Capítulo 19
Aceptar el goce de una actividad a pesar de estar rodeado de personas no tan agradables, era digno de un hombre modesto. En los últimos dos días tuve que tragarme mi orgullo. Al comienzo no me esforcé en ocultar mi sonrisa fingida, pero poco a poco mis labios rígidos se suavizaron y me atrapé riendo.
Dos días no curarían una herida de años, aunque la compañía despejó mi neblina mental. En vez de atormentarme con momentos amargos, enfoqué mi atención en el tablero y analicé posibles movimientos que me llevarían a la victoria, o bien, a la perdición. Las horas pasaban a la velocidad de un pestañeo. Cuando me percaté, estaba en la mesa de un restaurante limpiándome mis manos sobre los muslos y luego el surco nasolabial.
Creé un montón de excusas en mi cabeza para escapar, al igual que diversos escenarios. Pero al ver a mi padre unos metros más adelante estrechando manos con su invitado, todo plan se desmoronó. A lo mejor si fingía que me estaba asfixiando con la comida, me sacarían en una ambulancia. No, demasiado humillante, la atención de todos los comensales caería sobre mí y en ese caso tendría que fingir mi muerte.
Dan notó mis constantes manifestaciones de ansiedad, me dio algunas palmadas en la espalda y tendió un vaso con agua en mi dirección, cuyo contenido bebí gustoso. En el instante que ella entró, mi plan estuvo a nada de convertirse en una realidad. Tosí y me limpié la boca, mientras giraba mi cabeza en otra dirección.
—¡Santa mierda! Ya entiendo por qué te aferras tanto —murmuró.
Al retomar la compostura, analicé por primera vez cada una de sus increíbles facciones. Solamente saludaba a mi padre y sonreía como un gesto amable, pero esa bendita sonrisa... sonreí embobado, aunque no era para mí. La cabeza de la familia extendió una mano en dirección a nuestra mesa para invitarlos a tomar asiento.
Finalmente, posó sus ojos sobre mí. ¿Era posible que me hubiese reconocido tan rápido? Con tanta iluminación, sus orbes lucían más hermosos y expresivos, como la brillantez del sol sobre el mar.
—Ellos son mis hijos, Erik y Daniel —siempre incluía a Dan para evitar las explicaciones.
Dan no tardó en ponerse de pie para darles la mano y presentarse con efusión. Sin ningún disimulo, contempló maravillado el rostro de Bella por un rato. Quería pellizcarlo. Una vez notó mi presencia, aclaró que yo era Erik, así perdoné su descortesía.
—Esta es la firmeza de un hombre de verdad.
—Por supuesto, es mi hijo —ambos rieron.
Bastó con el apretón de manos de la mujer para que una corriente recorriera mi cuerpo. Luché contra el impulso de besar su mano y verla a los ojos. Mantuve mi mirada hacia abajo todo el tiempo posible.
¿Cuántas veces nos habremos tomado de la mano? Para bailar, encaminarnos a la habitación y cuando hacíamos el... en nuestros momentos de intimidad.
Todavía me dolían sus palabras; sin embargo, su cercanía me hizo dejar todo atrás para enfocarme su versión del presente. Esa era ella, sin máscara ni cualquier otra cosa de por medio. Ni siquiera en su desnudez resultó tan transparente como ahí.
Los mayores hablaban sin parar sobre el trabajo, la familia y algunos intereses en común, mientras los demás nos mantuvimos en un silencio incómodo, lo que Dan desharía pronto. No podía quedarse quieto por mucho, pues padecía de una extraña enfermedad llamada charlatanería aguda. Por debajo de la mesa lo vi mover su pierna derecha con impaciencia.
—Bella, ¿cierto?
—Sí, joven Dan.
—¿A qué se dedica? ¿Fue a la universidad o prefiere las labores del hogar?
—Estudié economía hace algunos años.
—Entonces estoy rodeado de empresarios. Mi hermano estudió administración de empresas.
¿Por qué tuvo que mencionarme? Su atención generó que la temperatura de mi cuerpo descendiera.
—Imagino que tienen una edad similar.
—¿Qué edad tienes? —la pregunta iba hacia mí.
—Tiene 28, ¿y tú?
—Yo tengo 27 —frunció sus labios.
—Sé que la pregunta no iba para mí, pero es un caballero tímido.
Su gesto cambió a uno de comprensión, aunque este duró poco. Mi padre le hizo un comentario que la hizo ruborizarse.
—¿Cómo pudiste tener una hija tan hermosa e inteligente? No se parece en nada a ti —los dos estallaron en carcajadas.
—Elegimos a la mejor candidata.
—De eso no hay duda —mi progenitor suspiró.
—¿Y qué te gusta hacer, Bella? —Dan continuó con su interrogatorio.
—Creo que no tengo muchos pasatiempos, pero visito cafeterías cuando tengo la oportunidad, leo y salgo de compras.
Mi actitud parecía desinteresada. En ningún momento hablé, aunque escuchaba con atención lo que decían. Todo acerca de ella me resultaba importante y lo anotaba en mis notas mentales.
Las conversaciones de ambas parejas cesaron. Un salonero se acercó para tomar las órdenes. Nadie estaba listo, de tanto parloteo olvidaron checar el menú.
—Caballeros y dama, ¿cuáles entradas desean ordenar?
—No estamos para esas cosas, queremos beber. Tráenos en mejor champagne y un buen vino tinto. Ustedes, jóvenes, elijan un plato fuerte —habló el señor Dubois.
Bella pidió un salmón a la parrilla y yo un filet miñón, los demás, no lo sabía. Una vez el mesero partió con los pedidos, las pláticas fueron reanudadas.
El recogido de cabello de la encantadora mujer frente a mí exponía su cuello largo y hombros descubiertos, partes que conocía a la perfección y que admiraba en cuanto podía. ¿Cuántos besos habré dejado sobre esas zonas? ¿Cuántos gemidos soltó debido a mis acciones?
Controlarme se volvía cada vez más complejo, por eso devoré un enorme trozo de carne una vez colocado el humeante platillo frente a mí. Ella sostuve los cubiertos y cortó un pedazo con delicadeza, con la misma destreza, lo llevó a su boca para degustarlo. La salsa se deslizó un poco por su labio inferior, lo que evocó inmencionables recuerdos. Se limpió con la servilleta y continuó.
Sin querer, me mantuve inmóvil un par de segundos, pero Dan pateó mi pierna para que actuara con normalidad y así lo hice.
La energía que despedía entre padre e hija era similar a la relación que tenía con mi progenitor. Puro compromiso y apariencia. Hasta el momento, no habían intercambiado miradas ni palabras. Tanta tensión me incomodaba. Ella creía que estaba rodeada de extraños y de cierto modo se cohibía. En el hotel, las palabras saldrían sin detenerse. Desgraciadamente, no estábamos allí ni en muy buenos términos.
El mesero retiró los platos vacíos y regresó con una libreta en sus manos:
—¿Desean ordenar un postre?
—Quiero un pie de frutos rojos —la señorita Dubois no dudó en ser la primera.
—¡Es el favorito de Erik!
Volteé los ojos y pisé el pie de Dan sin piedad. Se le escapó un grito ahogado, ganándose la atención de todos los de la mesa.
—¡Cheesecake de fresa! No puedo creerlo, tengo mucho tiempo de no probar tremenda exquisitez —fingió emoción con el menú, aunque este estaba al revés.
Le ayudé a ponerlo de la manera correcta y él se cubrió la cara con el objeto, dejando un espacio para que solo yo pudiera divisarlo, y como era de esperarse, movió sus labios creando un "Maldito" entre muecas de dolor.
Los señores pasaron por alto la anormalidad e iniciaron otro tema de conversación. A diferencia de ellos, nuestra única compañera nos veía divertida. Cubrí mi rostro con la carta y le respondí a Dan un amoroso "Es tu culpa, idiota".
—Ustedes son realmente cercanos. Siempre quise una hermana por lo mismo.
—Envidio a los hijos únicos, más cuando el hermano mayor es un insoportable.
Fruncí el entrecejo ante la inmensurable mentira y ella dejó escapar una carcajada.
—Tu hermano no parece estar de acuerdo.
—Porque él es el amargado y yo soy el divertido.
Con los postres en la mesa, el silencio regresó entre los tres, bueno, yo me mantuve en silencio desde el inicio. Todos partían sus postres y vertían más licor en sus copas.
—¿Desde cuándo te gustan los postres?
—Hace poco probé un pie de frutos rojos y le tomé el gusto.
La historia era más larga que eso. Jamás olvidaría esa cita, fue una de las citas más especiales. Solamente nosotros sabíamos de ella.
—¡Vaya milagro! Desde niña ha tenido un paladar delicado.
—Si fueran a mi casa, probarían uno distinto todos los días. Margaret y Erik suelen hacer todo el tiempo.
—Un hombre que hace postres, ese es otro milagro. Y, ¿Margaret? —su mirada pícara me permitió leer su pensamiento.
—Nada de eso, es la ama de llaves, aunque también suele cocinar.
—¿Nunca rehiciste tu vida junto a alguien más?
—No, prefiero enfocarme en la empresa.
—Y por eso eres un hombre exitoso. Las mujeres no son precisamente un estorbo, suelen ser una compañía, aunque a veces quieres correr lo más lejos que puedes de ellas. ¡Tan molestas!
Otro de sus chistes rancios.
—¿Dónde está tu esposa?
—Es un alma viajara. Soñaba con recorrer Europa, entonces debe estar en alguno de sus tantos países.
—¿Qué hay de usted, señorita Dubois? ¿Algún hombre le ha robado el corazón? Si no es así, mi hijo, Erik, podría ser un excelente candidato.
No podía majarle el pie como lo hice con Dan, pero sí podía dedicarle una mirada intensa para que omitiera ese tipo de comentarios y evitar malos ratos. Al mismo tiempo, estaba curioso por su respuesta.
Ella me vio con una sonrisa, sin mostrar sus dientes, y luego se enfocó en mi padre:
—Su hijo es apuesto.
—Pero es muy tarde, mi estimado amigo —el hombre le dio unas palmadas en el hombro a mi papá, quien se giró para escucharlo.
De repente, un vacío en el estómago se hizo presente. Tenía el presentimiento de que algo realmente malo estaba por salir a la luz.
—Son dos noticias, una mala para ti y la otra buena.
La comida en cualquier momento sería expulsada por mi boca. Necesitaba saber qué estaba pasando.
—Mi hija se casará pronto, pero no se preocupen, en unos días les enviaremos la invitación.
Un balde de agua fría imaginario me bañó de la cabeza hasta los pies. No imaginé que ese era el motivo detrás de su distanciamiento, ni siquiera en mis peores pesadillas pude verlo venir. El dolor que ya albergaba en mi corazón se multiplicó diez veces, junto al sentimiento de culpabilidad, pues era el amante de una mujer que pronto se casaría. Ya entendía por qué no me amaba, en su corazón debía habitar su prometido.
*****
Les traigo la siguiente parte, espero que no me odien ni haberlas hecho sufrir tanto.
¿En algún momento imaginaron que ese era el secreto de Bella? ¿Qué creen que sucederá más adelante?
Lamento decirles que a partir de ahora el verdadero drama comienza. A preparar los pañuelos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top