𝟬𝟬𝟱 . . . those dreamy green eyes


↝  005         . . .        capítulo      cinco
. . . esos ojos verdes de ensueño . . .



Steve empujaba el carro de cintas ahora vacío con desgana, echándole vistazos rápidos a la puerta siempre que podía y sintiendo su corazón saltar en su pecho cada vez que sonaba aquella campanita, indicando que alguien había entrado a la tienda.

Sin embargo, cuando miraba hacia aquella puerta de cristal, nunca eran aquellos ojos verdes los que le devolvían la mirada. En consecuencia a no encontrarse con la persona que tanto ansiaba, bajaba la mirada hacia el carrito, desanimado.

La campanita volvió a sonar pero Steve, demasiado cansado de ilusionarse, no se molestó ni en mirar hacia la entrada y siguió empujando el carrito con desgana.

—Qué malas bienvenidas dan en este lugar.

Al escuchar aquella voz Steve alzó la cabeza de inmediato, encontrándose con dos orbes verdes brillantes clavados en sus ojos y con una sonrisa deslumbrante que hizo que su corazón se acelerara de nuevo.

Maya lo observaba desde la entrada de la tienda con una amplia sonrisa y, sin querer hacerla esperar a ella o a sus ganas de acercarse, caminó hacia donde estaba la chica con una sonrisa.

—No sabía que eras tú —Maya alzó una ceja divertida ante la confesión de Steve—. Si hubieras avisado te habría puesto alguna canción de los Bee Gees en el radiocasette.

La chica rió y Steve pudo notar cómo su estómago se retorcía agradablemente ante aquel sonido tan extrañamente dulce.

—¿Cómo es que estás aquí? —preguntó él, ahora con el ceño levemente fruncido al no poder encontrar alguna respuesta válida.

—Ya te lo dije la última vez: me gustan mucho las películas.

Una pequeña sonrisa apareció en los labios de Steve al recordar que le había dicho lo mismo la primera vez que se habían visto.

Maya dio un paso hacia delante, quedando a pocos centímetros del rostro de Steve, que sentía que su corazón iba a salirse de su pecho. Puso una de sus manos en la mejilla de Steve y lo miró a los ojos, elevando un poco su mentón y provocando que el chico tuviera que mirar hacia abajo debido a la notoria diferencia de altura.

Steve cerró los ojos por inercia e inclinó su cabeza hacia la mano de la chica, que lo estaba desorientando con su cálido tacto que contrastaba contra el frío de sus propios anillos.

Al darse cuenta de lo que estaba haciendo, se obligó a sí mismo a abrir los ojos.

Aquellos iris verdes lo observaban con una intensidad que estaba provocando que su interior se derritiera poco a poco. Steve tragó saliva, intentando que no se notara el efecto que aquella chica tenía sobre él.

Sin embargo, todo se fue al carajo cuando Maya añadió:

—Y también quería verte.

Un pequeño suspiro de alivio se escapó de sus labios, acompañados por una risita inconsciente de la cuál no se había dado cuenta ya que su estómago se había puesto del revés y su corazón había comenzado a latir con tanta intensidad que parecía que estaba dando volteretas de alegría.

La chica sonrió y a continuación, inclinó su cabeza para poder apoyar su frente en la del chico Harrington, que volvió a cerrar los ojos, deleitado por el tacto de la castaña.

Podría pasarse así horas, simplemente disfrutando del silencio junto a Maya y escuchando su levemente agitada respiración. Al parecer, él no era el único que estaba sufriendo las consecuencias de aquella cercanía.

No obstante, la voz de la chica hizo que abriera los ojos.

—Ahora necesito que despiertes. Tengo una sorpresa para ti —Steve dibujó una expresión de confusión en su rostro, que contrastaba con la sonrisa radiante de Maya, que había comenzado a acariciar su pómulo con el pulgar distraídamente—. Despierta, Steve. ¿Steve? ¡Steve! ¿Me oyes? ¡Despierta!

Steve abrió los ojos de golpe al sentir que su cuerpo estaba siendo zarandeado por alguien. Pero no se sorprendió al encontrarse con el rostro de Robin.

—¿Pero qué...? Robin, ¿qué haces?

Durante el último mes, Steve había presenciado las apariciones de Maya en sus sueños. Por eso había desarrollado un tremendo odio al momento de despertarse. Porque siempre abría los ojos y ella nunca estaba allí.

A veces se sentía idiota por creer que volvería algún día, pero no era capaz de dejar de desear que lo hiciera cada vez que ella venía a visitarlo a los brazos de Morfeo.

¿Si era capaz de hacerlo sentir de esa manera en un sueño, qué demonios le haría en la vida real?

La voz de su mejor amiga lo devolvió al sótano de los Wheeler, que era donde todos habían pasado la noche ya que el día anterior Max casi fue asesinada por Vecna, que era el culpable del asesinato de Chrissy y Fred, alumnos del instituto de Hawkins.

—Tenemos un problema.

Las palabras de Robin le arrebataron todas las ganas que tenía de irse a dormir e inmediatamente su cuerpo se tensó, poniéndose alerta. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que Lucas estaba detrás de Robin, observándolo con preocupación y mandándole miradas nerviosas a algo que estaba detrás de su espalda.

Steve se levantó del sillón en el que se había quedado dormido con urgencia y se mareó levemente, pero ignoró la sensación para centrarse en lo que estaba pasando.

—¿Qué pasa? —preguntó antes de nada y sintiendo una punzada de dolor en el cuello debido a la mala postura.

Robin se levantó, ya que se había agachado para despertarlo. Sin embargo, Lucas fue quien habló.

—Eso pasa —Señaló a la puerta del sótano, por la cuál se estaba colando una especie de bruma escarlata.

Steve comenzó a mirar hacia todos lados en busca de una mata de pelo naranja y al no encontrarla se giró hacia Robin.

—¿Dónde está Max?

La rubia se encogió de hombros.

—No sé.

El mayor de los presentes abrió mucho los ojos, alarmado.

—¿Cómo que no sabes? —preguntó, ahora alterado.

—¡No sé! —Se defendió Robin—. ¡Cuando me desperté ya no estaban! Solo había esa... cosa roja y desconocida.

Mientras Robin y Steve discutían sobre el paradero del resto, Lucas se había acercado lentamente a aquella misteriosa niebla escarlata que había comenzado a arremolinarse en un punto del suelo. Con curiosidad, se acercó un poco más, distinguiendo pequeños destellos blancos que cada vez brillaban con más intensidad mientras las vueltas que daba aquella neblina se volvían más rápidas.

—¡Sinclair! ¡Aléjate de ahí!

El aludido dio un respingo al escuchar la voz de Steve, que había dejado de discutir con Robin por lo bajo.

—Solo quería saber qué era —Se justificó.

—Pues descúbrelo desde aquí, donde esa cosa no pueda tocarte —Dijo esta vez la rubia mientras le hacía señas de que se acercara.

Mientras tanto, la niebla que estaba detrás de Sinclair había comenzado a coger altura, formando un pequeño tornado en aquel sótano.

Steve la observó con el ceño fruncido. Una sensación de familiaridad se instaló en su pecho.

Lucas estiró su mano indicando que esperaran un segundo a los antiguos heladeros, que tenían su vista clavada en un punto detrás de Sinclair, donde aquella bruma roja comenzaba a tomar forma.

—Vale, espera un...

—Hola —habló una cuarta voz detrás del chico.

Un chillido agudo emergió de la garganta de Lucas, que dio un salto hacia atrás y estiró sus manos hacia la desconocida que había aparecido donde segundos atrás estaba la neblina escarlata.

Sus ojos verdes se clavaron en los de Sinclair, que había dejado de gritar pero que la miraba asustado. Aún así, a pesar del susto que se había llevado, fue incapaz de no reparar en que aquella chica no tenía camiseta y estaba allí parada delante de ellos. En sujetador.

No tardó más de dos segundos en clavar su mirada sobre Steve, que había abierto los ojos más de lo normal y su boca había caído entreabierta.

Maya estaba delante de sus narices.

—¿Estoy soñando? —preguntó Harrington sin apartar los ojos de la chica, que pareció sonrojarse levemente pero que lo miraba con una expresión aliviada.

Lucas se volvió hacia él con el ceño fruncido.

—¿Con cuántas chicas en sujetador sueñas? —preguntó.

—Mejor no respondas —Lo cortó Robin cuando él abrió la boca.

En ese momento, Maya pareció darse cuenta de su falta de tela en la parte superior de su cuerpo y se tapó como pudo.

—Bueno, al menos no fue mi brazo lo que dejé atrás —Bromeó, ahora incómoda.

Steve seguía sin ser capaz de reaccionar. No era capaz de apartar sus ojos de ella, ignorando el hecho de que acababa de aparecer de la nada.

Maya estaba allí. Era ella de verdad. Estaba allí, delante de ellos. Y en sujetador.

Algo en el cerebro de Steve chasqueó y se apresuró a coger su chaqueta, acercarse a Maya y pasársela por los hombros para intentar cubrir la desnudez de su torso.

—Gracias —Murmuró ella, aferrándose a la chaqueta de Steve y tragando saliva mientras sentía el acelerón que su propio corazón había dado. Parecía que se le iba a salir del pecho debido a que el chico se había acercado para ponerle la chaqueta y luego no se había alejado.

A Steve no le iba mucho mejor, la verdad. Los nervios le estaban revolviendo el estómago con tanta intensidad que era incapaz de moverse.

Aún así, fue capaz de articular—: No hay de qué.

Los dos se miraron a los ojos durante unos segundos, ignorando lo que pasaba a su alrededor, pero la voz de Lucas reventó aquella pequeña burbuja que habían creado a su alrededor.

—¿Alguien me puede decir qué demonios está pasando?

Maya abrió la boca, dispuesta a explicarse, pero un estruendo de la puerta de arriba del sótano la interrumpió, seguido por un sonido de unos pasos acelerados bajando las escaleras.

Un chico con una gorra, una chica más mayor y una cabeza del color de una zanahoria se asomaron por las escaleras y se quedaron mirando a aquella desconocida sin saber qué decir.

Sin embargo, Maya no pudo evitar soltar un suspiro de alivio al ver a Max ya que aquella chica era la razón principal por la que había acabado en ese sótano. Bueno, ella y el uso extraño de sus poderes en la furgoneta de Argyle.

—¿Quién es esa? —preguntó la mayor de los tres que habían bajado las escaleras hacia Steve.

No obstante, fue Max la que respondió a su pregunta.

—¿Maya?

La aludida sonrió mientras soltaba un suspiro de alivio. Bien, se acordaba de ella y no parecía estar en peligro.

—Max.

La pelirroja bajó las escaleras y se acercó a ella, con el ceño fruncido.

—¿Qué...? ¿Cómo...?

—Eso querría saber yo —Habló Lucas detrás de ella—. Porque hace nada, ahí había niebla roja —El chico señaló a los pies de la chica y luego la miró con desconfianza—. ¿Y si es Vecna?

Maya frunció el ceño—¿Quién?

—Ella no es Vecna —Aseguró Steve, dando un paso hacia delante y dejando a Maya atrás, que se había aferrado a la chaqueta con más fuerza.

—¿Y eso cómo lo sabes? —preguntó el chico de la gorra desde las escaleras.

—Lo sé porque la conozco. Vino a Family Video hace un mes.

Robin alzó las cejas, al recordar aquella tarde lluviosa en la que Steve había coqueteado con una chica que estaba empapada. ¿Así que eran la misma?

—Y además es de California —Aportó Max, mirando a sus amigos—. Fuimos vecinas durante varios años.

—Está bien, ¿y qué hay de la bruma roja? —cuestionó Robin.

Steve abrió la boca, pero la cerró al darse cuenta de que no sabía la respuesta.

—Eso sí que no lo sé —Al girarse hacia Maya pudo ver que la chica había dado un paso atrás, alejándose de él y que parecía estar más nerviosa ya que había comenzado a jugar con sus anillos.

Harrington frunció el ceño y se inclinó levemente, intentando buscar la mirada de aquella castaña, pero ella la apartó para después clavarla sobre la chica de las escaleras.

—Tú eres Nancy, ¿verdad? —La aludida asintió y Maya continuó retorciendo sus anillos con nerviosismo—. Estoy aquí porque tu hermano me dijo que viniera.

Todos se miraron entre ellos con expresiones confusas y preocupadas.

—Tenemos que hablar.

(🕰🩸)

Todos estaban sentados alrededor de Maya, que estaba situada en medio del sofá, ahora con la chaqueta de Steve completamente puesta y cerrada, cubriendo su pecho desnudo.

—Entonces, ¿viniste porque escuchaste una canción? —preguntó Nancy, intentando asimilar el corto resumen que había hecho Maya unos segundos atrás.

—Sí. Estábamos en la furgoneta y empecé a escuchar una melodía, reconocería a Kate Bush en cualquier lado, a mi padre le encanta. Resulta que yo era la única que era capaz de escuchar la base de Running up that Hill. Cuando se lo dije al resto, Mike me dijo que era tu canción favorita —Le dijo a Max—. Luego tuve un mal presentimiento, así que me pidió que viniera, hablara con su hermana e intentara arreglar lo que sea que estuviera pasando.

—¿Cómo sabía Mike que esa era mi canción favorita? —preguntó la pelirroja.

—Lucas se lo dijo —Recitó Maya al recordar las palabras del chico Wheeler.

Max se giró hacia el chico que estaba sentado detrás de ella, que era el que había chillado cuando Maya apareció y este se tensó en el sitio. Abrió su boca para intentar justificarse pero, al parecer, ninguna excusa era buena.

—Es una larga historia —Dijo al final, dejando a la pelirroja aún más confundida.

—¿Y cómo es que sabíais que estaba pasando algo malo en Hawkins? —preguntó Robin.

Maya frunció el ceño. Al contar el resumen de lo que había pasado, había dejado algunas cosas fuera porque comenzaban a estar borrosas en su memoria. Y, en ese momento, cuanto más intentaba verlas con claridad más borrosas se volvían.

Cerró sus ojos, intentando concentrarse, pero solo recordaba cachos de lo ocurrido después del accidente en Rink-O-Manía. Recordaba ir a casa de los Byers, contarle a Eleven y a los chicos de dónde venía, ir a la policía, irse a casa de los Byers, allí hablar con Mike sobre algo de lo que no se acordaba, después estar en la furgoneta, escuchar la melodía e irse. Nada más.

Abrió los ojos, bastante abrumada por las lagunas que tenía en su memoria.

—N-no me acuerdo. N-no sé por qué —Tartamudeó, mirando al suelo con el ceño fruncido.

—No pasa nada —dijo Nancy con dulzura—. No te fuerces. ¿Tal vez te acuerdas de por qué estabais en una furgoneta?

Maya negó con la cabeza, después de suspirar con frustración.

—Vale. ¿Y de la hora que era te acuerdas?

Volvió a cerrar los ojos, recordando el tono oscuro del cielo mientras escuchaba la melodía.

—Estaba anocheciendo —Respondió.

—Vecna atacó a Max en el atardecer —Resaltó Dustin.

—Ya pero, ¿no hay tres horas de diferencia de aquí a California o algo así? —preguntó Robin.

—Eso es cierto —Coincidió Lucas—. Maya escuchó la canción tres horas más tarde.

—Perdón pero, ¿quién es Vecna? —preguntó la chica con confusión—. Ya lo habéis nombrado varias veces.

—En teoría es un hechicero muy poderoso de un juego de rol llamado Dragones y Mazmorras —Explicó Dustin.

—Y en la realidad es un monstruo del mundo del revés que ataca a adolescentes psíquicamente y que ya ha matado a dos después de atormentarlos durante una semana —Completó Robin.

—¿Te atacó a ti también? —le preguntó Maya a Max. Ella asintió.

La mayor tragó saliva, intentando asimilarlo todo.

—Cuando dices que ataca psíquicamente, ¿a qué te refieres?

Max tomó una bocanada de aire antes de removerse, incómoda.

—Bueno, te encierra en tu propia mente. Tu cuerpo se queda paralizado mientras que él te muestra tu peor pesadilla como si estuvieras allí, viviéndola. Luego supongo que te mata, no lo sé, yo conseguí escapar antes de que lo hiciera —La pelirroja se encogió de hombros.

—Eso tiene sentido —Todos miraron a Maya, un poco confusos por su respuesta—. Si Vecna ataca psíquicamente, conectará su mente y la de su víctima, atrapando ambas conciencias en un mismo cerebro. Supongo que decidirá quedarse en la mente de la víctima para poder manipular sus pensamientos con más facilidad, transformando los peores en una especie de visión que la víctima es forzada a vivir.

Max miró a Nancy y luego se inclinó hacia Maya, dejándose llevar por los conocimientos que la chica parecía tener sobre el tema.

—¿Se puede pasar de la mente de la víctima a la de Vecna? —preguntó.

—Sí, claro. La mente es un lugar confuso para estar. Puedes manipularla a tu gusto, simplemente tienes que pensar en lo que quieres ver y todo cambiará por completo.

» Cuando Vecna crea esas pesadillas, supongo que está manipulando tu cerebro, pero sigue siendo tuyo, así que en teoría, las órdenes las das tú. Si quieres salir, tu mente te buscará la salida. Lo que pasa es que cuando dos mentes están conectadas la única forma de salir es rompiendo esa conexión, así que lo más lejos que puedes ir más allá de tu propia mente, es la mente de Vecna.

Todos se quedaron en silencio, asimilando las palabras de Maya, que se removió incómoda en el sofá.

—Así que sí estuve en la mente de Vecna —Murmuró Max—. Por eso sentía que él no quería que estuviera allí.

—Porque de alguna manera lo estabas espiando —Añadió Nancy en el mismo tono de voz.

—¿Y cómo saliste de su mente? —preguntó Maya, ahora bastante interesada en el tema.

—Nancy y yo investigamos un poco y descubrimos que la música era la clave —Habló Robin.

—Así que nosotros le pusimos a Max su canción favorita y ella simplemente... salió —Lucas se encogió de hombros.

Maya frunció el ceño, sintiendo que le faltaban demasiadas piezas para poder completar el puzzle. ¿Cómo es que ella había escuchado la canción? ¿Cuál había sido la razón? ¿Por qué sus poderes se habían activado de la nada? Y, la pregunta que más la estaba agobiando en aquel momento, ¿por qué no se acordaba de nada?

—¿Cómo sabes todo eso?

El cuerpo de Maya se tensó notablemente al oír aquella voz.

Steve llevaba toda la conversación apoyado en una de las columnas del sótano, escuchando la voz de aquella chica y dándole vueltas a algo. Maya le dedicaba miradas fugaces de vez en cuando que luego apartaba con rapidez al sentir la vergüenza y el miedo recorrer sus venas. ¿Cómo se supone que le tenía que decir a una persona que le ha leído la mente con unos poderes que no sabe que tiene y sabiendo que eso cambiaría la peculiar forma que tenía de mirarle?

Se removió, incómoda en el sofá y siendo muy consciente de todos los pares de ojos que tenía clavados sobre ella, pero solo sintiendo su rostro arder por culpa del chico que buscaba respuestas mientras estaba apoyado con el hombro en la columna.

Tragó saliva, intentando reunir todo el valor que podía encontrar en su pequeña anatomía, pero este parecía haberse esfumado bajo la intensa mirada de Steve.

—Lo sé por qué...

Las palabras se atascaron en su garganta.

Miró a Steve una vez más, intentando memorizar cada detalle de aquella expresión confusa pero que le retorcía el estómago con aquella forma que tenía de mirarlo. No estaba dispuesta a renunciar a eso, pero debía hacerlo si quería ayudar a aquel grupo.

—Sé todas esas cosas porque... —Tomó aire, llenando sus pulmones de una valentía que era bastante obvio que no sentía—. Porque es lo que nos enseñaban en el laboratorio.

Un silencio matador se instaló en el ambiente y Maya bajó su vista a sus anillos, con los que había comenzado a jugar de nuevo.

—¿Laboratorio? —preguntó Robin y la chica asintió sin levantar la vista.

—¿Cómo Eleven? —cuestionó, esta vez, Nancy.

Maya volvió a asentir, negándose profundamente a levantar la cabeza y enfrentar a Steve.

—¿Así que tú también tienes un tatuaje?

Ante la pregunta de Dustin, Maya apartó la manga de la chaqueta de Steve, revelando los tres círculos que yacían en su piel con la misma intensidad que el primer día.

Otro silencio matador.

—No lo entiendo —Habló Robin, de nuevo—. ¿Tres ceros? —Maya asintió—. ¿Por qué?

Cerró los ojos, concentrándose, y cuando los abrió y miró a la rubia, era consciente de la energía roja que se arremolinaba en sus iris.

—Porque soy diferente a los otros números —Murmuró.

Al ver que todos la seguían observando confundidos, suspiró.

Su mano derecha se movió con soltura por encima de su mano izquierda y, a continuación, extendió ambas manos, provocando que una tenue niebla roja flotara entre las cabezas de los chicos de Hawkins.

—Esto es lo que me hace diferente.

Dustin extendió su brazo, rozando la bruma escarlata con sus dedos y dejó escapar una pequeña risa nasal.

—Hace cosquillas.

Maya frunció levemente el ceño con una pequeña sonrisa, confusa por aquella reacción que estaba muy lejos del rechazo que ella se imaginaba.

Carraspeó y mientras giraba su muñeca derecha y guardaba sus dedos en un puño, haciendo que la niebla volviera a ella y desapareciera.

—Sigo sin entender los ceros —dijo Robin, de nuevo—. Esas siguen siendo habilidades, ¿no? —Maya asintió de nuevo—. ¿Entonces por qué te pusieron unos ceros?

Una risa amarga salió de su garganta mientras Maya clavaba sus ojos en el suelo.

—Al parecer, esto no se parecía a lo que ellos querían. Así que, me aislaron del resto de los números y me marcaron como lo que se supone que era. Algo que no aportaba, algo que no marcaba ninguna diferencia con su presencia —Tragó saliva, sintiendo sus ojos cristalizarse de nuevo—. Algo que no debía ni de existir en primer lugar.

Incluso sin usar sus poderes, podía sentir las miradas de lástima que todos le estaban dedicando. Y sentir que todos se sentían mal por ella era lo último que quería.

—Hasta que me escapé. Un día algo pasó —Volvió a tragar saliva, intentando mantener las imágenes de los cadáveres con las extremidades destrozadas lejos de su mente—. Algo que distrajo a todos los que estaban en el laboratorio. Aproveché ese momento para teletransportarme al primer sitio que se me pasó por la cabeza: una de las playas de California. El enfermero que me cuidaba de vez en cuando siempre mencionaba lo mucho que quería ir allí, así que fue lo primero que se me ocurrió. Hice lo mismo para llegar hasta aquí, pero eso visteis una niebla roja antes de que yo apareciera.

Ahora sus expresiones eran de sorpresa. Maya supuso que era porque no todos los días te encuentras con alguien que pueda teletransportarse.

—Eso es... —Comenzó Dustin.

Maya tragó saliva, pensando en que a lo mejor decían que lo mejor era que volviera por donde había venido debido a que les daba miedo estar en su presencia.

Por eso las palabras de Lucas la descolocaron tanto.

—... súper guay —Completó.

—¿También te teletransportaste la otra vez que estuviste en Hawkins? Cuando viniste a la tienda —aclaró Robin mirando a Steve, que parecía estar alucinado e impresionado a partes iguales. La rubia no pudo reprimir una sonrisita.

Maya, sin embargo, no sentía el valor suficiente como para alzar su mirada esmeralda y encontrarse con aquellos ojos hazel que tal vez la miraban con desprecio, rechazo o —lo que era aún peor— miedo.

—No. Esa vez fue... diferente.

Volvió a jugar con sus anillos nerviosamente mientras intentaba que el nudo de su garganta se disipara.

—Tuve un sueño. Uno muy extraño —Explicó—. Pero no era la primera vez que lo tenía, lo único diferente fue que una ráfaga de fotogramas se reprodujo justo antes de despertarme. Eso me dejó pensando, así que cerré los ojos y dejé que mis habilidades me guiaran sobre el papel. En cuanto mis ojos se chocaron con un retrato de Eleven, casi me da algo. Pensé que estaba muerta, pero aquel dibujo era una imagen de ella con más edad fuera del laboratorio, y con más pelo, así que supuse que me equivocaba. Entre uno de mis dibujos había una señal en la que ponía "bienvenidos a Hawkins", así que compré un billete de avión y vine lo más rápido posible.

Sintió el nudo de su garganta apretarse en el momento en el que se dio cuenta de qué parte de la historia debía mencionar a continuación y apretó sus dedos con fuerza, intentando distraerse de la sensación de sofoco que comenzaba a sentir.

—Cuando llegué... fui al laboratorio. Allí vi unas cosas... extrañas. Era lo mismo que veía en mis sueños, pero aquella vez El y Will estaban conmigo. Parecía que no me veían, así que supuse que estaba en una especie de... recuerdo o algo. Cuando salí, empezó a llover y... —Se removió, incómoda en el sofá, siendo muy consciente de que la mirada de Steve estaba clavada sobre ella—. Acabé en vuestra tienda. Fue pura casualidad pero cuando entré, las ganas de encontrar a mi hermana eran demasiado fuertes, así que... te leí la mente —Murmuró, con la esperanza de que nadie la oyera. Pero no fue así.

—¿A mí? —preguntó Robin, confusa, ya que los ojos de Maya estaban clavados en el suelo, no en una persona en específico.

Maya negó con la cabeza, aún con la cabeza gacha, y suspiró.

—No, a ti no. A Steve.

Maya levantó la cabeza lentamente, encontrándose con que la mirada de aquel chico estaba clavada en el suelo y su ceño estaba fruncido. Su corazón se encogió en su pecho y sacudió su cabeza, intentando continuar con la historia.

—Así fue cómo descubrí que ellos estaban en California y hace unos días Joyce me obligó a quedarme a dormir en su sofá porque cuando fui a visitarlos era demasiado tarde como para volver sola. Allí conocí a tu hermano —Le dijo a Nancy—. Luego pasaron cosas de las que no me acuerdo, pero sé que eran importantes —Maya sacudió la cabeza, abrumada de nuevo por no ser capaz de recordar—. Después escuché la canción y me teletrasnporté aquí. Tenía miedo de haberme dejado una parte de mi cuerpo atrás porque cuando estaba viniendo, una parte de mis poderes se desprendió del resto. Me alegro de que solo fuera mi camiseta —Bromeó, intentando que el nudo de su garganta y estómago desaparecieran, pero no lo hicieron.

Nancy se levantó de un salto, sobresaltando a la castaña que acababa de contarles su historia.

—¿Adónde vas? —preguntó Max con el ceño fruncido.

—Si Maya tiene razón, tal vez lo que esté pasando en Lenora está relacionado con esto. Dijiste que era importante lo que pasó y que no recuerdas, ¿verdad? —Maya sintió—. Bien. ¿Entonces por qué oíste la canción tú, una chica con poderes que de algún modo están relacionados con este pueblo? Si tiene razón con lo de las conexiones mentales...

—La tengo —interrumpió la chica—. Me hablaron tantas veces de eso como de las secuelas de leer la mente de alguien.

Robin frunció el ceño y se giró hacia Steve, que ahora estaba mucho más perdido que antes. ¿Secuelas?

—Entonces Max sí estuvo en la mente de Vecna —Añadió Wheeler.

—Entonces los dibujos que hice sobre lo que vi, sí tienen algo que ver con él —Habló Max.

—Y también la casa que se formaba cuando Nancy juntó todos los papeles —Apoyó Dustin.

—La casa de los Creel —insistió Nancy.

Después, dio una palmada, que sobresaltó levemente a Maya.

—Vamos, te prestaré algo de ropa —Le dijo la mayor de los Wheeler a la chica que seguía acurrucada en el sofá—. Robin, ven con nosotras. El resto, preparad vuestras cosas. Nos vamos de excursión.

(🕰🩸)

—Yo tengo una pregunta —Habló Robin mientras su mirada estaba clavada en el techo de la habitación de Nancy y su espalda sobre el blando colchón de la cama de la chica Wheeler.

—Dispara —Dijo Maya mientras ojeaba las estanterías de Nancy.

El sonido de las perchas siendo movidas por su propietaria llenaba la estancia mientras la chica proveniente del laboratorio era incapaz de no comparar aquel cuarto con el suyo. El cuarto de Nancy era rosa, el suyo era azul. Nancy tenía un poster de Tom Cruise y ella tenía sus propios dibujos pegados en sus paredes. Nancy tenía mil fotos con sus amigos, de cuando era pequeña, con su familia...

Maya simplemente tenía dibujos.

—¿Cómo funciona eso de leerle la mente a una persona?

La voz de Robin la sacó de aquella pequeña espiral de tristeza en la que su cerebro comenzaba a meterla inconscientemente. Maya la miró y ladeó la cabeza, intentando explicarlo.

—Bueno, simplemente conecto mi mente a la suya con mis poderes y luego busco lo que quiero.

—Entonces lo siento —Dijo la rubia y Maya frunció el ceño mientras se paraba delante de una caja de música que contenía una bailarina y la observaba con detalle. Era muy bonita.

—¿Por qué?

—Por lo que hayas podido ver en la mente de Steve.

Los hombros de Maya se tensaron al oír el nombre de aquel chico. Había evitado mirarlo con todas sus fuerzas desde que había mencionado lo que había hecho y que Robin lo mencionara la había pillado desprevenida.

Intentó relajarse y continuar con la conversación como si nada hubiera pasado.

—Tampoco vi cosas tan malas. Vi que Nancy y él salieron juntos —La aludida soltó un pequeño gruñido al no encontrar la prenda adecuada para Maya y Robin rió suavemente—, también que ahora se relaciona con niños de quince años y que pasa mucho tiempo contigo —Se encogió de hombros, volviendo a mirar a la bailarina.

—Sí, pasamos mucho tiempo juntos. A veces pienso que es demasiado, pero luego me acuerdo de que no tengo más amigos, así que... —Robin se encogió de hombros.

—Oh, amigo, sí—Murmuró Maya.

Por alguna razón, sintió una sensación de alivio al escuchar a la rubia referirse a Steve con aquella palabra.

La rubia pareció notarlo porque miró hacia Nancy, que ahora tenía una pequeña sonrisita en los labios.

—Sí, eso es lo que somos: amigos —insistió—. Nuestra relación es platónica con P mayúscula.

—Está bien saberlo —Murmuró Maya, intentando parecer tranquila mientras miraba a su alrededor cuando, en realidad, algo en su interior estaba celebrando aquellas declaraciones con un baile de la victoria.

Al darse cuenta de las expresiones de Nancy y Robin, decidió cambiar de tema antes de que hicieran lo mismo que Jonathan y leyeran sus sentimientos con facilidad.

—¿Y vosotras cuándo os conocisteis?

Los dos se miraron entre ellas, sabiendo lo que Maya estaba intentando hacer y dejándolo pasar.

—El verano pasado, después de escapar de una base rusa y antes de enfrentarnos a un bicho hecho de gente derretida —explicó Robin y Maya ladeó la cabeza.

—Sí, creo que Mike mencionó algo sobre eso. No estoy segura —La castaña frunció el ceño, intentando acordarse de la conversación que había tenido con aquel chico pero fallando estrepitosamente.

Metió sus manos en los bolsillos traseros de su pantalón vaquero y se sobresaltó cuando las yemas de sus dedos rozaron un papel doblado. Lo sacó con el ceño levemente fruncido y cuando sus ojos se chocaron con aquel viejo reloj, su cuerpo se tensó y ella se quedó paralizada.

Los latidos de su corazón comenzaban a retumbar con fuerza en sus oídos mientras la imagen de aquel reloj en la pista de patinaje volvía a ella, acompañado del sonido de una de las campanadas tan escalofriantes que había dado.

—¿Maya? —preguntó Nancy, acercándose a ella con cautela al notar el brusco cambio en su expresión. Ahora parecía aterrorizada—. ¿Estás bien?

La aludida tragó saliva y alternó su mirada entre Nancy y su dibujo.

—S-sí. Es solo que... no recuerdo haber dibujado esto —Giró el papel hacia la mayor de los Wheeler, que tomó la hoja con delicadeza, analizándola—. Recuerdo verlo pero no haberlo dibujado.

Robin se levantó del colchón y observó el dibujo por encima del hombro de Nancy, que ahora miraba a Maya con el ceño fruncido.

—¿Viste esto?

Maya asintió.

—En la pista de patinaje en la que trabajo. Escuché unas campanadas y al girarme me encontré con el reloj. No sabía lo que era así que... salí corriendo.

—Max dijo que ella había visto un reloj viejo —Murmuró Robin con la mirada clavada en Nancy.

—Ve a llamarla —Le pidió y la rubia obedeció—. Ten, encontré esta camiseta y abrigo viejos —Le dijo a Maya, que parecía estar sumergida en sus propios pensamientos.

Ella los tomó y le dedicó una pequeña sonrisa a Nancy—Gracias.

Después de que Maya se vistiera con la ropa de Nancy, se observó en el espejo, intentando que su mente se distrajera con su atuendo y no con el dibujo que Nancy había dejado sobre su cómoda. Sintió que le faltaba algo. Nancy al parecer pensó lo mismo, ya que le tendió un gorro de lana de un tono azulado que combinaba con sus pantalones y ella le sonrió para después ponérselo.

La puerta se abrió, mostrando a Robin y a Max. Cuando la pelirroja clavó sus ojos sobre el dibujo, se le tensaron los hombros. No le hizo falta decir nada más, todas supieron al instante que era el mismo reloj.

La pregunta era, ¿cómo era que Maya también lo había visto?

(🕰🩸)

—Buenos días —Saludó Peter mientras entraba a la habitación de Zero, que observaba las múltiples pantallas con una expresión seria. Al ver que la niña no se había inmutado con su presencia, se sentó a su lado en la cama—. ¿Has dormido algo, Rue?

La chica negó con la cabeza, manteniendo su postura de indio sobre el colchón.

—Solo un poco —Murmuró Zero, casi inexpresiva.

Aquellos últimos días su expresión se veía más demacrada y cansada. Se notaba que, después de trece años, comenzaba a rendirse.

Peter no podía permitírselo.

—¿Llevas observando las pantallas todo el rato? —preguntó el enfermero, acercándose un poco más hacia Zero.

—Todo el rato que llevan encendidas, sí. Pero no es mucho —respondió con la monotonía bañando su voz. Parecía un robot. Sin embargo, un rayo de cansancio y sufrimiento asomó por su expresión cuando añadió—: El resto de la noche estuve intentando deshacerme de la niebla roja.

—No seas tan dura contigo misma —Zero tuvo que reprimir el impulso de mirar a Peter, que había posado su mano sobre las delicadas y pequeñas manos de la niña—. No es algo fácil que cualquiera pueda hacer.

—Ella podría.

Los ojos de Peter siguieron la línea visual de Zero, encontrándose con una niña caminando por los pasillos un poco desorientada ya que se acababa de despertar. Eleven.

—Eso no lo sabes —Dijo el enfermero sin apartar los ojos de la pequeña niña que ambos observaban a través de la pantalla.

—La he estado observando —confesó Zero—. Tiene potencial. El resto se ríen de ella, pero estoy segura de que es uno de los números más poderosos. ¿Tú no sientes lo mismo? —Ahora sí, clavó sus ojos en el rostro de Peter. Ahora era él el que observaba la pantalla con intensidad.

—Nunca me lo había planteado, si te soy sincero —Murmuró. Por su expresión, Zero se imaginó que estaba pensando en algo, pero decidió no preguntar.

Volvió a observar la cabeza de Eleven y miró la palma de su mano izquierda, que ahora contenía una pequeña esfera roja.

Peter, después de clavar sus ojos en aquel halo rojo, se levantó con urgencia del colchón.

—Debería irme, Papá me solicitaba en la sala arcoíris y me he pasado por aquí para ver como estabas —Zero asintió con un extraño sentimiento removiéndose en lo más profundo de su estómago. Muy en el fondo, sabía que Peter le estaba mintiendo. Pero lo dejó pasar porque, ¿qué podría ocultarle?—. No le des muchas vueltas y descansa, ¿vale?

La menor asintió para después observar cómo el enfermero abandonaba la habitación con prisa.

Minutos después, pudo ver cómo Eleven llegaba a la habitación arcoíris y cómo Peter comenzaba una conversación con ella.

(🕰🩸)

Durante todo el trayecto a la casa de los Creel, Maya había sido terriblemente consciente de las miradas que Steve le lanzaba de vez en cuando. Le había tocado viajar en la parte de atrás del coche de Nancy junto a Steve y Dustin pero, a diferencia de ellos dos que de vez en cuando se ponían a hablar de cualquier tontería, se había quedado en completo silencio y observando el paisaje moverse a toda velocidad por fuera de la ventanilla.

Así que, luchando contra todos los impulsos de su cuerpo que le pedían sumergirse en los tonos hazel de los ojos de Steve, Maya se obligó a intentar recordar algo de lo que había pasado en Lenora, pero siendo incapaz. ¿Por qué le ocurría lo mismo que con algunos de los recuerdos que tenía del laboratorio?

Los frenos del coche chirriaron cuando Nancy frenó con fuerza y Maya salió de su trance cuando el hombro de Dustin chocó contra el suyo por la inercia. El chico murmuró un pequeño lo siento y Maya le dedicó una sonrisa de boca cerrada, indicándole que no pasaba nada.

Las puertas del vehículo se abrieron y, para la desgracia de Maya, Steve fue el primero en salir de la parte de atrás. Le tendió la mano a Dustin para ayudarlo a bajar y cuando Maya se arrastró para bajar del vehículo, se encontró con que Steve había hecho lo mismo con ella.

Sus ojos se abrieron un poco más de lo normal cuando se clavaron en la palma de la mano del chico y tragó saliva antes de subir su mirada hasta sus ojos. Steve, a diferencia del odio que Maya se había imaginado, la miró con ternura y con una pequeña sonrisa, alentándola a tomar la ayuda que él le estaba ofreciendo.

Con el estómago lleno de las cosquillas que le provocaban las alas de las mariposas que se revolvían en su interior, Maya posó su mano sobre la de Steve y salió del coche, intentando ignorar la electricidad que comenzaba a recorrer sus dedos y se extendía por su brazo, dejando un rastro de un calor reconfortante que le recordaba a sus poderes.

Una vez fuera del coche, clavó su mirada sobre la de Steve mientras sus pieles ardían debido al contacto de sus dedos y se sorprendió al ver que la mirada del chico no había cambiado en lo más mínimo. Su corazón comenzó a bombear con fuerza al darse cuenta de la cercanía de sus anatomías y se obligó a hablar.

—Gracias —Fue lo único que pudo articular.

Steve le dedicó una pequeña sonrisa antes de volver a adentrarse en el maletero del coche y de coger la mochila de Dustin para después dársela al chico, que los observaba con el ceño levemente fruncido.

Maya giró sobre sus talones y siguió al resto del grupo, pensando en Steve. Su madre siempre decía que los ojos nunca mentían y, si la mirada de Steve no había cambiado, ¿eso significaba que no estaba enfadado o molesto o asustado?

Esperaba con todas sus fuerzas que no.

Subió las pequeñas escaleras que había en la entrada de la casa, fijándose en el suelo para no matarse ya que sus piernas estaban medio doloridas de estar sentada en la parte de atrás del coche y por su viaje desde California. Aún no había descansado y aquello le estaba pasando factura.

Cuando todos frenaron, tomándose unos segundos para apreciar la casa, Maya hizo lo mismo.

Estuvo casi segura de que todo el rubor acumulado en sus mejillas después de su encuentro con Steve se desvaneció, dejando su rostro completamente pálido cuando reconoció la imagen que tenía delante de sus narices.

Era la casa de sus sueños.

Esa misma que siempre veía antes de despertarse sobresaltada al sentir aquellos ojos sobre ella.

Un escalofrío aterrador recorrió toda su columna vertebral y tuvo que usar todo su autocontrol para no estremecerse delante del resto.

—Sí, eso no da mal royo —ironizó Steve con su mirada clavada en la fachada azul y las ventanas tapadas con tablones de madera.

Maya dirigió su vista a la ventana del ático, recordando la silueta que había visto justo antes de despertarse de su sueño y tragando saliva al sentir una extraña presencia en el interior del edificio.

Tal vez estaba demasiado cansada y se imaginaba cosas. Sí, debía de ser eso.

Cuando el grupo comenzó a caminar, Maya obligó a sus piernas a responder a las órdenes de su cerebro y los siguió sin apartar la vista de la casa.

Nancy y Steve se estaban ocupando de retirar los clavos que unían la madera que tapaba la puerta a la casa mientras el resto los observaban en silencio.

—¿Qué se supone que estamos buscando exactamente en este antro? —preguntó el chico mientras sacaba un clavo.

—No estamos seguros. Solo sabemos que esta casa es importante para Vecna —explicó Nancy, copiando la acción de Steve.

—¿Porque Max la vio en el mundo rojo de la mente de Vecna?

—Básicamente.

Maya volvió a tragar saliva, recordando su sueño y con la boca seca.

—Y porque yo soñé con ella —Dijo, llamando la atención del resto—. Varias veces. Si también escuché la canción y vi el reloj, tiene que significar algo, ¿no?

—Genial —Murmuró Steve.

—Puede que aquí esté la clave para saber dónde está Vecna. O por qué ha vuelto. O por qué mató a los Creel. O de cómo pararlo antes de que vuelva a por Max —Robin asintió con la cabeza, dándole la razón a Dustin.

—No creéis que esté ahí dentro, ¿verdad? —preguntó Lucas.

—Ahora lo sabremos.

En cuanto Max finalizó su frase, Maya pudo sentir un escalofrío bajar por su cuello y colarse entre los huesos de su columna vertebral. Aquella extraña presencia se había más fuerte con cada segundo que pasaba.

—¿Lista? —le preguntó Steve a Nancy una vez ellos sacaron todos los clavos.

—Mm-hmm.

El sonido de la madera cayendo contra el suelo los sobresaltó a todos, que dieron un paso hacia atrás para después clavar sus ojos sobre el cristal de la puerta.

Maya pudo notar la sensación de reconocimiento en el rostro de Max y juraría que el suyo estaba igual al enfrentarse al vidrio con aquella flor.

Steve comenzó a pelearse con el pomo de la puerta.

—Está cerrada —Dustin suspiró, fastidiado—. ¿Debería llamar por si hay alguien en casa? —Bromeó Steve.

Dustin se giró hacia Maya, que seguía con la mirada clavada en la fachada de la casa e ignoraba la conversación que estaba teniendo lugar a su alrededor, dispuesto a preguntarle si podía abrir la puerta con sus poderes. Pero Robin se le adelantó.

—No hace falta. Encontré la llave —Dijo, alzando un ladrillo que había encontrado en el suelo.

El estruendo del cristal rompiéndose sacó a Maya de su trance, y no tardó en seguir al grupo al interior de la casa.

Otro escalofrío azotó su anatomía y Maya se cruzó de brazos, inconscientemente mientras observaba la cantidad de telarañas que cubrían la demacrada estancia. Aquella casa era la definición de abandonada en toda regla.

Lucas intentó encender una de las lámparas de la entrada pero fue inútil, no había electricidad.

—Parece que alguien se ha olvidado de pagar la factura de la luz —Dijo el chico, encendiendo su linterna y alumbrando el pasillo con la ayuda de la luz que se colaba por el agujero del cristal.

Dustin copió su acción y Steve frunció el ceño.

—¿De dónde habéis sacado las linternas? —preguntó, confuso.

—¿Es que hay que decirte todo? —Cuestionó Dustin, mirando al mayor con incredulidad—. No eres un crío.

—Gracias.

—Ajá —El chico de la gorra se quitó la mochila y se la lanzó a Steve, que la atrapó al vuelo—. Bolsillo de atrás.

Steve sacó una linterna mientras Dustin se alejaba, negando con la cabeza.

—Ten —Le dijo a Maya, tendiéndole uno de los aparatos que emitían luz.

—No, gracias. Ya tengo la mía —Una esfera escarlata apareció junto la cabeza de la chica mientras sus ojos se tornaban del mismo color y se alejaba del chico con una sonrisa.

Él soltó una risa nasal y encendió su linterna antes de dejar caer la mochila sobre el suelo.

—Lo dejaron todo —dijo Nancy, iluminando la sala de estar con su linterna.

—Supongo que un triple homicidio no es bueno para el valor de una reventa.

La pequeña sonrisa que Maya había dibujado en sus labios para Steve se borró al encontrarse con un antiguo artilugio que ya había visto.

El reloj.

—Hey, ¿chicos? Estáis viendo eso, ¿verdad? —preguntó Max, apuntando al reloj con su linterna.

—Sí.

—Sí.

—¿Esto es lo que viste en tus visiones? —preguntó Nancy.

Maya se echó la mano al bolsillo trasero de su pantalón y con la mano temblorosa, extendió su dibujo, encontrándose con más similitudes de las que ella deseaba.

—Es el mismo —Murmuró Lucas a su lado, observando el papel.

—Bueno es... un simple reloj, ¿no? —preguntó Robin, asomándose por detrás de Max y acercándose al objeto para retirar el polvo que cubría las agujas. Maya soltó un pequeño suspiro al ver que tenía todos los números y no solo los unos—. Como un reloj viejo y normal.

—¿Por qué está este mago obsesionado con los relojes? —preguntó Steve, con el ceño fruncido y la vista clavada en el reloj—. ¿Puede que sea un relojero o algo?

Dustin lo miró, incrédulo—Vaya, creo que has resuelto el caso, Steve.

—Todo lo que sé es que la respuesta está aquí. En alguna parte —opinó Nancy—. Vale, todo el mundo quedaros en grupos de dos. Robin, arriba.

La rubia imitó una señal militar y siguió a Nancy por las escaleras mientras Lucas y Max se iban juntos al salón.

Maya seguía con los ojos clavados en el reloj, recordando los susurros que había oído cuando lo había visto.

Rue... Zero... Maya...

Estaba tan pendiente de aquel viejo objeto que la conversación que Dustin y Steve estaban teniendo a su lado sonaba demasiado lejana.

—¿Acabas de suspirar?

—No, no he suspirado.

—¿Por qué has suspirado?

—No he suspirado. Solo vamos, tío.

—Te he oído.

—Es que siempre somos pareja.

—¿Tienes algún problema con eso?

—Bueno, me gustaría variar de vez en cuando, ¿sabes?

Al ver que la chica se había quedado allí clavada, Steve la apuntó con la linterna desde lo alto de las escaleras.

—¿Maya? —La chica dio un pequeño respingo, mirando hacia Steve y achinando los ojos con molestia por culpa de la luz—. ¿Vienes con nosotros?

—Oh. Sí, claro.

La chica se apresuró a seguirlos por las escaleras mientras ellos volvían a enfrascarse en una discusión.

(🕰🩸)

Haberse unido al grupo de Dustin y Steve no había sido una buena idea. Más que nada porque no estaba observando nada de la casa, solo al chico que parecía distraerla cada vez que se peinaba el pelo con la mano.

Y lo estaba volviendo a hacer otra vez.

—¿Puedes parar de hacer eso? —pidió la chica entre dientes mientras intentaba fijarse en algunos de los cuadros que había colgados por la estancia.

Steve se giró hacia ella, confuso.

—¿Hacer el qué? —preguntó.

—Eso del pelo que haces con la mano. Es tremendamente molesto, me está distrayendo —Susurró, pero el chico llegó a oírla y la miró, levemente ofendido.

—¿A qué te refieres?

—A cuando te pasas la mano por el pelo —Steve seguía con el ceño fruncido y Maya suspiró—. Olvídalo.

—No, ahora quiero saberlo. ¿Dijiste que te estaba distrayendo? —cuestionó él con una pequeña sonrisa mientras Maya se hacía la desinteresada, observando un jarrón.

—¿Podéis parar de coquetear durante cinco segundos e intentar encontrar algo? —pidió Dustin, dándole la espalda a ambos.

—¡Es él! —Se quejó Maya en un susurro—. No para de tocarse su... extrañamente sedoso pelo. No puedo concentrarme.

—Oh, ya, te entiendo —Dijo Dustin—. Es como si lo único que importara en ese momento fuera su pelo escurriéndose entre sus dedos.

—Exactamente —Coincidió la chica—. Es horriblemente atractivo.

Steve alzó mucho las cejas, ofendido y halagado a partes iguales.

—¿De qué demonios estáis hablando?

—De que cuando haces esto —Dustin se quitó la gorra e imitó el gesto— te ves terriblemente bien haciéndolo.

Steve se giró hacia Maya, que asentía lentamente con la cabeza.

—¿Eso es cierto? —preguntó, intentando arrancar la respuesta que ansiaba oír de los labios de la chica.

—Eso era antes de ver a Dustin hacerlo, él se ve mucho mejor que tú —Lo molestó—. Te han quitado el puesto, Harrington —Ella le dió unas leves palmaditas en el hombro.

—Ja, ja, muy graciosa —Se quejó él, arrancándo una carcajada de la garganta de la chica y sintiendo su estómago retorcerse al escuchar aquel melodioso sonido.

Los tres siguieron inspeccionando la planta de arriba juntos, hasta que Maya oyó la campanada del reloj. Se giró bruscamente, sobresaltada y luego miró a Steve y a Dustin, pero estos parecían haber desaparecido.

Confusa, Maya bajó las escaleras y se asomó por la barandilla, observando el objeto que parecía estar igual que cuando se alejó con Steve.

—Maya...

Un susurro que sonaba justo al lado de su oreja le puso la piel de gallina, mientras sentía aquel par de ojos sobre ella de nuevo, de la misma forma que en su sueño.

—Zero...

Una especie de fuerza hizo que Maya se tropezara con el último escalón y se cayera al suelo, observando un hilo de arañas que se movían con rapidez hacia una puerta que había en el desnivel de las escaleras. Frunció el ceño mientras se levantaba y se movía hacia ella, acompañada del orbe rojo que iluminaba su camino.

Ladeó la cabeza, sintiendo la energía acumularse en sus ojos y la presencia de una persona detrás de ella.

—¡Rue! —Exclamó una voz grave y rasposa a su lado, sobresaltándola.

—Maya, ¿estás bien? —preguntó Robin, apuntándola con la linterna y con Nancy detrás de ella.

—Eh... —Maya miró a su alrededor, encontrándose solamente con las viejas paredes de la casa y asintió—. Sí. Creí que había oído... —Miró hacia la esquina de las escaleras y vio que ya no había ningún hilo de arañas—. algo. Será el cansancio, no sé.

Carraspeó, un poco incómoda y subió las escaleras para pasar por al lado de Robin.

No tuvo ni tiempo de pensar en lo que había pasado cuando un estruendo sonó al final del pasillo. Se apresuró a ver qué había pasado, encontrándose con Steve sacudiendo las mangas de su chaqueta, desesperado.

—¿Qué pasa? —preguntó, alarmada.

—Había una araña —Se quejó el chico mientras seguía sacudiendo con fuerza su ropa—. Era una viuda negra —Cerró la puerta por la que acababa de salir con urgencia—. No entres ahí.

—Vale.

Steve se giró y a Maya se le coló una risa en los labios al ver las telarañas incrustadas en su perfecto pelo.

—Tienes un poco de...

—¿Qué?

—Espera un...

—Mierda, vale.

—¡Estate quieto! —se quejó Maya al ver que el chico no paraba de moverse.

—Está bien.

Steve se mantuvo quieto, al lado del espejo y Maya extendió su mano, sintiendo el calor de sus poderes expandirse por la palma de su mano y comenzando a enredarse en los hilos blancos pegados a su cabello.

—Yo me encargo —Murmuró para después atrapar su labio inferior entre sus dientes.

—Gracias.

—¿Problemas capilares, Steve? —preguntó Nancy con diversión, pasando por su lado.

—Si hay una araña no vas a encontrarla nunca hasta que ponga huevos y sus bebés se extiendan por toda tu cabeza —Habló Robin, siguiendo a Nancy.

—¿Cuál es tu problema? —le preguntó Steve mientras la rubia se alejaba con una sonrisa burlona en los labios—. Robin, en serio. Tiene problemas.

—¿Acaso no los tenemos todos? Como si un mago de otra dimendión no fuera sufieciente—murmuró Maya, retirando cada vez más telarañas con sus poderes y provocándole una pequeña sonrisa a Steve.

—Cuando encontremos a Vecna, lo matemos y salvemos al mundo y esas cosas, antes de que te vuelvas a California tal vez podríamos salir todos juntos. ¿Sabes? —Una pequeña sonrisa se escurrió en los labios de Maya, que se sonrojó bajo la tenue luz que se colaba por las rendijas que dejaban los tablones colocados en las ventanas—. Tú, yo, Robin, Nancy, Jonathan cuando vuelva. No es como para que estés de sujetavelas en una cita doble —Añadió con rapidez—. Lo mío con Robin, no estamos saliendo. ¿Te lo ha dicho? ¿Que no estamos juntos?

Maya asintió con una pequeña sonrisa genuina mientras su corazón latía con fuerza ante las razones de Steve para remarcar que estaba soltero.

—Sí. Insistió en ello, de hecho. Varias veces —dijo ella, intentando camuflar su sonrisa y centrándose en quitar las telarañas.

—¡Platónico con P mayúscula! —Recitó Robin desde lo lejos, al parecer ella y Nancy estaban escuchando su conversación no muy disimuladamente.

—Sí. ¡Gracias! —Steve suspiró, volviendo a centrarse en el reconfortante calor que estaba rozando su cuero cabelludo en ese momento— Bueno, saldría con ella, es... —Maya tragó saliva, ahora con la sonrisa completamente desvanecida— Solo... Olvídalo. Somos amigos. Solo amigos.

—Ya. Ya. Anotado —Bromeó, con una pequeña sonrisa mientras retiraba la última telaraña con una extraña sensación en el pecho. Suspiró—. Bueno, ya está.

Steve se giró, encarándola e intentando distinguir su rostro en aquella tenue luz.

—Genial. Gracias —Soltó una pequeña risa mientras Maya le dedicaba una sonrisa de boca cerrada—. Bueno... Genial. Um... —Steve tragó saliva, dándose cuenta de que ambos volvían a estar bastante cerca y de que ninguno parecía hacer el amago de alejarse—. Supongo que deberíamos, eh, volver a la investigación.

Maya asintió, clavando sus ojos en los del chico y sintiendo cómo su cuerpo se derretía bajo aquella mirada que, durante unos segundos, le hizo pensar que era la única chica sobre la superficie de la tierra.

Steve se perdió en sus ojos durante esos segundos. Recordaba hacer eso mismo todas las noches, en sus sueños, pero ahora que tenía a Maya justo delante de él, sus ojos parecían mucho más bonitos en persona. Sus iris verdes resaltaban en la oscuridad y Steve juraría que era capaz de distinguir destellos dorados gracias a la luz de las linternas de Nancy y Robin, que estaban detrás de él, y también pudo apreciar unos destellos escarlata, señal de que acababa de usar sus poderes.

Podría observar esos ojos verdes de ensueño durante el resto de la tarde y no se quejaría. De hecho, se le estaban ocurriendo mil excusas para que ninguno de los dos tuviera que moverse y pudieran disfrutar simplemente de la cercanía y el silencio juntos.

No obstante, su cerebro ahora nublado por la belleza de aquella chica, tomó la mala decisión de abrir la boca.

—"Las obviedades no es lo que advierte la gente". O "lo que no advierte" —Maya frunció el ceño, confusa por aquellas palabras—. O... —Steve arrugó su nariz, intentando recordar las palabras de Dustin, pero se rindió al ver que su mente no funcionaba correctamente al lado de aquella chica—. Sherlock Holmes —Añadió, posando durante un segundo sus ojos en la bonita sonrisa que Maya había formado en sus labios.

Asintió, dándo la conversación por terminada y pasando por el lado de Maya, dispuesto a desaparecer por el pasillo, pero la voz de la chica lo frenó.

—"El mundo está lleno de obviedades que nadie advierte ni remotamente" —Citó, con una sonrisa en los labios que no tardó en copiarse sobre los labios de Steve.

—Eso mismo. Casi lo tenía —Murmuró el chico, provocando que una carcajada emergiera de los labios de Maya, que se acercó a él con uno de los orbes de sus poderes siguiéndole y alumbrando el camino.

—Andando, Watson, tenemos un mago que atrapar —Bromeó, dándole una palmadita en el pecho y sintiendo sus mejillas arder después del espontáneo contacto.

Steve la observó pasar a su lado con la mirada y gruñó frustrado al sentir su pecho cosquillear una vez Maya retiró su mano.

Aquella chica le estaba haciendo demasiadas cosas en muy poco tiempo. Y él no era nadie para quejarse.

(🕰🩸)

Observar los entrenamientos de los niños desde detrás del cristal se había vuelto un hábito para Zero. Pero aquel día simplemente tenía la mente en otro lugar.

Entre las pocas horas de sueño casi inexistentes que había tenido y la imagen de Peter charlando con Eleven reproduciéndose en su mente, su cabeza había comenzado a darle vueltas.

¿Y si ahora que Peter sabía que Eleven tenía un gran potencial se olvidaba de ella? ¿Aguantaría el tener que estar sola de verdad durante el resto de su vida? ¿Cuántos días más iba a pasarse sin dormir por culpa de sus estúpidos poderes? Ella no había pedido tenerlos en un primer lugar, ¿por qué debía hacerlos desaparecer entonces?

—Basta —Ordenó Papá, haciendo que el parpadeo de las luces cesara. Eso estaban haciendo aquel día, traspasar la electricidad de una bombilla a otra—. Muy bien, Two. Muy bien.

"Two". El número que tendría ella si no fuera por aquella estúpida nube roja que se formaba cada vez que intentaba mover algo con la mente.

Durante aquellos últimos días había creado una relación amor-odio con sus habilidades. Al principio estaba ilusionada por poder manipular la materia a su gusto. Luego se puso triste porque Peter tenía razón, aquello no sería lo suficientemente bueno para Papá.

—Ahora, ¿quién es el alma valiente que quiere ir ahora? ¿Hmm?

La mayoría de los niños levantaron la mano, emitiendo suaves "yo" de sus labios.

—¿Eleven? —preguntó el hombre y, durante un segundo, Zero sintió que su mirada y la de Peter se conectaban a través del cristal.

Cuando la niña se sentó en la silla, en frente de aquellas bombillas, Peter se acercó para colocarle el lector de ondas mentales en la cabeza y le susurró algo que Maya no pudo identificar con claridad al otro lado del cristal.

Eleven inclinó su cabeza hacia delante, concentrándose en sus habilidades, y fue cuestión de tiempo que su pequeño cuerpo comenzara a temblar por el esfuerzo.

Soltó un gruñido, frustrada, al ver que ninguna de las bombillas se había iluminado.

Las risas de los otros números llegaron a los oídos de Zero, que se acercó un poco más al cristal y miró a Eleven con intensidad. Ella sentía una extraña conexión con ella, sabía que era poderosa y que aquellas risas no eran nada más que el comienzo de la niña que probablemente más éxito tuviera en aquel laboratorio.

Brenner se acercó a Eleven, que respiraba agitada por el esfuerzo mental. Le susurró algo y luego se alejó para que la niña volviera a poner a prueba sus habilidades.

Eleven volvió a inclinar su cabeza y, para la sorpresa de todos menos de Zero y Peter, una bombilla se iluminó débilmente.

—Bien. Ahora haz que se mueva.

La respiración de Eleve comenzó a agitarse de nuevo, pero volvió a gruñir frustrada cuando la electricidad se disipó, dejando las bombillas sometidas en la oscuridad.

—Qué pérdida de tiempo —Murmuró Two al número que tenía al lado.

La niña se echó la mano a su nariz, que había comenzado a sangrar y Zero simplemente suspiró.

Algún día. Algún día los sorprendería a todos.

(🕰🩸)

Ya había anochecido en el exterior de la casa de los Creel y aquel grupo de siete adolescentes observaba la lámpara de araña del salón iluminarse intermitentemente. Todos sabían lo que aquello significaba.

—Es como las luces de Navidad.

—¿Las luces de navidad? —le preguntó Robin a Nancy en un susurro.

—Sí, cuando Will estaba en el mundo del revés las luces... se encendían —Explicó.

—Vecna está aquí —Murmuró Lucas, provocando que otro escalofrío recorriera la espalda de Maya al recordar aquellos susurros y la hilera de arañas—. En esta casa. Pero en el otro lado.

Las bombillas de la lámpara se apagaron y todos se miraron entre ellos.

—Creo que acaba de irse de la habitación —Opinó Robin.

—¿Nos ha oído? —preguntó Max, preocupada.

—¿Puede vernos?

—Auriculares —Le ordenó Lucas a Max, ignorando la pregunta de Steve, y ella obedeció de inmediato.

—Esperad. Esperad. Apagad todos la linterna y separaos.

Todos obedecieron las órdenes de Nancy menos Maya, que no tenía una linterna que apagar, y Steve, que estaba notablemente confundido con la situación.

—No vamos a poder ver si apagamos nuestras... linternas —Las quejas de Steve fueron disminuyendo al ver que todo el mundo abandonaba la habitación—. Hay que joderse —Murmuró.

Maya se dispuso a alejarse del chico, acompañada de su orbe escarlata, pero una mano cerrándose alrededor de su antebrazo.

—Hey, hey, hey, ¿adónde vas? Tú ni siquiera tienes una linterna para que se ilumine con la presencia de Vecna —Le recordó Steve sin soltar su brazo.

—Ya, pero...

—Venga, vamos. Tú vienes conmigo.

Maya se dejó arrastrar por Steve, que parecía no tener intenciones de soltarla. Aún así, aquella sensación de ser observada por alguien más no la dejó disfrutar de la mano de Steve cerrándose sobre su antebrazo como era debido. La baja temperatura corporal que le habían causado sus varios escalofríos opacaban por completo el calor reconfortante que le producía la mano de aquel chico.

—Zero...

Maya dió un respingo y colocó su mano libre sobre la que Steve tenía sobre su brazo. Él se giró alarmado hacia ella.

—¿Estás bien? —preguntó con la preocupación bañando su voz.

—Sí, es solo que...

—¡Lo tengo! —La voz de Robin retumbó por toda la casa y ambos se apresuraron a acercarse a ella—. ¡Lo tengo! Lo tengo —La luz de la linterna de la chica se apagó y ella dejó salir un suspiro de fastidio—. Lo... Lo tenía.

La bombilla de la linterna de Steve se encendió segundos después, haciendo que el chico soltara a Maya y se centrara en seguir aquella electricidad que les indicaba dónde estaba Vecna.

—Creo que se mueve. Se mueve. Se mueve —Anunció, caminando detrás de la linterna que parecía moverse por sí sola.

Los siete pasaron por al lado del reloj y subieron los múltiples peldaños detrás de Steve, que perdió la luz una vez llegaron al desnivel de las escaleras.

—Mierda. Lo he perdido.

—No lo has perdido —Dijo Max, acercándose a la puerta en la que Maya se había parado antes al oír aquellos susurros. Al abrirla, se encontraron con una tenue luz palpitante al final de unas escaleras cubiertas de polvo.

Max se asomó por aquel hueco y todos comenzaron a subir las escaleras polvorientas.

—Es un ático. Pues claro que es un ático —Se quejó Robin.

—Esperad chicos. ¿Y si nos está llevando a una trampa? —Maya se congeló al oír a Dustin, al contrario que el resto, que siguió su camino sin inmutarse—. Chicos. Chicos. Mierda. Mierda, mierda, mierda, mierda.

Maya sacudió la cabeza y continuó subiendo, intentando ignorar la presión en su pecho que le gritaba que estaba siendo observada por alguien. Alguien que conocía demasiado bien.

Una vez llegó al final de las escaleras, solo se oía el zumbido de la electricidad que iba y venía en la única bombilla que había en la estancia.

Todos se acercaron lentamente y, cuando la linterna de Dustin se iluminó, el resto también lo hizo. Los chicos se colocaron en círculo alrededor de la bombilla con sus linternas en alto y Maya se limitó a observar, esta vez sin rastro de sus poderes.

—Vale, ¿qué está pasando? —preguntó Steve a su lado mientras la luz se volvía cada vez más intensa.

Todos se quedaron en silencio, expectantes, hasta que la primera linterna explotó. El resto de objetos copió aquella acción en una especie de cadena que acabó con la explosión de la solitaria bombilla que se encargaba de iluminar todo el ático.

Antes de que Maya pudiera darse cuenta, los brazos de Steve estaban a su alrededor, protegiéndola de los cristales que saltaban por los aires, amenazando con cortar a cualquiera que se interpusiera entre ellos y el suelo.

—¿Estás bien? —preguntó Steve mientras se separaba de Maya y esta asentía, un poco afectada por el susto—. ¿Estáis todos bien? —preguntó el chico hacia la oscuridad ya que cualquier tipo de luz se había extinguido con el anochecer y la explosión de las linternas.

Una nube roja los rodeó a todos, iluminando la estancia tenuemente y todos los ojos se clavaron sobre Maya, que tenía los ojos rojos debido al uso de sus poderes.

Sin embargo, mientras todos se encontraban con los rostros de sus compañeros, Maya se encontraba con un ático lleno de unas extrañas raíces y con unas conocidas esporas flotando en el aire. Con una extraña sensación de familiaridad presionando su garganta con fuerza, sintió cómo su boca de abría y una voz áspera y grave, muy diferente a la suya, pronunciaba:

—Maya.

¡! PAU'S NOTE <3

HOLA HOLAAAAAAAAAAA. *Grita de la emoción porque sus bebés ya está finalmente reunidos y con sus ojitos de enamorados*.

No saben lo que me contó escribir el capítulo por la falta de inspiración para la segunda escena, pero aquí estoy, publicando un cap de más de 10000 palabras jeje.

¿Qué les pareció? ¿Se fijaron en las pérdidas de memoria de Maya? That's sus. ¿Y qué hay de sus visiones? ¿Qué pasará? ¿Qué harán? Descubran eso y más en el siguiente capítulo de house of memories *fin del anuncio* jdjsks.

Nos vemos!

Un beso¡!


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