22
Cuando el efecto pasa Naira poco a poco recupera el conocimiento, viendo que se encuentra acostada en los asientos de la camioneta. El calor es casi insoportable y tiene la garganta seca. Al menos ya está anocheciendo.
—¿Qué pasó? —se pregunta al frotar su cabeza, tiene un chichón bastante grande—. ¡626! —exclama al recordar lo que pasó.
Ella se levanta con cuidado, su cuerpo todavía se siente adormecido. Pero hace un esfuerzo para salir del vehículo. Al mirar a su alrededor encuentra un rastro de un tono marrón en la tierra, tampoco ve al camello en ninguna parte.
—Estuviste dormida durante horas —comenta 626 al estar a sus espaldas. Ella voltea y cae sentada cuando sus piernas fallan, al levantar la vista queda sorprendida debido a la nueva apariencia de 626.
—¿626? ¿Eres tú? Tu piel se ve diferente —indica mientras se pone de pie nuevamente. La piel blanca y un poco rosada que poseía ahora es completamente negra.
—Es debido al intenso sol, mi piel produjo un exceso de pigmento para protegerme de los rayos ultravioletas —le explica, aunque esta sólo es la segunda vez que a ocurrido.
—¿Melanismo? Cambias de color... Los camaleones pueden hacerlo p-pero no eres un camaleón —murmura pensativa al rodearlo, da unos círculos y efectivamente toda su piel cambió—. ¿Dónde estabas? ¿Qué pasó con el camello?
—Necesitamos agua y alimento para sobrevivir en este ambiente —contesta, haciendo que ella entrecierre los ojos—. Encontré un arroyo a tres kilómetros de aquí.
—Espera, ¿no pensaste en conducir esta cosa hacia la civilización? —cuestiona al señalar el coche.
—No —responde luego de recordar que arrojó toda la ropa del camello a dicho arroyo junto con las llaves del vehículo tal vez. Además sería muy difícil conducir para ellos, ya que le vehículo es para dos camellos, el coche es demasiado grande para ambos.
—Ya que, ¿tienes un poco de agua? —pregunta al lamer sus labios secos.
Él le extiende una cantimplora que había encontrado en la parte trasera de la camioneta, la cual llenó con agua fresca. Naira la toma rápidamente para beber, el líquido recorre su garganta completamente para aliviar la sed que la atormentaba.
—Revisé el vehículo y encontré mucho dinero, aunque no sirve de nada en esta situación —comenta 626 mientras ella continúa bebiendo.
—Un mapa, debe haber un mapa —comenta ella al entregarle la cantimplora para regresar a la camioneta. En la guantera encuentra unos papeles inservibles y el dichoso mapa. Con ayuda de él ven que están muy lejos de su destino, pero traza el camino de regreso—. Tenemos kilómetros por recorrer. Este continente tiene todos los ecosistemas y terminamos en el peor de ellos.
—Tenemos alimento y mucha agua, vamos —propone él al tomarla de la muñeca.
—Ya está anocheciendo.
—¿Prefieres caminar bajo el sol?
—No puedo... siento adormecido el cuerpo. Es por el efecto del sedante —confiesa al desviar la mirada. 626 suelta su brazo y la empuja un poco para sentarse también en el asiento.
—Entiendo, en este estado serás una carga —responde, haciendo que ella suelte un chillido de indignación—. ¿Por qué te molestas? Es la verdad. Esperaremos hasta que puedas movilizarte.
—Creí que seguirías sin mí —murmura pensativa.
—Ya me acostumbré a tu presencia. Además te necesito —sus palabras y la decisión en ellas al momento de decirlas provoca que Naira se sonroje rápidamente.
—E-Eso me a-alaga pero no te confundas. Esto le ha pasado a Val y a mí muchas veces con los machos, los sanamos y cuidamos de ellos y se enamoran de nosotras. Para mí es sólo trabajo... no quiero que te ilusiones —le explica con cuidado mientras le acaricia su cabeza para reconfortarlo. Tampoco quiere ser tan cruel con los sentimientos de los demás.
—En la noche la temperatura desciende hasta los 0° grados. Tu pelaje parece ser más denso que el de los otros simios y sin ti moriría congelado.
—Oh... Por eso me necesitas.
—Tienes hambre, ¿quieres comer algo? —pregunta él luego de oír el estómago de la simio rugir.
—Si —responde, aunque hace una mueca al ver lo que él le entrega unos trozos marrones asados—. ¿Qué es esto?
—Carne.
—Los langures somos herbívoros —dice al rechazar su comida. Entonces 626 le enseña una bolsa con hojas verdes que también estaba en la guantera—. Eso servirá para mí —murmura al abrir la bolsa y comer las hojas.
Él hace una mueca pero parece que a ella le gusta por la forma en la que lame sus labios. Por su parte come la porción de carne que preparó para la cena.
La oscuridad los envuelve a medida que el sol se esconde en el horizonte. El cambio de temperatura se da gradualmente haciendo que para las 12 de la noche ellos ya sean capaces de ver sus alientos al momento de respirar. La camioneta se cubrió de escarcha y el parabrisas se empañó en en interior.
626 fue quien notó el cambio más rápido debido a su falta de pelo. Ahora él se encuentra abrazándose a si mismo mientras está acurrucado junto a ella.
Naira se siente un poco incómoda por la cercanía. Pero no puede a apartarlo, ya que lo siente temblar un poco.
—Ven —murmura al extender sus brazos. Él frunce el ceño, sintiendo un poco de aversión hacia ella. Sin embargo se acerca para terminar abrazados, el calor de ambos se comporte inmediatamente y 626 deja de temblar—. Mis padres siempre decían que los abrazos son vida. Mi especie es la única de los simios que soporta el frío y nuestros ancestros se mantenían calientes unos a los otros... Esto es como regresar a mis orígenes.
—Entiendo —responde 626, aunque se pregunta a sí mismo porque ella frota su cabeza contra él.
Que suave, que suave, piensa la simio. Al principio creyó que con su nueva piel la suavidad hubiera desaparecido, peso sigue siendo la misma.
—¡Alto! —se dice a sí misma—. ¿Estoy en celo? Ya dejé de ser una adolescente... ¿Será él? No huelo que expulse feromonas o algo por el estilo. —Naira sale de sus pensamientos y frunce el ceño al mirarlo.
—¿Que? —pregunta cuando ella se aleja un poco, aunque no demasiado ya que él sostiene su cintura.
—Deja de hacer lo que sea que estás haciendo —le ordena, entonces 626 termina por separarse y levanta sus manos—. ¡Eso no!
—No comprendo. Sólo te abrazo para mantenerme en cálido, veo que aquí también está prohibido tocar al sexo opuesto.
—Eres raro. Quisiera conocer más de ti, sólo si me lo permites —habla, a lo que él asiente con la cabeza—. Tomaré eso como un si... ¿Qué quieres decir con no tocar al sexo opuesto? ¿En los laboratorios habían más simios como tú?
—Ja, no siempre estuve en un laboratorio. De donde vengo los hom... machos no debemos acercarnos a las hembras a menos de un metro de distancia.
—¿Que? ¿De qué ciudad vienes? Tendría que estar en las noticias por esa ridícula regla —opina Naira, quien vuelve a abrazarlo ya que 626 comenzó a tiritar, ni siquiera tienen alguna manta para protegerse del frío.
—Es muy lejana y desconocida para los animales —él da una pausa, reconsiderando si debería seguir hablando, pero al ver los ojos de Naira y sus largas pestañas no queda duda alguna—. Te lo explicaré de una forma que puedas entender... El cuerpo es un organismo compuesto por millones de organismos más pequeños. De dónde vengo el cuerpo se llama Familia y cada hijo somos las células que mantienen funcionando a la familia. Las células debemos cumplir todas las órdenes sin cuestionar, no importa si debemos sacrificarnos, lo único que importa es que el bienestar del cuerpo.
—No tenía idea que una sociedad así existiera. Es inmoral.
—Sabía que no lo entenderías pero no importa. Yo soy una célula fuera del cuerpo, viviendo sólo por mí —agrega para luego tomar una bocanada de aire.
—Entiendo un poco. Eres más complicado de lo que pensaba —comenta mientras a jugar con los mechones oscuros de muchacho, lo hace de forma inconsciente. Pero a 626 no le molesta como lo hacía antes.
—Tal vez —susurra al darle una pequeña sonrisa—. También eres interesante a tu manera.
—¿Mi manera?
—Te estás frotando contra mí y trato de analizar tu comportamiento sin éxito —le explica, haciendo que ella se detenga. Estaba moviendo su cabeza contra la de él, haciendo que sus mejillas se froten.
—Son cosas mías. Además tu piel... e-es muy... su-suave —contesta al esconder el rostro en su cuello—. Lo siento. Estoy haciendo cosas raras.
—Si, mejor detente —contesta al apartarla un poco, la respiración cálida en su cuello y sus caricias pronto harán que su cuerpo reaccione y eso sería un problema para ambos.
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