Capítulo 13
La mejor forma de describir mi enamoramiento era como una caída libre en un oscuro pozo sin fin, y al mismo tiempo, incierto. Algunas veces mi cabeza me decía: "¿Crees que la felicidad durará para siempre?" con un tono burlón. Ciertamente desconocía la respuesta y cruzaba mis dedos para que al menos durara un poco más. Algo de positivismo no le haría daño a nadie, o quizás a mí sí en el momento que nada saliera como lo añoraba.
Cada vez que pensaba en ella sentía mis mejillas arder, una sonrisa involuntaria decoraba mi rostro, sentía a las mariposas revolotear en mi estómago, tenía deseos de gritar y correr a donde mis pies quisieran llevarme, y en otras ocasiones me invadían las náuseas de tanto amor, ¿era eso posible? Desagradable, lo sé. Cada parte de mi ser se ralentizaba, lo que me convirtió en un individuo más torpe de lo habitual.
De un momento a otro, mis mañanas grises y rutinarias fueron iluminadas, lo que cambió mi perspectiva. Para bien. ¿En quién me convertí? El sonriente Erik seguía siendo un extraño para mi familia y miembros de la empresa. Estaba seguro de que incluso mi padre tenía sus sospechas e interrogantes. Por primera vez en la historia se mostraba cauteloso y no estaba seguro de bombardearme con preguntas. Tal vez no quería arruinar mi repentina transformación.
Después de imaginar un montón de escenas ficticias en donde me encontraba con mi amada, mis baterías se cargaban lo suficiente como para levantarme de mi cama. No pertenecía al grupo de personas que dejaba lo importante para el final. Dejé mi traje planchado en un gancho desde la noche anterior, de modo que, no debía apresurarme, podía tomarme mi tiempo. Tras una ducha renovante, me vestí y tuve la libertad de perfumarme, hacerme un peinado a la altura de mi vestimenta y colocarme un reloj con la correa a juego, café oscuro. Para mayor comodidad, conservé las pantuflas. Los zapatos siempre eran los últimos.
Aquél extraño hábito me jugó malas pasadas desde la niñez. Recuerdo que en varias ocasiones llegué a la escuela en pantuflas y la maestra me daba un sermón sobre la importancia de seguir las reglas de la institución acerca del uniforme completo. No era mi culpa ser tan distraído en algunas ocasiones, además, eso demostraba que mi familia tampoco me prestaba tanta atención. Incluso, un par de años atrás llegué a la empresa con unas muy extravagantes, de peluche y amarillas. Ese día mi padre tenía fuertes deseos de asesinarme, de acuerdo con su anticuado criterio, lo estaba avergonzando. Luego, sucedió algo extraordinario. Los ejecutivos de altos cargos solicitaron permiso para utilizarlas en sus respectivas oficinas. Así un accidente resultó en una moda.
¡Rayos! Divagaba demasiado, ¿por qué siempre terminaba enmarañado entre mis recuerdos o ideas absurdas?
—¡E! —el grito de Daniel me hizo aterrizar.
—¿Qué pasa?
—¡El café! —señaló mi camisa, minutos atrás blanca.
—Mierda —intenté absurdamente secarla con servilleta, mientras él ponía los ojos en blanco.
¿En qué momento llegué a la cocina y me serví café? Eso era todo un misterio.
—Todavía es temprano, le diré a Margaret que te traiga otra —se retiró del comedor.
Como el desastre ya estaba hecho, continué bebiendo café y mordisqueé una tostada. No obstante, Dan regresó antes de lo que esperaba.
—¿Ya me vas a decir? —se cruzó de brazos.
—¿Qué quieres que te diga?
—Ya sabes, tonto. Quiero saber cómo te está yendo con ella.
—¡Dios! Eres demasiado chismoso. Además, un caballero no tiene memoria —erguí mi espalda con cierto orgullo.
—¿Chismoso? —sonaba ofendido —. En mi defensa, soy curioso y me preocupo por el bienestar de mi hermano. Así que suelta algunos cuantos detalles, no importa si no son demasiado gráficos, me conformaré.
—Estoy enamorado de ella.
—No, no. No quiero que me digas lo obvio, dime una novedad —movió su mano derecha como si tuviera un abanico y colocó la otra en su cintura.
—Entonces, ¿qué quieres saber? Ni que fuera adivino.
—Vamos, Erik. Quiero saber si ella siente lo mismo, si han avanzado hacia una posible relación o qué otras cosas personales has conocido de ella.
—Ah, eso —rasqué mi cuello curvé una de las comisuras de mis labios hacia abajo —. Todavía no tengo ninguna respuesta. Es un poco complejo. Además, no quiero presionarla.
—Le dijiste que la amabas, ¿cierto?
—No pude evitarlo, ¿es eso malo?
—Tal vez. Digo, conocen sus físicos y unas cuantas cosas del otro, pero no han profundizado demasiado en la vida del otro como para sentir algo tan fuerte. Sé que eres horrendamente enamoradizo y malo para ocultar tus sentimientos. Esperemos que ella no te considere un tipo intenso. Las chicas en mi universidad suelen decir que no siempre les gusta un hombre que profesan amor con rapidez porque no es un tema que se deba tomar a la ligera,
—¿Y si solamente lo dije una vez? La sensación de que nuestra conexión es demasiado fuerte y nuestra química entrañable, me empujaron a hacerlo. Admito que físicamente me resulta demasiado atractiva, pero no solo se trata de lo superficial, sino que, siempre me siento cómodo a su lado y tenemos la facilidad de sostener una conversación. Todo lo que dice es maravilloso, en sí, ella lo es.
—¿Te devolvió el "te amo"? —se apresuró a preguntar en cuanto acabé con mi discurso.
—No, permaneció en silencio.
—Está bien que expreses lo que sientes, eres humano. Sin embargo, si no tuviste una respuesta de su parte, tendrá sus razones para no corresponder. En lugar de ello, deberías enfocarte en conocerla más, mostrar interés por su vida y gustos. Tal vez de esa forma ella sentirá lo mismo en algún momento.
—Me dejaste sin palabras, ¿sabes? No sé si sentirme dolido por escuchar la realidad o sorprendido porque suenas demasiado sabio y maduro. ¿Dónde quedó el infantil Dan? —aplaudí.
—¡Claramente puedo ser las tres cosas dependiendo de la situación! Agradéceme la próxima —pisó mi pie izquierdo y se fue como si nada, mientras yo hacía una extraña danza que consistía en saltar con un pie.
—¡A ese me refería!
***
Para mi suerte, el día pasó con la rapidez que ansiaba. Nuestro esperado reencuentro estaba a escasas horas de acontecer, por ello no dejé de pensar en la hora de mi salida laboral. En cuanto el reloj marcó las seis de la tarde, tomé mi maletín, descolgué mi saco del perchero, me coloqué mis zapatos de vestir y corrí a la salida del edificio con más premura que el resto de los trabajadores. Ni siquiera me importó si alguien tenía una consulta. Esa era mi noche sagrada.
En cuanto llegué a mi casa, realicé la misma rutina de la mañana, aunque debía admitir que le dediqué más tiempo a mi apariencia, hasta mis encías dolían un poco por el cepillado un tanto tosco. Esparcí más cantidad de fragancia sobre mi cuerpo e intenté que mi cabello luciera impecable.
—Joven Darwin, la cena está servida —Margaret asomó ligeramente su cabeza por la puerta.
—Muchas gracias, Margaret. Ya cepillé mis dientes y tengo un poco de prisa, entonces cenaré afuera —besé su cabeza y corrí escaleras abajo.
Al llegar al hotel, la noté solitaria en una de las esquinas del inmenso salón. A pesar de la oscuridad, ella siempre resplandecía y resaltaba entre la multitud.
—¿Se encuentra perdida, encantadora dama? —besé su mano. En lugar de dejarla ir, la hice girar sobre su propio eje hasta quedar frente a mí —. Tan espléndida como siempre —sus ojos se iluminaron ante mis palabras y sus labios reflejaban timidez.
—En realidad esperaba a alguien, quizás lo conozcas. Es esbelto, su cabello es oscuro, sus ojos son encantadores, sus manos son demasiado varoniles y sus labios una completa exquisitez.
—Creo que suena un poco a alguien que conozco, pero nunca lo he besado como para saber si la última característica es verdadera.
—No importa, puedes besarme en su lugar.
Acerqué mi rostro al suyo y concedí su petición con gusto. Ambos lo añorábamos. Nuestros cuerpos no tardaron en acoplarse, nuestras manos fueron cautelosas al acariciar lo que estaba al límite de la moralidad y hablar era innecesario, el brillo en sus ojos expresaba su deseo de estar ahí y así, conmigo.
—No te preocupes, ya lo encontré —murmuró contra mis labios.
—¡Qué halago! —sonreí, mientras acariciaba sus mejillas.
—Oh, olvidé agregar que su sonrisa también es maravillosa —volví a besarla.
Tomó mis manos y las dirigió a su cintura, y con las suyas, envolvió mis hombros, con la finalidad de mover nuestros cuerpos en sintonía con la música. Después de varios minutos, mi frente comenzó a humedecerse y mi respiración se tornó un poco más agitada.
—¿Alguna vez has tenido sexo al ritmo de la música? —su inesperada pregunta hizo que mi garganta se secara de pronto.
—No... nunca lo he hecho —mi voz tembló.
—Deberíamos intentarlo luego, debe ser excitante —deslizó una de sus manos a lo largo de mi espalda.
Por un instante olvidé que estábamos rodeados de muchísimas personas, pero lo recordé en cuanto eché in vistazo para escapar de su lasciva mirada. De pronto, me estremecí al sentir sus labios contra mi oreja.
—Me encantaría ser penetrada al ritmo de una lenta balada, o mover mis caderas sobre ti.
Mierda. Eso no era lo que tenía en mente. ¿En qué momento todo se tornó tan erótico?
—Yo... las dos ideas me encantarían —su mano pasó de estar a la altura de mi espalda baja, a rozar mi muslo —. Necesito agua.
Un ataque de tos me invadió. ¡Cuánta impertinencia en un momento tan, tan importante!
—Entonces vamos por ella— tomó mi mano y me guio a la recepción del hotel.
La recepcionista no dudó en traerme una botella con agua, la cual bebí intentando no morir en el intento. La dama enmascarada le solicitó una habitación a la otra persona detrás del mostrador y luego agitó las llaves frente a mí. Al ingresar al cuarto, me quitó la botella y la colocó en la mesita de noche, luego me empujó a la cama y comenzó a desvestirse. No me tomó mucho tiempo imitar su acción, incluso, lo hice con más desesperación de lo que me habría gustado. En cuanto estuvo únicamente en ropa interior, se sentó sobre mis piernas y acercó su sexo al mío.
—No sé si pueda soportar la lentitud de una balada —admití.
—Esa era solamente una excusa, ¿por qué no probar varios géneros?
—Estoy completamente de acuerdo.
Ella se levantó y se dirigió hacia la radio, probó varias emisoras y dejó la melodía que más nos agradó. La canción inundó el lugar. Con la poca cordura que me quedaba, analicé parte de la letra sin quitarle la mirada a ella.
The night we met I knew I needed you so
And if I had the chance I'd never let you go
So won't you say you love me?
I'll make you so proud of me
No tardó mucho en apagar la luz y se retomar la postura inicial, sentada sobre mis piernas. Colocó mis manos sobre su sujetador y se hizo el cabello a un lado. Ante la hazaña de deshacerme del broche a pesar de la oscuridad, el orgullo y la seguridad se hicieron presentes. Comenzaba a comprender el truco.
Y sí, ese fue el inicio de una noche desenfrenada. En esa ocasión, sentí menos pena al escuchar nuestros sonidos de placer mezclarse con la música, al tocarla con mi inevitable cuerpo sudoroso y me animé a expresar lo que quería intentar; sin embargo, estaba clarísimo que el control aún yacía en sus manos.
Necesitaba poner en práctica mi autocontrol y frenar de vez en cuando los deseos de la carne. Desde nuestro primer encuentro íntimo, las estadías prolongadas en el salón de baile se desvanecieron, y nuestras charlas para conocernos mejor fueron reemplazadas por palabras de placer.
Erik, en algún momento tendrás que pensar con tu cerebro otra vez.
Perdón, Dan, fallé a tu consejo.
*****
Tal y como lo prometí, estoy siendo más constante, así que, nos leemos pronto. 💖
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