Parte final

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¡Ah! Pero no todo era malo, pues Hugo también es un niño muy tierno, bondadoso, colaborador, con un corazón grande lleno de amor y empatía hacia los demás, por ello le afectaba mucho cualquier mal comentario hacía su persona.

 —¡Hugo! Ven por favor un momento muchacho —decía el señor Julián de la bodega—. Escucha con atención y no te distraigas en el camino. Llévale a la señora Esperanza su pedido. Y dile que ya lo anoté en su cuenta. Que para la próxima semana debe cancelar.

—Esta bien, —respondía sin poner ninguna objeción.

—Gracias Hugo, luego te daré la nueva caricatura que me llegó esta semana —y conociendo de sus despiste le enfatizaba—. No lo olvides Hugo, ve donde doña Esperanza, recuerda que ella vive a tres casas de la tuya, por favor no tarde mas de lo debido…

Todo aquel que lo conocía estaba enterado de sus distracciones. Muchos decían que vivía en la “Nebulosa de Hugolino” esto debido a que con todo se entretenía : los pájaro que cruzaban el cielo, las vidriera de los locales, ver a alguien haciendo algo que nunca había visto ante, los colores llamativos de cualquier valla publicitaria, el funcionamiento de algún artefacto electrónico o simplemente se perdía en sus propios pensamientos y al quedar en ese trance momentáneo, todo lo demás  desaparecia a su alrededor. En  tanto que el tiempo pasaba  sin que se percatarse de nada.

También es un científico de nacimiento o eso creía él. Todo lo que caía en sus inquietas manos lo desarmaba y lo volvia a armar, sin embargo no quedaban tan perfectos; esto debido a que casi siempre le sobraban piezas. Mientras su mamá hablaba en voz alta:

—¡Dios mío! Ya destruyó el coroto ese. Bendito sea Dios. Este muchacho me va a volver loca.

Pero siempre tenía a la mano alguna respuesta creativa para todo y poniendo su mejor cara refutaba:

—Tranquila mamá, que si sobraron esos tornillos era porque sencillamente no eran necesarios. Ya veras que funciona y hasta mejor que ante…

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“El gran Hugo” así le decían quienes compartían su día a  día pues a pesar de todo existian personas que lo apreciaban  y motivaban a seguir adelante.

En otra de tanta ocasiones, Hugo llegó con su carita roja como un tomate por venir —como siempre— corriendo de la escuela hasta su casa. Su mamá al verlo le preguntó:

—¿Cómo te fue en la escuela?

Y él respondió:

—¡Bien mami! No me mandaron tarea. —Y cerraba con lo inevitable ya sentado frente al televisor—. ¡Ah! Por cierto mamá, tienes que ir a la escuela mañana. Te juro que esta vez no hice nada.
 
Siempre era igual, Nunca se cansaba, era tan intranquilo como aquel niño famoso “Daniel, El travieso” personaje de caricaturas que de haber sido un niño de verdad, hubiesen sido los mejores amigos y hasta quizás hubiesen sido dos terremotos cuyos nombres se desgatarían en la boca de toda la comunidad...
 
A pesar de la compresión de muchos y del incondicional amor de su mamá. Hugo tenía días tristes porque por más que trataba sus esfuerzos eran lento. Se refugiaba en su particular soledad, pues en esos ratos podía soñar despierto, ser él mismo sin que sus acciones de algún modo causaran malestar en aquellos que se dedicaban a criticar su comportamiento lejos de ayudar o comprender.

—¡Quédate quieto! —vociferaban algunos.

—¡No hagas eso! —decían otros.

—¡Fuiste tú! —acusaban los más intransigentes.

—¡No me digas que no puedes! —reclamaban algunos maestros.

—¡Eres un flojo, por eso no avanzas! — aseveraban los más ignorantes.

Todas estás expresiones castradoras e inclementes eran como especies de navajas afiladas que lastimaban sin piedad su día a día. Dando paso a un estallido fulminante en la autoestima de aquel niño diferente pero con una sensibilidad a flor de piel. Trataba de autocorregir lo que él creía que había de malo dentro de su ser.
 
Con el paso del tiempo su madre y él han aprendido que no basta querer para poder. Que el control en él es algo incontrolable. Que no es tonto ni lento al aprender a ritmo diferente a otros niños.

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Al fin su mamá, luego de buscar, indagar, preguntar y pedir apoyo  ha conseguido dar con la ayuda para su inquieto hijo. Hoy pasada ya las 3:00 de la tarde se encuentra en el consultorio médico. Ambos están impacientes por entrar. Al cabo de una hora y media, su oportunidad ha llegado. Lo recibe un doctor con bata blanca de jovial sonrisa que los invita a pasar. Ya sentados, el medico procede con la evaluación realizando una serie de preguntas que tanto Hugo como su madre responden afirmativamente en su mayoría, luego de varios análisis, también le colocan en su cabeza  unos cablecitos de colores que están unidos a un aparato de gran tamaño. El doctor le solicita amablemente que no se mueva; por breves lapsos de tiempo le pide que cierre y abra los ojos. Él no entiende, solo sabe que esta frío y que su mamá está cerca. Eso le da confianza.

El doctor termina el examen, hace anotaciones en una libreta le invita a salir para hablar a solas con su mamá. La espera se le hace interminable al cabo de un rato su mamá sale con lágrimas en los ojos.

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 Hugo, el gran guerrero que lucha todos los días incluso de sí mismo, cae y se levanta para enfrentar nuevas aventuras, pelear nuevas batallas con unos monstros que nunca se destruyen y que llevan por nombres: discriminación, indiferencia, exclusión e ignorancia. Estos monstruos viven ocultos en muchas personas que no saben cómo reaccionar ante lo desconocido, ante lo diferente.

Sin embargo,  ya sabe que sus distracciones tienen un origen neurológico. Que con ayuda de su mama, de la maestra y del médico mejorará su calidad de vida.

¡Ah! Se me olvidaba mencionarle, Hugo tiene Trastorno Déficit de Atención con Hiperactividad TDAH y a partir de ahora todo será distinto.

FIN

Espero sea de su agrado este corto relato. Me agradaría conocer su opinión. De antemano gracias por su tiempo para leer.
P.D: Aún está sin corrección.

Saludos.
Atte.
Cristylove.

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