𝟬𝟬𝟰 . . . running up that hill


↝    004    . . .    capítulo    cuatro
. . . subir corriendo esa colina  . . .



Gracias al cielo que Eleven había mencionado su presencia cuando el doctor Owens le preguntó a quién debería avisar sobre su espontánea desaparición y menos mal que no había mencionado que ella también tenía poderes porque si no los federales irían a buscarla para llevársela con ellos —por un momento, Maya creyó que habían aparecido en casa de los Byers por ella, pero no era así—.

Minutos más tarde los cuatro jóvenes escuchaban los detalles bastante confusos que los agentes del gobierno le estaban dando sobre el paradero de Eleven.

—Lo siento. Me cuesta entender todo esto —Habló Jonathan, completamente alterado mientras Maya caminaba de un lado a otro por detrás del sofá—. Me refiero, ¿Qué demonios está pasando en Hawkins? ¿Qué está causando todas esas muertes?

Resulta que aquel pueblucho volvía a ser atacado por algo desconocido pero demasiado poderoso que ya se había llevado la vida de dos adolescentes y eso a Maya no le daba buena espina por alguna razón desconocida.

—Eso es lo que estamos intentando averiguar —Dijo la agente Stinson.

—¿Y dónde está El ahora mismo? —preguntó Mike.

—Por su seguridad, es mejor que no lo sepáis.

—¿Qué no lo sepamos? —preguntó Maya, también un poco alterada al pensar en que a lo mejor volvían a meter a aquella chica en el laboratorio.

Solo de pensarlo le daban escalofríos.

Mike se levantó del sofá y comenzó a dar vueltas junto a ella.

—¡Esto es de locos! ¡De locos!

—Así que este entrenamiento para devolverle los poderes a El, ¿cuánto va a durar? —cuestionó Jonathan.

—Puede durar semanas, puede durar meses.

En ese momento, los cuatro estallaron.

—¿¡Meses?!

—Hasta ese momento, los agentes Harmon y Wallace se quedarán con vosotros —Adjudicó la mujer.

—Nosotros no somos los que estamos en peligro —Habló Maya mientras dejaba de morderse la uña durante unos segundos y mientras Mike se apoyaba en el sofá, enfadado.

—Nuestros amigos viven en Hawkins —dijo Will.

—Mi familia vive en Hawkins.

—Y trabajaré para contener esta situación hasta que Eleven esté lista —Maya gruñó con las palabras de la agente. Si ella supiera que Eleven no era la única con poderes. Por desgracia, no podía decírselo, a saber qué harían con ella si se lo decían y ella sí que no podía volver a aquel lugar. No cuando las heridas aún seguían abiertas—. Mientras tanto, es de vital importancia que no le digáis nada a nadie acerca de esto.

Mike soltó un resoplido de incredulidad —No. Ni de coña.

—Sé que esto es difícil de entender...

—No es difícil —interrumpió Mike—. Es imposible.

La agente Stinson se levantó, perdiendo la paciencia.

—Hay partes de nuestro gobierno que están trabajando directamente en contra de Eleven, quienes están, de hecho, buscándola mientras hablamos. No podemos arriesgarnos a contactar.

Maya sintió un leve mareo y tuvo que agarrarse al sofá para no desestabilizarse. Aquella situación la estaba superando.

—Si se enteran de algo de esto, Eleven estará en peligro. Y si Eleven está en peligro, vuestros amigos también. Y también tu familia.

Mike negó con la cabeza, incrédulo.

—¿Así que, qué? ¿Se supone que tenemos que confiar en que seáis los buenos? ¿Quienquiera que seáis?

—Somos amigos de Owens —Aseguró la mujer con convicción—. Eleven confió en nosotros. Ahora os estamos pidiendo a vosotros que hagáis lo mismo.

Los cuatro observaron a la mujer mientras se sacaba un papel de la chaqueta y se lo tendía a Mike.

—Para ti.

El chico se fue, buscando un poco de privacidad para leer aquel mensaje y Will suspiró pesadamente, dejándose caer en el respaldo del sofá.

Maya seguía dándole vueltas al tema de las muertes en Hawkins. No le gustaba para nada el pequeño sentimiento que estaba tirando de su estómago. El reconocimiento.

—¿Y las muertes de Hawkins han sido de dos adolescentes? —preguntó.

—Sí. Dos estudiantes del instituto.

—¿Y la gente sabe que han muerto? —volvió a preguntar, llamando la atención de Jonathan, que pudo notar su curiosidad.

—Ha salido en las noticias, sí. Pero aún no se sabe la causa de estas muertes. ¿Por qué lo preguntas? —Cuestionó ahora la mujer.

—Por nada. Simple curiosidad —Los agentes asintieron, dando la conversación por zanjada, pero Maya no era capaz de dejarlo ir—. ¿Creen que el asesino está siguiendo un patrón? ¿O que va a por adolescentes por alguna razón? ¿O que su siguiente víctima será otro adolescente?

La mujer suspiró.

—Señorita Thornton, como ya he dicho, no tenemos ni idea sobre qué está causando estas muertes.

Un pequeño silencio llenó la habitación mientras Maya fruncía el ceño y la agente Stinson tragaba saliva.

—¿Pero? —preguntó la chica.

—Pero es muy probable que la siguiente víctima también sea un adolescente.

Pudo ver por el rabillo del ojo cómo el cuerpo de Jonathan se tensaba y cómo Will se levantaba inmediatamente del sofá.

Ella se limitó a fruncir los labios y asentir con un nombre en su cerebro, flotando en un mar de preocupación.

Steve.

(🕰🩸)

No era capaz de dormir. Cada vez que cerraba los ojos, imágenes del laboratorio y del mundo muerto aparecían en su cerebro como una tormenta dispuesta a arrastrarla con ella en un bucle de recuerdos dolorosos y teorías extrañas sobre lo que estaba pasando en Hawkins y no estaba dispuesta a torturarse de esa forma.

Al menos no era la única que no era capaz de conciliar el sueño.

La luz que se colaba por debajo de una de las puertas del pasillo le indicaba que Mike estaba en las mismas circunstancias que ella o peor. Así que, pensando en que a lo mejor a los dos les venía bien un poco de compañía, sus nudillos tocaron la superficie de madre varias veces antes de abrir la puerta con lentitud.

Mike estaba sentado en el borde de su cama y observaba el trozo de papel que la agente Stinson le había dado. Ni siquiera se había puesto el pijama.

Apoyó un lado de su cuerpo en el marco de la puerta y también su cabeza mientras el chico levantaba la cabeza y reparaba en su presencia.

—¿Estás bien? —preguntó ella en un tono bajo pero que Mike llegó a oír.

Él asintió lentamente.

—No puedo parar de pensar en ella.

—Yo tampoco —admitió la mayor, cosa que era verdad, no paraba de imaginarse a Eleven de vuelta entre aquellas paredes blancas y eso no paraba de darle escalofríos. Esperaba que estuviera bien y a salvo de aquel sitio.

—Discutimos antes de que se fuera. Por lo que pasó en la pista.

Mike tragó saliva y, a pesar de que Maya sabía que iba a añadir algo más pero que se había echado atrás, no dijo nada al respecto.

—Me lo suponía. Cuando se la llevaron los policías los dos teníais unas caras bastante conmovidas.

Mike frunció los labios y volvió a clavar sus ojos en aquel papel. Maya suspiró y entró a la habitación después de cerrar la puerta detrás de ella para, a continuación, sentarse al lado del chico.

—A ti también se te nota que te preocupas por ella —Habló la mayor y Mike se giró hacia ella—. A pesar de cometer errores. Eso es lo que te hace humano, lo sabes. ¿no?

El chico asintió.

—Es solo que... podría haber manejado la situación de otra forma —Murmuró.

—¿Cómo? ¿Celebrando que tu novia le partió la nariz a otra persona? —Mike apartó la mirada y Maya suspiró suavemente—. No puedes culparte a ti mismo por no saber cómo reaccionar ante una situación tan complicada.

—Si supiera lo que El estaba pasando, a lo mejor podría haberla ayudado.

Maya suspiró al notar todas las vueltas que le había dado Mike a aquel asunto, así que decidió ser sincera con él. Se lo merecía.

—Pero no lo sabías porque ella no quiso contártelo y no puedes hacer nada por mucho que quieras cambiarlo.

El chico tragó saliva y Maya lo miró con un poco de pena. Se notaba que lo estaba pasando mal.

—Si te sirve de consuelo, yo creo que debería de habértelo contado. Pero también entiendo que no lo haya hecho —dijo ella con sinceridad. En ese momento era lo único que podía hacer, ayudar a Mike a que entendiera lo que pasaba por la cabeza de Eleven.

—¿Por qué? —preguntó, volviendo a mirar a la chica, que había comenzado a jugar con sus dedos inconscientemente.

—Porque también se metían conmigo. No tan a menudo como con Jane —aclaró—, pero me pasaba. Y era una mierda.

—Ya, lo sé —Maya frunció el ceño levemente, pero dejó que Mike continuara—. También se metían conmigo y con mis amigos en el instituto. Y en el colegio. Solo porque nos gustaba hacer cosas diferentes al resto.

El chico tragó saliva. No sabía por qué le estaba contando eso a Maya pero, siendo sincero, se sentía bastante cómodo junto a ella.

—Siento oír eso —Dijo, siendo completamente sincera. Sin embargo, algo en su rostro cambió antes de añadir—: Por eso quiero decir esto de la forma más respetuosa posible... no lo sabes. No sabes lo que es.

Mike se tensó levemente al recordar que Eleven le había dicho lo mismo mientras discutían.

—No estoy diciendo que no lo pasaras mal —Añadió con rapidez—. Me refiero a que... —Maya gruñó frustrada, al no ser capaz de expresarse—. Es que es una situación completamente distinta.

Mike se giró hacia ella, que se había ganado toda su atención con aquellas palabras. Eleven no había sido capaz de explicárselo ya que el tema cambió drásticamente cuando le había dicho que parecía que ya no le quería simplemente por el hecho de que no era capaz de escribirlo.

A lo mejor Maya podía darle la pieza del puzle que le faltaba para poder intentar comprender a su novia y ayudarla en aquel mar de dudas que al parecer llevaba ahogándola desde que había llegado a Lenora.

—Sí, los chicos se metían contigo pero tú podías llegar a casa y preguntarte: ¿por qué a mí si soy igual que ellos? ¿Qué hay en mí que haga que sea diferente? Nosotras sabemos que somos diferentes y por qué. Sabemos que no deberíamos estar ahí —Maya tomó una bocanada de aire tembloroso debido a que su respiración se había agitado al revelar todas las inseguridades con las que había cargado durante años—. Que nos miran porque... porque somos raras.

» Si te crean para algo y trazan tu camino como ellos quieren, cuando tomas un desvío te sientes perdida. No sabes qué hacer. Sientes que no deberías estar caminando por el medio de ese bosque tan desconocido en el que se cruzan los caminos de otras personas que te observan con sospecha. Porque, de alguna forma, saben que no deberías estar allí; y tú también lo sabes. Sabes que deberías salir corriendo y volver al sitio de donde viniste. Pero no lo haces porque sabes que eso significaría sufrir más de lo que ya lo has hecho. Así que te quedas en medio de ese limbo, sin saber qué demonios hacer ni donde refugiarte. Te quedas expuesta y la gente se aprovecha de eso. Se aprovechan tanto que llegas a un punto en el que crees todo lo que te dicen y en el que piensas que te mereces oír todas esas cosas hirientes.

No se había dado cuenta de que las lágrimas habían comenzado a rodar por sus mejillas hasta que una aterrizó en sus manos, mandándole un golpe de realidad y haciendo que todas las emociones de su pasado en las que se había sumergido se esfumaran.

Se secó las mejillas con el dorso de su mano bajo la preocupada y pensativa mirada de Mike.

—Eso es muy injusto —Habló el chico, llamando la atención de Maya que lo miró con los ojos enrojecidos por las lágrimas—. No os merecéis nada de esto para nada —Dijo, notablemente indignado. No hizo falta que le leyera la mente para saber que Mike estaba pensando en Brenner en ese momento— y, desde luego, no deberíais creeros esas cosas malas que os dicen porque no son verdad.

Una pequeña sonrisa agradecida se formó en los labios de la mayor, que observaba con ternura como Mike se mostraba extremadamente cabreado ante los pensamientos del infierno que habían vivido aquellas dos chicas. Segundos después, su rostro se relajó y Maya pudo ver en sus ojos la impotencia que sentía al no poder cambiar las cosas.

—Ninguna de las dos deberíais sentiros así.

Un leve calor reconfortante se instaló en el pecho de Maya, que volvió a secarse la cara para asegurarse de que no le quedaban más restos de sus lágrimas antes de hablar.

—Yo no me siento así. Al menos ya no.

Mentira. Aún había días en los que sentía que California y sus padres eran mucho más de lo que ella se merecía, pero bueno.

Aquellas palabras llamaron la atención de Mike, que la miró, esperanzado.

—¿Y cómo dejaste de sentir esas cosas?

Maya se mordió el labio, pensativa. Aquella era una pregunta compleja.

—Bueno, me centré en hacer algo que me gustaba. Comencé a pintar y cada vez iba volcándome más y más en mis dibujos. Un día di un paso atrás, observando el caos que había desatado sobre un papel y me di cuenta de que era bonito —Una sonrisa nostálgica adornó su rostro. Aquel día había cambiado algo dentro de ella—. Mientras lo dibujaba, eran líneas sin sentido, pero luego vi que era un árbol negro del que salían mil hojas de tonos oscuros y que cada vez se volvían más claras. Al percibir esa belleza tan oculta en algo con unas raíces tan oscuras, me di cuenta de que tal vez yo también era así y de que, a pesar de todo, tenía una belleza única que solo pocas personas eran capaces de ver. Por eso dejé de hacerle caso a mis abusones. Con el paso del tiempo, ya ni me hablaban —Dijo, con una pequeña sonrisa y la sensación del orgullo ardiendo en su pecho—. Aunque mis padres también tuvieron algo que ver. Saber que tienes a alguien que te quiere a tu lado siempre te ayuda a superar las situaciones más extremas.

Notó cómo Mike se tensaba a su lado, pero lo dejó pasar.

—Deberíamos dormir, ¿no crees? Aunque, bueno, mañana por la mañana no es que vayamos a hacer gran cosa aquí encerrados e incomunicados —Bromeó Maya, sacándole una pequeña sonrisa ladina al chico—. Desafortunadamente, lo único que podemos hacer ahora mismo es sentarnos y esperar —La chica le puso una mano en el hombro y luego le dio unos suaves golpecitos en la cabeza que hicieron que el chico arrugara la nariz—. Intenta no darle muchas vueltas al coco.

Maya se levantó y caminó hacia la puerta, pero se giró antes de que su mano rozara el pomo.

—Yo no le voy contando estas cosas a cualquier persona, ¿sabes? —El chico volvió a alzar la cabeza cuando la escuchó—. Eso significa que eres un buen chico, Mike. Recuerda estas palabras cuando creas que lo único que haces es meter la pata.

Mike soltó una pequeña risa carente de gracia.

—Eso parece ser lo único que hago últimamente.

Maya ladeó la cabeza y luego esbozó una sonrisa.

—Bienvenido a la adolescencia. La etapa en la que te dejas guiar por tus impulsos y luego descubres cuáles son los buenos y cuáles los malos —Dijo la chica con voz de comerciante, lo que curvó los labios de Mike levemente hacia el cielo—. Como dije antes, errar es humano. Lo que cuenta es lo que hagamos después de cometer esos errores.

El chico suspiró y le dedicó una sonrisa completamente genuina a Maya, que no pudo evitar que se le contagiara.

—Gracias, Maya.

La mayor hizo un gesto con la mano, restándole importancia.

—No es nada. Me alegro de que El tenga a alguien como tú en su vida.

El chico siguió sonriendo, pero esta vez con la sonrisa infectada con nostalgia.

—Bueno, yo no fui el que apareció de la nada en el bosque mientras llovía a cántaros.

La chica sonrió de nuevo y asintió con la cabeza, satisfecha con aquella conversación que acababa de dar por terminada.

No obstante, la voz del chico sonó detrás suya, haciendo que se girara.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

Maya se apoyó sobre la puerta con una sonrisa burlona.

—Ya la has hecho —Su padre sonreiría orgulloso si la estuviera escuchando en ese momento—. Pero, claro. Dispara.

—¿Tú cómo escapaste del laboratorio?

Aquella pregunta la había pillado tan desprevenida que todo su cuerpo se apoyó en la puerta y comenzó a deslizarse hacia un lado, casi cayéndose al suelo.

Se recompuso rápidamente bajo la mirada confusa y el ceño fruncido del chico.

—Em, pues...

Sangre.

Cadáveres.

Eleven.

Más sangre.

Esto es tu culpa.

—No fue por voluntad propia —Sacudió la cabeza mientras sentía los nervios invadir su cuerpo en un tsunami que acababa de sacudir toda su anatomía—. Osea sí fue por voluntad propia pero no lo había planeado. Fue... espontáneo —Asintió, satisfecha con aquel vocablo para describir la situación—. Sí, esa es la palabra.

Había hablado tan rápido que no le sorprendió ver la confusión reflejada en el rostro de Mike.

Soltó un suspiro mientras se apoyaba en la puerta.

—Ocurrió un accidente —Aquella versión que le había contado a Eleven era la más sencilla de relatar para ella, ya que se ahorraba los posibles comentarios y miradas incriminatorias—. Todos los números del laboratorio murieron. Todos menos Eleven y yo. Aproveché que todos estaban, bueno, muertos para fingir mi muerte también. Así que materialicé mi propio cadáver con la ayuda de mis poderes y me teletransporté a California.

La boca del chico cayó abierta al escuchar la última frase y Maya frunció el ceño, extrañada al verlo tan sorprendido.

—¿Qué?

—¿De verdad puedes teletransportarte? —preguntó él, ahora entusiasmado.

—Bueno, sí —dijo ella, ahora un poco avergonzada—. Aunque solo lo hice esa vez, y casi me muero por varias razones. Una: usé demasiado mis poderes, y dos: aterricé en el mar y, como comprenderás, en el laboratorio no me enseñaban natación, así que casi me ahogo.

—¿Y cómo lo hiciste? —preguntó Mike, demasiado emocionado como para acordarse de la parte de la muerte.

—Pues... la verdad es que no lo sé —Maya se encogió de hombros y luego extendió su mano, haciendo que una pequeña esfera roja flotara en aquella habitación—. Estos poderes son parte de mí, así que simplemente me transformé a mí misma en la bruma roja que soy capaz de manejar y pensé en el primer lugar que se me ocurrió. Cuando abrí los ojos me tragué un litro y medio de agua salada. Aunque no creo que funcione con otras personas, solo conmigo.

Mike frunció el ceño, analizando al parecer las palabras de sus frases anteriores.

—¿Fingiste tu muerte? —Maya asintió, con los labios fruncidos y los brazos cruzados—. Osea que el gobierno piensa que estás muerta.

—No estoy segura de que supiera de mi existencia en primer lugar, sabrían que uno de los niños del experimento habría salido mal, pero sí, eso es lo que significa "fingir tu muerte".

Mike abrió la boca y soltó una risa nasal.

—Lo siento pero, ¿acaso no te das cuenta de lo guay que suena toda esta historia? ¿Un accidente, muertes, finges la tuya y te teletransportas? En lo que a mí respecta, ya eres mejor superheroína que Batman. Y eso que adoro a Batman.

Maya rió suavemente al notar la emoción en la voz de Mike, que seguía sonriendo. Sin embargo, la curva de sus labios cayó, acabando en una fina línea de la que Maya se aprovechó para morder su labio inferior.

Ella no era una superheroína. Era todo lo contrario. Como mucho sería un antihéroe. Pero los antihéroes no causan esas cosas y luego salen huyendo, dejándolo todo atrás.

—Sí, parece una historia genial, ¿no? —Murmuró, sabiendo que así no era como habían ocurrido las cosas.

Un pequeño silencio se formó en la habitación, lo que hizo que Mike se preguntara si aquella chica que ahora tenía la mirada perdida en el suelo se encontraba bien.

No obstante, una nueva incógnita surgió en el cerebro de Maya y ella levantó la cabeza con el ceño fruncido.

—¿Cómo escapó Eleven del laboratorio?

Mike levantó las cejas y suspiró para después echar la cabeza levemente hacia atrás.

—Esa es una larga historia, así que si quieres oírla, tendrás que sentarte porque esto dará para rato.

Maya no dudó ni un segundo antes de acercarse al borde de la cama en el que el chico seguía sentado y se sentó junto a él.

Mike volvió a suspirar.

—A ver, ¿por dónde empiezo? —se preguntó a sí mismo y luego se giró hacia la mayor—. ¿Te acuerdas de los monstruos que habías visto en ese lugar muerto?

(🕰🩸)

Su bolígrafo se deslizaba con soltura sobre el papel mientras el conocido saxofón entonaba la romántica melodía de Careless Whisper de George Michaels. Después de que Mike le contara todo lo que había pasado en Hawkins en los últimos tres años, no era capaz de pensar en que, tal vez, aquellos monstruos estaban relacionados con las sospechosas muertes de adolescentes.

Oh, y tampoco era capaz de parar de pensar en Steve.

¿Estaba a salvo? ¿Acaso estaba al corriente de todo lo que estaba pasando? ¿Y si él era el siguiente objetivo? ¿Y si ya lo había sido?

Suspiró mientras recordaba aquella mirada de tonos hazel que la había hipnotizado con tanta intensidad desde su primer y único encuentro. A veces pensaba que aquel chico había hecho brujería con ella porque aquellos sentimientos no le parecían nada normales.

Sacudió la cabeza, intentando centrarse en perfeccionar los trazos del reloj que había dibujado con el bolígrafo negro. El mismo que había visto en la pista de patinaje. 

Su cuerpo se conegló de repente. ¿Y si aquello era una señal sobre algo extraño? Después de todo, ella había soñado con el mundo del revés —así es como llamaban los chicos al mundo muerto— sin ni siquiera saber de su existencia. Eso era bastante raro, ¿no?

Un leve murmullo se coló a través de los cascos de su Walkman y Maya levantó la cabeza, encontrándose con Jonathan hablando con los agentes, que veían la tele tranquilamente, para, a continuación, seguir su camino a la cocina mientras rodaba los ojos y murmuraba algo. Aquello le sacó una sonrisa divertida a Maya mientras guardaba su dibujo en el bolsillo trasero de su pantalón.

—¿Disfrutando del encierro? —preguntó con una sonrisa y apoyando la parte baja de su espalda en la isla de la cocina.

Jonathan soltó una risa irónica mientras cogía una lata de Coca-Cola de la nevera.

—Estar encerrado e incomunicado en mi casa sabiendo que mi novia y sus amigos están probablemente en peligro se ha convertido en mi nuevo pasatiempo favorito.

La sonrisa de Maya cayó lentamente al ver cómo el mayor de los Byers observaba una foto en la que salían él y Nancy Wheeler, la hermana de Mike, sonriéndose el uno al otro.

—Ya, yo tampoco soy capaz de dejar de pensar en eso. Ojalá pudiéramos hacer algo.

Jonathan suspiró, pero todo su cuerpo se tensó cuando se fijó en otro papel agarrado a la nevera gracias a los imanes.

Cogió el cartel del Surfer Boy Pizza y le hizo una señal a Maya para que lo siguiera por la casa. Ella, a pesar de estar confundida y de representarlo con su ceño fruncido, le hizo caso y le siguió hasta una puerta que, a juzgar por las voces que se escuchaban desde fuera, era la habitación de Will.

—Parece que depende de nosotros otra vez —Dijo Mike después de soltar un suspiro.

—Siempre lo hace, ¿no es así?

Ambos soltaron pequeñas risas nasales antes de que Jonathan entrara al cuarto.

—Por eso no podemos quedarnos aquí.

Maya abrió mucho los ojos y asintió levemente con la cabeza.

—Esa ha sido una gran entrada. Le doy un siete con cinco sobre diez. Puede que un ocho —Jonathan la miró con el ceño fruncido y ella se encogió de hombros—. ¿Qué? He dicho "gran" no "la mejor entrada que he visto".

Mike soltó una pequeña risa mientras Jonathan suspiraba y se sentaba a horcajadas sobre la silla de la habitación de su hermano. Maya cerró la puerta por si acaso.

—Escuchad, asumamos que estos amigos de Owens están diciendo la verdad. No podemos llamar a Hawkins sin alertar al ejército.

—Sin poner a El en peligro —Añadió Maya, intentando adivinar por dónde iba la conversación.

—Exacto —Coincidió Jonathan—. Entonces tendremos que ir por nuestra cuenta.

—¿Ir a Hawkins?

—¿Cómo? —preguntó Will después de Mike.

—¿Qué os preocupa? ¿Ponch y Jon ahí dentro? —preguntó Maya al escuchar el tono de los chicos y luego rió al darse cuenta de los apodos que le había puesto a los agentes—. Están medio sobados mirando el golf y los dibujitos —Alzó levemente la mano al darse cuenta de una incógnita que acababa de aparecer en su cerebro y señaló a Jonathan para cuestionarla—. Aunque, yo tengo la pregunta del millón. ¿Cómo iríamos, exactamente?

—Maya tiene razón. No tenemos coche ni dinero para pagarnos un viaje.

Jonathan sonrió, como si su hermano preguntara justo lo que él quería.

—Entonces nos buscamos un medio de transporte —El chico alzó el anuncio de la pizzería y la mirada de Maya se iluminó—. Uno barato.

La chica hizo un pequeño baile de la victoria.

—No sabéis lo mucho que me alegro ahora mismo de que seas tan rarito como para ser amigo de Argyle.

Jonathan la miró con el ceño fruncido y ella le guiñó el ojo, indicándole que estaba bromeando.

Aunque en realidad si se alegraba. Y mucho.

(🕰🩸)

—¿Ya tienes tus cosas? —le preguntó Jonathan a Maya, que se había apoyado en el marco de la puerta de su habitación mientras él metía su ropa en una mochila.

—No sé si te acuerdas pero tu madre me obligó a dormir aquí antes de que nos pusieran este arresto domiciliario, así que no tengo cosas —Dijo ella con una pequeña sonrisa tensa.

Jonathan sonrió y asintió.

—Es verdad. Lo siento por eso —Maya le quitó importancia con un gesto de mano—. Nancy podrá dejarte algo de ropa cuando lleguemos. Estoy seguro.

La chica sonrió ante la mención de la hermana de Mike.

—De verdad tienes ganas de verla, ¿eh? —preguntó, aún con una sonrisa. Sonrisa que se borró en cuanto Jonathan habló.

—¿Y tú? ¿A quién tienes ganas de ver?

Su brazo resbaló por el marco de la puerta y Maya casi se cae de bruces al suelo. Se recompuso bajo la mirada divertida de Jonathan y carraspeó.

—No sé de qué me hablas.

—Ya —Dijo, aún con una sonrisa—. Dime, Maya, ¿solo le leíste la mente a Steve o hubo un intercambio de otra cosa que no fueran recuerdos?

Maya frunció el ceño y abrió la boca, ofendida porque Jonathan se diera cuenta de que algo le pasaba con Steve. Aún le faltaba definir qué era ese algo pero bueno... detalles.

—Para tu información, solo hablamos —Dijo ella, señalando al chico con el dedo—. Lo que es un gran paso para mí porque, por si no te habías dado cuenta, no tengo amigos —Ahora se estaba señalando a ella misma y después se cruzó de brazos, un poco incómoda cuando admitió—: Lo más cercano que tengo a una relación social es que Argyle me llame canalla.

—¿Y Steve fue el primero con el que te relacionaste? —preguntó Jonathan mientras doblaba una camiseta y la metía en la mochila.

Maya arqueó una ceja.

—¿Y ese tono?

—¿Qué tono? —cuestionó el chico como si nada, pero ella vio cómo se le tensaban los hombros levemente con su pregunta.

—El que acabas de usar para pronunciar el nombre de Steve —Resaltó ella, con una pequeña sonrisa ladina.

Jonathan resopló.

—No he usado ningún tono.

Maya ahora alzó ambas cejas y sonrió.

—No te cae bien —Afirmó.

—No es eso, es que...

—Jonathan —Lo interrumpió—. No era una pregunta. Me quedó clara tu opinión sobre él cuando vi cómo le dabas una paliza en sus recuerdos —Bromeó y el chico rió suavemente.

—Muchas cosas han cambiado desde entonces. Hasta él cambió —Murmuró, pero Maya alcanzó a oírlo.

—Sí, ahora se dedica a quedar con un niño de ricitos adorable —Dijo la chica mientras se sentaba en la cama del mayor de los Byers y lo observaba cerrar su mochila.

Jonathan rió al acordarse de Dustin y asintió. Su sonrisa fue desvaneciendo poco a poco.

—Simplemente no me apetece ver cómo te llevas una desilusión con tu primer amigo.

Maya sonrió al escuchar el tono especial en la última palabra pero lo dejó escapar.

—No tienes que preocuparte por mí. Soy Maya la canalla, ¿recuerdas? Mi coraza no se rompe tan fácilmente —Bromeó.

Pero, en ese instante, su sonrisa tembló. Era consciente de las grietas que tenía su escudo protector y, si dabas justo en el sitio adecuado, eras capaz de romperlo por completo.

Le daba miedo que Steve se convirtiera en una de sus grietas.

El ruido de unos neumáticos rechinando contra el asfalto llamó la atención de ambos, que salieron casi corriendo de la habitación.

—Vale, ¿estáis listos? —preguntó Jonathan, entrando a la habitación de Will.

—Sí —respondieron ambos.

Sin embargo, el sonido suave de un disparo y el de un cuerpo cayendo al suelo con brusquedad los sobresaltó a todos.

—¿Qué coño fue eso? —preguntó Mike.

—¡Mierda! ¡Quedaos aquí!—Exclamó Jonathan antes de salir corriendo del cuarto.

Maya alzó sus manos hacia la puerta, ahora cubiertas de un halo rojo, pero Mike se las agarró con brusquedad.

—¡No!

La chica lo miró confundida, al igual que Will.

—Si te ven usar tus poderes, te llevarán a ti también. O te matarán. Necesitamos a alguien que proteja a Hawkins y tú eres la única que puede hacerlo.

Al notar la urgencia en su voz, Maya tragó saliva. Solo le hizo falta echarle un vistazo a Will, que asentía, indicando que estaba de acuerdo con Mike, para bajar sus manos y que la nebulosa desapareciera.

—Vale, pero quedaros detrás de mí. Por si acaso —Al ver la preocupación en los ojos de Mike, añadió—: Puedo parar una bala como un último recurso. No me pasará nada. Lo prometo.

El chico asintió después de tragar saliva y todos observaron cómo Jonathan volvía corriendo.

—¿Qué está pasando? —preguntó Maya.

—¡Atrás! —indicó Jonathan mientras los empujaba hacia la habitación— ¡Escuchad! ¡Tenemos que irnos ya!

El sonido del cristal que estaba detrás de ellos retumbó en toda la casa y los cuatro se agacharon como un acto reflejo.

—¡Joder!

—¡Corred!

Los cuatro subieron las escaleras con rapidez y frenaron cuando unas balas pasaron rozando el final de las escaleras y la cabeza de Mike. Por suerte, Maya había tirado de su camiseta a tiempo.

—¡Moveos!

El agente que seguía con vida les hizo señales para que se movieran hacia donde estaba él mientras él disparaba a los militares y los chicos no dudaron en obedecer.

—¡Mierda! ¡Ahí! —Maya señaló las escaleras que daban a la habitación de Will y el agente no dudó en disparar, tirando al tío al suelo.

—Seguidme —Ordenó el agente.

Jonathan y Mike obedecieron al instante y Maya se vio obligada a tirar de la mano de Will, que estaba demasiado asustado. Ella era la que estaba más calmada porque sabía que, como último recurso, tenía sus habilidades.

Aún así, no estaba tranquila para nada.

Los cinco se movieron en fila india y se apartaron a un lado cuando la puerta de enfrente se abrió con más soldados dispuestos a dispararles.

—¡Joder! ¿Qué está pasando? —preguntó Mike.

—Estoy muy segura que en medio de un campo de unicornios no estamos —Dijo Maya y, bajo tres miradas reprobatorias gruñó—. ¡Lo siento! ¡El sarcasmo me sale solo en situaciones de estrés!

—Quedaos ahí —ordenó el agente antes de salir de su escondite para volver a disparar —. ¡Agachaos! —gritó cuando por la puerta principal entraron más militares.

La sangre comenzaba a llenar las paredes e, inconscientemente, Maya cubrió las cabezas de Will y de Mike con sus manos.

El sonido de los disparos era ensordecedor y le estaba taladrando el cerebro, pero aún así pudo mantener los latidos de su corazón controlados y sus emociones a raya, procurando que sus poderes no se mostraran.

—Yo disparo y vosotros corréis —Les dijo el agente y ellos no dudaron en asentir y seguir órdenes.

Nada más hacer lo que el hombre había dicho, Maya sintió cómo un cuerpo caía a su lado y se apresuró a pasar su brazo por debajo del sobaco del hombre y cargarlo. Mike no dudó en ayudarla.

Gracias al cielo, justo cuando salieron de la casa, Argyle estaba llegando.

Jonathan corrió hacia la furgoneta, gritando y cuando llegó junto al vehículo, le dio golpes en la ventanilla.

—¡Para el coche!

—¡Vamos! —Gritó Will mientras ayudaba a los otros dos a cargar el cuerpo del agente herido.

—¿Qué pasa? —preguntó Argyle completamente confuso, en el interior del vehículo.

Will abrió la puerta de la parte de atrás de la furgoneta y el resto entraron lo más rápido que pudieron, haciendo que el hombre gritara de dolor.

—¿Eso es sangre? —preguntó el chico de la pizzería mientras se quitaba las gafas de sol.

Aún a pesar del pánico reflejado en sus ojos, la única respuesta que obtuvo fue:

—¡Arranca! —Eso le habían gritado los cuatro chicos desde la parte de atrás.

—Vale, ya va —La cabeza del conductor se giró hacia la izquierda, encontrándose con los militares—. Oh por Dios, ¿por qué ese tío tiene un arma?

De nuevo, la respuesta a su pregunta fue:

—¡ARRANCA!

Sin embargo, al chico no le dio tiempo a reaccionar cuando Maya extendió sus manos hacia el asiento del conductor y movió su mano derecha —que era la que estaba más atrás— hacia delante, haciendo que una neblina roja empujara el acelerador a fondo.

—¡OH DÍOS MÍO! —Exclamó Argyle al ver que su furgoneta había arrancado sola.

—¡Argyle! ¡Como no cogas este trasto ahora nos vamos a estrellar porque YO NO SÉ CÓMO CONDUCIR! —Gritó la única chica del vehículo mientras intentaba tomar el control de la furgoneta como podía y llevándose varios cubos de basura por delante.

—¡VALE!

El chico giró el volante justo antes de que la parte trasera de la furgoneta chocara contra uno de los coches aparcados al borde de la carretera.

El pánico volvió a reinar en la estancia cuando todos se dieron cuenta de que llevaban a un hombre herido a bordo.

—¡Tenemos que frenar la hemorragia! —Gritó Mike.

—¡Maya! ¿Puedes hacer algo con tus poderes? —preguntó Jonathan con urgencia.

—¿¡PODERES?! —Exclamó Argyle desde el asiento delantero, pero la chica lo ignoró mientras, con la ayuda de su halo rojo, presionaba un puñado de servilletas que Will había encontrado en la parte de atrás del coche.

—No tengo ni idea de medicina. Si hago el movimiento equivocado, podría matarlo.

Ella tragó saliva mientras todos se miraban entre ellos, notablemente alarmados.

Un hombre se estaba desangrando delante de ella y no tenía ni idea de lo que podía hacer. Si Mike tenía razón y ella era la única que podía ayudar a Hawkins ahora mismo, ¿cómo se supone que iba a hacerlo si no era capaz ni de salvar a una persona?

(🕰🩸)

Ya casi había anochecido fuera del coche, pero el pánico que todos sentían seguía intacto.

Todos gritaban, desesperados, sin saber qué hacer. Menos Maya, que estaba concentrada al cien por cien en apretar la herida del hombre. El único problema: le había comenzado a salir sangre por la boca. Y no había que ser muy listo para darse cuenta de que eso era una mala señal.

—¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡MIERDA! —Gritaba Argyle una y otra vez desde el asiento dle conductor.

—Ay Dios.

—Sigue apretando.

—¡No para de sangrar!

—¡Aprieta más!

—¡Eso estoy haciendo!

—Más servilletas.

—Joder.

Maya decidió no mencionar que sus músculos comenzaban a agarrotarse y que, de vez en cuando, su cabeza daba vueltas. Tenía que salvar a ese hombre. Tenía que hacerlo.

—¡Argyle! Llévanos a St. Mary's —indicó Jonathan y su mejor amigo lo miró confuso.

—No creo que se salve rezando, colega.

—¡Pero serás memo! ¡St. Mary's el hospital!

El hombre comenzó a murmurar.

—No.

—¿Qué? —preguntó Maya entre dientes, sintiendo la tensión a la que estaba sometido su cuerpo.

—Al hospital no—Murmuró como pudo.

—No, no, te llevaremos al hospital.

—Ha-hay que avisar... —El hombre tragó saliva, intentando pronunciar bien sus últimas palabras y Maya entró en pánico— a O-owens.

—A Owens, vale.

—La chica —Continuó el agente—. Corre peligro.

Mike miró a Maya con una expresión horrorizada en el rostro y ella se la devolvió.

—¿Cómo localizamos a Owens? —preguntó Jonathan, desesperado.

—Nina —Articuló para después soltar un gruñido.

—Nina, ¿quién es Nina? —preguntó Mike, sintiendo la urgencia y preocupación recorrer sus venas.

El hombre les tendió un boli a duras penas y todos intentaron cogerlos mientras un zumbido de exclamaciones explotaba en los oídos de Maya. Su cabeza volvía a dar vueltas.

—...Número —Repitió Jonathan.

—Quiere escribirlo.

—¿Y llamamos a Nina?

—Coge una revista o lo que sea, Will.

—Está sangrando mucho.

—Toma. ¡Escribe el número!

Sin embargo, mientras los gritos a su alrededor aumentaban, Maya cerró los ojos, intentando concentrarse para que su halo rojo se cerrara alrededor del corazón del hombre y pudiera escuchar los latidos.

—¡Eh! ¡Mírame! —Gritó Jonathan.

Maya cerró los ojos con fuerza, escuchando los débiles latidos del corazón del hombre y los abrió de golpe cuando no escuchó nada.

Mientras todos gritaban para que el hombre reaccionara, Maya se había echado una mano a la boca, acallando un pequeño sollozo.

Mike la miró, y no le hizo falta ver nada más que no fueran sus ojos cristalizados para saber lo que había pasado.

Había muerto. El hombre había muerto delante de ellos. Y no sabían qué demonios hacer con Nina o el bolígrafo o Owens.

Eleven estaba en peligro y ellos no tenían ni idea de lo que hacer. Su única esperanza era aquel hombre. Y ahora él tampoco estaba.

Maya se pasó las manos por el pelo enmarañado e intentó respirar hondo.

—¡Mierda! Un momento, troncos. ¿A qué viene ese silencio ahí detrás? —preguntó Argyle—. ¿Se ha muerto? Ay, Dios. ¡Decidme algo! ¡Joder!

El sonido de unos neumáticos chirriando contra el asfalto llegó a los oídos de Maya, que giró la cabeza, encontrándose con unos coches militares siguiéndoles a toda pastilla. Al parecer, Jonathan también los había visto.

—Hay que salir de la carretera.

—Argyle, sal de la carretera ahora mismo —ordenó Will.

—Se ha muerto, ¿no?

Una vez más, la respuesta a su pregunta fue:

—¡SAL DE LA CARRETERA!

Maya giró su muñeca derecha hacia la izquierda en un movimiento brusco y todo el coche se sacudió cuando una nebulosa carmesí tiró del volante hacia la izquierda.

Todos gritaron y, una vez esos gritos cesaron, una tenue melodía llegó a los oídos de la chica.

Frunció el ceño mientras ladeaba la cabeza, intentando escuchar mejor aquella base que le resultaba tan familiar.

—Argyle, ¿tienes la radio encendida? —preguntó y el chico le dedicó una mirada confusa a través del retrovisor.

—¡Pues claro que no! ¡Un tío ha muerto! ¿¡Cómo va a estar la radio encendida?!

—Maya, ¿qué pasa? —preguntó Mike, ahora levemente preocupado.

—Oigo algo... —Murmuró ella.

Cuando la letra de la canción comenzó a sonar, la reconoció casi al instante.

—¿Vosotros oís eso? —preguntó mientras sus oídos captaban los acordes de Running up That Hill de Kate Bush.

Los tres negaron y ella frunció el ceño.

Mike abrió mucho los ojos al darse cuenta.

—Maya. Tienes los ojos rojos.

La chica inmediatamente miró hacia el espejo retrovisor. Allí, dos destellos escarlata le devolvían la mirada, como si estuviera usando sus poderes. Sin embargo, ella no estaba haciendo nada.

—N-no lo entiendo —Balbuceó confusa—. ¿Enserio no lo oís?

Ellos volvieron a negar.

—¿Qué deberíamos estar oyendo? —preguntó Jonathan, que la miraba con cautela.

—Es una canción de Kate Bush. ¡Running up that Hill! —Maya los miró, desesperada mientras sentía la melodía taladrarle los oídos.

Presionó sus manos sobre sus orejas con fuerza mientras cerraba y, cuando sintió la energía de sus ojos desaparecer, las retiró.

—Esa es la canción favorita de Max —Habló Mike—. Lucas me lo dijo.

—¿Max Mayfield? —preguntó Maya con una sensación de miedo creciendo en su pecho.

Tenía un mal presentimiento. Uno muy malo.

Mike asintió.

—¿La conoces? —preguntó Will.

—Fuimos vecinas durante varios años —confesó Maya con un nudo apretándose en su garganta.

—¿Por qué escucharías su canción favorita? —preguntó Jonathan mientras todos ignoraban a Argyle, que había vuelto a gritar en la parte de alante del vehículo.

—Tengo un mal presentimiento —Dijo, haciendo que todos se miraran alarmados—. Últimamente he tenido sueños muy raros. Pero no solo eso, también he tenido visiones extrañas de día, cuando estaba despierta. Justo como ahora —Maya los miró con miedo antes de pronunciar la pregunta que todos tenían en la mente en voz alta—. ¿Y si esto, por alguna razón muy decabellada, tiene algo que ver con lo que está pasando en Hawkins?

—Eso significaría...

—Que Max está en peligro —Habló Jonathan, finalizando la frase de su hermano.

Mike, se giró inmediatamente hacia Maya, alarmado.

—Tienes que ir a Hawkins —Le dijo, poniendo sus manos sobre los hombros de Maya, que abrió mucho los ojos.

—¿Qué?

—Si Max está en peligro como tú crees, tienes que ir a Hawkins —Repitió el pelinegro, muy convencido

Maya miró a los dos hermanos, que se miraban, sin saber qué hacer.

—¿Y cómo va a ir a Hawkins? —preguntó Will.

—Puede teletransportarse.

—Puedo teletransportarme —Dijeron ambos a la vez.

—¿¡Qué?!

Una exclamación en conjunto llenó la furgoneta y Maya se encogió de hombros.

—Es una larga historia.

Mike la zarandeó suavemente, volviendo a llamar su atención.

—Conozco a mi hermana y a mis amigos. Si algo está pasando, ellos estarán metidos en el asunto. Así que, tienes que ir antes de que sea demasiado tarde para Max.

Maya lo miró con las dudas inundando su mirada.

—¿Y si me equivoco y Max está bien?

—Entonces los ayudas a resolver todo esto —Mike se humedeció los labios con urgencia al ver que la chica no estaba del todo convencida—. Maya, cada vez que pasa algo en Hawkins todos sabemos que es algo que la policía no va a poder explicar. Tú eres la única que tiene la capacidad de ayudarlos a acabar con lo que sea que esté pasando —Mike sonrió, esperanzado, cuando los hombros de Maya se relajaron un poco y retiró sus manos de estos.

—¿Y qué hay de Eleven? —preguntó, dudosa, mirando el cuerpo del agente que estaba justo delante de ella.

—Nosotros la encontraremos —Habló Jonathan esta vez—. Mike tiene razón, tienes que ir y asegurarte de que están a salvo.

Maya tomó una bocanada de aire y asintió.

—No sé si mis poderes servirán de algo —Murmuró con los ojos cristalizados clavados sobre el cuerpo sin vida del agente.

Sintió una mano posarse sobre su hombro.

—Lo harán. Sé que lo harán —Aseguró Jonathan—. Confiamos en ti Maya, tú deberías hacer lo mismo.

Los otros dos chicos asintieron y Maya respiró hondo.

—Por favor, tened cuidado —Les pidió con un hilo de voz.

Mike asintió con seguridad.

—Lo tendremos.

—Tú también —Le dijo Will, lo que le sacó una pequeña sonrisa.

—Deberías aparecer en mi sótano —Le indicó el pelinegro—. Mi hermana baja de vez en cuando, dile lo que ha pasado y dile por qué estás allí, ella lo entenderá.

Maya asintió.

—Vale.

La chica tomó una gran cantidad de aire por la nariz y la expulsó por la boca.

Tú puedes. Tú puedes. No es la primera vez que lo haces.

Respiró hondo de nuevo.

—Allá vamos.

Extendió sus manos hacia arriba y dos esferas escarlata se formaron sobre sus palmas.

Cerró los ojos y volvió a respirar.

Esas esferas comenzaron a girar a su alrededor, contagiándole su tono carmesí a la piel de Maya que, poco a poco, se fue deshaciendo hasta que toda su anatomía se había transformado en una neblina roja, que salió de la furgoneta por una pequeña rendija que había en la ventanilla de cristal.

—Buen viaje —Murmuró Mike mientras observaba aquella bruma roja alejarse a toda velocidad.

Maya se alejaba cada vez con más rapidez con un destino claro: el pueblo de Hawkins.

O, como decía el doctor Owens: el ojo de la tormenta.

¡! PAU'S NOTE <3

AHORA SÍ QUE SÍ, ¡SE VIENE LO BUENOOOOOO!

Weon no saben lo emocionada que estoy por escribir por fin la parte de Hawkins, ME HACE MUCHA ILUSIÓN QUE STEVE Y MAYA INTERACTÚEN DE NUEVO AAAAHHHH (y también Maya y Vecna, ups...)

Anyways, solo vengo a avisaros de que no va a ser un viaje fácil para nuestro numerito, pero sí va a ser uno interesante para vosotros los lectores (y para mí que llevo queriendo escribir esto desde que salió el primer tráiler de la temporada jeje).

¿Alguna teoría? ¿Algún deseo? 

Un pequeño adelanto: Maya aparecerá en el sótano cuando Nancy y Dustin hablan con Max en la cocina de los Wheeler y mientras Steve, Lucas y Robin duermen. ¿Con qué estará soñando Steve? 😉🤭 ¡¡Lo descubriréis en el siguiente capítulo!!

Also este capítulo me pareció bastante tierno con la charlita de Mike y Maya y con la de Maya y Jonathan y con Maya cubriendo las cabecitas de los chicos dskhfls vale ya paro de fangirlear con mi propio fic. Bye-

¡Eso es todo por hoy! Os quiero¡!


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