8

Efer entra al departamento junto con Mirrey luego de almorzar, fue una cita como las que tienen cada fin de semana. En ese momento él comienza a sentir un olor extraño en el departamento mientras deja su saco en el perchero. 

—Efer, espera. —Ella ya no está a su lado y escucha un ruido sordo en la sala. Al correr hacia allí la ve tendida sobre la alfombra, cuando se arrodilla a su lado un grupo de invasores se revela antes de atacarlo. Le cubren la nariz y la boca con un pañuelo, obligándolo a oler el químico que adormece todo su cuerpo en segundos. 

Las horas pasan y el efecto también, Efer es la primera en despertar. Todo a su alrededor está oscuro pero logra distinguir a Mirrey cerca de ella.

Cuanto trata de levantarse nota que está amarrada, sus muñecas están atadas detrás de su espalda y tiene una mordaza en su boca, la cual se la quita al sacudir su cabeza. De repente las luces se encienden dejándola ver al grupo de leonas a su alrededor, están dentro de un gran galpón donde hay autos y demás.

—Es un garaje enorme —susurra para sí misma mientras mira a su alrededor.

—Oh, despertaste —le dice sonriendo—. Justo a tiempo.

—Tú —susurra al reconocer a la leona, no pensó volver a verla otra vez. 

—Si, pasé mucho tiempo buscando a mi pareja. Desapareció por años pero al fin está en mis brazos —comenta al acariciar la cabeza de Mirrey, quien vuelve en sí lentamente—. Despierta Lavi —murmura en un tono dulce. Él siente las caricias de ella, reconociendo que no se tratan de las pequeñas manos de Efer. 

Al reconocer a la leona intenta alejarse, sin embargo ella lo sostiene del collar que ahora tiene alrededor de su cuello. Él mira rápidamente de un lado al otro, fijando sus ojos en la chica amarrada.

—¿Estás bien? ¿Melania te lastimó?

—Las ataduras están muy ajustadas —responde al sacudirse un poco. Efer trata de acercarse pero una de las leonas del grupo la empuja y pisa su espalda para mantenerla quieta contra el suelo.

—Lavi, ¿no me saludaras? No me ignores. —Melania lo toma del rostro para obligarlo a mirarla—. Debes estar feliz de verme, vine a buscarte, ¿si? Necesito a un macho conmigo y para todas mis leonas.

—¿Qué?

—Fueron ellas quienes te trajeron a mí, debo recompensarlas —comenta para luego sonreír hacia las demás. 

—No quiero —contesta Mirrey, entonces ella jala de la correa, ajustando el collar hasta el punto que su respiración se entrecorta un poco.

—No bromees, cualquier macho en tu posición estaría encantado. Eres muy afortunado. 

—¡Hey! —exclama la simio, haciendo que recuerde que está presente—. Dijo que no quiere, deja de tocarlo. 

Melania suelta una risa mientras se acerca a Efer, todavía está con el rostro contra el suelo y la leona no pierde la oportunidad de burlarse.

—No veo que Lavi haga algo para detenerme. Me prefiere a mí que a una pequeña, débil y patética mono.

—Mirrey está paralizado, aunque pudiera vencer ese miedo hacia ti lo superan en número —habla al levantar su vista hacia la leona.

—¿Miedo? Él me ama —responde con una sonrisa ególatra en su rostro—. ¿No es así Lavi? —Melania lo acerca con la correa, él todavía siente su cuerpo adormecido por lo que pierde el equilibrio y ella lo sostiene. La felina no pierde tiempo en adentrar sus patas bajo la ropa y dejar lamidas en el cuello de Mirrey.

—¡Basta! —exclama Efer al levantarse, haciendo que la leona que la estaba pisando caiga al suelo—. No es tu culpa, saldremos de esto juntos —le dice al león, ya no podía soportar esa mirada en su rostro.          

—¿Y qué piensas hacer? —pregunta Melania en un tono de burla—. Estás haciendo que él se sienta mal.

—Entraron a nuestro hogar, nos trajeron aquí y lo obligarás a hacer algo que no quiere... —murmura Efer, su ira crece más con cada palabra—. Aquella vez en la fiesta te dejé ir a pesar de dejar muy asustado a Mirrey, esta vez te castigaré por todos los abusos.    

—Suerte con eso mono. 

Luego de la corta charla le ordena a las leonas de la manada que se deshagan de la simio, le hubiera gustado cortarle el cuello con sus propias garras cuando la amenazó pero prefiere que sea de una manera limpia. 

Mientras Melania saca a Mirrey del garaje para llevarlo a su auto, las otras leonas levantan a Efer y la arrojan dentro de un gran contenedor de agua. Ellas se aseguran que no pueda regresar a la superficie al sostenerla de la nuca.

—¿De verdad ese es el león del cual tanto nos habló? Su melena es patética —comenta una de ellas.

—Al parecer si, la jefa dijo que hace todo lo que le ordena y que tenía una preciosa melena. Tal vez lo ponga en forma primero, antes que nosotras lo usemos —responde otra.

—Es joven y apuesto. A mí me gusta mucho —una tercera se une a la conversación.

—No olvides que le pertenece a la jefa, pero si haces bien tu trabajo tal vez puedas ser la primera de nosotras en estar con él —le dice su compañera, haciéndola sonreír—. Encárgate del cuerpo.

—Está bien —murmura luego de rodar los ojos. Mientras hablaban la simio había dejado de luchar para quedarse completamente inmóvil mientras flota en el agua. Con ayuda de sus garras corta las ataduras que ésta tenía en sus brazos, pero Efer de un rápido movimiento la sujeta de las muñecas. El susto deja inconsciente a la leona, quien cae haciendo un sonido sordo que llama la atención de las demás. 

En el auto de Melania, ella espera a sus leonas. Pero no pierde tiempo con Mirrey, a quién le quitó toda la ropa, las desgarró completamente para luego frotarse contra él para impregnarlo con su perfume y tapar el aroma de la simio.

—Todavía tienes su olor en ti. Es desagradable, ¿verdad? —pregunta, aunque él sólo mantiene su mirada abajo, cosa que provoca que jale de la correa—. Responde cuando te estoy hablando.

—S-Si...

—No te escucho Lavi, un poco más fuerte —ordena al sentarse sobre su regazo. 

—Si lo es. —Esta vez Melania sonríe conforme con su respuesta y lo premia con cortas lamidas en su mejilla.

—Ese es el Lavi que conozco —lo felicita al acariciar sus orejas. 

—No me conoces —susurra al apretar su puños. En ese momento su cola comienza a moverse de un lado al otro—. Las leonas no volverán, sólo vete.

—¿Qué estás diciendo? No iré a ninguna parte, menos ahora que pasamos mucho tiempo separados —niega al estar sobre él.

Mirrey se aleja, esta vez la detiene antes que vaya más lejos. Huye abriendo la puerta del coche, batalla con el collar ya que no encuentra la hebilla para quitárselo. Esto le quita mucho tiempo, entonces Melania lo alcanza y sujeta el otro extremo de la correa.

—¿Por qué me estás desobedeciendo? —cuestiona al arrastrarlo hacia ella.

—Suéltame, yo quiero a Efer —gruñe hacia la leona, quien ya está harta de su mal comportamiento. 

—¡Ella ya está muerta! —grita furiosa. De repente sujetan su muñeca, viendo a la simio de pie a su lado. Ella está empapada y con gotas de sangre en su rostro.

Melania suelta un grito para luego alejarse, sin embargo el agarre de su muñeca se hace más fuerte hasta el punto que escucha un crujido. La felina sostiene su pata, ahora rota y gruñe.

—¡Maldita mono, te mataré! —Se lanza hacia Efer, pero ella es mucho más ágil. 

A pesar de su tamaño tiene la fuerza necesaria para derribarla y golpea el rostro de Melania con sus puños. Los impactos dejan moretones que rápidamente se hacen morados.

—¿Cómo te castigaré? —se pregunta la chica en voz alta mientras retuerce su muñeca rota, guiándola hacia su cara lentamente. 

—S-Suelta mi pata... ¿q-qué haces? —suplica para luego gritar al momento que sus propias garras comienza a cortar su cara lenta y dolorosamente.

—No vuelvas a acercarte a nosotros, nunca más —le ordena Efer al soltarla. Ya terminó de marcar su rostro, dejando que la sangre manche su pelaje—. ¿Entendiste? —pregunta ya que no recibe ninguna respuesta por parte de la leona que no sean quejidos de dolor.

—Si, si. ¡Puedes llevarte a Lavi! Ahh, duele...

—Mi nombre es Mirrey —comenta el león para arrojar el collar junto a ella—. Te lo advertí, simplemente debiste irte.

—¡Inútiles, ¿dónde están?! —grita, buscando a sus leonas con la mirada. Encuentra a un par tendidas en el suelo también, retorciéndose de dolor.

—Ellas al menos hicieron más que tú —comenta Efer para luego ver los cortes en sus brazos, trató de atacar una a una para no verse superada por el número, aunque de todas formas resultó herida.

—Estás herida, vamos a casa ya. —Él toma sus brazos mientras se alejan para lamer los cortes. Pero ella se separa rápidamente.

—No, ¿por qué siempre lamen sus heridas? Es antihigiénico —responde al da un paso atrás—. Además soy tóxica —agrega, para un segundo después ver al león vomitar entre unos arbustos. Todavía no tolera ver la sangre y continúa dándole arcadas.

—Ya me siento mejor, s-solo... —responde apenas, entonces oye un estruendo. Al levantar la cabeza ve a Efer abrir la puerta de unos de los autos que están estacionados alrededor del garaje.

Cuando consigue las llaves ella lo ayuda a levantarse para subir al coche, como el auto es demasiado grande para ella por lo que conduzca él debe tomar el volante.

—Vamos a un hospital-

—Ya hablamos de esto, vamos a casa —lo interrumpe mientras está recostada en el asiento del copiloto, sus heridas arden mucho.

—No sé dónde estamos, n-no conozco este lugar —contesta al ver las rutas a su alrededor. Ya no están en la ciudad y hay una que otra vivienda en el extenso campo—. ¿Efer? No, no. ¡Despierta! —exclama. Ella está inconsciente y puede ver como su ropa se mancha con sangre que brota lentamente de sus heridas.

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