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Mamá solía decirme que las mejores personas eran las que más sufrían, pero yo no me siento una buena persona. Todo lo que he hecho hasta ahora en mi vida me ha conducido a desgracias que deforman mi estilo de vida una y otra vez.
Cuando mamá murió yo tenía nueve años, su rostro ya solo lo recuerdo como una mancha de tinta sobre papel blanco, papá odiaba todas las fotos donde estaba ella y me prohibió verlas.
Cuando se casó con una mujer de temible carácter muchas cosas cambiaron para mí, mi plato no podía estar en la misma mesa que la de ellos, no podía dormir con mi hermano y le metieron ideas locas también; cuando ella quedó embarazada de Sonia...todo se fue a la mierda.
No culpo a la bebé de ese entonces, ella no tenía la culpa de que me estuvieran excluyendo de la familia.
Siempre fue mi culpa.
¿Por ser gay?, ¿Por tener un aspecto afeminado que me heredó mi difunta madre?
Ninguna de esas es una razón para tirar a tu hijo en la calle, como una simple bolsa de papitas que ya está vacía y te da una puta flojera meterla en tu maldito bolsillo hasta encontrar un lugar mejor dónde arrojarla. Me abandonaron, me echaron, me dejaron ahí para que muriera...y yo los esperé.
Un día o quizás tres...cuando me di cuenta de que ya no regresarían me quise arrojar a las vías de un tren que iba en movimiento, pero no pude hacerlo.
Sentía que aún tenía algo que hacer.
Que aún debía de vivir.
Después de eso caminé al rededor de dos o cuatro días hasta encontrar un orfanato clandestino, di en ese lugar gracias a qué casi me secuestraban en Mystic Zone. El señor que cuidaba de esos niños era un viejo borracho que solo los regalaba sin importar más nada, por lo que solo me preocupaba de escapar a escondidillas para ir a trabajar vendiendo cosas y ayudando a personas, tan solo regresaba a ese chiquero a dormir.
Así fue varios años, hasta que salí con dieciséis de ese lugar y con el dinero suficiente para encontrar un departamento.
Afortunadamente pude estudiar al mismo tiempo que trabajaba, así que conseguí un mejor empleo cuando me fui del orfanato para poder pagar la universidad. Entré con diecisiete en la carrera y un año después me uní al club de artes.
Cuando conocí a Shadow creí que algunas cosas mejorarían, pues nuestros amigos eran los mejores y yo me llevaba muy bien con ellos. Creí que él sería diferente...que sería un nuevo comienzo.
Pero todo siempre es igual...con el mismo martirio.
Alguien que te ama no te lastima, pero él lo hacía como si fuese así. Traté de hacer que cambiara, pero no lo hizo, no sabía que hacer.
Para cuándo cumplimos un año, terminamos de la peor forma, con una pelea, una herida y un desastre en el suelo.
Creí que podría sobrellevarlo, qué saldría adelante de nuevo mientras superaba lo que había pasado. No fue así.
Mi mente se sentía apagada, no tenía energías para levantarme de la cama. Mi gran logro del día era cepillarme los dientes o levantarme por un paquete de galletas del estante, no me sentía bien.
Estando en clases solía toparme con él, no cursamos la misma carrera pero si en la misma universidad, ¿Es muy difícil?, Era aterrador.
Con tantos descuidos comencé a odiar mi reflejo en el espejo, cada día me veía peor. Odio mis brazos tanto como odio mi rostro, tengo ojeras como las de un mapache y me siento como la persona más gorda del mundo.
Un día estaba caminando hacia el salón de clases, apenas y podía mover las piernas de lo agotado que me sentía, era extraño, puesto que ni siquiera había hecho ejercicio ese día. Pero de un momento a otro...mi cuerpo simplemente falló.
Cuando me dijeron que se debía a una clara desnutrición no supe reaccionar, sabía que era mi culpa.
Me llevaron a terapia dónde me diagnosticaron con depresión, me dieron medicamento bajo receta y algunas vitaminas para mí "sana alimentación".
Volver a mi departamento es aterrador todos los días.
Ir a clases también.
¿Dónde está mi huequito en el mundo entonces?
¿Y si no lo había?
Tengo miedo.
Los antidepresivos suelen dejarme en un estado de relajación dónde realmente no pienso en nada, en secreto he aumentado mi dosis.
Se siente bien desaserte de ti mismo un rato.
Creo que agregaré otra pastilla a mi lengua.
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