Capítulo 3
Ella desconocía todo lo que causaba en mí. Las pocas veces que me dirigió una mirada, fueron suficientes para hacerme ilusiones. Mientras se paseaba por todo el salón con una finura inigualable, mi corazón latía a gran velocidad. No era un adolescente, pero sentía que por fin había conocido a mi primer amor. Sí, amor a primera vista, eso me hacía todavía más ridículo. ¿Qué clase de hombre se enamoraba a sus casi 30 años?
Quería seguir su recorrido, pero mis pasos eran demasiado torpes, además, no poseía el valor suficiente para estirar mi mano y tocar con sutileza su hombro con el propósito de recibir al menos un vistazo, porque amaría ver sus ojos más de cerca, aunque si lo hiciera, probablemente quedaría más hechizado y crearían un daño irreparable, la creación de un recuerdo infinito.
A veces creía que sentíamos interés el uno por el otro, pero ¿por qué no podíamos destruir la barrera de la timidez? Nos observábamos por largos minutos, aunque nos encontráramos en diferentes extremos del salón. ¿Qué nos detenía? ¿Vergüenza? ¿Inseguridad? ¿Temor? Éramos adultos, incapaces de enfrentar nuestras emociones.
—¿Te sientes mal? Estás sudando demasiado —Dan ordenó un poco mi cabello y relamí mis labios por el nerviosismo. En algunas ocasiones me invadía el impulso de comerme las uñas —, hasta te tiemblan las manos.
—Solo estoy muy nervioso —cerré mis ojos por unos segundos y suspiré.
—Creí que estabas enfermo. Eso no es nada, solo sigue mis consejos —me dio algunas palmadas en la espalda, las cuales me tomaron por sorpresa y más bien me hicieron pegar un pequeño salto.
—¿Qué... qué consejos? —tenía la garganta seca, mis reacciones exageradas salían con naturalidad.
—¡Por Dios! No creí que lo olvidarías tan pronto. Igual, ahora tendrás que hacerle frente, al menos has el esfuerzo de no quedar en blanco y hacer el ridículo frente a ella —me tomó del brazo y comenzó a arrastrarme en su dirección.
—¡¿Qué diablos haces?! —murmuré entredientes, pero él solo se rio.
¿Desde cuándo ese pequeño tenía más agallas que yo? Tan siquiera tuve tiempo de procesarlo, en un abrir y cerrar de ojos él ya me tenía frente a ella.
—Obviamente no podemos presentarnos con nuestros nombres, pero para mi amigo usted es diosa griega, entonces él para ti podría ser un príncipe acosador y yo el amigo del príncipe acosador que tuvo el valor de traerlo frente a usted porque él era incapaz de hacerlo —no solo habló con demasiada rapidez, sino que lo último lo mencionó como una broma.
¿Una broma? ¡No! El muy maldito escupió toda la verdad y ahora se burlaba en mi cara.
Nunca deseé tanto desaparecer sobre la faz de la tierra como en ese instante, es más, creo que me olvidaría de ese lugar para siempre.
Su suave risa me hizo aterrizar y agradecí con sinceridad que esa fuera su reacción. Esperaba una bofetada, un empujón, una huida o un sinfín de maldiciones hacia mí, pero nada de eso pasó. Tal vez era mi noche de suerte.
—Es un gusto conocerlos, desde hace tiempo no me pasaba algo tan gracioso. Tiene un buen amigo, ninguna de mis amigas habría hecho algo así por mí —por dicha, el antifaz no dejaba a la vista algunas de sus expresiones, como sus labios curvados en una sonrisa honesta.
—Él... se la pasa bromeando siempre —le di un ligero codazo al chico junto a mí, pero aparentemente fue más fuerte de lo que creí.
—Bueno, me iré por ahí —apuntó con su dedo alrededor de la sala y luego desapareció entre la multitud.
—Entonces, ¿insinúa que él estaba mintiendo y no está interesado en mí?
Captó las circunstancias más pronto de lo que imaginé, hasta el punto de hacerme sentir acorralado. Sin duda alguna, ella tenía muchísima más experiencia respecto al tema y no me extrañaba que alguien tan atractiva estuviese acostumbrada a lidiar con momentos así. ¿Cuántos hombres le habrían confesado sus sentimientos o dicho que era linda?
—Seré honesto, sí estoy interesado en usted, pero no quiero ser visto como un acosador.
¿De dónde salió esa valentía? Minutos atrás todo mi cuerpo estaba temblando y apenas era capaz de emitir algunas palabras. Tal vez era una mezcla entre pena e instinto de supervivencia. Después de todo, a nadie le gustaba causar la impresión de ser un idiota.
En ese instante olvidé que estábamos en un sitio repleto de personas moviendo sus cuerpos, charlando entre sí o bebiendo vino; su dulce voz se apoderó de mí y me hizo centrar mi atención en ella, solamente ella.
Una voz así era capaz de entrar por los poros, agitar el corazón, hacer a cualquiera perder la cordura e incluso rodear el cuerpo como una enredadera, hasta aferrarse en cada parte del ser y así mantenerlo cautivo; sin embargo, algunas enredaderas se comportaban como parásitos, es decir, perforaban y exprimían a su huésped hasta debilitarlo poco a poco, pero, al mismo tiempo, era capaz de hacer compañía, acariciar con sus hojas e hipnotizar con sus bellas flores.
—No creí que sería un caballero tan honesto, pensé que era alguien más tímido —pareció pensar en sus palabras por un instante —, pero eso me gusta, así no me sentiré como una vil ilusionista.
—¿Ilusionista?
—Probablemente no se acercó a mí antes por el mismo motivo que yo no me acerqué a usted. Ambos sabemos que este no es un lugar serio y todo parecerá un juego. Fuera de aquí no pasará algo más entre nosotros y nunca veremos el rostro que está tras la máscara —peinó su larga cabellera con sus dedos y llevó su cabello detrás de su espalda, sin alejar su mirada de la mía.
Sabía que la mutua atracción no era cosa mía. Podía parecer alguien fantasioso que se autoengañaba con ideas que solo residían en su cabeza. Pero tenía un excelente sentido para percibir gestos o leer el comportamiento y lenguaje corporal de otras personas.
—A veces los humanos estamos dispuestos a correr ese riesgo, aunque tememos que nuestros sentimientos se hagan todavía más grandes. Sería complicado lidiar con ellos fuera de aquí, porque sabríamos que nunca fue nada serio, y, ¿a quién le reclamaríamos?
Ella no era como cualquier otra mujer que había conocido, es más, ninguna de ellas se asemejaba entre sí, pero en ella había algo todavía más distinto, como su propio sello, uno completamente alejado de lo convencional. Podía hablar directamente y con claridad, tampoco temía a las aventuras, más bien parecían entusiasmarla.
—Entonces, creo que tenemos un trato —extendió su mano derecha en mi dirección y yo la besé—. Por ahora, ¿podría concederme esta canción?
—Será un gusto— sonrió y asintió, por lo que nos encaminamos al centro del salón.
Dan me observó desde un extremo del lugar y subió ambos pulgares para animarme, después desapareció una vez más entre la multitud. Quizás quería darme privacidad.
Rodeé la cintura de mi acompañante con una de mis manos y con la otra tomé su mano. Poco a poco comenzamos a acoplarnos a los movimientos del otro, hasta lograr una danza en sintonía.
Esperaba que ella no fuera capaz de escuchar mis latidos desenfrenados, si no sería demasiado vergonzoso. Dejó muy claro que no deseaba nada serio, y en mi interior guardaba una chispa de esperanza. Tal vez si me conocía bien, podía cambiar de parecer.
—El azul luce muy bien en ti, un color digno para alguien que irradia tanta belleza, elegancia y delicadeza.
—Y el negro se ajusta excelente en un misterioso príncipe. Lo siento, soy pésima en esto —ambos comenzamos a reír. ¿Por qué Dan se tuvo que dirigir a mí de esa manera?
—Debes estar acostumbrada a recibir cumplidos, pero no a hacerlos —levanté mi mano y solté su cintura para que ella diera un giro.
—Eres buen observador.
—No quiero sonar como un acosador, pero he de aceptar que desde el instante en que la vi, sentí curiosidad.
—Entonces eso también me convierte en una acosadora, supongo que tuvimos química e intriga a primera vista.
Bailamos hasta que nuestras piernas dolieron y nuestros cuerpos fueron cubiertos por una fina capa de sudor.
—Te estaré esperando la próxima vez.
—Y yo esperaré que me esperes —se rio —. Si llegas demasiado tarde seré yo quien lo haga.
—Es lo justo —asentí.
Me vi tentado a acariciar su cabello y así lo hice; sin embargo, no fui tan descarado como para cumplir mi deseo de besar sus labios, era demasiado pronto, aunque lo intentaría cuando el ambiente se sintiera propicio y su expresión se tornara en una súplica.
—Hasta luego... señorita de antifaz negro —en respuesta ella esbozó una pequeña sonrisa y se marchó primero.
En cuanto me adentré en el auto, me abalancé sobre mi amigo y lo abracé. Mi acción lo tomó por sorpresa, tardó algún tiempo en reaccionar y corresponder.
—¡Gracias! Siento que te debo la vida —me quité la máscara, le quité la suya y posteriormente besé sus mejillas, mientras sostenía su cabeza entre mis manos.
—Basta con verte así de feliz. Me alegra que, gracias a este tonto, todo haya salido así de bien, hasta tuve el privilegio de ver con brevedad al enamoradizo Erik. Cuando lleguemos a casa, cuéntame todos los detalles.
—¿Me acompañarás la próxima vez? —abracé su brazo izquierdo, pero él negó.
—Es mejor si vienes solo, de todos modos, solo sería un mal tercio.
—Dan, necesito de tu ánimo.
—Está bien, está bien. Intentaré socializar y seguir comiendo la próxima ocasión.
—Solo espero que no estés bebiendo de más —lo observé con los ojos entrecerrados.
—Juro que solamente bebo una copa —levantó ambas manos en señal de inocencia.
—Te creeré.
Por más que me gustaba pensar e imaginar el futuro, me centraría en vivir y disfrutar el presente.
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