Capítulo 18

Tomar una decisión en ese momento fue una de las cosas más difíciles de mi vida. Si de algo tenía la certeza era que, si abría mi boca, no podría detenerme y terminaría de arruinar la situación. Darme la vuelta y marcharme resultó sensato. La dejé con la intriga y ella me dejó con el corazón roto.

Un sinfín de ideas cruzaron mi cabeza. En un intento desesperado de mantenerme cerca y conocer sobre ella, preferí callar, de esa manera nos encontraríamos pronto en la cena que nuestros padres estaban organizando. Mientras ella estaría intranquila por un tiempo, preguntándose cómo descubrí su identidad, mi caso no sería tan distinto, pues ansiaba el día de nuestro reencuentro y no estaba seguro de lo que haría. ¿Cómo actuaría frente a Bella? ¿Hablar o callar? ¿Cómo reaccionaría al descubrir mi identidad?

Con la vista nublada por las lágrimas, el corazón pendiendo de un hilo, los pensamientos en todas partes y la escasa respiración, logré volver a casa. Me quedé en el auto para terminar de sacar la opresión de mi pecho. Gritar en silencio no era tan liberador, mas no tenía otra opción.

No hice nada malo, al menos hasta donde era consciente, pero no podía dejar de preguntarme el porqué. Además, cada una de sus hirientes palabras resonaban una y otra vez, como si todavía estuviera frente a mí.

¿Cuál fue la necesidad de tanta crueldad? Pudo decirme que no quería seguir porque no correspondería mis sentimientos. En su lugar, me vio con repugnancia, pisoteó mi amor y minimizó lo que compartimos. Para ello todo eso fue insignificante y desechable.

Como un idiota, mantenía un rayo de esperanza y estaba dispuesto a dejarlo pasar.

La determinación en sus ojos me recordaba que su decisión era contundente. Para ella, lo que teníamos murió ahí.

No me quería, no me amaba. Ese motivo bastaba para aceptarlo y continuar con mi vida; sin embargo, no comprendía por qué me negaba tanto y me costaba asimilarlo. ¿Cuántas personas aparte de mí pasaron por las brasas del rechazo y se vieron forzadas a seguir adelante? Quizás muchas.

Quería golpearme la cabeza contra el volante para que el hámster en mi cerebro corriera lo suficientemente rápido para que me hiciera despertar de la ensoñación. En lugar de ello, me sirvió como una almohada, aunque no me proveyó de descanso alguno. Puro dolor de cabeza, cuello y espalda.

—Erik —alguien le daba golpecitos a la ventana.

Me reincorporé a duras penas y eché un vistazo en dirección al llamado. Dan hizo una mueca en cuanto me vio y se preocupó. Bajé la ventana para escucharlo mejor y él apoyó sus antebrazos en el borde, donde el vidrio se ocultaba.

—¿Estás bien? El señor Darwin ya se fue a la empresa.

No, no lo estaba. ¿Era un momento para entrar en explicaciones? Tampoco.

—Creo que estoy enfermo —incluso, mi voz se escuchaba más grave de lo normal, lo que daba mayor credibilidad.

—Ve al doctor. Ese resfrío, gripe o alergia te tiene terrible. ¿Te viste al espejo? Tienes los ojos como un sapo.

A pesar de la seriedad en su rostro, reí por su comparación y le pegué en una de sus manos.

—Juro que esta vez no estoy bromeando, es la verdad.

—Ya sé... Dile a mi padre que me tomaré un par de días — él asintió. Me escaneó algunos segundos más y se despidió.

Dos días eran insuficientes para sanar. Peor era nada. ¿Qué haría? Agonizar en mi cama hasta que mi ánimo mejorara un poco para salir de ella.

Una vez fuera del auto, me estiré y sentí la calidez del sol sobre mi rostro. La vitamina D casi me hizo olvidar lo que me atormentaba, hasta que la migraña comenzó a martillar mi cabeza con más fuerza. Arrastré mis piernas al interior de la casa con pesadumbre. Una vez en mi habitación, la cerré con seguro y me refugié debajo de las cobijas, como si estas pudieran consolarme.

Dormí, desperté, volví a dormir y repetí mi acción hasta perder la cuenta. Unos cuchicheos al otro lado de la puerta me despertaron. Tanta oscuridad indicaba que había caído la noche. A pesar de no tocar plato alguno durante todo el día, estaba desganado. No quería comer, no quería pensar, no quería hablar, no quería llorar, no quería ducharme, no quería llorar, no quería... hacer nada. Si existía era por cosas de la vida y no por mi propia voluntad.

—Estoy preocupada. No ha salido del cuarto en todo el día ni ha comido nada.

—Dijo que estaba enfermo, pero debería comer algo para mejorar. Gracias, Marga, yo hablaré con él.

Nunca tocaba la puerta, que lo hiciera se trataba de un milagro. ¿Por qué estaba siendo cauteloso?

—Abre —tosí con falsedad.

La puerta tenía cerrojo. Dan siempre conservaba la llave de repuesto de mi puerta. ¿Para qué? Molestarme cuando le diera la gana. En ese caso agradecí que la tuviera. Levantarme no estaba entre mis planes del día.

—¿Tienes fiebre? —tocó mi frente —. Creo que no, ¿te duele la garganta?

—No.

—¿Tienes congestión nasal?

—Tampoco.

—¿Vómito? ¿Dolor de cuerpo?

—Nada de eso.

—Entonces, ¿qué rayos te duele? ¿El culo?

—El corazón, estoy enfermo de amor —bromeé un poco, aunque era la verdad.

El borde de la cama se hundió. Tanto era el silencio que lo escuché inhalar y exhalar. Pensé que diría una estupidez, pero más bien me hizo compañía por algunos minutos en silencio, como si estuviera maquinando qué decirme para consolarme. Era la primera vez que sufría por un amor.

—Si quieres podemos salir para distraernos...

—Agradezco tu intención. Hoy no quiero hacer nada de eso, me quiero quedar aquí.

—Hay muchas mujeres, te puedo presentar algunas cuando te sientas mejor.

—Las personas no tienen reemplazo.

—Lo acepto, hoy no sé qué decir —el silencio reinó una vez más.

—A veces no es necesario decir nada. La compañía es suficiente. Pero, tengo una pregunta: ¿Alguna vez te rechazaron?

—Varias, y yo también lo hice.

—¿Qué hiciste para continuar?

—Sé que somos muy distintos. Yo no me estanco, puedo sentirme triste y aun así salgo, hago otras cosas, conozco personas... y ya, con el tiempo estoy mejor. Sé que eso no sería propio de ti. Primero te tomas un tiempo para sanar y "pasar de página", bueno, en realidad nunca lo haces, te cuesta soltar y tu cabeza regresa al mismo tiempo cada vez que tiene la oportunidad.

Hasta donde era consciente, no lo hacía por victimismo, era una forma de recordarme por qué no debía confiar en los demás. Como diría Santayana, si no recordaba el pasado, estaría condenado a repetirlo. Además, consideraba que la sabiduría se creaba a partir de las desilusiones y que la memoria era un ruido interno. ¿Quién era yo para contradecirlo? Había razón en sus palabras y ese era motivo suficiente para aferrarme a ellas.

Igualmente, mi vida era tan poco interesante que no me quedaba más remedio que recordar, y ¿cómo rememoraría cosas buenas si mis escasas experiencias eran malas? Todo un basurero de vivencias negativas. Cuando conseguía el coraje suficiente para una nueva aventura, el resultado no cambiaba: más porquería para el contenedor.

Ni siquiera mi madre se quedó junto a mí o me vio crecer, ¿por qué otra mujer lo haría? Y no las culpaba de nada ni las consideraba iguales, sino que, el destino o el desenlace de mi historia no tenía razones suficientes para cambiar. No era un salvador o merecedor de un premio nobel de la paz, por ello la vida no me debía un trato especial.

—Ya lo sé, pero no le veo lo malo.

—Probablemente en algunos casos no lo sea, pero en otros es necesario para enfocarse en el futuro o vivir sin ataduras. No te puedo ayudar mucho, aunque puedo acompañarte para comer. Tu padre también estaba inquieto, sabe que nunca faltas al trabajo.

—Dile que si muero serás el heredero, así no perderá nada.

—No seas estúpido, ¿cómo no se preocuparía por su hijo?

—Así es él... —el sonido de mis intestinos me obligó a salir de mi huelga de hambre.

¿Por qué me autocastigaba de esa manera? Después de todo, accedí a comer. Margaret me sirvió un tazón de sopa y procedió a limpiarse sus manos sobre el delantal, mientras me veía de reojo. Tantos ojos sobre mí me incomodaban. Sabía que no lo hacían con una mala intención, todo lo contrario.

—Muchas gracias —murmuré, antes de llevarme la primera cucharada a la boca.

—Espero que le ayude a mejorar, joven Darwin. El olor es suficiente para hacerlo.

—Su padre me pidió que le avisara cuando se sintiera mejor, ¿qué debería decirle?

—Que mi condición mejoró; sin embargo, necesito descansar un poco más.

—De acuerdo. Que descansen, mis niños... jóvenes.

Con el estómago satisfecho, nos sentamos en el sofá y vimos uno de los capítulos de "The Addams family". Dan colocó su cabeza sobre mi hombro y yo apoyé la mía sobre la suya. Reímos tanto que por un rato olvidé el tormento en mi interior. Por primera vez me invadieron los buenos recuerdos, cuando veíamos dibujos animados en nuestra infancia. En esos ayeres consideraba mi cotidianidad difícil, aunque solo me dedicaba al estudio; no obstante, la complejidad de la niñez era inexistente si se comparaba con la adultez.

Seguirlo ocultando era complejo. Le conté a mi hermano mi descubrimiento, Bella Dubois, lo que sucedió en las últimas semanas, omitiendo ciertas partes, y lo que planeaba hacer. Él estuvo de acuerdo con mi idea, dijo que de esa manera podía ponerle un cierre y continuar.

Como si no hubiese descansado lo suficiente, comencé a rendirme una vez más ante el sueño. No estaba solo, pero tampoco con quien quería estar. Mientras mis ojos se apagaban, la figura de mi padre apareció frente a nosotros y nos colocó una cobija. Por primera vez en todo el día, mi corazón se consoló un poco.

***

Otra mañana en la que enderezar mi cuerpo fue una misión dolorosa. Al enderezarme, empujé la cabeza de Dan y su reacción resultó bastante similar. Emitió un quejido sonoro e hizo el ademán de golpearme, pero se contuvo ante mi mueca de sufrimiento. Ambos terminamos riendo como tontos mientras masajeábamos nuestros en un doloroso intento de hacerlo regresar a la normalidad.

—El señor Darwin los espera en la cocina —una vez más nos echamos un vistazo que decía "¿Y ahora qué?".

A juzgar por la intensidad de la luz que se colaba por la ventana, eran más de las diez de la mañana. Mi padre siempre salía antes de las siete. Su inesperada estadía me inquietaba un poco. No sabía qué esperar de su parte. Nos encaminamos al comedor como un par de cachorros miedosos, con la cabeza abajo y a paso lento.

—Buenos días —su voz era más ronca que la mía, posiblemente producto de la edad.

—Buenos días —respondimos sincronizados, mientras tomábamos asiento al mismo tiempo.

—¿Te sientes mejor?

—Un poco. Descansaré más.

—Creo que también estoy enfermo, me quedaré en casa —bebió un sorbo de su café.

Algo en sus ojos me decía que estaba mintiendo, como yo. Además, vio con agrado mi expresión de incredulidad. Por lo visto, elevé mis cejas de más. Dan me observaba de soslayo para no ser demasiado obvio, después se sirvió alguna bebida para disimular. Los dos esperaban mi respuesta, y me ponían nervioso.

—Cuando estás viejo te conviertes un poco más flexible, debes aceptar que no tienes la misma energía —tomó la iniciativa.

—Supongo —vertí café en la pequeña jarra frente a mí.

—El otro día pasé por una tienda y compré algunos juegos de mesa, por eso pensé que podríamos estrenarlos.

¿Por qué intentaba mejorar nuestra relación? Era muy tarde para eso. Nada borraría de mi cabeza su ausencia de los días en los que más lo necesité. Ya no lo necesitaba. Éramos compañeros de un mismo techo y eso era todo. Dan notó mi conflicto interno, me conocía tan bien como para saber que mi respuesta no iba a ser grata, por eso se apresuró a responder.

—Por supuesto, señor Darwin, pasaremos un día estupendo.

Lo opuesto. Solía estar de malas, pero en esa ocasión estaba de peores. En otro momento lo habría sobrellevado y digerido mejor. Estaba mal desquitarme con los demás, aunque mi parte malvada quería herirlos como lo hicieron conmigo; sin embargo, el intercesor no me dejaría ir demasiado lejos.

—Por cierto, mañana también podemos tomarnos el día libre, a excepción de la noche.

—¿Por qué? —llevé un trozo de tocineta a mi boca.

—Porque será la cena con los Dubois.

Dan se giró con los ojos bien abiertos. En mi caso, estuve a punto de ahogarme y bebí más café para no morir ahogado. El hombre frente a nosotros frunció sus cejas, pero a juzgar por su semblante, no comprendió la situación y prosiguió con su desayuno.

No estaba preparado para que fuese tan pronto.


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Holaaa, espero que estén bien. Tuve un problema con los banners, entonces no pude incluirlos (luego los agregaré).

Mañana subiré el siguiente capítulo para no dejarlas tan intrigadas. 😂

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