೬𐇵☕Café #37: Vietnamese☕ຼ້ೂ

Steve y yo nos adentramos en la cafetería tomados de la mano, Fanny se encontraba sentada en la mesa del fondo junto a Álvaro.

— Buenos días tortolitos.— Les saludó mi novio.

— ¡Hace unos días no te veía idiota!— Exclamó Fanny, se notaba a simple vista lo feliz que le ponía ver a Steve luego de un tiempo.

— ¿Cómo rayos voy a verte si estás enamorada hasta el tuétano?— Preguntó él.

— Steve tiene razón, estás algo particular.— Respondí sonriente intentando integrarme a la conversación, después de todo debía acostumbrarme a esas circunstancias, ya que sería así a partir de ese momento.

— ¿De qué hablan? Están celosos....— Agregó entre risas.

— ¿Qué van a ordenar hoy?— Preguntó Álvaro algo indiferente.

— ¿Qué sucede?— Pregunté en cuanto noté la diferencia en su voz.

— ¿Qué podría pasar? No sucede nada.— Respondió él sonriendo ligeramente, intentando ocultar su incomodidad.

Oh no... A mí no me engañas Álvaro Huffman.

Se me antojan unas magdalenas de banana y un chocolate caliente. — Ordenó Steve.

— Alvi, sabes lo que me gusta.— Añadió Fanny.

¿Alvi?

— Hoy pediré un café vietnamese.— Agregué aún extrañada, me encontraba observando a Álvaro con el ceño fruncido, él intentaba no cruzar su mirada con la mía.

Café Vietnamese☕: Mezcla de expreso muy concentrado y leche condensada.

— Enseguida familia.— Respondió él.

Intentaba ocultar lo que sentía, pero por encima de Fanny y Steve, no podía esconderlo de mí.

— Fanny... ¿No notas algo raro a Álvaro?— Pregunté para asegurarme.

— No sucede nada Kate... Si te preocupa que hayan discordancias entre nosotros, tranquila, no las hay.— Respondió Fanny.

— ¿Qué puedes decirnos sobre tu relación?— Preguntó Steve mientas nos sentábamos frente a Fanny.

— Pues... Álvaro es genial pero, sigo notando aquello de lo que les hablé. Siento que convivo con un robot programado para estar conmigo. — Nos explicó.— Es que...

— Pero eso no es posible, nadie lo está obligando a estar contigo Fan.— La interrumpí.

— Lo sé, lo sé, no me refiero a que alguien lo esté forzando, de hecho, más bien lo está haciendo como si creyera que eso es lo mejor para él. Ya se los había mencionado.

— Para ser sinceros lo noté algo serio.— Confesó Steve.— Pero pensé que estaba simplemente serio o aburrido. ¿Cómo es que te das cuenta Kate?

— Pues... No sé, supuse.— Respondí nerviosa.

— Dejando eso de lado, faltan tres días para su casamiento.— Nos recordó ella.

— No puedo esperar para llamar a esta preciosura: mi mujer. — Dijo Steve acariciando suavemente mi rostro.

Su mujer, en tres días seré suya por ley, suya y de nadie más.

— Por ahora es muy sofisticado y apresurado para mí, pero estoy demasiado feliz... No tienen idea.— Sonrió Fanny tomándonos de las manos.

— Perdón por interrumpir este momento tan emotivo, pero ya están listos sus pedidos... Las magdalenas y el chocolate de Steve, las galletas y el azteca de Fanny, y el café de la extravagante Kate.— Colocó uno por uno los pedidos sobre la mesa.

— Hoy he ordenado algo sencillo.— Le recordé.

— No quiero ni imaginar lo que ordenarás mañana para compensarlo.— Respondió arqueando una ceja y sentándose al lado de Fanny.

Para ser sinceros, no parecían una pareja. Álvaro la llamaba Fanny todo el tiempo, no la besaba ni por un segundo, no rozaba su mano o pasaba su brazo por encima de su espalda.

— ¿Qué te pareció la victoria de Kate, Steve?— Preguntó él.

— ¿Victoria?— Steve estaba desconcertado.

Es cierto, prometí que le contaría a Steve sobre el concurso, pero es muy atrevido de su parte hacer algo como esto.

— Me gustaría seguir charlando, pero si no me apresuro llegaré tarde, pueden terminar mis galletas si quieren.— Fanny colocó el pago sobre la mesa y atravesó la salida.

— Nos vemos luego...— Me despedí extrañada de que ni siquiera besara los labios de Álvaro.

¿Habrán discutido? El hecho de que no se besen frente a mí es algo positivo, aunque no debería ser así, los celos se apoderan de mí.

— ¿De qué habla?— Me preguntó Steve frunciendo el ceño.

— Pues... He participado en un concurso de literatura.— Confesé intentando ocultar mis nervios.

— ¿Literatura? No me digas que... Esto es por ese estúpido sueño. Te pedí que bajaras de las nubes, vivir de ilusiones no está bien... ¿Por qué me mentiste?

— No te mentí... Estaba esperando para decirte que pasé a la segunda fase... Vieron calidad en mi escritura.

— ¿Estúpido sueño?— Nos interrumpió Álvaro.— Enserio me gustaría tolerarte, pero mientras utilices esos términos con Kate, no podré tratarte adecuadamente.— Expresó cortantemente.

— Álvaro.— Susurré.

— ¿Quién te pidió que te entrometieras en esto?— Preguntó Steve.

— Por favor... Calmémonos.— Intenté apaciguarlos.

— ¡Tú eres la culpable de todo esto!— Exclamó él enojado.

— ¡No te atrevas a gritarle!— Se levantó enfurecido Álvaro de su asiento.

— ¡Estoy harto de ti, meserito!— Steve se abalanzó sobre él violentamente.

— ¡No! ¡Paren!— Intenté entrometerme en su pelea. Todos en la cafetería estaban estupefactos con ella.

Inmediatamente los demás meseros intervinieron y expulsaron a Steve del establecimiento.

— ¡Esta noche hablaremos Kate Winner! ¡Debemos discutir los asuntos pendientes!— Exclamaba él desde la puerta mientras los trabajadores lo sujetaban evitando su entrada.

— Por dios.— Susurré sentándome en la mesa y mirando hacia el techo.

— ¡Estas cosas suceden porque no le cuentas la verdad!— Exclamó el mirándome a los ojos.

— No he podido decirle... Lo siento.— Me disculpé.

— Es que ese es el problema. Nunca serás capaz de hacerlo.

Álvaro se encontraba extrañamente atractivo, con el cabello desordenado, una mejilla rosada debido a un puñetazo y el uniforme todo desarreglado.

— ¿Podrías dejar de juzgarme?— Pregunté molesta.

— Debes ir a un psicólogo definitivamente.— Respondió él sin más.

— Creo que ha sido suficiente por hoy... Me marcho de aquí.— Me despedí sin ganas entregándole a Álvaro las monedas en sus manos.

— Siempre huyes.— Expresó repentinamente.

Yo, que me encontraba caminando por el pasillo hacia la salida, me detuve en corto tras escuchar sus palabras, que aunque mucho me molestaban, no dejaba de tener razón.

— No siempre escapar es la solución... En realidad nunca lo es, me he dado cuenta de ello...— Dijo aflijido.

— ¿A qué te refieres?— Pregunté curiosa.

— Se te hace tarde, deberías irte ya.

Sin otra cosa que hacer abandoné el lugar sintiendo un sin fin de emociones dentro... Pero después de todo si algo tenía claro, era que visitar Café Contigo siempre sería un torbellino de emociones.

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