Algún día del 2016 - 2017
(Desgraciadamente no le puse fecha cuando lo escribí)

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Ｇｅ́ｌｉｄｏ Ｉｎｖｉｅｒｎｏ
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Nunca me gustó el invierno, el frío, la lluvia, la temprana noche... Nunca me gustó tener que taparme hasta el cuello con esa bufanda de lana, ni tampoco comer las uvas de año nuevo. ¿La navidad? ¿Realmente eso existe? Simplemente aborrecía el invierno.

Cada vez que llegaba mi alegría menguaba. Pero ese fue el más gélido de toda mi vida y no hablo solo en sentido literal.

Ya a los comienzos lo había sentido, la helada tarde me trajo un mal presagio que preferí ignorar. El frío fue en aumento llenando las calles del blanco manto que tanto le gustaba a los niños.

El pequeño de la casa llevaba toda la tarde incordiando pidiendo con insistencia salir a fuera, él adoraba la nieve. Nunca nos llevamos bien, éramos completamente distintos. Recuerdo que nos llamaban "los clones", pero no nos parecíamos en nada.

Aquel día mamá estaba cansada y no dudó en dejar salir al impertinente de mi hermano.

-Lukas acompáñalo -Me dijo.

-¡No quiero! -Fue mi respuesta.

Al final se fue solo y yo me quedé en casa mirando la nieve por la ventana.

Fue extraño, realmente no sabría cómo expresártelo con palabras, simplemente pasó. Yo me asfixiaba, así sin más, ¡me ahogaba!

Quise gritar, pero no tenía aire en los pulmones y la imagen del agua consumiéndome fue lo que me devolvió a la realidad. Me recompuse al momento y sin avisar a nadie salí corriendo de casa directo al bosque del pantano.

Nunca nos llevamos bien. Él siempre era el consentido, era el pequeño aunque ciertamente no lo fuera. Él siempre jugaba con los niños mientras yo nunca recibía nada.

Crucé el bosque, pasando por los enormes abetos cubiertos de nieve. El suelo resbalaba a causa de la manta blanca que cubría todo el lugar. Pero por muchas caídas que tuviera no cedí en ningún momento ante mi apresurada carrera.

El cielo ya empezaba a oscurecer, pronto sería de noche y yo aún no alcanzaba mi destino. En mi fuero interno sabía que era tarde, pero mi esperanza era más poderosa.

Finalmente pude divisar la pequeña y vieja barca al final del camino. Los árboles ya comenzaban a disiparse en cada paso que daba y por fin alcancé el lago. Tan inmenso como siempre, cubierto por una fina capa de escarcha en su mayor extensión, pero no en toda. Y fue ahí cuando se me vino el cielo encima, cuando mis rodillas cedieron ante el frío del invierno, ese invierno que ahora, en lugar de aborrecer, odiaba.

Nunca nos llevamos bien, pero a pesar de todo, lo único que yo quería era tenerlo a mi lado y no siempre lejos, en otro mundo. Y ahora había dejado de estar lejos para desaparecer por completo y para siempre.

El frío del terrible invierno caló más hondo en mis huesos congelando mi alma y también mi corazón al percatarme de que había perdido a mi gemelo, a mi mitad. Y fue ahí cuando el Lukas que tú conocías desapareció para siempre, hermano.

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