Capitulo 5
CICATRICES
Un pequeño niño de 7 años, de cabello castaño y ojos tan azules como un zafiro, se encontraba limpiando el comedor junto a otros niños del orfanato. A pesar de que quería decirles muchas cosas bien merecidas a los encargados del orfanato donde vivía, no podía porque ya no quería sufrimiento; al menos no por ese día.
–¡Hey, Moorington!– escuchó a uno de los niños que estaba con él, así que se volteó a verlo –Te faltó barrer por aquí.
Clay se confundió un poco por lo que dijo, y para cuando se dio cuenta, ese y otros dos niños tiraron todo lo que estaba en las bolsas de basura de regreso al suelo.
–¡¿Qué les pasa?!– exclamó Clay, molesto.
–Se supone que tienes que limpiar toda la basura– el niño rió.
Las puertas del comedor se abrieron de golpe, por lo que los niños lanzaron las bolsas a cualquier lado mientras volvían a sus deberes. El encargado del orfanato entró, con su típico rostro molesto, y al ver todo el desastre que había en el suelo, se molestó más y miró al menor de los cuatro niños que estaban ahí.
–¿Se puede saber porqué hay tanta basura en el suelo, Moorington?– le preguntó el encargado.
–A-ah, bu-bueno yo...– tartamudeó Clay.
Sabía que si decía la verdad, no le iba a creer, y tampoco era que le gustaba mucho mentir porque tampoco le creerían.
El hombre, al ver que Clay no respondía, se acercó a él agarrándole el brazo con mucha fuerza; tanta que provocó que Clay soltara un quejido de dolor.
–¡Ahora vas a ver lo que te pasa cuando no respondes!– dijo el hombre.
Se llevó a Clay prácticamente arrastrándolo a los dormitorios. El menor ya se preparaba para el sufrimiento que venía, puesto que vio cuando el encargado agarró del pasillo la vara de metal que utilizaba cada vez que algún niño hacía algo "indebido".
Lo único que se escuchó durante ese rato en los dormitorios, fueron los gritos del dolor de un pequeño y algún que otro golpe del metal contra el suelo.
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Clay se despertó sobresaltado, casi cayéndose de la cama de nuevo. Sudor frío corría por su frente y su espalda, como cada vez que tiene una de esas pesadillas; las pesadillas que eran recuerdos de su pasado de dolor y sufrimiento. Encendió la lámpara con manos temblorosas mientras trataba de regular su respiración, y cuando por fin pudo calmarse un poco, miró sus brazos que por alguna razón le dolían.
Ahí estaban. Esas cicatrices que siempre le recordarían su niñez, tanto de raspones como cortadas y golpes que no sanaron bien. Todas esas marcas que jamás desaparecieron y jamás desaparecerían.
Por eso siempre que usaba una camiseta de manga corta, usaba su suéter azul oscuro. Jamás había querido mostrar esas cicatrices, por miedo a que creyeran que era débil.
No le gustaba ser débil.
No quería ser débil.
Pero ahora que todos sabían la verdad, se sentía muchísimo más vulnerable de lo que ya se sentía antes. Desde hacía ya dos semanas estaba aguantando las burlas y los insultos de todos los alumnos de la Academia de Caballeros, y por supuesto que golpes de los bravucones casi todos los días. Nadie que no fuera el director Brickland y Sr Griffins le dirigía la palabra, ya que ellos dos eran los únicos a los que Merlok les había contado la situación para que, si en algún momento necesitaban información sobre la familia de Clay, no se llevaran tal sorpresa y así también evitarle un mal momento a él.
Escuchó pasos en el pasillo, por lo que rápidamente apagó la lámpara y se acomodó, haciéndose el dormido. En definitiva no era el soldado que vigilaba durante las noches, porque escuchó unas risitas y luego pasos alejándose de nuevo. Se sentó de nuevo y encendió la lámpara, viendo que junto a la puerta había un papel doblado.
¿Otra vez?
Lo único que hizo fue agarrar el papel y tirarlo a la basura. Ya sabía lo que decía, así que no iba a perder tiempo leyendo eso como casi todos los días.
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Cuando terminó el horario de clases, Clay salió de la academia con dirección al Palacio Real, más específicamente a la biblioteca donde ahora estaba Merlok. Los guardias lo dejaron pasar sin decir nada porque ya lo conocían de tantas veces que iba a ver al Hechicero Real o sólo acompañaba a Macy; llegó a la biblioteca y entró, encontrándose con el mismo desastre de siempre.
Y cuando digo el mismo desastre de siempre, es un montón de libros y hojas tirados por todas partes, y uno que otro bastón mágico amontonado también.
–¿Merlok?– Clay miró hacia todos lados, tratando de encontrar señales del hechicero.
Pero sólo se consiguió a un pelinegro de 11 años saliendo de uno de los cuartos lleno de libros.
–¡Hola, Clay!– le saludó Jestro, acercándose a él a paso veloz –¿Cómo estás?
–Pues bien, como siempre– dijo Clay, mostrando una sonrisa falsa.
–Clay, te conozco. ¡Prácticamente eres mi hermano!– dijo Jestro, acomodándose su gorro de bufón –¿Qué pasó ahora?
–Todos en la academia lo saben– fue lo único que contestó.
Tiró su bolso hacia cualquier lado, y fue a sentarse con la espalda apoyada en una de las paredes.
–¿De verdad? ¿Y cuándo se los dijiste?
–¡Ese es el punto! ¡Yo no se los dije! Fueron los idiotas de Shia LaBlade y su grupo.
Hablar de ese tema no era cómodo ni siquiera con alguien que sabe lo que se siente ser juzgado por no tener padres. Unos meses luego de que Merlok se lo llevara de aquel orfanato a su casa en Knightonia, apareció con un pequeño dos años menor, de piel pálida y su cabello negro cubierto por un gorro de bufón color azul y morado.
Desde ese momento se convirtieron en hermanos sin importar que fueran de familias totalmente diferentes.
–Clay, piensa así– dijo Jestro, sentándose a su lado –En algún momento se iban a enterar igual.
–Lo sé, pero no quería que se enteraran así– Clay cerró los ojos y suspiró –Estoy seguro que ahora me odian.
–Nah, ellos no serían capaces de odiarte, en especial porque tenías muchas razones para ocultárselos– aseguró Jestro, optimista como casi siempre.
Ese optimismo de que todo va a ir bien.
Desearía ser tan optimista como él, pero ensituaciones como estas pensar así es imposible para mí.
¡No se vayan! Dentro de unos minutos subiré un anuncio.
PISTA: ¡Que viva Nexo Knights!
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