Capítulo 10

Después de cuatro días fuera de casa, aunque ese sitio no era más que mi encierro, extrañaba esta allí, o quizás era a ella a quien extrañaba. Me limité a escuchar las voces de los demás empresarios, parecían discutir algo de importancia Mi cabeza no estaba allí, sino que, estaba en un lugar lejano: el Hotel Singularity.

Choqué el lapicero repetidas ocasiones contra una de las hojas rayadas. Algunas manchas eran solo puntos y otras diminutas rayas que creaban algo semejante a una obra abstracta. ¿Debí convertirme en pintor? Imposible, no era tan habilidoso ni sentía tanta atracción hacia la pintura.

—¿Qué opina usted, joven Darwin? —inmediatamente sentí mis orejas arder por la vergüenza. Carecía de noción sobre la conversación.

Al levantar la mirada, me topé con la sonrisa burlona del señor Brown. Se regocijaba de avergonzarme frente a los demás en cada oportunidad que tuviera. La culpa no era más que mía, a sabiendas de su personalidad, le di la oportunidad de hacerlo. Mi completa desconexión en la reunión y mi desinterés, no pasaron inadvertidos. Me acorraló porque anticipó que sería incapaz de formular una respuesta. ¡Qué bastardo tan detestable!

Por un par de acciones baratas, creía que podía llegar a ser el jefe. Así tratara de poner a toda la compañía en mi contra, eso jamás ocurriría. Los demás no tenían una mínima pizca de agrado hacia mí, pero no eran idiotas y reconocían que era una pieza importante para la empresa. Poseía dos cosas de las que él carecía: capacidad e inteligencia.

Relamí mis labios para fingir que comenzaría mi discurso. Carraspeé mi garganta, mejoré mi postura y no me quedó otra opción aparte de improvisar y aparentar seguridad. Un par de técnicas infalibles.

—Si a Canadá no muestra interés en importar nuestros productos, es porque temen que nos apoderemos del mercado, entonces, ¿por qué no expandir la empresa con una nueva sucursal? —Me puse de pie para aparentar convicción—. A mi parecer, colocar una nueva sede en el exterior sería más provechoso, podríamos darnos a conocer en otros lugares —rodeé a quienes se encontraban en la enorme mesa redonda, a paso lento y sin quitarles los ojos de encima.

—Eso supondría una enorme inversión, no es tan sencillo como parece. Para ser un Darwin... —el viejo Brown intentó sabotear mi idea.

—Mi hijo no ha terminado de hablar... —mi padre espetó y lo observó con molestia.

—Muchas gracias. Como decía, lo más apropiado sería comenzar con una fábrica por allá y llegar a un acuerdo para contratar mano de obra canadiense, ¿creen que se podrían oponer si creamos más de 200 puestos de trabajo? Ya contacté otras empresas y numerosos centros comerciales interesados en distribuir nuestros productos si llegamos a establecernos en su país. Además, según los cálculos de uno de nuestros contadores, en tan solo tres años, o inclusive menos tiempo, podríamos recuperar un capital que triplicará lo invertido —coloqué mis manos sobre la mesa, mientras esbozaba una reluciente sonrisa.

—Tan brillante. Le hace honra a su apellido —el señor Hamilton aplaudió, al igual que el resto, a excepción de uno cuyo apellido no era necesario mencionar.

—Recordemos que nuestra empresa se caracteriza por pensar en grande y no por la mediocridad. Los conformistas no deberían pertenecer a un lugar que se esfuerza por garantizarle un mejor futuro a todos sus colaboradores.

Al final no improvisé tanto como creí. Las llamadas a empresas canadienses y la estimación del contador me salvaron. No imaginé que mi plan resultaría un A's bajo la manga.

Aunque la reunión había llegado a su fin, poco conforme permanecí en su interior para esperar que la mayoría de las personas dejaran la sala. Cuando quedaban pocos me acerqué al señor Brown con ciertos rasgos de altanería.

—Señor, no crea que he dejado pasar su actitud contra mí. Créame, no es el único observador por aquí. Si es por su avaricioso interés de hacer llegar a su hijo tan alto como yo, al menos asegúrese que sea él quien visite nuestras reuniones en lugar de pasar holgazaneando en la oficina —mi sonrisa era tan cínica como lo deseaba.

—No tengo ni la menor idea de lo que habla, joven Dawin, no deje que sus aires de grandeza le causen alucinaciones. Mi hijo hoy no vino a su empresa por un motivo médico. Si tanto se preocupa por los "colaboradores", debería ser consciente de ello.

¡Já! Detestaba cuando otros me subestimaban y pretendían ser las víctimas después de tirarme mierda. ¡Viejo idiota!

—¿Aires de grandeza? ¿Acaso no ve que soy lo más grande de este lugar? Si usted posee tanta humildad, no se preocupe, cambiaré su oficina. Ah, por cierto, en cuanto pase por la oficina de su hijo esperaré que esté despierto, de lo contrario, su salario será reducido un 50 por ciento y la próxima vez no existirá o será despedido. Para finalizar, no me agradan las irregularidades que he notado en esta sede de mi empresa bajo su dirección. Ahora sí, tenga un buen día —le hice un guiño y salí de ahí.

Así finalizó la reunión de la sexta y última sede de la empresa en el país. Por la noche tendríamos otro viaje de negocios bastante importante y decisivo, así que no tendría escapatoria, debía crear y practicar la ponencia de mañana para no quedar como un tonto frente a un montón de desconocidos. Me salvé, pero era innegable que estuve cerca de cavar mi propia tumba.

Estiré mis brazos, bostecé y continué mi recorrido, no sin antes pasar por la oficina del más joven de los Brown. Choqué mis nudillos contra la puerta. No hubo respuesta. Miré hacia atrás y el padre estaba haciendo todo lo posible para alcanzarme. Giré el pomo de la puerta y efectivamente, sobre el sofá yacía la bella durmiente.

—Robin Brown —choqué mi puño contra el escritorio con la intención de despertarlo.

—¡¿Eh?! ¡Jefe! —Se levantó de golpe y leí numerosos "mierda" que articulaba de forma inaudible.

—No se preocupe, por ahora no será despedido, aunque su salario será la mitad y su nueva oficina es la número siete del segundo piso, una de las que poseen casi todas las paredes y la puerta de vidrio. Por el ajetreo del segundo piso, dudo que sea cómodo dormir allí.

Cuando su padre ingresó, intercambiaron miradas. Los destruí y ubiqué en cuestión de segundos. En la sucursal se creían parte de la realeza, olvidaban que había otros sobre ellos y estaba dispuesto a recordárselos cada vez que tuviera la oportunidad.

—He estado reuniendo pruebas de todas las irregularidades y errores que han cometido. Es decisión de ustedes cambiar. No habrá una próxima oportunidad —Salí victorioso.

Quien escatimaba mi inteligencia, estaba destinado a perderlo todo.

***

Si todos conocieran el Erik Darwin enamorado, creerían que se trata de una persona distinta. ¿Quién había escuchado siquiera un "te quiero" de mi parte? Mi madre y Dan. El último me lo sacó a la fuerza.

¿Cómo olvidarlo? La ausencia de sus familiares hizo al pequeño aclamar por afecto, hasta el punto de descongelar mi corazón de hielo. Una tarde que armaba un rompecabezas con él, se detuvo y me vio a los ojos, cuando lo vi, apartó su mirada y sus mejillas se sonrojaron, "¿Qué tienes?", le cuestioné. Gané nuevamente su atención. Él jugueteó con sus dedos y me encaró dudoso, "Es que te quiero mucho, eres el mejor hermano del mundo. Yo siempre quise uno, ¿sabes? Erik, ¿también me quieres?".

Ese "te quiero mucho" me hizo enmudecer. Casi nadie lo utilizaba conmigo, así que no sabía cómo sentirme al respecto; sin embargo, mi silencio hizo al pequeño llorón estallar. "¡Es que a mí nadie me quiere! Solo mi papá lo hacía, pero al final creo que no porque me dejó aquí para irse al cielo". Me sentí identificado con sus palabras, tampoco recibía afecto y lo peor de todo era que parte de mi familia estaba viva. "¿Qué dices? Eres un tonto llorón, pero así te quiero".

Desde ahí me decía te quiero cada vez que podía y se aferraba a mí como un mono. La niñera lo consentía y le decía aquellas palabras mágicas todo el tiempo para evitar que se deprimiera. Lo único malo fue que aprendió a manipular, si no cumplía sus caprichos, me decía que su papá sí le daba pastel de arándanos porque lo quería, pero yo no lo quería porque no se lo entregaba.

No fue nada sencillo lidiar con aquella criatura, no se conformaba con un beso de buenas noches en la frente, también debía agregar un "te quiero" antes de dormir o pasaba toda la noche en vela.

Afortunadamente, con la adolescencia cambió. Comenzó a sentir vergüenza, así que lo utilizaba para molestarlo y hacerlo enojar.

Antes de regresar, le llevaría algún regalo, de lo contrario me guardaría rencor como cuando era pequeño. Eso jamás cambiaría en él; sin embargo, elegir los regalos se volvió más complejo. No bastaba con un juguete o un libro para colorear, se tornó más exigente a medida que se transformaba en un "hombre". Después le conseguiría algo, primero quería comprarle algo a la culpable de mi torpeza, la dueña de mis pensamientos.

Indeciso, di algunas vueltas por el centro comercial y analicé los escaparates. Cuando creí darme por vencido, divisé un hermoso collar de oro con un corazón rojo en el centro, rodeado de incrustaciones de diamantes. Lo mejor era que incluía sus respectivos pendientes, los cuales eran una versión simplificada del dije, es decir, un par de corazones del mismo tono, pero más pequeños. Me recordaban a ella. Le gustaba utilizar vestidos con un ligero escote y decorar su cuello con un collar. También noté su fijación por el rojo, siempre llevaba consigo algo de ese color.

El simple hecho de trazarla en mi cabeza estremecía mi corazón y me hacía sonreír como un idiota. Era como si parte de mi vida, una enorme parte, girara entorno a ella.

—Quiero ese conjunto —No dudé en expresar al ingresar a la joyería y señalé la dirección en donde se hallaba.

—Por supuesto, señor —La vendedora se acercó y volví a apuntarle el que quería.

Abrió los ojos sin disimulo y tragó saliva. Apuntó el código en una libreta y se retiró a paso veloz a buscar mi pedido. Me daba la impresión de verla flotar y celebrar en su interior. No estaba equivocado. Una vez de vuelta, su deslumbrante sonrisa estuvo a punto de dejarme ciego.

—Es el primer cliente en comprar este increíble set. Su esposa debe sentirse muy afortunada.

"Esposa", sonreí embobado al imaginarlo y fui incapaz de negarlo. Escondí mi mano derecha para que no se diera cuenta de su error.

—¿Cómo puede ser eso posible? Es perfecto.

De repente, su expresión se ensombreció y parecía luchar por conservar la misma sonrisa de segundos atrás, pero no fue más que una mueca de inseguridad y derrota.

—Lo es. El precio no lo es tanto para los clientes.

¡Cierto! Tanta ilusión me hizo olvidar ese detalle.

—¿Y cuál es?

Su respuesta fue un extraño e incomprensible murmuro. Sus ojos evitaron los míos y movía una de sus piernas sin parar. ¿A qué se debía el nerviosismo?

—Disculpe, señorita. ¿Podría por favor repetirlo?

—Dos mil dólares —su voz fue veloz, aunque entendible.

Resopló con alivio y por fin levantó la cabeza para escanear mi expresión, ¿por qué?

—¿Tan económico? Por supuesto que me lo llevo.

Una vez más sonrió abiertamente y empacó mi compra, incluso, agregó un broche con una rosa como agradecimiento por ser el primero en adquirirlo. Saqué mi tarjeta para pagar y le indiqué que agregara doscientos dólares para su propina.

Ahora, ¿cuál sería el regalo de Dan? Como todo adulto, podría necesitar una camisa de botones, corbata y tal vez otra almohada para su colección. Los años pasaban demasiado rápido, dentro de poco tendría que conseguirle un peluquín o bordón, si no es que moría antes de verlo con arrugas en la cara.

Al finalizar las compras, busqué el auto y le pedí al chofer conducir al hotel. Faltaba poco para mi retorno a casa y sorprenderla con el regalo. ¿Cuál sería su reacción? Me conformaría con que le gustara.

***

Tanta tranquilidad me hacía sentir fuera de lugar. Tenía una enorme y lujosa habitación de hotel solo para mí, hasta incluía servicio a la habitación. No obstante, esa atención generaba una sensación de inutilidad en mi interior, prefería hacer algunas cosas por mi propia cuenta.

La extraña combinación de dorados, tonos de madera oscura, el blanco y el rojo, me hacían sentir como en la habitación de un rey. La gigantesca cama King size estaba cubierta por un finísimo edredón color carmín, su tela tan tersa intentó seducirme, lo cual dificultó la tarea de levantarme por la mañana. Cada vez que abría los ojos me asaltaba la intranquilidad, el enorme candelabro de cristal daba la impresión de que me caería encima en cualquier momento y me convertiría en otra de las decoraciones de la habitación. Mi sangre sería absorbida por el edredón y se camuflaría a la perfección por poseer una coloración tan similar.

La mejor forma de iniciar el día era con una ducha caliente capaz de relajar la tensión en mi ser y aclarar mis pensamientos. Vi el reflejo de mi cuerpo desnudo en el enorme espejo de marco dorado. Debía admitir que mi arrogante cuerpo lucía todavía mejor que cuando se reflejaba sobre cualquier otra superficie. La luz le daba la tonalidad y el contraste perfecto a mi desnudez, en la cual descubrí otra perspectiva de mí mismo. ¿Era normal sentir deseos hacia mí?

Hallé remotas características de mí que desconocía, como los lunares que decoraban mi espalda, la parte trasera de mi cuello, el que intentaba ocultarse debajo de mi glúteo derecho. Tal vez, solo tal vez, terminé acariciando sutilmente con las yemas de mis dedos mi abdomen, mientras descendía a mi abdomen bajo y luego a mis muslos. Mi descripción era demasiado detallada para ser un simple "tal vez".

Encontré mi cabello despeinado, de recién bañado, indiscutiblemente irresistible; mi labio inferior comenzaba a hincharse y enrojecerse por el cautiverio al que fue sometido, es decir, la presión de mis dientes superiores; mis mejillas sonrojadas revelaron la impiedad de mis pensamientos y mis cejas bajaban al sentirse tan cercanas al placer.

No iba a mentir, mis pecaminosos pensamientos, esos en lo que ella era la protagonista, me permitieron ver lo encantador que podría lucir si se atreviera a hacer el amor conmigo. Lo sentía, de verdad lamentaba haberle dado a mi lujuria el consentimiento de fantasear con la mujer que me enloquecía.

¿Pensaría lo mismo al ver mi cuerpo despojado de toda prenda?

Me liberé una vez alcanzada la cúspide del placer. Caí sobre la suavidad del edredón y no pude reprimir el sentimiento de culpabilidad, ya no era un adolescente como para autosatisfacerme; no obstante, con el tiempo de conocerla se volvió más y más difícil evitarlo, casi imposible. Primero fueron los sueños obscenos, los cuales me hacían despertar con una erección y luego comencé a fantasear despierto.

No tenía tantos amigos como para confesarles ese tipo de cosas, así que desconocía si era normal. Jamás se lo diría a Dan, le tenía confianza

Las duchas con agua fría perdieron su efecto. Dejaron de ser una opción. Así que, no tuve más remedio que ceder al apetito de la carne.

¿Me extrañó tanto como lo hice?

Saqué mi ropa del armario, la doblé y acomodé dentro de una de las maletas. En la otra guardé los regalos y otras de mis compras, como los palos de golf que utilizaría el siguiente fin de semana. Al concluir, salí de la habitación con ambas maletas en mano, cerré la puerta y me dirigí a la recepción del hotel.

—Señor Darwin, sígame, su padre ya lo espera en el auto —el secretario de mi padre me avisó.

El regreso no fue turbulento. Aproveché la hora de vuelo para descansar un poco más. En mi interior estaba feliz de regresar y no podía esperar porque llegáramos de una buena vez. No me fui por tanto tiempo y aun así se sintió como una eternidad.

Sin pensarlo dos veces, mañana iría al hotel y la vería deslumbrar en medio del penumbroso salón. Mi corazón latiría desbocado en el instante que la rodeara con mis brazos y oliera la exquisita fragancia impregnada en su cabello y cuello. Sin más, estamparía mis labios contra los suyos hasta saciar el tiempo perdido.

—¡Al fin! Moría de aburrimiento sin tener a nadie a quien fastidiar —Dan estaba en el jardín de brazos cruzados.

—¿Y quién dice que soy tu esclavo y puedes hacer conmigo lo que quieras? —Bajé del auto. Uno de los empleados bajó las maletas de la cajuela y le hice una seña para que dejara las mías ahí,

—¿Cómo? ¿No lo eres? —Fingió impresión.

—¿Desde ya quieres una paliza? —Le mostré el puño al acercarme a él.

Pretendí que iba a golpearlo, pero al final solo despeiné su cabello.

—También te extrañé, si eso era lo que en realidad querías decir. Además, es bueno ver que regresaste a la normalidad y ya no estás malhumorado.

—Cállate, me harás enojar otra vez.

—Te quiero tanto como me quieres a mí.

—Eso lo dudo, ¿quién dice que te quiero? Solo te quiero golpear y molestar —Me dio un débil puñetazo en el hombre.

—Sí, claro. Simularé que te creo, aunque el recibimiento dice todo lo opuesto y esa mirada, conozco bien esa mirada...

—Yo no te di permiso de fastidiarme, solamente yo puedo hacerlo. Mejor vete, ya no quiero verte —Me empujó por la espalda con intención era hacerme entrar —. Por cierto, ¿qué me trajiste?

—Lo que mereces —Encogí mis hombros.

—Un auto nuevo, una casa...

—Esto —Uní mis manos para aparentar que ocultaba algo dentro.

Su reacción inmediata fue sonreír y abrirlas. No encontré más que mi dedo de en medio

—Sueñas demasiado, obviamente no te traje nada —mentí.

Lo escuché murmurar entredientes y no pude sofocar la carcajada. También extrañé molestarlo.


*****

Hola, mis queridas lectoras. Espero que se encuentren muy bien. 😊💖

Primeramente, quiero expresar mi agradecimiento por llegar hasta aquí, aprecio que lean mi novela. También quiero disculparme por la tardanza. Tuve varios compromisos de la universidad y la pantalla de mi computadora se dañó (por dicha encontré una solución momentánea para actualizar). A partir de ahora, intentaré publicar los capítulos con normalidad en el horario establecido.

Les deseo una linda semana. ✨



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