donde la azabache ha empezado a guardar algunas cosas. Nota que Elizabeth se levanta y es entonces cuando él camina hacia ella, sólo para rodearla con sus brazos y capturar sus labios con los suyos. Ella le corresponde casi al instante y deja caer los cables al piso para poder rodear el cuello del ojiazul con mayor libertad, en cambio, este sujeta con fuerza su espalda y la pega lo más que puede a su cuerpo. Definitivamente no cambiaría por nada esto.
—No me agrada Sharon Carter —murmura Elizabeth cuando sus labios se separan de los del rubio, pero sus cuerpos siguen igual de juntos —. No me agrada, no me agradaba y no me agradará. Y no me gusta que coquetee contigo —agrega frunciendo los labios y elevando su mirada para encontrarse con la del Capitán.
—No preguntaré la razón de que no te agrade, supongo que algún día me lo dirás, pero, no siento que esté coqueteando conmigo —responde Steve con inocencia.
—Esas miradas que te dedica, esas risas ante tus comentarios y esos sutiles toques hacia ti es un claro coqueteo. Que tú seas la persona más inocente del mundo es otra cosa —declara ella y de inmediato Steve vuelve a besarla, aunque ahora con mayor intensidad. "Quizá no tan inocente", piensa Elizabeth.
—Bien, pero, en caso de que tengas razón, yo no la veo más que como una compañera y una agente —explica él cuando de nuevo dejan de besarse —. Lizzie, no puede ver a nadie más de la misma forma en la que te veo a ti —declara él con voz profunda.
La azabache le mira enternecida y sonríe. A veces le asusta lo vulnerable que Steve la puede volver con una mirada o con palabras tan dulces como estas.
—No me gusta sentirme así —murmura ella y rodea la cintura del rubio con fuerza para esconder su rostro en su pecho —. Los celos son malos.
Ante esa confesión, Steve no puede evitar sonreír de forma discreta, aunque los celos sean malos, no negará que le parece demasiado dulce que Elizabeth admita que se siente así respecto a él.
—No deben existir en ti, cielo. Eres la mujer más maravillosa de todas —declara el ojiazul acariciando la espalda de la joven —. Sé que quizá soy muy diferente a lo que estás habituada y a veces la tecnología me complica un poco la vida, pero, quiero hacer esto formal, porque así estoy acostumbrado y quiero que, lo que sea que hay entre nosotros, tenga un nombre, nos de esa seguridad y me sienta confiado de llamarte mía, entonces, ¿te gustaría ser mi novia? —pregunta él.
Elizabeth se separa rápidamente del pecho del rubio para mirarlo a los ojos y encontrarse con esos ojos oceánicos llenos de sinceridad, además de que puede notar sus mejillas levemente sonrojadas. Es adorable.
—Claro que eso me gustaría mucho, Steve Rogers. Así que la respuesta es sí —responde ella casi de forma solemne.
Steve no puede hacer más que sonreír antes de atraerla de nuevo hacia sus brazos y besarla, oficializando así su relación.
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