14.<<¿Mentiras?>>

Kairos :

Miro de lejos a la pelinegra, su rostro radiante transmite alegría hasta a la persona más deprimida, y no es para menos, acaba de recibir un diez en su trabajo de Artes. Camina sonriente de vuelta a su asiento y continua copiando lo ya escrito en el pizarrón.

El timbre suena en señal del receso de clases y casi todos nos levantamos para salir del aula.

Menos yo, menos ella.

Lyn permanece observando su tarea con una sonrisa genuina, me acerco a ella y me siento a su lado.

—¡Felicidades por tu trabajo!— digo más en un tono irónico.

No me siento feliz, no me agrada, me enoja que haya preferido pedirle ayuda a mi hermano antes que a mí, que soy su compañero de clase y también hijo de la artista Kagami Tsurugi.

¿Por qué no me lo pidió a mi?

—Gracias, te felicito a ti también, tu trabajo fue uno de los más destacados de la clase— dice cerrando su cuaderno.

—Tal vez me sentiría más feliz si no fuera por un pequeño detalle— hago un ademán con mis dedos.

—¿Qué pequeño detalle?

—Me hubiera gustado ser la persona que te brindó ayuda en ese trabajo— me mantengo serio —¿Por qué le pediste ayuda a mi hermano cuando pudiste pedírmelo a mi?— Ella se sorprende.

—Porque creí que al tu ser de mi aula, ibas a hacer la misma investigación que yo, por eso le pedí ayuda a Ayrus— dice con tranquilidad.

—Eso no importaba, yo prefiriría ayudarte a ti primero— relamo mis labios, no hay ni una pizca de mentira en mis palabras.

La italiana me mira extrañada, por la forma en que digo lo que pienso, sonríe intentando cambiar la tensión del momento.

—¿Por qué dices esas cosas? No es hace mucho que nos conocemos, ¿Cómo podrías tenerme ese aprecio?— ríe.

—No es aprecio— niego rotundamente.

Tengo en claro que lo que llevo sintiendo por Lyn desde hace días no es aprecio, va más allá de eso, ella está comenzando a tomar una postura importante en mi forma de ver la vida.

Desde aquella mañana en la que me aconsejo que no siga alimentando un amor no correspondido, desde ahí mi manera de verla cambió.

Ahora la veo como mi carta As para fastidiar al idiota de mi hermano, que también está acercándose a ella.

Ambas cosas.

—Si no es aprecio, ¿qué es?— Lyn se levanta del asiento.

Sonrío con audacia, creo que es el momento de poner en marcha mi plan.

Debo conquistar a Lyn.

—Yo te quiero mucho—

Sus ojos se agradan al oírme, parpadea un par de veces y sonríe nerviosa. Me aplaudo internamente al lograr mi primer objetivo; sacar lo más íntimo de su ser.

Ahora quiero que ella cuestione mis palabras.

—¿Cómo puedes estar seguro de que me quieres?— balbucea, la estoy poniendo nerviosa.

—Pues solo sucedió— digo mientras avanzo hacia ella —aunque creo que desde que te vi entrar por aquella puerta, comencé a quererte.

Ella niega ante mis palabras. Aún no quiere creerme.

—Hoy estás muy extraño— la ojiazul se dirige al pizarrón y no comprendo porqué.

—¿Qué haces?—

Ella comienza a escribir la palabra querer y a su lado el significado.

<<Tener el deseo, la voluntad o la intención de hacer, poseer o lograr algo>> leo lo que acaba de escribir.

—Según lo que dice en Google, este es el verdadero significado de querer— dice con una amplia sonrisa —No me cabe en la cabeza que tú me quieras de esa forma.

Vaya que es inteligente.

—No malinterpretes mis palabras— también me acerco al pizarrón.

Tomo el plumón junto con sus dedos y los uno al mío, su rostro denota confusión, por lo cual decido continuar con mi estrategia.

Arrastro lentamente el plumón hasta formar un corazón alrededor de la palabra querer, Lyn no entiende lo que quiero dar a entender por lo que suelto el plumón al suelo y uno su mano con la mía, las entrelazó delicadamente.

—¿Qué tiene que ver ese corazón ahí?— la pelinegra se estremece ante mi mirada.

—¿Aún no lo entiendes?— río divertido, ella niega con la cabeza—seré más claro, me interesas y no como una compañera o amiga; tú me gustas.

—Tiene que ser una broma— murmura y no entiendo su reacción.

Se separa de mi y voltea la mirada, su expresión seria me hace saber que no le agrada mi declaración.

—¿Por qué no me tomas enserio?— reclamo con el orgullo herido.

—Hace apenas unos días me dijiste que te gustaba Ada, ¿Cómo podrías cambiar tan rápido tus sentimientos?— alza una ceja.

Mierda, es muy difícil convencerla.

<<Lo cierto es que aún no olvido a Ada, pero quiero intentarlo contigo>> Eso no suena muy bonito para una chica.

Ser el pañuelo de lágrimas o el tercero en la historia nunca es bueno, aunque es lo que pienso hacer con ella. Quiero que me sirva para fastidiar a mi hermano y de paso a Ada.

—Ahora me gustas tú— digo acercandome —me di cuenta que Ada ya no significa nada, no siento nada por ella— miento.

—¿Cuáles son tus intenciones?—

—Quiero salir contigo, a dónde tú quieras— ella sonríe levemente.

Ya está cayendo. No fue tan difícil después de todo.

—No lo sé— se cruza de brazos —¿Qué me asegura que no sigues enamorado de Ada?—

—Mi palabra y también mis acciones— digo seguro de mi mismo —solo permíteme entrar a tu corazón.

Vaya, eso sonó muy cursi.

—Esta bien, acepto tu invitación, pero yo decido el lugar, Kairos—

Perfecto, ya cedió.

Adrien :

—¡Es que ella no puede hacer esto!— grito con enfado —Hace días que no viene a trabajar, y para colmo no contesta el maldito celular.

Plagg me mira con desdén mientras juega con la tinta de mi bolígrafo, sé que está harto de escuchar mis problemas pero no tengo a quien más acudir.

—¿Te das cuenta que fuiste un idiota?— dice tranquilo.

—¡Oye! Tampoco me insultes pedazo de queso con patas— me defiendo y él ni se inmuta.

—Es la verdad, no debiste decirle sobre lo que pasó entre ustedes aquella noche— exclama en un largo suspiro —par de urgidos de afecto.

—Me estás colmando Plagg— le advierto.

—Y ustedes a mi también, Marinette no es tu esposa, Kagami sí, y desde mi punto de vista, fuiste un completo idiota al tener relaciones con alguien que no es nada tuyo.

Por primera vez aquel kwami fastidioso dice algo coherente, es cierto, le fui infiel a Kagami; pero no puedo negar lo que siento, yo no la amo y no podré hacerlo nunca.

Al igual que Marinette, ella tampoco me ama.

—¿Qué me aconsejas?

—Te repito lo mismo desde hace años, deja de pensar en Marinette e intenta recuperar tu matrimonio— Plagg dice exactamente las palabras que menos quiero escuchar.

—Debo buscar a Marinette— me digo a mi mismo —Ella no puede dejar de trabajar conmigo así como así.

—Para que me pides consejos, si al final no haces caso—

Ignoro su reclamo y levanto mi saco del sillón mientras le digo que me siga.

Me dirijo a su casa, Plagg no consiente mi actitud, pero no puedo evitarlo. Necesito saber que ella vendrá mañana.

Al llegar, salimos del automóvil y toco inmediatamente la puerta, ya que la panadería se encuentra cerrada.

—Buenos días, señor Adrien Agreste— la jovencita de cabello negro me sonríe —¿Qué se le ofrece?

—Buen día Lyn, venía a buscar a tu madre, ya que no ha venido al trabajo desde hace unos días—

La ojiazul alza una ceja confundida, lo piensa unos segundos y luego responde.

—Pero mi madre ha dicho que le dieron unas semanas de vacaciones, debido al repentino viaje que usted realizará—

¿Qué?

Pero qué mentirosa. Le mintió a su propia hija.

—¡Ah! Debe ser un error mío entonces— disimulo mi confusión —pero por si acaso podrías llamarla, necesito hablar con ella.

—No está en este momento, salió al supermercado del centro— manifiesta con cortesía.

—¡Perfecto!— casi grito y ella arruga su frente —Digo, que vuelvo en otra ocasión, hasta luego.

—Hasta luego.

—¿Ahora también irás al supermercado?— pregunta Plagg una vez que estamos en el automóvil.

—Qué comes que adivinas.

[...]

El supermercado si que está lleno, varias personas caminan con un carrito de compras al frente suyo, busco a la azabache entre la multitud y logro visualizarla en la sección de frutos secos.

Camino hacia ella y me ubico a su costado, aún no se dió cuenta que estoy aquí.

—¿Cuando piensas venir a la empresa?— digo levantando unos frutos embalados.

La ojiazul gira hacia mi, su rostro queda turbado, traga saliva con dificultad y me mira a los ojos.

—¿Qué haces aquí?

—Vine a comprar frutas— miento con diversión —¿Y usted? Señorita ¿Disfrutando de sus vacaciones?

Ella mira hacia ambos lados y luego me arrastra junto a su carrito de compras.

—Este no es el mejor lugar para hablar de trabajo ¿No lo crees?

—Si, pero es el único lugar donde pude encontrarte— me relajo apoyando mi cuerpo a la pared.

Estamos muy lejos de la multitud.

—¿Qué quieres?

—¿Por qué no has venido a trabajar?— cuestiono mirando con detenimiento los frutos que alcé hace unos minutos.

—No voy a volver.

—¿Por qué no?

—Sabes muy bien porqué, no podemos seguir viéndonos como si nada— relame sus labios a falta de humedad.

Sus ojos me observan serios, sé que quiere olvidar lo que pasó aquella noche, pero alejándose de todo tampoco lo va a lograr.

—Sé lo que pasó entre nosotros, y como tú misma dijiste, solo fue sexo— farfullo al igual que ella.

Quiero que se tome muy enserio sus palabras.

—Si, eso es lo que dije.

—Entonces ¿Por qué te haces problemas?— chasqueo los dedos —solo fue placer y no hubo sentimientos de por medio, además no volverá a pasar.

—Me siento incómoda al verte.

—Ese no es mi problema, azabache, tú debes cumplir con tu contrato— acerco mi rostro al suyo.

Ella respira muy por lo bajo, sus pupilas no dejan de contemplarme con rabia y eso me hace sonreír con sorna.

—Voy a renunciar.

—No puedes, tu contrato es por un año y antes de que digas algo más, las clausulas establecen que debes cumplir— exijo mientras coloco ese bote de frutas en su carrito de compras.

—No lo coloques ahí— reniega ella.

—¿Por qué no? Son almendras— río divertido recordando algo muy épico —¿Recuerdas cuando me hiciste un macarrón de Maracuyá y Almendras?

—¿Qué ganas con recordar el pasado?— se cruza de brazos y frunce el ceño.

—Gano más que esa hermosa mirada tuya, bogaboo— remuevo mi cabello —simplemente no puedo dejar el pasado atrás, porque tú estás en mi presente.

—No me eches las culpa de tu retraso mental, yo seguí con mi vida y tú te quedaste volando en un amor fortuito— parpadea y trata de seguir con su camino.

La agarro del brazo.

—Iras a trabajar mañana mismo— ordeno.

—¿Es una orden?— lo duda.

—Es tu obligación, y si no lo haces me veré obligado a demandarte por incumplimiento de contrato— digo con una sonrisa genuina.

—¿Serías capaz?

—No me tientes, dulce Marinette.

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Nuevo capítulo...

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