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–Hola, enana.

Azu sintió cómo se quedaba sin aire y sus músculos se ponían en tensión, al tiempo que su cerebro se inundaba de frío. Sabía que no era su voz, pero los recuerdos la embriagaban.

Se giró usando toda su fuerza de voluntad para ello, encontrándose con Leia.

–No me llames así, por favor.

–¿Por qué? Si eres enana.

Azu la miró a los ojos.

–Por favor.

Leia frunció el ceño. Había notado la tristeza, las sombras, en sus ojos.

–¿Qué ocurre, artista?

–Nada.

–¿Qué ocurre?

La rubia respira hondo y suspira.

–Nada, ¿vale? Es sólo que Ishtar me llamaba así.

Leia asiente lentamente. Conoce esa historia.

–Vale, lo siento.

La abraza. Azu la mira extrañada, haciendo que ella se separe.

–Prefiero tu mote.

La galáctica frunce el ceño. No encuentra ningún mote en su base de datos.

–¿Cuál, artista o puta?

–Ninguno de ellos. –Se ríe– Sunshine. Valeri me lo contó.

Leia entorna los ojos. Maldita Valeri haciéndola quedar como un osito adorable.

–Hablando de Valeri. Te gusta, ¿verdad?

–Y dale. ¿Pero qué te ha dado con eso? ¡Que no me gusta!

–Sé que te gusta alguien, y Valeri tiene todas las papeletas.

–Primero: no me gusta nadie. Segundo: ¿por qué Valeri tiene todas las papeletas?

–Bueno, es muy tierna y simpática. Luego están las otras que son heteros... Zahara que está con Celia... Oh, bueno, ¿y Ali? Es muy bonita y simpática.

Azu se golpea la frente con la palma de su mano.

–No, no me gusta ninguna de ellas. 

–O sea, ¿que es alguien que yo no conozco?

–¡Que no es nadie!

–¿Tus compañeras de piso?

–Todavía te pego.

Leia se ríe.

–Venga, admítelo: te gusta Valeri.

Azu bufa poniendo los ojos en blanco. Le da la espalda y echa a andar.

–Adiós.

La pelinegra se coloca delante de ella, andando de espaldas para mirarla mientras habla.

–¿Por qué te cuesta tanto admitir que te gusta Valeri?

–¡Porque no me gusta!

–¿Y por qué no? Es cariñosa, simpática, graciosa, inteligente...

–Eres una pésima celestina, Leia.

–Por supuesto, porque no estoy haciendo de celestina, sólo estoy afirmando lo que ya es cierto: que te gusta Valeri. 

Azu gruñe exasperada.

–Que te calles ya.

–Cállame tú.

La artista la mira con los ojos entrecerrados.

–Entonces puedo seguir hablando de que te gusta Valeri, ¿no?

Azu refunfuña, pero se acaba riendo ante la leve sonrisa de Leia. Rodea su cuello con los brazos y la besa. Cuando se separan sus labios, para sorpresa de Leia, Azu vuelve a besarla. Lleva los brazos a su cadera inconscientemente, cierra los ojos y se deja llevar por los besos de la rubia.

–¡Pero qué bonito es el silencio! –exclama Azu cuando se separan.

Leia se ríe. No puede evitar perderse en sus ojos celestes, mirándola con cariño. Azu sonríe y deja escapar un suspiro.

–Hay que admitir que besas bien, galáctica.

–Tengo años de práctica. 

La artista la abraza, escondiendo el rostro en su cuello. Leia parpadea sorprendida, alejando los brazos de ella.

–Hey... Azu, aparta.

–No quiero...

–Vete a abrazar a Valeri y déjame en paz.

La artista pone los ojos en blanco alejándose de ella.

–Eres bastante pesada, ¿sabes? –replica molesta.

–Perdona.

La rubia niega con la cabeza. Sigue caminando. 

–¿Qué planes tienes hoy? –pregunta Leia colocándose a su lado.

–Tengo ensayo con el teatro.

–Qué guay.

–Sí. Si quieres ven, esta tarde hacemos el ensayo general. Val me dijo ayer que vendría.

–Allí estaré. 

–Y Leia.

–Dime.

–Valeria se siente sola. A lo mejor no deberías darla tanto de lado.

Asiente con la cabeza.

–Entonces... Si no te importa, voy a ver cómo está mi niña.

–Te veo esta tarde.

–Claro. Hasta luego, puta.

–Y... Leia.

–Dime.

–¿Es que Val te ha comentado algo de mí? Lo digo, como estás tan pesada con el tema.

–Ya te he dicho que no, nada.

–¿Y por qué insistes tanto?

–Tengo que ir a sacar a una tía de la cama, adiós.



Escuchas la estridente música de Extremoduro subiendo a todo volumen por tus escaleras. Te tapas la cabeza con tu almohada.

Leia salta sobre tu cama, se sienta a horcajadas en tu espalda y te zarandea contra el colchón.

–¡Deeespieeeertaaaaa!

–¡Ya estoy despierta, estate quieta!

–¡Pues leeeeevaaaantaaaaa!

–¡No puedo contigo encima!

–Te quejas por todo, ¿eh?

Bufas. Ella se quita de encima de ti. Te das la vuelta.

–¿Por qué no me abrazas y me dejas dormir un poco más?

–Ni de coña. Venga arriba.

–Pfff... No tengo ganas.

–Azu me ha dicho que te invitó a ir a ver su ensayo general. Así que ahora vas a levantarte, te vas a dar una ducha (que apuesto lo que quieras a que con tal de no levantarte de la cama llevas días sin hacerlo), te vas a vestir y me vas a dejar invitarte a comer en tu restaurante favorito un buen plato de pasta.

–¿Por qué sois las dos tan marimandonas?

–Porque no hay manera de dialogar contigo. Venga, arriba.

–Pfffff.

–Val... Te echo de menos, porfa, ven a comer conmigo.

Te levantas con un suspiro. Recoges tu ropa para ir a la ducha.

Leia se sonríe internamente. El chantaje emocional es lo más efectivo del mundo. 

La pelinegra se tira en tu cama mientras tú te duchas y te vistes. Piensa mirando al techo. Cuando llegas, ella no se da cuenta, por lo que te tiras sobre ella.

–¡Agh! ¡Fuera!

Intenta tirarte. Tú te ríes sujetándote a su cintura.

–¡Quita, bicho!

–¡Nunca!

–¡Suéltame!

Tu padre se asoma a la puerta. Sonríe al veros.

–Cielo, suelta a Leia y deja de acosarla.

Lo miras haciendo un mohín, momento que Leia aprovecha para empujarte y levantarse de la cama.

–Gracias, tito.

Él le sonríe.

–De nada, enana.

Le revuelve el cabello. La galáctica agacha la cabeza cual niña pequeña. Siempre le ha tenido mucho aprecio a tu padre. 

–¿Qué, has conseguido convencerla de salir un poco de casa?

–Sí, me la llevo a comer fuera y a dar una vuelta.

–¿Y no me invitas?

–Cuando quieras.

Tu padre le sonríe. Pasa una mano por su cabello. Leia se aguanta. A su padre no se lo permite, pero con el tuyo se intenta controlar porque suele verlo poco.

Te levantas y caminas hasta la puerta, quedando a su lado. Tu padre te besa en la frente.

–Pórtate bien, ¿eh?

–Papá, que no soy un bebé.

–Siento discrepar –responde tu amiga.

Golpeas su hombro.

–¡Hey! ¡Ramiro, tu hija me está maltratando!

–Valeria, ¿qué te tengo dicho?

Pones los ojos en blanco con un bufido. Tu padre se ríe.

–Pasadlo bien, guapas.

–Sí. Hasta luego, papá.

Besas su mejilla.

–Adiós, Ramiro.

–Nos vemos.

Salís de la casa.

–¿Y cómo es que te ha dicho Azu que me había invitado esta tarde a su ensayo?

–Me la he encontrado en la calle y me ha invitado.

–¿Encontrado? ¿Seguro que no la estabas acosando?

–Seguro al cincuenta por ciento que no. 

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