18

El amanecer sorprende a 626, quien se había recargado por la pared de un callejón para pasar la noche. Entre los helechos y pastizales encontró un escondite. Sin embargo ahora tiene un problema muy grave.

Al levantarse siente como si su cuerpo hubiera sido arrollado, fue la onda expansiva de la explosión la cual lo golpeó, sin embargo eso no es nada comparado a la herida que tiene en su costado. Él la había envuelto con tela de su ropa pero el sangrado no se detiene.

Con todas sus heridas 626 se pone de pie con ayuda de las paredes y se adentra más y más al callejón. Allí la vegetación es abundante y pronto encuentra un gran escampado oculto detrás de los edificios. Él continúa avanzando con la esperanza de encontrar agua.

—Lasirna —murmura al reconocer una planta de hojas redondas que tiene propiedades curativas. Había aprendido sobre ellas gracias a Efer. Recordarla ahora le causa un fuerte dolor de cabeza.

Él se quita el vendaje luego de cortar unas hojas. Al apoyarlas sobre su herida las mismas se adhieren para tapar la misma. Sin embargo unos segundos después las hojas ya están completamente secas y se caen.

—Mi sangre-

—¿Quién eres tú? —escucha a sus espaldas. Él reacciona y se pone de pie, aunque el dolor lo obliga a doblarse—. Estás herido, pediré ayuda... ¿626?

¿Me conoce?, se pregunta. Todo a su alrededor de vuelve borroso y termina desmayándose por la pérdida de sangre.

Una luz ciega sus ojos, apenas puede abrir los párpados, lo que parece sólo un abrir y cerrar de ojos para él es más que eso porque nota que su torso ahora se encuentra vendado, por lo que su primera reacción es incorporarse de golpe, sin embargo su herida lo obliga a recostarse otra vez. 

—Oh, ya despertaste —escucha de nuevo esa voz. Al girar la mirada ve a la simio de rostro azul, es imposible de olvidarla con ese tono de piel—. Tenías esto entre tus costillas. Es increíble que aún estés vivo —comenta al momento de mostrarle una pieza de metal de un tamaño considerable, tal vez sea parte de la camioneta.

Ella se acerca con un paño para colocarlo en su frente mientras le da una sonrisa. Por su parte 626 mira a su alrededor, encontrando unas pequeñas mangueras que están conectadas a su brazo. 

La simio queda horrorizada al verlo arrancarse las vías, entonces lo detiene al sostenerlo de las manos. Gritándole que necesita eso para seguir viviendo.

—¡¿De nuevo?! Son medicinas y calmantes, evita infecciones y te ayudarán a sanar. Están siendo administradas a tu torrente sanguíneo para que el proceso sea más adecuado y rápido —murmura mientras intenta controlar los rápidos latidos de su corazón.

—¿Dónde estoy? —pregunta al momento que ella coloca el paño sobre su cabeza nuevamente para luego colocar las vías como estaban.

—Es el paraíso para nosotros, podrás sanar tranquilamente pero... ¿Quién te lastimó de esa manera? No fue en una pelea.

—No. 

—¡Hey, hey, dijiste algo! Creí que eras mudo o algo así —exclama sorprendida. 

—Cállate... me duele la cabeza... 

—Entiendo —responde al caminar hacia la puerta—. Te dejaré descansar y no te quites las vías de nuevo —ordena antes de marcharse de la habitación. 

626 suelta un suspiro para luego cerrar sus ojos, el brazo ahora le duele y también las heridas de su abdomen. Agotado se sumerge en un sueño profundo para que su cuerpo se concentre al máximo para sanar sus heridas.

Mientras tanto Naira encuentra a su compañera en los pasillos, ambas están en un viejo hotel donde los simios y primates se reúnen para olvidar por un momento la realidad. En ese lugar ellos son libres, iguales a los demás, no hay discriminación ni prejuicios. 

El grupo que lidera el hotel está conformado por simios de diferentes razas como chimpancés, orangutanes, monos aulladores y arañas. Ellos ahora están debatiendo qué harán con la situación que los otros animales están generando en su nombre, hay muchos disturbios y daños.

—Debemos hacer algo, parar a esos animales antes de que nos responsabilicen por sus acciones —dice uno de ellos mientras estás sentados en las gruesas ramas de un imponente árbol, el cual crece en el corazón del edificio.

—Pero tienen razón. Yo estoy cansado de la discriminación hacia nosotros, todos sabemos cómo se siente y no queremos eso para nuestros hijos y familia. 

—Estoy de acuerdo, no con los destrozos sino con el reclamo —habla una orangután.

—Sugiero tomar esta lucha nosotros mismos. Somos los afectados no ellos. No sé ustedes pero estoy harto que animales de otras especies hablan por nosotros.

—Debemos pensarlo mejor —interviene uno de los monos araña—. Ya nos ven como descendientes de los monstruos humanos y si nos revelamos puede que nos consideren una amenaza. 

—Prefiero eso a ser tratado como basura. 

—Cálmate, muchos de nosotros podremos perder la libertad que tanto nos costó conseguir. 

—Veo que hoy no llegaremos a un acuerdo.            

Del otro lado del complejo Naira se encuentra con Val en el lugar de trueques, allí se intercambian mercaderías y objetos aunque no de manera legal. Val salta sobre su espalda para darle un abrazo.

—No esperaba verte aquí —le dice sonriendo.

—Estoy en medio de un trabajo —responde mientras escoge unas flores y semillas tanto saladas como azucaradas. Ella a cambio ofrece medicamentos, los cuales valen mucho en los trueques.

—Todo el tiempo estás trabajando. Estamos en el Hotel Arbo, relájate un poco —murmura al cruzarse de brazos. 

—Sabes que no puedo hacerlo cuando hay alguien herido, tendré que quedarme unos días más aquí —comenta mientras continúa viendo las mercaderías. Val por su parte le desea suerte y se despide para seguir su camino. 

Una vez que tiene todo lo que buscaba, Naria regresa al ala de las habitaciones, allí le dan hospedaje a los simios que no tienen hogar. La mayoría de ellos son prófugos que escaparon de sus dueños, otros son crías que fueron abandonadas por sus padres tal vez por petición de sus dueños por no querer más bocas que alimentar. Por lo general los cachorros son conservados sólo para tener más sirvientes. 

Naira se apresura al ver que un par de crías están corriendo por los pasillos y entran a su habitación. Ella queda sin aliento al verlos sobre el simio herido. 

—¡Aléjense ahora! ¡Está lastimado! —exclama en susurros, aunque él despierta inevitablemente. 626 mira a los pequeños simios abrazándolo, entonces se los quita de encima e incluso los patea para quitarse los que están abrazando sus piernas—. ¡Oye! Tampoco me gustan las crías pero no puedas patearlas —exclama hacia él mientras ayuda a los pequeño, ninguno está lastimado por suerte.

—No me toquen. —626 gruñe hacia los cachorros, quienes se ocultan detrás de Naira.

—¿Qué hacen ustedes aquí? —le pregunta Naira a las crías. 

—Me retaron a tocar al simio pelón y lo hice —responde uno de ellos.

—No tiene pelo pero su piel es muy suave —agrega otro al señalarlo. 626 continúa agresivo y comienza a rascar su cabeza. 

—Miren lo que hicieron piojosos —dice ella entre dientes para luego echarlos de la habitación. Al voltear ve a 626 rascar su cabeza con ambas manos. 

—¡¿Qué es esto?! ¡Siento algo caminar por toda mi cabeza!

Naira arquea una ceja mientras busca su cepillo especial para deshacerse de los piojos. Aunque él se aparta cuando se le acerca. 

—Son parásitos, ¿nunca antes los habías tenido? —no recibe respuesta de su parte, sin embargo no se aleja cuando comienza a peinar su cabello—. Tengo que eliminarlos porque no quiero tener piojos y pulgas, son muy molestos —comenta al momento de rociar un repelente sobre ella misma antes de olvidarlo. Mientras peina las hebras oscuras ella piensa que, aunque manteniendo su pelaje corto, los piojos aún podrían saltar a su cuerpo. Pero 626 no tiene ese problema, incluso ya está terminando de limpiarlo.

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