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El espécimen de Pazoran Alares fue atrapado con éxito y llevado a las instalaciones de investigación de la vida marina de esa ciudad. Paz consiguió la autorización de los trabajadores del lugar para mantener a la criatura allí mientras es estudiado. 

En un principio no quería ayudarla, debido a que les parecía muy inapropiado tratar de esa manera a un simio. Pero cambiaron de parecer cuando la osa les explicó con pruebas que el Pazoran tiene un comportamiento primitivo, tampoco está segura si puede hablar y caza como cualquier otro animal marino.

—Está despertando doctora. —Su asistente, otro oso polar, macho y más joven, le avisa que el efecto de los tranquilizantes ya está pasando. Así que se apresuran a prepararse para verlo—. ¿Esto es seguro? —le pregunta temeroso, ya que están en la misma habitación que la criatura. Ambos tienen unos guantes especiales para ocultar sus garras y también usan barbijos para no asustar al espécimen con sus dientes y colmillos.

—Sus ataduras fueron hechas para contener a un elefante adulto.

—¿Qué? Eso es un poco excesivo, sabemos que es fuerte pero-

—No correré riesgos —lo interrumpe para enfocar su mirada en el simio. Éste abre sus ojos lentamente, a través de sus largas pestañas distingue la fuerte luz, cuando se acostumbra a ella mira a su alrededor—. Pupilas redondas, el tono del iris es oscuro. No hay rastros de irritación debido a la sal del océano. ¿Estás grabando?       

—Si —responde él mientras sostiene la cámara. De repente ambos dan un paso atrás cuando el simio se sacude bruscamente, buscando romper las gruesas cinta que lo mantienen fijo en la cama, sus tobillos y muñecas también están atadas.

—No te haremos daño, tranquilo —dice, hablando directamente con él—. Yo me llamo Paz. ¿Puedes entenderme? —Al no recibir respuesta ella prueba con otros idiomas, también la ayuda su nuevo asistente con esto porque también conoce diversos lenguajes que ella no. Él especialmente había estudiado lenguas de antiguos primates, alguna de ellas muertas. 

A pesar del esfuerzo de ambos Pazoran no respondió, ni siquiera reaccionó a alguno de los idiomas y simplemente los mira mientras aprieta los dientes con fuerza. 

—No habla —murmura Paz, aunque recuerda haberlo escuchado reír—. Elio, ¿puedes sostener su cabeza? Ten cuidado, que no te muerda.

—¿Es venenoso o tiene mordida infecciosa? —pregunta al momento de inmovilizarlo. El simio intenta quitar las patas del oso moviendo su cabeza, pero Elio es más grande y fuerte.

—Es lo que quiero averiguar —contesta ella al acercarse. 

El Pazoran comienza a gritar y gruñir, la osa aprovecha esto para colocarle una estructura de metal que deja abierta su boca. Ya no la puede cerrar nuevamente. Paz toma las muestras de su saliva, observa dichas muestras y les hace unos análisis rápido. Esta no tiene toxinas ni tampoco bacterias dañinas como las poseen los dragones de Komodo por ejemplo.

—No parece tener colmillos huecos para inyectar veneno —comenta Elio.

—Es cierto. Su lengua es lisa con forma de V —describe Paz al sacarle un par de fotos—. Dos fosas nasales, mmm... no hay branquias —murmura, tal parece que todavía es un secreto el cómo respira bajo el agua.      

Mientras los osos polares hablan entre ellos, el simio se sacude sobre la camilla. Todos sus intentos son en vano, haciendo que se irrite cada vez más.

—Es un macho y tiene múltiples cicatrices en todo su cuerpo. Debido a su tamaño también es una presa en el océano, ahora entiendo porqué es tan agresivo —Paz continúa examinándolo, sólo le pusieron una simple bata que lo cubría pero prácticamente está desnudo.

—¿Cree que la falta de pelo se deba a una adaptación a su ambiente marino?

—Es posible. Pero cómo sucedió esto, ¿por qué hay un simio primitivo viviendo en unas islas deshabitadas en el océano? ¿Hay más como él? —se pregunta Paz mientras hace unas anotaciones.

—Bueno... Tal vez sea el último de su especie —sugiere Elio.

—Tienes razón, no consideré eso.

—¡Ahhh ah! ¡Rrrg! —El simio comienza a gritar y gruñir nuevamente, luego de quitarle el metal de su boca, incluso trató de morder a los osos. Pero ese sólo es el comienzo, por las siguientes horas Paz y Elio toman sangre, cabello, radiografías, resonancias y demás análisis que no sean tan invasivos para la criatura.

Luego Paz decide que es tiempo de dejar al Pazoran descansar en el hábitat que diseñaron para él. Para colocarlo en dicho hábitat ellos duermen al simio con tranquilizantes nuevamente, por lo que éste despierta unas horas después dentro de un espacio cerrado. Bajo él hay arena y palmeras sobre su cabeza, también un gran estanque con un arrecife hecho de manera artificial. 

—Espero que esté cómodo, el agua es salada como en el mar y liberamos peces en el estanque para que pueda cazarlos —dice la osa mientras lo observan a través del grueso cristal. 

—Lo estará —asiente Elio—. Se aseguró que tenga todo lo necesario, de esta forma podremos aprender más de su comportamiento.

—Lo ideal sería observarlo en libertad pero no podemos correr el riesgo que un depredador más grande se lo devore. —Ella se da un respiro para tomar un poco de café. Desde su lugar ven como el simio observa la ropa que tiene puesta y comienza a explorar su nuevo hogar.

Los días pasan, la investigación avanza a pasos gigantescos mientras los osos observan al simio. Los primeros días él intentó escapar, golpeando la puerta, atacó la cerradura y bisagras, dándole a Paz más razones para pensar que es más inteligente que lo que parece. También trató de romper el cristal del estanque, sin embargo todo era en vano y sólo conseguía lastimar sus puños.

Dejó de intentar huir y sólo se rindió, a partir de ese momento sólo se dedicó a nadar o correr dentro de la pequeña selva del hábitat. Continuaba cazando los peces y crustáceos que sus cuidadores colocaban cada noche.

—Hoy es el día Elio, quiero que todo esté en orden —comenta al revisar otra vez su pelaje y uniforme.

—Todo saldrá bien, nunca se lo dije pero es un honor trabajar con usted. No hay muchos osos polares fuera de los polos —responde él con una sonrisa genuina.

—Lo mismo digo, sin tu ayuda o la de los delfines esto todavía seguiría siendo un sueño. —Ella palmea su espalda, entonces ambos oyen como el guía de la institución lleva a un grupo se periodistas hacia allí.

—Ella es la doctora Mercil, viene del instituto de investigación del Polo Norte y las últimas semanas ha estado investigando algo muy interesante junto a su asistente —dice el guía al resto de los animales mientras presenta a la osa polar. Como es de costumbre ella sólo asiente, sin acercarse a los demás porque intimida a todos con tu tamaño, también se encuentra usando un barbijo azul para ocultar sus dientes al igual que Elio.

—Así es, nosotros descubrimos una nueva especia en unas islas deshabitadas a unos kilómetros de la costa, en mar abierto —les dice él mientras les da un pequeño vistazo a los análisis que hicieron. Pero los periodistas los bombardean con cientos de preguntas.

—¿Hablan del famoso "Terror del abismo"?

—¿Lo capturaron? ¿Hay más en el océano?

—¿Es cierto que es tan letal al igual que un tiburón blanco?

—¿Come sólo carne?

—Hay rumores que también es terrestre, ¿estamos en peligro?

—¡Un momento! —Paz alza la voz por sobre la de todos para callarlos—. Lo que esté relacionado con ese terror del abismo sólo es ficción. Aquí observamos a la verdadera criatura que inspiró esas historias de monstruos pero sólo es un animal más, un poco diferente aunque no un monstruo.

—Les presentamos al único espécimen de Pazoran Alares —habla Elio al apretar un botón, así las persianas de los grandes ventanales a su derecha se levantan. Desde allí tienen una vista perfecta del hábitat del Pazoran.

—¡Jajaja! —unos de los periodistas comienza a reír en ese momento, llamando la atención del resto—. No sabía que los científicos tuvieran sentido del humor.

—A mí no me da gracia, eso sólo es un simio.

—Esperen, ¿han tenido encerrado al simio en este lugar? ¿Por qué lo tratan de esta forma? No es nada ético ni moral.

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