Capitulo 3
Estoy en un paraíso de color esmeralda y no me gustaría que nada me saque de este trance, pero mi mente tiene otros planes y recordé como es que se encontraba Jacob. Hice mal o bien desconozco, solo recuerdo que le di un golpe en el pecho y termino contra un árbol y tras esto solo me vio para darme una mueca de dolor - sí que eres fuerte, nena - solté un lo siento silencioso y comencé a correr lo más rápido que pude, llegué a la torre, no sentí el haber llegado a mi refugio, estaba tan agitada - ¿Por qué lo dejaste? Que acaso no sentiste la conexión inmediata con Jacob, además extrañare tanto a Dominic-
- un momento, eres una voz dentro de mi cabeza, esto es ilógico, no conozco a ningún Dominic... Que me ocurre-
Salí de la torre y me encaminé a mi habitación necesitaba tomar una ducha y poner la mente fría para pensar adecuadamente.
En la puerta de mi cuarto estaban una carta y una rosa, no era necesario que abriera la carta o indagara quien la puso ahí. Todos en este lugar sabían que solo una persona se atrevería a dejar algo frente a mi habitación y ese era el idiota de Marcus, al entrar solo pude soltar un profundo suspiro, que me estaba ocurriendo y como es que no podía dejar de pensar en ese dios griego, "espera que rayos estoy pensando es solo un chico". Me adentré en mi cuarto y me dirigí al baño, una vez que salí de la ducha me vi al espejo, mis ojos tenían unos tonos celestes solo pasaba cuando el clima era frío y las nubes permitían el paso de algunos rayos de luz, ahora mi ropa, no había de donde escoger realmente los únicos colores de mi armario eran gris, blanco y negro. Tome un suéter gris, jeans negros y tenis deportivos. No porque viviese en este palacio significaba que no estuviera al tanto del mundo y lo cómodas que podrían ser algunas prendas. Hora de mi parte menos favoritas de arreglarme, mi cabello indomable, no porque fuese laceó significaba que era fácil darle forma así que terminé recogiéndolo en una cola alta y si se preguntan porque nadie viene a verme en mi habitación es debido a la reputación que me cargo, a través de los años me he metido en más peleas que cualquier otro de los chicos que han pasado por este lugar. Eso me dio una reputación bastante particular y con ello el rechazo de casi todo el alumnado, esto más los múltiples encierros y castigos que me impartían al meterme en esos problemas iban de estar encadenada a la pared de uno de los cuartos de las plantas inferiores hasta la privación de cosas como quitarme cierta cantidad de alimento u posesiones. Eso era algo que me molestaba en gran medida y la otra es las innumerables clases de etiqueta en donde me ponían en una silla para corregir mi temperamento por lo que dentro de estos muros tengo que ser una pequeña muñeca llena de modales y una forma de contestar educada. Pero había ocasiones en que los castigos y clases llegaban a un punto en el que solo deseaba que todo terminara de una vez y eso era cuando usaban los castigos físicos sanaba rápidamente pero mi cuerpo estaba lleno de múltiples cicatrices de diferentes magnitudes.
Solo podía verme al espejo que estaba en mi habitación y ver la frágil criatura que era según mi percepción, pero al menos sabía que tenía un fuerte espíritu y una gran voluntad para continuar existiendo en esta prisión vestida de palacio encantado y acababa de encontrar una forma en la cual podría escapar, pero aun así existía una especie de miedo que me llenaba el cuerpo tal veneno que se extendía a una velocidad vertiginosa.
Mi miedo de enfrentar al mundo era algo que me estaba deteniendo y tenía que superarlo de alguna forma por muy remota que fuese debía salir de este lugar y creía haber encontrado una llave para ello.
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