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"Galaxia creó el grupo "Putas"

Galaxia te añadió.

Galaxia: Putas, venid a la nave.

Azu: ¿Ha pasado algo?

Galaxia: He tenido la felicísima idea de ir a hablar con Nico.

Azu: Oooh, ¿y cómo ha ido?

Galaxia: Como no vengáis rápido la derribaré a patadas".

–Papá, lo siento, no creas que no te estaba escuchando; pero tengo que irme rápido.

Corres a tu habitación para vestirte y vuelves a bajar.

–¿Qué ha pasado?

–Leia. No lo sé. Adiós.

Corres por la calle lo más rápido que puedes, rumbo a la nave.

Azu llega antes que tú. Abre la puerta y sube dejándola entornada, ya que supone que no habrás entrado aún: tú no tienes motocicleta.

Entra en la habitación de Leia sin encontrarse con ninguno de sus familiares.

–Hey...

Leia está completamente quieta, sentada en la cama, con la mirada fija en el suelo entre sus pies. Y eso da más miedo todavía a que esté aporreando cosas, porque significa que de un momento a otro va a estallar.

Azu se acerca a ella.

–Leia...

–Soy horrible, ¿verdad?

–¿Qué? ¡Por supuesto que no!

Azu se agacha delante de ella, apoyándose en sus piernas con cuidado de no dañarse con las cadenas que vuelven a adornarlas.

Intenta buscar su mirada, sin éxito.

–¿Crees que si lo fueras yo estaría aquí?

Leia la mira.

–¿Puedes prometerme que no lo haces por Valeria? ¿O solo como acto para sentirte mejor contigo misma?

–Puedo.

La rubia se levanta y se sienta a su lado.

–Dime, ¿qué te ha pasado?

–Nico me ha dicho que... No puedo. No puedo decirlo.

–El primer paso es aceptarlo.

–Si lo acepto me hundiré.

–¿Tan malo ha sido?

Leia asienta con la cabeza.

–Pues entonces ten claro que, sea lo que sea lo que te haya dicho, no tiene razón. Piénsalo: llevo meses sin ver a mi familia y aquí estoy, haciéndote compañía. Algo bueno tienes que tener.

–Una mejor amiga que está muy buena.

–No, idiota.

Azu pasa su brazo por detrás de su cadera y la abraza. Una lágrima escapa disparada.

–Pero no me abraces, puta. Así no lo puedo controlar.

–Déjalo salir, te sentirás mejor.

–No.

–Leia... Es por tu bien.

–No lo entiendes, no puedo.

–Vale.

La rubia se sienta sobre sus piernas y la abraza.

–Azu... –se queja entre dientes.

Ella se separa lo más mínimo para mirarla y acariciarle la mejilla.

–Tienes que dejarlo salir. Si tú no puedes, déjame ayudarte.

–Estoy sangrando muchísimo por el puto aborto, lo que hace que tenga las hormonas disparatadas, mi novio me ha dejado de la peor manera posible y ni siquiera yo creo que debiera haber seguido conmigo. Lo que menos necesito es que vengas a darme más emociones todavía.

–No quieres romperte. Y lo entiendo. Pero a veces romperse es la mejor opción. Créeme, me ha pasado ya varias veces. He tenido... Muchas mierdas en mi vida. Mis padres se separaron cuando yo era pequeña; mi abuelo, que era para mí como mi padre, se murió de un infarto: de repente, ya no estaba allí; mi abuela, se murió de pena; me hicieron bullying en el instituto de manera muy bestial; y el caso de mi ex... Agh. Ese todavía no lo he superado. El caso es que yo nunca quería romperme, Leia, pero nunca me recuperaba hasta que no lo hacía. Te rompes y te recompones dejando a parte los trozos rotos que ya no sirven, que te hacen mal. Llevas mucho tiempo acumulando muchas cosas. Lo necesitas.

–No puedo...

–Te prometo que no se lo contaré a nadie si te rompes delante de mí. Dejaré que se me olvide.

–Aún así, Azu, aunque estuviera sola, no...

La rubia la besa callándola, haciendo que Leia suelte una risita.

–Que te calles, no me lleves la contraria, y no digas que no puedes o no podrás. Estudias Psicología, Leia, deberías saberlo.

–Y lo sé.

–¿Entonces...?

–Pero soy realista y no... –Leia le hace la cobra antes de que la calle– Azu, es realismo.

–Vale. –Le acaricia la mejilla– Dime una cosa, Leia, ¿te sientes sola?

La mujer aparta la mirada.

–No puedes hablar de ninguno de tus sentimientos, ¿no? –Leia niega con la cabeza– Bueno, yo creo que te sientes sola. A mí me pasaría. Déjame hacer que no te sientas sola por unos segundos aunque sea... Y si no me dejas, te jodes, porque voy a hacerlo igual.

–¿Me vas a violar?

–Leia... Sabes que te sientes más vacía todavía cuando el sexo acaba.

Azu la abraza, pasando una mano por su espalda y otra por su cabello. Leia se deja hacer, sin corresponderle.

–Te entiendo... –le dice sin separarse de ella– Te hicieron mucho daño, y tienes miedo de que vuelvan a hacerlo... Lo entiendo. A mí también me pasa, ¿sabes? Sólo que gracias a Dios mi miedo no es con respecto a todo... Pero eres muy fuerte, princesa Leia. Y tu fuerza no se resume en que seas capaz de evitar tus sentimientos, no. Sino en que, aún así, has seguido adelante y has continuado apoyando a Valeria en todo. Has conseguido tener momentos de felicidad entre la tormenta. Y eso es de ser muy fuerte. El caso es que te entiendo, y entiendo que te cueste abrirte y hablar de ti. Si te fijas, yo hablo mucho, por los codos, ¿pero cuándo me has escuchado hablar de mí? Ni siquiera sabías que mis padres se habían separado hasta hace unos momentos... Todavía no sabes por qué. Pero yo confío en ti, Leia. Y confío en que saldrás de esto. Sé que eres una gran persona, y sé que vales la pena. Aunque tú no te lo creas... Cada vez que me veas, recuerda que yo lo creo por ti. Y Valeria, y Marco, Silvia, Carlos... Eres una gran amiga, Leia. Y eres una buena persona. No eres horrible, todo lo contrario: horrible es pensar que lo seas con todo lo que vales.

Azu se separa de ella. Ve sus mejillas húmedas, pero hace como si no las viera. Al abrazarla a notado algo junto a su pecho. Ve que tiene un bolsillo en la camiseta donde guarda un papel y lo saca. Mira la foto.

–¿Qué es esto?

–Un erizo.

–Hasta ahí llego.

–Era mi mascota cuando era pequeña.

–¿Y lo echas de menos?

–No.

–¿Entonces?

–Creo que... Si fuera Harry Potter, sería mi patronus.

Azu se queda mirando la foto, como entendiéndolo. Asiente.

–¿Qué tienen de interesante los erizos?

No quiere preguntarle por qué se identifica con él, sabe que cuanto más se aleje de habalr sobre ella, más fácil le será contestarle.

–Son magníficos. Tienen una muralla al rededor, y a casi nadie les gustan, porque piensan que pincharan. Huyen de ellos. Lo cierto es que, si sabes acariciarlos de la manera adecuada, pueden darte mucho amor. Además, guardan bajo esa protección un animalito incluso mejor que un cachorrito de perro, tierno, cariñoso, sensible, juguetón... Sólo que siempre se esconden, para protegerse, así que la gente sabe muy poco sobre ellos.

La rubia asiente. Pasa la mano por su antebrazo, acariciándola, pero excusándose en que le recoloca la manga.

–¿Cuál sería tu patronus, Azu?

–Yo creo que un tigre.

–¿Qué tienen de interesante los tigres?

–Son majestuosos, y todo el mundo los admira. Pero en realidad, siempre andan con cautela, sin acercarse a nadie, sin dejar ver lo suficiente de ellos. Y creo que suelen estar solos, prefieren vivir en su mundo, por ellos mismos. No sé, los leones siempre salen en las fotos con sus manadas, los tigres... Se suben a cualquier sitio y miran desde allí. Aunque tengo que admitir que no tengo ni idea de biología.

–Un lobo solitario.

–No, los lobos son animales que siempre trabajan en manada.

–¿Qué hay de tu grupo de danza?

–Están todas locas.

Leia se ríe, acordándose de que la llamó a ella para no tener a ninguna de pareja. Escuchan la puerta abrirse y Azu baja de sus piernas, Leia se seca las mejillas.

–¡¿Qué te ha pasado?!

Te abalanzas sobre ella, tumbándola en la cama. La abrazas.

–Quita, cacho de perra.

–¿Qué ocurre?

–Que Nico es gilipollas. Sesión de amargadas en la nave. Tenemos que conseguir que Azu se nos una, su eterna sonrisa me da ganas de vomitar.

Azu se ríe.

–Lo tenéis complicado.


–Oye, mamá, creo que hoy tenemos a gente de más para comer –le comenta Leia bajando a la cocina para asegurarse de que halla para todos–. Están aquí Valeria y Azu.

–¿Pero qué... coño...?

–Es que somos el grupo de apoyo de Valeria.

–¿Y eso?

–Cosas de la vida.


Mientras tanto, tú estás tumbada al lado de Azuleima, en la cama de Leia. Estos últimos días, casi se ha hecho tradición. No tienes ganas de salir, de hacer nada más. Pero al menos te anima no estar sola. Cuando no estás con ellas, te vas a casa de Sam o de Zahara. Te entretienen un poco.

Azu se gira hacia ti y pasa su mano por tu cabello, peinándote.

–¿Estás algo mejor?

–Para nada.

–¿Nada de nada?

–Cada vez me siento peor. Quiero decir, es pensar que Melca se ha ido sin decirme nada y... Bufff. Es una capulla. Me enamoré de una capulla.

–Bueno, entiéndela, no...

–¡No me pidas que la entienda!

–Vale, vale...

–Lo siento, no quería gritarte.

–No te preocupes.

–¿Me das un abrazo?

Azu se ríe.

–¿Pero qué te ha dado por mis abrazos?

–Los das muy bien... Deberían darte un máster en abrazos y otro en felicidad.

–¡Ay que te estrujo!

La rubia se acerca a ti para abrazarte. Te ríes correspondiéndola.

–No me estrujes, podría morirme.

–No te dejaría morir.

Sonríes.

–Gracias.

–¿Por no querer que me lleven a la cárcel?

–No, idiota. Gracias por alegrarnos a Leia y a mí.

–No hay de qué –contesta ella con su eterna sonrisa.

–Eres un amor. No me extraña que todas las chicas vayan detrás de ti.

–Cuidado, no te vayas a enamorar.

–Tranquila, no lo haré. No quiero tener nada que ver con el amor por un tiempo.

–Normal.

Leia entra en la habitación y os mira abrazadas.

–Vaya... Tú pierdes a una rubia y en unos días encuentras a otra rubia. Yo pierdo a mi novio y me quedo a dos velas.

Azu se ríe.

–Celosa.

–¿De vosotras? Para nada, panda de bolleras. Pena me dais, que no sabéis lo que es una buena polla.

Sueltas una carcajada. Azu le hace la peseta.

–Y este es el lado borde de la borde de Leia: cuando se siente mal lo paga con todo el mundo.

–Lo que digas, pero sigues sin haber probado una buena polla –replica sentándose a vuestro lado.

–Y tú has perdido la tuya –contesta Azu, sonriente.

Leia le lanza una mirada furtiva y le da con la almohada en la cabeza, dándote por consiguiente a ti también.

–¡Oye! –te quejas.

–Ha sido por una buena causa.

Azu coge un cojín e intenta darle a Leia. Tú tratas de salir de allí sin llevarte demasiados golpes. Cuando lo consigues, te tiras encima de Azuleima por la espalda y la sujetas para que Leia le de almohadazos.

–¡Con mi mejor amiga no se mete nadie!

–¡Encima de que vengo a animaros! ¡Ay! ¡Esto es maltrato!

–Quejica –la insulta Leia.

–No tenéis ni pizquita de consideración.

Te ríes.

–Estás debajo de mi cuerpazo en una cama. No puedes quejarte.

–Ahí te voy a dar la razón.

Leia se levanta y se sienta encima de las dos.

–Ahora sí que no podéis quejaros.

Os reís.

–¿Tenéis dos años o veintiuno?

–Según el médico veintiuno, según el psicólogo dos –contesta Leia.

–Eso lo explica todo.

Te ríes.

–Anda, Leia, quita.

–No quiero. Sois un sillón muy cómodo.

–¡Leeeeiaaa!

La tiráis y os reís. Azu te mira y se ríe más, tienes todos los pelos en la cara.

Después del almuerzo, en el que su madre te obliga a contarles qué te ha pasado con Melca, volvéis a subir a su dormitorio. Luke entra poco después que vosotras y se sienta en la cama.

–Oye, Leia, tú a mí no me engañas. Sé que a ti también te pasa algo.

–¿Pero de qué vas?

–Leia, soy tu hermano, te conozco.

–No me pasa nada.

–Leia...

–Lárgate, Luke.

El chico te mira.

–Deberías decírselo, Lei.

–Déjame en paz, Val.

–Es tu hermano... ¿Qué hay de malo en que lo sepa?

–A Leia no le gusta que le tengan lástima... –te dice Azu al oído.

Por desgracia, Luke lo escucha.

–¿Por qué te debería tener lástima?

Leia bufa.

–Porque no salí a ti, ¿vale? Vete.

–¿Cómo?

Luke la mira con el ceño fruncido. Leia se acerca a él y le señala la puerta.

–Que te largues. Déjame estar con mis amigas. Yo no me meto en medio cuando estás con Ashton y Daniela.

Su hermano la sujeta y la obliga a sentarse sobre él.

–¡Que me dejes!

–¿Es por Nico, verdad?

–¡Déjame!

–Respóndeme.

–Sí, Nico me ha dejado, ¿te quieres largar?

Luke la abraza. Leia se revuelve.

–¿Recuerdas cuando te daba vergüenza que fuera tu hermana porque no era compatible con que fueras popular?

El chico pone mala cara.

–Sí.

–Pues vuelve a esa época y déjame en paz.

–No. Tengo que recuperar el tiempo perdido con mi hermana.

La abraza más fuerte. Leia se queja. Luke se gira, con ella sentada en su regazo, para mirar hacia vosotras.

–¿Y cómo ha pasado?

Te encoges de hombros.

–No me lo ha dicho.

–No está preparada para decirlo –responde Azu.

–¿Tengo que ir a partirle la cara?

–No.

–¿Por qué?

–Porque tiene razón.

–¿Razón en qué?

–Da igual.

–¡Que me lo diigaaas!

Luke le hace cosquillas y Leia le pega para que la suelte. Su teléfono empieza a sonar. Luke lo descuelga.

–¿Ashton? Hola, cariño. ¿Te veo otro día, vale? Hoy no puedo.

Leia le roba el móvil.

–Ashton, hazme el favor y llévatelo.

Luke se lo quita.

–No le hagas caso. Tengo que quedarme hoy con ella.

–¡No, no tienes que hacerlo! ¡Ya estoy con Valeri y Azu!

–Sí, hablamos otro día, cielo.

–¡Que te vayas con Ashton! ¡No te necesito! ¡No soy un cachorrito abandonado! ¡Mi novio me ha dejado porque soy insoportable, no tenéis por qué quedaros vosotros aquí! ¡Si me merezco estar sola, me merezco estar sola, y...!

Luke le tapa la boca con la mano. La separa dolorido cuando ella le muerde.

–¡No me mandes a callar! ¡Tengo razón! ¡Dejadme en paz, joder! ¡Que...

Azu se acerca a ella y la besa, callándola. Leia se la queda mirando por unos segundos.

Luke cuelga el teléfono.

–Mira, haz lo que quieras, pero suéltame que tengo que ir al baño.

Leia se va. Luke mira a la rubia intrigado.

–¿Por qué la besas cada vez que quieres callarla? –le preguntas.

–Es un juego. Además, es la única forma de callarla. Y si no la callas, se mete en un torbellino de pensamientos destructivos y no hay manera de pararla. Así al menos le cortas el bucle, y se nota que te escucha en vez de seguir pensando cuando te mira. Leia siempre mueve los ojos o se queda con la mirada perdida cuando está pensando.

–Ya que eres tan lista, ¿cómo hago para hacer que no destroce la casa cuando se desahogue? –le pregunta Luke.

–Abrazándola. Sé que parece contraproducente, siendo como es Leia. Pero al parecer, cuando abrazas a alguien sujetándole los brazos, de forma que lo aprisionas sin que pueda moverse, una parte de su sistema nervioso se relaja.

–Se enfada cuando la abrazo.

–Sí, y se frusta. Pero con el tiempo suficiente termina relajándose.

Leia vuelve a entrar. Cuando se sienta con vosotros, Luke la coge y la sienta en su regazo. Leia bufa poniendo los ojos en blanco.

–Mira, yo pierdo mi rubia y me consuela una rubia, tú pierdes a tu pelinegro y te consuela un pelinegro.

Azu se ríe. Leia te manda una mirada asesina.

Escucháis unos pasos corriendo escalera arriba.

Marco aparece por la puerta.

–¡Nico me lo ha contado todo! Lo mandé a la mierda en cuanto me dijo lo que te había dicho. ¿Estás bien?

Leia bufa. Tanta gente pendiente de ella la está agobiando.

Su madre se acerca.

–¿Pero qué pasa hoy aquí?

–Nico ha dejado a Leia –responde Luke.

–Normal. Lo raro era que duraran tanto.

Azu y Marco se quedan mirando a Mónica con los ojos como platos. Luke y tú intercambiáis la mirada. Leia mira hacia otro lado.

–Como ves, mi simpatía natural me viene de mi madre –le dice a Azu en cuanto esta se va.

–¿Qué es lo que le ha dicho Nico para que hasta tú lo hayas mandado a la mierda? –pregunta Luke a Marco.

–¿No lo sabéis?

–No, Leia no nos ha contado nada.

–Esperad. –Leia se levanta– Puedes contarle lo que sea que te haya dicho Nico, pero yo no quiero volver a escucharlo.

Sigues a Leia hasta el salón.


Antes de irte, pides a Azu que se quede a hacerle compañía a Leia, ya que tú estás durmiendo todos los días fuera y también quieres aprovechar el tiempo con tu padre. Ella acepta.

Leia la acompaña al sofá, donde va a dormir, llegada la madrugada. Han pasado la noche hablando de filosofía.

–Azu...

–¿Qué?

–No vuelvas a Andalucía. Todavía no.

–Dime que me necesitas y me quedaré.

Leia vuelve a su dormitorio sin contestarle.

Dile a alguien que le necesitas y se quedará. Fácil, ¿no? Pero díselo. Y cuando te lo digan... No lo rechaces.

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