Capítulo 12


Sus besos apasionados eran el motivo de mi delirio. Estaba absorto, completamente alejado de la realidad, porque sus besos y caricias no podían ser de este mundo, nada de ella lo era. Estaba recostado contra una de las paredes de la habitación del hotel. La tenía frente a mí, como si estuviera a mi merced, aunque la verdad era lo opuesto. Tragué saliva, incliné la cabeza a la derecha y dejé que ella continuara estrellando sus suaves labios contra mi cuello.

No era necesario indicar lo que su accionar activaba en mi cuerpo. Tan obvio. Los deseos del alma podían ocultarse, mas los del cuerpo no.

Minutos atrás, se deshizo con habilidad de mi máscara porque no quería obstáculos entre nosotros; sin embargo, luego la regresó a su lugar.

Con agilidad desabrochó los botones de mi camisa. Cuando sus dedos estuvieron en contacto con mi pecho desnudo, sentí derretirme, desvanecerme. Comenzaba a ser codicioso, porque quería ver y acariciar su cuerpo desnudo en su totalidad.

¿Qué pensaría ella de mí? ¿Me deseaba con la misma fuerza?

Mordí ligeramente mi labio inferior y cerré los ojos. Cuando dejé de sentir sus labios sobre mi cuello, me quejé, pero el abandono no tardó más que unos cuantos segundos. Al mismo tiempo, sus aterciopeladas manos se deslizaban con parsimonia sobre mi abdomen, lo cual me hacía estremecer y desesperarme.

Parecía que tan siquiera habíamos iniciado, pero explotaría en cualquier instante. Cada centímetro de mi piel hervía tras cada una de sus caricias. Me comenzaba a sentir tímido, era consciente de que ella podía percibir mi introversión y limitado conocimiento. También desnudaba mi espíritu.

No era virgen, pero mis pocos encuentros nunca llegaron a ser tan íntimos o significantes, estaba enamorado de ella y eso lo hacía todo absolutamente distinto.

Al sentir sus manos desabrochar mi pantalón, di un pequeño respingo. Mi reacción me hizo querer desaparecer, pero su suave voz me tranquilizó un poco.

—No es necesario que te pongas nervioso —dejó un suave beso sobre mi pecho.

—Lo siento, yo solo... yo. Ah, tengo muchísimo tiempo de no intimar con nadie —admití.

No percibí la totalidad de su expresión de asombro, su rostro todavía estaba cubierto por el antifaz, además, la luz estaba apagada, por lo que la única fuente lumínica era la luna, cuya luz escurridiza atravesaba la blanquecina cortina; sin embargo, sus ojos me escanearon con curiosidad.

—¿Es tan increíble? —reí ligeramente. No quería crear otra tensión que no fuera sexual entre ambos.

—Percibí que algunas veces eras tímido, mientras otras un poco más atrevido, pero debo aceptar que no lo esperaba. Comienzas a ser un misterio para mí, no pareces ser con exactitud del modo que imaginé.

¿Tal vez ser refería a un donjuán? ¿Yo?

Rodeé su cintura con ambas manos para atraerla hacia mí. Ella me dio un ligero empujón y se alejó unos cuantos centímetros. Mi mayor temor, ese en el que yo la ahuyentaba, apareció.

No obstante, ella deslizó por sus brazos las mangas de su vestido, luego llevó sus manos a su espalda y también deslizó hacia abajo el zíper de la prenda. Pocos segundos después, cuando el vestido se hallaba en el suelo, su cuerpo quedó descubierto ante mis lujuriosos ojos.

Ya no tendría nada más que imaginar a parte de la mitad de su rostro.

Sus senos nunca estuvieron cubiertos por un sostén, así que inmediatamente capté más de lo que imaginaba. La hermosa curva de su cintura me dejó atónito, en realidad cada parte de su cuerpo me dejó boquiabierto.

Ella se lanzó a mis brazos. Su acción permitió el contacto de nuestros cuerpos semidesnudos. Mientras nos besábamos, acaricié su espalda con la mayor suavidad posible, me daba pánico lastimarla y arruinar un momento tan íntimo. En ese instante también tuve la oportunidad de sentir sus senos acariciar mi pecho, lo que me hizo sentir un cosquilleo. La apegué más a mi cuerpo y solté un gemido, el siguiente intenté reprimirlo, pero ella murmuró contra mis labios.

—No los contengas, si te sientes bien házmelo saber —introdujo sus manos en mi pantalón y lo arrastró hacia abajo. Cuando estuvo finalmente en el suelo, saqué mis pies de este, la tomé de la cintura y la hice dar unos pasos hacia atrás

La escasa luz no me ayudó a medir bien la distancia, así que ambos caímos sobre el blando colchón. Mi cuerpo estaba sobre el suyo. En ningún momento ella se quejó del suceso, más bien enterró sus manos en mi cabello y profundizó nuestro beso apasionado.

Jamás podría cansarme de sentir sus labios acaparar los míos. Ella podía besarme las veces que deseara y gustosamente lo aceptaría sin rechistar.

De un momento a otro, la sentí hacer movimientos circulares con las caderas. La placentera acción le sacó un murmuro de placer, pero no me quedaría solamente observándola, así que comencé a besuquear su cuello y acariciar uno de sus pezones.

—Comienzas a dejar la timidez a un lado —su voz sonaba algo entrecortada por la excitación que también se apoderaba de ella —. No te detengas, por favor —el tono suplicante me hizo ver que me deseaba tanto como yo la deseaba.

—Jamás lo haría —gemí cuando chocó su cadera contra la mía.

—Quítatelos. Parece que comienzan a molestarte —colocó sus manos sobre mis hombros.

Sabía que se refería a mi ropa interior, así que, sin decir más, me coloqué nuevamente de pie y deslicé la última prenda por mis piernas, mientras ella me observaba desde la cama. Me devoraba con la mirada. Era la primera en hacerlo. Expuse todo mi ser ante ella, lo que era liberador, además, parecía agradarle cada cosa que revelaba sobre mí.

Ahí descubrí que era más tímido de lo que alguna vez imaginé. ¿Así se sentía cuando hacías el amor por primera vez con la persona correcta?

Regresé a lo que se había convertido en nuestro lecho y me posicioné sobre ella, tenía ambas manos a cada costado de su cabeza; sin embargo, su plan era distinto. Alejó uno de mis brazos y se puso de pie. Cada uno de sus movimientos me tomaban por sorpresa. Me senté en el borde de la cama un poco confundido y curioso por lo que tenía en mente.

Ella se quitó las bragas y luego me empujó para hacerme caer sobre el colchón. La vi de reojo rebuscar en las bolsas de mi pantalón, hasta que dio con el pequeño paquete que contenía un preservativo.

Esa vez fue ella quien se colocó sobre mí. Tragué saliva. No estaba acostumbrado a nada de eso, pero podía dominarme o domarme como quisiera, si se trataba de ella, estaba dispuesto a todo.

—No te preocupes, seré yo quien me encargue, además, es mejor si estoy sobre ti. Quizás luego me sienta culpable de profanar la inocencia que te queda —murmuró lo último contra mi oído seductoramente.

—Tal vez no sea tan inocente como crees.

—El cuerpo y los ojos no mienten cuando se sienten expuestos. Podrás sentirte bien cuando te autodescubres, pero yo te haré sentir todavía mejor.

Sus senos se movían de arriba hacia abajo por sus pequeños saltos sobre mí, los cuales me permitían adentrarme en ella con mayor profundidad. Logré sincronizar mi cuerpo a sus movimientos, así que la embestía con facilidad.

Tras unos minutos, ambos perdimos por completo la timidez. En la habitación solo se escuchaba nuestra respiración entrecortada, los gemidos guturales y las gotas de sudor cubriendo nuestros cuerpos. Se deslizaban con descaro por cada rincón y se mezclaba con el del otro.

Lamenté no poder gemir su nombre y no escucharla gemir el mío. Solo pude utilizar adjetivos que calificaban su belleza o el resultado de sus sensuales movimientos. A su vez, ella decía lo bien que se sentía, me indicaba cuando necesitaba un respiro o cambiar de posición.

Mi último recuerdo era que la tuve en mis brazos y que su cabeza descansó sobre mi pecho. La sensación de tenerla junto a mí no desapareció, pero desapareció cuando desperté y era el único en la habitación. Toqué el sitio en donde estuvo en búsqueda de su calor corporal. Estaba frío. Se fue mucho antes de que despertara.

La idea de que hubiese sido un sueño me inundó e hizo doler mi pecho. El cosquilleo en mi cuerpo, las sábanas con olor a sexo y una nota sobre la mesa de noche, desvanecieron mi absurdo pensamiento.

Esta vez ha sido más difícil marcharme sin más, pero la dulzura de tus palabras me atormentará cada día hasta nuestro próximo encuentro. En tus brazos me sentí tan plena, me cuidaste como a una rosa y me hiciste creer que jamás me marchitaría.

Espero que el recuerdo te atormente tanto como a mí en los siguientes días.

Tu Christine Daaé.

"Nuestro próximo encuentro", esas palabras fueron un alivio para mi corazón, además, me recordaron lo que le dije la noche anterior:

"Espero que nuestro romance no sea efímero, me gustaría que fuera sempiterno contigo."

Ella se mantuvo en silencio por unos minutos. Posteriormente, cubrió nuestros cuerpos con una manta y hundió su nariz en mi pecho. Sus brazos se aferraron a mi cuerpo y humedeció mi piel con sus lágrimas.

Anhelaba que su llanto fuese de felicidad y no de tristeza. Pensé que tendría la confianza de decirme el motivo, pero su voz regresó:

—Para ser algo inexperto no ha estado tan mal, ¿sabes? —deshizo el silencio.

—¿Tan mal? —ella levantó su cabeza y rio cuando nuestras miradas se entrelazaron.

—En poco tiempo te volveré un experto.

—¿Existirá una próxima vez? Y todavía no respondes mi pregunta anterior.

—No creo que solamente una. Estoy segura de que habrá más. ¿Cómo podré olvidar tu gentileza y la sensualidad que cada uno de tus poros expulsa? Si menciono otros encuentros, es porque no estuvo nada mal.

Sonreí por sus palabras. Obviamente estaba entusiasmado porque ella sí pensaba continuar con lo que sea que teníamos.

—No imaginé que la idea te hiciera tan feliz.

—Cada vez que me hago la idea de que estaré junto a ti me siento feliz —me incliné hacia ella y besé la comisura de sus labios.

—A este paso terminarás enamorándome —mencionó, mientras volvía a acomodarse sobre mí.

¿Acaso todavía no lo hacía? No podía presionarla para hacerlo. Dolía un poco. Pero después de todo no era una decisión sencilla. Estaba dispuesto a hacer lo posible por ganarme su corazón algún día.

Por ahora, no me importaba demostrarle que yo sí lo hacía, aunque debía admitir que me afligía no ser correspondido.

—Te amo —solté de pronto.

Acaricié su cabello. Todo se volvió silencioso y esa fue a su vez una respuesta: no me amaba. Cuando estaba entre dormido y despierto, la escuché murmurar un: "Casi todos los hombres dicen eso después del sexo, espero que no seas como ellos".


*****

¡Hola! Espero que se encuentren bien. Por fin estoy de regreso y me di cuenta de que tengo nuevas lectoras, así que les quiero agradecer por leer la novela, de verdad lo aprecio muchísimo. 💕

Espero que les guste este capítulo tanto como a mí (hasta me puse nerviosa mientras lo editaba, jajaja). 😅

Como estoy de vacaciones estaré más activa por aquí y mi cuenta de Instagram (por si gustan seguirme).

Que tengan una linda noche. 💖

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