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Escuchas cómo alguien tamborilea el ritmo de fondo de la canción Attention de Charlie Puth en tu puerta. Entonces comienza a cantar, sin dejar de marcar el ritmo con sus puños sobre tu puerta.

Pones los ojos en blanco, te desperezas y te giras, quedando boca arriba en tu cama.

–Voy a empezar a dormir desnuda como Leia para ver si así te da cosa entrar a despertarme.

Ella se encoge de hombros.

–Un premio para mi vista.

Le sacas la lengua. Ella sigue tamborileando y cantando, siguiendo el ritmo con su cabeza. Te ríes mirándola. Lo cierto es que no es una mala manera de despertar.

–Bueno, ¿te piensas levantar ya o voy a tener que seguir haciendo de despertador mucho más?

Te ríes.

–¿Y por qué no vienes, me acompañas haciendo el vago y dejas de dar por culo un rato?

Azu se encoge de hombros. Se acerca a ti con esa manera habitual suya de andar moviendo las caderas con las manos en los bolsillos. Lleva puesta una sudadera azul sin mangas y unos pantalones cortos celestes, lo que te indica que han bajado las temperaturas.

Se quita las deportivas empujando con el talón en ellas y se sienta a tu lado.

–Que conste que sigo estando totalmente en contra de tu arresto domiciliario.

Tú le das un beso sonoro en la mejilla, la abrazas y te acuestas sobre sus piernas haciéndote la dormida. La artista se ríe y acaricia tu cabello.

–Terminarás quedándote pegada a la cama de tanto pasar tiempo en ella.

–Esa es la idea.

–No es bueno estar tanto tiempo sola.

Suspiras.

–Es que con la única persona que me gustaría estar, no puedo...

–Lo sé...

Sigue pasando su mano por tu pelo con cariño. Tú la miras por el rabillo del ojo. Tus ojos siguen tan apagados como el primer día que pasaste sin Melca.

–¿No has vuelto a contactar con ella?

Niegas con la cabeza.

–Ella me mandó un mensaje, pero no le contesté.

Piensas en todos los mensajes que te manda cada día. Sientes un nudo en la garganta.

–¿Por qué?

–Porque no es justo.

–Quizá deberías darle una oportunidad para explicarse.

Suspiras.

–Yo...

Tragas saliva y niegas con la cabeza. No estás preparada para volver a enfrentarte a ella, para permitir que vuelva a hacerte daño. Azu se queda en silencio, dándote caricias.

–¿Qué piensas?

–Que a mí me hubiera gustado poder despedirme correctamente de Ishtar si hubiera podido. O sea, que yo de ti no desaprovecharía la oportunidad. Pero tú eres tú y yo soy yo, así que haz lo que veas.

Cierras los ojos.

–¿Aún la extrañas?

–A veces.

–Pero ella te maltrataba...

–Lo sé.

–¿Entonces?

–También hubo buenos momentos. Y al final del día te acuerdas de lo que las personas te hacían sentir, no de lo que hicieron.

–¿No te hacía sentir mal?

–Sí y no. Ella me hacía creer que todo estaba bien, que estaba intentando aprender a controlarse, cambiar. Sentía pena por ella, y dolía, claro que sí. Pero la amaba tanto... No te imaginas cuanto, Valeri. Y al final, bueno, eso cubría todo lo demás. Hoy soy consciente de que el amor no justifica el daño, pero... En fin. Sí echo de menos a veces los buenos momentos. Es... Difícil. Ella es la única relación romántica realmente importante que he tenido. 

–Llegaste a sentir mucho por ella.

–Llegué a creer que me casaría con ella. Que lo nuestro era un "juntas para siempre".

–Uffff...

–Sí...

–¿Cómo haces para no odiarla?

–Curiosamente soy incapaz de odiar a alguien a quien entiendo. Y como soy tremendamente empática pues... En fin. Realmente siento pena por ella. Pena y miedo. Mucho miedo. Pero no odio.

–Entiendo.

Azu comienza a hacer una trenza en tu cabello, distraída.

–¿Algún consejo para no morirse de desamor?

–Sal de la cama y tira para adelante. Busca objetivos nuevos. No dejes que tu vida siga girando en torno a ella, porque si no nunca saldrás.

Asientes con la cabeza, notando cómo te das un leve tirón de cabello.

–Auch. 

–Estate quieta, idiota –te reprocha ella. 

Te ríes.

–¿Desde cuándo eres mi peluquera?

–Desde que me aburro mucho estando quieta. 

–¿Estás diciendo que te aburre mi conversación?

–Sí. Eres una sosaburría. Vamos fuera, anda. 

–Es que mi nuevo objetivo es ganar en el ranking de horas pasadas en la cama.

Azu pone los ojos en blanco.

–Venga. Hazme un favor, anda. Necesito ayuda para algo.

–¿Para qué?

La chica se coloca sus zapatillas. Se levanta.

–Para grabar un vídeo. Un videoclip, en realidad. Me gusta grabar escenas sin mucho sentido para tenerlas almacenadas y poder mezclarlas después para hacer videoclips.

–Porque para qué hacer un guión de un videoclip bien hecho.

Te saca la lengua con una sonrisa. Tú te levantas y vas a tu armario a coger ropa.

–Me dejarás vestirme al menos, ¿no?

–También puedo grabar eso.

–¡Azu!

Suelta una carcajada. Sale de tu dormitorio cerrando la puerta detrás de sí. Tú sonríes negando con la cabeza. Te vistes. 

Sales, encontrándola en la puerta. Ella está apoyada en la pared, escribiendo por teléfono.

–¿Con quién hablas?

–Con Leia, Gallo y mi madre.

–¿Gallo?

–Sí, un amigo. Supongo que no habrás desayunado, ¿no?

–No.

–Te acompaño.

–Supongo que no te queda otra. Sabes que si no volveré a la cama.

Ella se ríe. Bajáis a la cocina. Te preparas un vaso de leche y coges dos galletas.

–¿Y por qué Gallo?

–Porque tiene el pelo en forma de cresta.

–¿Y cómo se llama de verdad?

–Eh...

Azu mueve los ojos buscando una respuesta. Te ríes.

–¿En serio no te lo sabes?

–A veces sufro lapsus de memoria a corto plazo.

Te aguantas la risa.

–Dory.

–Oso perezoso. Termina de comer.

–Sí, mamá.

 Saca su cámara de la funda. La enciende y te apunta.

–¡Oooyeee! ¡Que no es un buen plano!

–Con una chica bonita cualquier plano es bueno.

Te sonrojas y ríes. Subes el vaso para taparte la cara.

–Bien, ya tengo mi sonrisa del día. Me puedo acostar.

Sueltas una carcajada.

–Idiota.

–Un poco.

Tragas la leche que queda. Sales de la cocina cogiendo tus llaves de la mesita de la entrada y sales a la calle con ella detrás.

La miras. Ella está concentrada en su cámara.

Le sacas la lengua.

–No creo que esto te sirva para nada.

–¿Por qué no? La mayoría de vídeos están formados por partes de la vida cotidiana. Cualquier cosa es válida.

–¿Ah, sí? –preguntas levantando una ceja.

–Sí –contesta planteándose que tramas.

Le quitas su gorra y echas a correr.

–¡Oye! ¡Eso no vale!

–¡Dijiste que cualquier cosa es válida!

–¡Pero mi gorra es sagrada!

Te ríes. Azu sonríe y sale corriendo detrás de ti, sin soltar la cámara. Se da gracias mentalmente por no haber cogido la canon. Cuando consigue alcanzarte, te coge de la cintura con un brazo, pegándote a ella, de modo que te obliga a parar. Tú no haces por escaparte por no tirarla.

Azu te enfoca con la cámara, sujetándote desde atrás. A ella no se le deben ver más que los pelos por encima de tu hombro.

–¿Tus últimas palabras?

–No me mates, porfa.

Se ríe.

–Menuda poetisa estás hecha, Valeri.

Te quita la gorra y se la pone. Tú te separas de ella.

Te mira poniendo cara de enfado, hasta que ambas comenzáis a reír.

Al menos ha conseguido que muevas tu culo, aunque sea para robarle su gorra.

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