378 km/h
Carlos
—¡Detente! ¡¿Me escuchas?! ¡Carlos!—fue lo último que escuché de mis mecánicos porque me retiré la radio de los oídos.
Iba corriendo a 378 km/h mientras mi cabeza me daba mil vueltas con los recuerdos de aquel día que destruyó mi vida.
Había pasado 6 meses desde que escuché sus duras palabras ''¡No quiero verte nunca más!''
Sin embargo, hice lo contrario y nunca la dejé de buscar, pero ella se había borrado por completo del planeta volviéndose un fantasma de mi pasado.
—¿Quieres morir?—esa voz me sacó de mis pensamientos.
—¿Cómo puedo escucharte?
—Carlos, como padre siempre buscaré la manera, sin importar que, desees bloquear la comunicación.
—Papá ya no puedo más—las lágrimas empezaban a caer por mis mejillas.
—Siempre lo has conseguido, no te rindas.
—La necesito, estar sin ella es como ir en una carrera sin rumbo alguno en la que te sientes perdido porque no sabes cuál es la línea de meta.
—Hijo sólo respira.
—Papá me ahogo.
—¡Para el carro!
—No tengo idea en qué curva estoy.
—Conoces la pista, para el carro.
—Ven por mí.
—Estoy contigo, siempre estaré aquí—fue esa frase la que me hizo frenar el monoplaza a raya.
A lo lejos escuchaba que venían ayudarme, pero no me sentía a salvo hasta que mi padre me abrazó como cuando tenía 3 años y dijo—Estás a salvo mi niño.
Papá habló con los mecánicos para que no digan nada de lo ocurrido en la práctica, sin olvidar que, no perdió la oportunidad de regañarme por ella porque era una distracción y más la presión de la fórmula podría ser mortal.
Pero, había una diferencia muy grande de las otras veces, ahora si le daba la razón a mi padre y creo que ya es momento de pasar página.
Ana
La vida me va bien después de él.
Me mude a Estados Unidos, cambie mi apellido, tengo nuevos amigos, muchos proyectos en producción, gano más que suficiente para vivir, pero sobre todo estoy sanando y aprendiendo a convivir con mi propia compañía.
Hace 6 meses aquello que te estoy contando ni siquiera puede haberlo imaginado, sin embargo, no te voy a mentir que hay días en los que me cuestas a salir de la cama porque extraño mi hogar que a pesar de no sentir su amor siguen estando en mis oraciones.
También, hay ratos que lo extraño y lo veo en portadas de revistas, en entrevistas de la tele, en redes y en carteles publicitarios, pero aunque siga sintiendo todo por él ya no puedo regresar atrás porque el escándalo que lidié sóla durante esos meses no valen la pena.
—Cielo ya estoy aquí—dijo mi manager.
—¡Ya estoy lista!
—Perfecto, Ana tengo que hablar contigo.
—No puedo—respondí porque sabía que iba a decir.
—Cariño creo que ya es momento de dar el visto bueno a tus proyectos pre-grabados y salir en pantalla.
—Pide unos meses más, aún no puedo afrontar la carga mediática.
—Perderás el dinero—me advirtió.
—Ellos se pondrán en mi contra.
—No los tomes en cuenta, tú ganas y ellos sólo generan polémica.
—Él me encontrará.
—Un amigo me contó que tuvo un accidente.
—¿¡Qué ocurrió!?
—Se desconcentró y casi se estrella.
—Por eso no quiero dar el visto bueno, nos hará peor.
—Ana, no te sientas mal, pero él dijo que ya no quiere saber nada más de ti porque quiere avanzar con su vida.
—¿De verdad?—pregunté con lágrimas en mis ojos.
—Si, ya es momento de que tu también continúes con tu vida y sobre todo con la profesional—le di la razón.
—Tienes razón, diles que ya pueden hacer el lanzamiento—ella asintió.
Por la noche salí con unos amigos y cenando me llegó un correo con día de la premier de la película.
—Anita estás pálida—habló una de mis amigas.
—No me siento bien—logré decir y luego sentí que me desmayé.
Fui incorporando la postura poco a poco hasta que me topé con unos ojos marrones— ¿Cómo estás?—me preguntó el dueño de ellos.
—¿Qué haces aquí?
—Vine a verte.
—No era necesario.
—Aún te quiero, no puedo dejarte a la deriva.
—Sergio no necesito de tu ayuda, ya me viste ahora vete.
—Prima no seas así.
—¿Cómo quieres que reaccione?
—Bien
—Ustedes fueron los que me dieron la espalda.
—Yo nunca lo hice.
—Bueno ya es tarde, ya afronte mis mierdas sóla.
—Tanta carga tienes en tus hombros que te desmayaste, permíteme ayudarte.
—Checo por favor no lo hagas más difícil.
—Me voy porque veo que no cambiarás de opinión, pero prima no olvides que puedes contar conmigo—luego se fue.
Cada vez me convenzo de que la vida definitivamente está en mi contra, me pude haber desmayado delante de cualquiera, pero justo tuvo que ser él.
Mis amigos me obligaron a comer y me llevaron a casa—Dinos lo que necesites.
—Heather no te preocupes, mañana a primera hora iré al doctor.
—Bueno....estamos en contacto.
El doctor aumentó mi dosis porque volví a recaer en la ansiedad y me dijo que era mejor que evitará cualquier contacto con los medios porque podría pasar un episodio similar.
Sin embargo, en este momento me encontraba preparándome para la premier contra todos mis presentimientos porque ellos habían insistido con mi asistencia.
Escuché mi nombre en el micro—Hola chicos soy Ana e interpretó a Jemisha en....
No pude seguir hablando porque en el público comenzaron a gritar—¡Sal de ahí! ¡No te mereces el papel! ¡Zorra!
Sentía que de nuevo me iba a desmayar hasta que alguien dijo—¡Ella no es ninguna zorra! ¡Si vuelven a hablar mal de ella lo pagarán!—todos murmuraban ''La está defendiendo después de todo'' ''Él vino por ella'' ''Debería odiarla''
Me llené de valor y hablé—No soy ninguna zorra y quien lo vuelva a decir tendrá que lavarse la boca antes de hablar, las cosas que hice fue por mi salud mental porque la mala de cuento nunca fui yo.
Al dejar el escenario a mis espaldas escuché—¡Ana!
—Carlos ahora no.
—Lo hiciste muy bien allá afuera.
—No tendría que hacerlo si no fuera por ti.
—Lo siento.
—¿No me habías olvidado?
—Lo intenté.
—Te falto más esfuerzo.
—Te ves muy hermosa—su comentario me sacó de onda.
—No va al caso.
—Te extraño.
— Yo no, aléjate por favor.
—¿Por qué?—preguntó acercándose cada vez más.
—Porque todo lo que tocas lo haces polvo.
—Te necesito—dijo con su frente pegada en la mía.
—Yo no.
—Tus ojos dicen lo contrario.
—Mis sentimientos, mis asuntos.
—¿Y los míos?
—Asunto tuyo.
—Ana me drogaron.
—¿Cuándo?
—El día que me viste con ella en la cama.
—No te...—no me dejó terminar y me dio una hoja.
—Es la prueba, tenía sustancias alucinógenas en mi cuerpo que me dejaban a merced de cualquiera y no podía controlarlo.
—¿Cómo sé que es cierto?
—Haz lo que tu corazón te diga.
—Quiero creerte.
—Hazlo por favor, quédate conmigo—suplicó con lágrimas en sus ojos.
—¿Dónde está?
—¿Quién?
—Esa mujer.
—En la cárcel.
—Quiero verla.
Pd: Nos vemos el 8 de diciembre con en el epílogo, besos❤️
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