೬𐇵☕Café #13: Kitkat Latte ☕ຼ້ೂ
Había más gente que de costumbre en la cafetería, así que tuve que hacer una pequeña fila.
Como era sábado, visité Café contigo unas horas más tarde de lo habitual, no imaginé que podría inundarse así a esas horas, ya que el sábado anterior estaba igual de tranquila.
Miré el reloj, llevaba 20 minutos en la fila, pero por suerte ya se había desocupado un lugar.
— ¡Mira por dónde caminas!— Exclamó Álvaro molesto luego de que otro mesero lo chocara, cayendo la bandeja con los pedidos al suelo.
— Álvaro... — Dije en voz baja al notar la frustración en su rostro.
Se arrodilló en el suelo y comenzó a recoger las tazas y los platos, que por suerte no se había quebrado ninguno.
— Genial... Ahora debo limpiar esto. — Se quejó.
— ¿Por qué esa frustración?— Pregunté arrodillándome en el suelo, ayudándolo a recoger la vajilla caída.
— Este lugar está repleto, nos falta un mesero y para colmo... — Expresó sin terminar su frase.
— ¿Para colmo qué?— Pregunté.
— No es nada, tienes tus problemas y no voy a atormentarte con los míos. — Álvaro se levantó del suelo y se retiró al mostrador.
Me senté en el sitio vacío antes de que alguna persona se le ocurriera colarse entre el gentío.
Traía mi libreta conmigo, pero los estrepitosos ruidos de algunas personas no me permitían concentrarme.
— ¿Qué lleva tu orden?— Me preguntó Álvaro.
— Un Kitkat Latte... Imagino que no podrás sentarte conmigo. — Predije.
Café Kitkat Latte☕: Un Kitkat, espresso, leche y espuma de leche, en ese orden de manera ascendente.
— Estoy muy ocupado, debo limpiar el local y preparar los pedidos, lo siento. — Respondió.
— ¿Puedo ayudarte en algo? Si quieres puedo limpiar. — Me ofrecí.
— Nuestro jefe no permite que las personas fuera del personal autorizado interactúen con los instrumentos... Pero gracias.
— Esperaré aquí hasta que este lugar se tranquilice un poco, después de todo hoy no tengo que ir a la editorial.
— No... No hagas eso, podría demorar bastante, mejor sal y diviértete con Fanny o algo así. — Sugirió.
Álvaro estaba muy serio, me preocupaba su extraña actitud.
— Estás muy extraño, tú no sueles ser así... Estoy preocupada por tí... No me iré. — Afirmé.
— Bueno... Puedes hacer lo que quieras, gracias por el gesto... Tu café demorará un poco.
Álvaro se retiró a la cocina y trajo consigo los utensilios de limpieza.
Al revisar mi bolso encontré mis audífonos perdidos, así que los coloqué en mis oídos y las bulliciosas voces de los clientes desaparecieron, podría continuar mi novela, la cual estaba en un momento crucial para la protagonista.
Un rato después Álvaro trajo mi Kitkat Latte y continuó con sus labores.
2 horas después.
— Listo... Hemos terminado, la cafetería está limpia, y solo queda uno que otro cliente... ¿Qué estás haciendo?— Preguntó Álvaro sentándose frente a mí.
— Estoy adelantando mi novela, estoy en un momento crucial de la trama. — Respondí.— Pero dejando eso a un lado... — Añadí cerrando la libreta y guardándola en el bolso junto a mis auriculares.— ¿Me explicas por qué tanto estrés?
— Viste como estaba este sitio. ¿Quién podría estar tranquilo?
— Álvaro, estoy segura que algo más sucedió, además, intentaste decirme sobre otra cosa y luego lo esquivaste.
— Hay muchas cosas de mí que no sabes Kate... Mi vida no fue siempre esta realidad de trabaja, ve a casa, sal con tus amigos, y ya está. Bueno... Los amigos que me quedan.
— Entonces cuéntame, háblame sobre el Álvaro que no conozco... — Coloqué mi mano encima de la suya.
— Me gustaría poder hablar sobre eso con alguien... Sentir que puedo confiar en alguna persona, ayudaría mucho a mi estabilidad... Pero si por concentrarme en mí y en mi estabilidad personal termino contándote, lo más probable es que no quieras saber nada de mí.— Explicó.
— Mira, todos cometemos errores, o tomamos decisiones equivocadas por lo dura que suele ser la vida con las personas, pero nada podría hacer que deje de hablarte. Así que no tengas miedo.
— ¿Estás segura de que si expongo mi lado más oscuro aún permanecerás a mi lado? Es decir... ¿Querrás seguir cerca de alguien como yo?— Preguntó mirándome a los ojos.
— Nada podría hacer que te odie.— Afirmé.
— Lo último que quiero es... — Se detuvo y dió un suspiro. — He perdido muchas cosas en esta vida, y no podría soportar perderte a tí también. Se que solo nos conocemos hace casi dos semanas, pero no sabría explicarte por qué me asusta el hecho de que me esquives..
En mi interior ardía algo, algo que no conocía y que me aterraba.
— Estoy lista para escuchar cualquier cosa...— Respondí sonriente.
— Bien... Me arriesgaré... Esta mañana vino aquí una chica que en un momento de mi vida fue crucial. Su nombre es Cintia. Cintia y yo nos conocimos cuando comenzamos la preparatoria, fuimos amigos durante esos tres años, aunque yo sentía algo por ella, pero cuando todo terminó ella planeaba ir a la universidad. Yo no era un chico con esos planes de vida, cuando la prepa acabó yo solo quería arreglar coches con mi padre, y así lo hice. Teníamos un grupo de amigos muy unidos, 3 chicas y 5 chicos imcluyéndonos a nosotros. Cuando Cintia y el resto de mis amigos comenzaron la universidad, no le ví sentido a la vida, y comencé a juntarme con unos tipos que no eran nada buenos... Terminé teniendo muchas mujeres, bebiendo y fumando sin cesar, y para ser aceptado comencé a comportarme como ellos... Y me burlaba de los físicos de las mujeres.
Abrí los ojos como platos tras escuchar ese comentario.
— Las humillaba, menospreciaba e incluso a una de ellas la lancé contra el suelo. La bebida y los cigarrillos ya eran un vicio que no me abandonaba. Ni siquiera me arreglaba o le prestaba atención a mi apariencia, y un día, esas personas con las que me juntaba, me pidieron que robara la billetera de una chica que llevaban tiempo observando, porque parecía tener mucha plata. Esa chica era Cintia, y una tarde, en una de mis borracheras, corrí al lado de Cintia y le arrebaté su cartera... Unos policías andaban cerca, y me atraparon. Cintia lloró como nunca antes, y me golpeó en la cara con su bolso reprochándome que el dinero era para pagar una operación urgente que su madre necesitaba. Me llamó patán y delincuente, y dijo que nunca me lo perdonaría. Yo de verdad quería a Cintia, y cuando mi estado de ebriedad pasó, no podía creer lo que había hecho. Estuve 3 meses en prisión... Y cuando obtuve mi libertad, me alejé de esas personas e intenté buscar a mis antiguos amigos, pero Cintia les había contado, y todos se alejaron... Con razón para ser sinceros. Conocí a nuevas personas y trabajé para dejar mis vicios, cambié y me convertí en quien soy al día de hoy, pero muchas personas que intentaron ser mis amigas, cuando les contaba mi historia desaparecían o dejaban de hablarme. Cintia visitó hoy la cafetería, venía de la mano con un chico, cuando vió que trabajaba aquí se tensó mucho y le pidió a su novio ir a otro sitio... Por suerte no le dió explicaciones a él, si no se hubiera armado una pelea.
Permanecía en silencio, totalmente impactada y con muchas dudas.
— Y esa es mi historia... Ese es Álvaro. Si quieres ahora mismo puedes levantarte y nunca más regresar, después de todo, te conté sabiendo que esa podría ser tu decisión.
— Ese no es Álvaro.— Respondí. — Álvaro es el que está sentando frente a mí ahora.
No voy a mentir, no esperaba realmente una historia como esa, ni tampoco que el chico que creía puro tuviera un pasado así de oscuro... Pero él había cambiado, y se había convertido en el chico más especial y bueno que había conocido, y ni por un segundo, pensé en alejarme o juzgarlo.
— Es cierto que cometiste errores, errores irreparables e incluso imperdonables por parte de Cintia. Pero ya no eres ese chico, has cambiado tu forma de ser con las mujeres, eres gentil y atento... Es de humanos errar, y de sabios rectificar. ¿Sabes quiénes en verdad son malas personas? Esas que mueren sin arrepentirse de sus actos o cambiar... Pero tú eres digno de admirar, y no saldré corriendo como todas esas personas que pasaron por tu vida, si llegué a ella... Fue para quedarme. — Expliqué.
Álvaro bajó la cabeza y comenzó a llorar como un niño pequeño.
Me senté a su lado y lo abracé, colocó su rostro en mi pecho y se sintió libre de expulsar todo el sufrimiento que llevaba dentro.
— Puedes llorar... Estoy aquí, y nunca te abandonaré...— Lo consolé.— ¿Sabes algo?... Hueles a café.— Dije entre risas.— Y es mi aroma favorito.
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