19. Por fin un buen rancho
La vida salvaje es la vida mejor. Mora siempre se había mantenido fiel a eso, así que estaba de lo más a gusto con aquella aventura. La compañía siguió la travesía, días y días de caminar y de cabalgar, noches y noches durmiendo al raso, todo tranquilo y manteniéndose en el mismo tono. Tantos días de convivencia continua habían conseguido que todos ellos se conocieran más, compartiendo conversaciones, bromas, canciones, y alguna que otra pequeña discusión.
Montada sobre Ayax, Mora se había adelantado un poco al grupo. Hacía tiempo que habían dejado atrás todos los campos, montes y bosques que a ella le eran familiares; se adentraban en un bosque desconocido, pero seguía siendo su hábitat, como todos los bosques. Aunque como ella sabía, aquello no era aún el espeso bosque encantado donde esperaban encontrar al gran mago; apenas estaban en una zona de árboles distanciados, vegetación no muy espesa, bastante despejado. Los chirridos de un arrendajo desviaron su atención, fijándose en el pájaro marrón y azul que se quejaba desde una rama. Le sacó la lengua amistosamente. «Tranquilo, arrendajo, solo vamos de paso».
Tenía hambre. Echaba de menos comer lo que le diera la gana cuando le diera la gana, ya que últimamente racionaban las provisiones. Por supuesto, en ningún momento se le pasó por la cabeza emitir una queja al respecto. Otra cosa captó repentinamente su atención; un sonido que no reconocía entre todos los sonidos intrínsecos del bosque. Era un golpear repetido, constante; algo que sonaba a chapa. ¿Como un cencerro o una cacerola? Animó a Ayax, adelantándose a investigar; a la vez que el ruido se hacía más nítido y los árboles eran cada vez más escasos, divisó un poblado. Casuchas de madera, paja y barro, corrales con animales, el humo del horno comunitario, un leve olor a guisos, varias personas por aquí y por allá. La cara se le iluminó de alegría.
Se dio la vuelta para emitir un largo silbido sostenido, que llegó directo a sus compañeros. Rorro, por su parte, ya estaba con ella; deseoso por cierto de lanzarse a explorar la aldea. Los cascos de un caballo acelerado se escucharon. Arran y su montura oscura aparecieron.
—¿Estás bien, ocurre algo?
—Sí, estoy bien. ¡Hemos dado con una aldea!
Los ojos de Arran la descubrieron.
—Genial, ha sido una suerte —parecía genuinamente aliviado—. Parecen gente amiga, espero que podamos descansar y reponer provisiones.
Llegaron los demás y fueron juntos hacia el poblado.
—Heiaa. ¡Axé!
Varias personas se acercaron ante su llegada, mientras ellos descabalgaban a las puertas.
—Venimos cabalgando muchos días por el bosque, pedimos amistosamente poder...
—Entrad, entrad —dijo un hombre mayor, cortando las palabras de Arran—. Dejaos de formalidades, por supuesto que podéis entrar.
—Gracias, muchas gracias.
Mora sonreía radiante a todo su alrededor. Descabalgaron de sus monturas, llevando a los caballos por las riendas, y entraron en la aldea, seguidos de varias personas curiosas que se asomaban a su paso.
—¡Krost! ¡Ven a atender los caballos!
Un muchacho llegó corriendo a la llamada del viejo, para llevarse los caballos a un establo. Mora y Diano fueron con él para ayudarlo, de modo que una vez dejaron a los caballos en buen sitio y con todo lo necesario, se unieron al resto. En aquel momento Arran solicitaba ver al jefe de la aldea.
—Soy yo —dijo el hombre mayor que los había recibido—. Estáis todos invitados a comer en mi casa, venid, venid. ¡Krost, avisa a tu madre!
El mismo muchacho echó a correr hacia una casa no muy lejana, yendo a cumplir las órdenes recibidas. Pronto la compañía se encontró frente a la matriarca del pueblo, la mujer del jefe y madre del muchacho llamado Krost. Como solo los pueblos de Grinblu saben, en un plis plas se organizó una buena comida, como se merecía la ocasión de que unos forasteros pasaran por allí. Mora y los demás ayudaron en lo que pudieron, sonriendo todo el rato; y cuando fue hora de sentarse y hacer honores a la comida, fueron campeones.
—Ahh, por fin un buen rancho como los dioses mandan —dijo Mora, feliz. Diano estuvo totalmente de acuerdo con ella.
—Oh, sí. Ha sido genial llegar a esta aldea.
Entonces, y sólo entonces, después de haber saciado el hambre con toda la comida y de haberlos recibido como estaba mandado, les preguntaron quiénes eran, de dónde venían y a dónde iban, o con qué propósito.
—Venimos de poco más arriba, de la aldea de Yomenor. Vamos en la misión de encontrar al gran mago Setenix, para impedir que los oikos consigan el poder y evitar la guerra.
—¡Vaya, vaya! Ambiciosa cuestión. Algo hemos oído de lo que está pasando, pero aquí ni fu ni fa. Ni han asomado oikos ni espero que lo hagan, estamos tan apartados que ni a nadie le importamos, ni nada nos importa.
—Me alegro de que así sea y espero que así siga siendo. Algunos de aquí y yo tuvimos que huir de nuestra aldea, la cual fue sometida.
—Es valiente aquel que lo pierde todo y sigue luchando —habló la matriarca, mirando a Arran.
Mora pensó en aquello. En que habían huido dejándolo todo atrás. Y se preguntó por la vida de Arran, por todo lo que podría haber perdido, dándose cuenta de lo poco que sabía de él. Y que ellos, pequeña panda de forajidos, intentaban encontrar al mago precisamente por eso, para evitar que aquello siguiera sucediendo.
A su lado Diano emitió un sonido ahogado, sacándola de sus profundos y trascendentales pensamientos. Lo miró con cara de «¿qué cojones?», mientras él luchaba en silencio con la nuez que se le había atragantado.
—¿No tenías mejor momento para ahogarte? —susurró ella echándoselo en cara.
Diano gesticulaba violentamente, intentando no toser fuerte y no interrumpir la conversación de los demás, lo cual provocaba que cada vez estuviera más rojo, emitiendo sonidos agónicos amortiguados. Le empezaron a asomar lágrimas a los ojos, pero Mora no sabía si eran de sufrimiento o de la risa que le provocaba la situación, ahogándose tratando de no hacer ruido.
La chica alargó la mano y cogió una jarra grande de cerveza, que con suerte tenía aún un culo de la bebida, y se la puso en los morros al chico rubio. Diano bebió como desesperado, tras lo cual soltó un suspiro largo, profundo y muy sentido. Ahora era Mora la que intentaba no hacer ruido, tapándose la boca con la mano para reprimir la risa incontrolable.
Se había perdido la última parte de la conversación, incluyendo la parte en la que mencionaban su nombre, y de repente se encontró con todas las miradas fijas en ella.
«Oh, Diosito, ¿por qué yo?».
༄ ༄ ༄
HEYA GOBLINS I'M BACK
"fuck you writers block, i'm back again with my fictional babies".
so, he escrito dos capítulos en dos días? seguirán los astros alineados y se mantendrá la racha de escritura, o caerá en la depresión y el olvido...? *suspenso*
No hay mucho que decir del capítulo. Por fin un buen rancho. Diano muriendo, Mora riendo. Lo de siempre. ¿Cómo se desarrollarán los acontecimientos...?
¿Qué puede ocurrir en la aldea?
As always, petarme de comentarios, lo necesito. Lectores? Comentarios? Una droga de la que hace mucho que estoy privada.
Let's go babies, nos vemos en el próximo capítulo <3. Seguid leyendo, comentando, extorsionando a la autora para que escriba, extorsionando a cada persona que conozcáis para que lea y eso.
Lov iu bye.
psd: lyra, me debes cosas relacionadas con comida, capítulos, cuentas secretas, arneses y una cama a oscuras.
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