01

Sunoo corrió lo más rápido que sus piernas le permitían. La lluvia no cesaba, al contrario; parecía que se hacía cada vez más fuerte.

—Que me parta un rayo —murmuró intentando cubrirse con las manos.

Saltó en su lugar cuando un trueno lo tomó de sorpresa. Sintió como si se le fuese a salir el corazón del susto.

—No debí haber dicho eso. No es cierto, no es cierto.

Sunoo se arrepentía de haber decidido regresar solo a casa. Teniendo en cuenta que no conducía, temía manejar la bicicleta en las calles de la ciudad y apenas sabía dónde estaba parado, era obvio que sería difícil llegar por su cuenta y sin ningún rasguño a su hogar.

Ya tenía un año estudiando en la misma universidad, sin embargo, no conocía la ruta para llegar a la misma. Su madre siempre se encargaba de dejarlo e ir a buscarlo, por lo que nunca se vio en la necesidad de aprenderse la dirección, a pesar de que ella se lo recomendaba seguido.

Tras algunos minutos deambulando por las calles, se detuvo bajo el techo sobresaliente de un local. Se secó el rostro con la manga de su abrigo, estaba un poco húmedo pero no le importó. Mientras trataba de reconocer la calle en la que se encontraba se frotó las manos en busca de calor. Estaban en pleno invierno, por lo que las temperaturas eran extremadamente bajas en ese momento y Sunoo sentía que se convertiría en un cubo de hielo si pasaba más tiempo allí.

Su mejor opción en ese instante era llamar a su madre para que fuera a buscarlo, pero claro, Sunoo era un olvidadizo que constantemente dejaba a su suerte su teléfono y ese día no fue la excepción. Al buscar en los bolsillos de su pantalón recordó que no lo llevó consigo por salir deprisa de su casa, además creía que tampoco tenía batería.

Solo le quedaba la opción de buscar un taxi o bus, pero ¿cómo llegaría a casa si tampoco sabía su dirección o qué autobús tomar? No sabía si culpar su inutilidad o su falta de interés sobre lo que lo rodea.

El sonido de una campana lo sacó de sus pensamientos. Al girar a su izquierda, del local vio salir a un chico con el cabello recogido en una coleta, vestía de un simple pantalón negro con una camisa blanca y encima un mandil rosa pastel que le extendió una manta.

—¿Por qué no entras? Hace mucho frío aquí y ahora veo que te has mojado. —El desconocido sonrió en espera de una respuesta.

Sunoo estaba perplejo; aún así, no tardó en tomar la manta y asentir con timidez.

Se relajó al dar un paso en el lugar que reconoció como una cafetería al momento en que el aroma a café llegó a sus fosas nasales. El ambiente también se sentía de una manera que no podía explicar, pero que era usual en las cafeterías.

—Puedes sentarte por aquí. ¿Quieres una bebida caliente?

—Sí. —Sunoo carraspeó cuando lo que dijo apenas fue audible—. Chocolate caliente, por favor.

—En un momento lo traigo.

La cafetería era cálida, la iluminación amarilla le hacía favor y las plantas en las paredes le daban un toque especial al lugar. No estaba lleno, solo había un par de personas charlando gustosamente mientras merendaban. La música no era fuerte, tenía el volumen ideal como para no distinguir las palabras del resto de comensales y empleados.

¿Por qué no lo conoció antes? El lugar era de ensueño, además, el empleado era lindo. Muy lindo.

—Aquí tienes —dijo el empleado llegando a su mesa—. Que lo disfrutes.

El muchacho se dio la vuelta para retirarse pero Sunoo lo detuvo tomándolo del brazo.

—Espera. ¿Cuál es tu nombre? ¿Puedo saberlo?

Sunoo no quería verse desesperado, pero tal vez no había logrado su objetivo al hablarle de esa manera.

—Me llamo Sunghoon. Park Sunghoon.

Oh, sí, definitivamente regresaría. Pero ahora, lo más importante.

—Disculpa, Sunghoon, ¿hay algún teléfono que pueda usar? Me perdí y necesito llamarle a mi madre para que venga por mí.

—Claro, está por la caja.

Sunoo esperó a que Sunghoon se desocupara y luego lo siguió cuando este se lo indicó.

Con el teléfono en mano y bajo la mirada atenta del castaño, le contó lo sucedido a su madre, quien se tomó el tiempo de burlarse de él antes de avisarle que estaba en camino.

—Listo. Gracias... Por la manta y todo.

—No es nada.

—Por cierto, ¿cuánto será del chocolate? Lo pagaré de una vez.

Sunoo comenzó a rebuscar en sus bolsillos, rezando por dentro para encontrar la cantidad necesaria porque ese día compró dulces como loco en la universidad.

—No es necesario —Sunghoon hizo un ademán para que se detuviera—, yo invito.

Suspiró aliviado. Bien, no pasaría la vergüenza de no tener el dinero completo para pagar, pero ahora le debía un favor.

Aunque, pensándolo bien, ¿acaso no parecía él un cachorro de la calle y Sunghoon su rescatista?

—Gracias, te lo compensaré. Lo prometo. —Sunoo le extendió el meñique al contrario, obligando al contrario a unirlo con el suyo.

—Como digas.

Sunghoon se alejó para poder tomar la orden de algún cliente y Sunoo solo pudo suspirar de nuevo.

Su estómago rugió al notar los panes debajo del mostrador, tenía mucha hambre. Quiso quejarse, hasta que notó un frasco con dulces justo frente a él, y qué casualidad que eran de sus favoritos.

Estaba casi seguro de que eran gratis, pero solo por si acaso, tomó unos cuantos siendo lo más discreto que pudo.

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