2. Casa en ruinas
La lluvia comenzaba a caer mientras atravesaban la salida del Hospital Fullmoon y caminaban hacia el exterior, el cielo estaba negro a pesar de apenas ser las tres de la tarde, algunos jóvenes y adultos caminaban apresuradamente moviendo su bata blanca. Diego Valencia guiaba a los cuatro recién llegados.
—Buenas tardes— exclamo una joven y sonrió, Mathew se giró a verla y la extraña también lo miro con una sonrisa.
Siguieron su recorrido y el aire comenzó a soplar moviendo los arboles de un lado a otro dando la impresión que estaban bailando. Marilyn observo con atención el recorrido, odiaría perderse algún día de ida o de regreso de haber trabajado así que busco referencias para lograr guiarse. Una casa de color grisácea, que en otro momento llego a ser blanca, fue vista por los cuatro chicos, el director detuvo su andar y saco un llavero lleno de llaves, introdujo una de ellas a la cerradura y abrió la puerta.
—Ustedes que quedaran aquí, espero y sea de su agrado— hablo el hombre entrando a la pequeña casa.
Amber miro el techo de la casa como estaba lleno de humedad, no se encontraba tan sucia o eso quiso creer, hizo una mueca al mirar una rata muerta.
—Por aquí tienen la cocina— comenzó a explicar el Director— Aquí tienen un baño...—abrió la puerta y los cuatro miraron el baño, Mathew presiono el botón la prender la luz y esta encendió parpadeando— Es un problema de cables, pero luego se resuelve solo, no necesitamos al técnico...— luego abrió una puerta— Aquí está la habitación, tiene dos camas en donde caben perfectamente.
—¿Dormiremos juntos? — pregunto sin poder creerlo William y señalo a los otros integrantes.
—Si, no creo que exista algún problema ¿Verdad?
Los cuatro jóvenes se miraron de reojo, Amber negó con la cabeza.
—No director, está bien— le sonrió Amber.
El hombre lo miro.
—Bueno chicos, si ya no tienen mas preguntas, los espero mañana a las ocho de la mañana para comenzar, les pido de favor que sean puntuales. Mañana les asignare las actividades—les sonrio— Buenas noches.
—Buenas noches— agradeció Mathew.
El hombre alzo las llaves y las dejo sobre la mesa de madera, luego salió de la pequeña casa.
—¿Qué tienen de buenas? — soltó William cuando el hombre se marchó, el rubio observaba con el ceño fruncido la casa y se tocó la cabeza— Debí estudiar Administración, pero no, el niño quiso llevarle la contraria a su papa— se regañó.
Amber hizo una mueca mirando el pequeño cuarto y soltó un suspiro.
—¿Por qué no nos conocemos? — pregunto Mathew mientras abría y cerraba el refrigerador, de él, había sacado una botella de vidrio de leche— Después de todos trabajaremos juntos—William se sentó en el sillón y se cruzó de brazos mirándolo— De acuerdo, yo comienzo— se señaló con su mano colocándola en su pecho— Me llamo Mathew, nací 1950, soy hijo único. He vivido toda mi vida en Inglaterra, en Southampton. No tengo hermanos, mis padres son divorciados, vivo cerca de donde salió el famoso barco Titanic y me gusta el color azul.
—¿Así que tienes el setenta por ciento de probabilidad de ser un asesino serial? — pregunto Marilyn alzando una ceja.
—Probablemente y los mate mientras duerma— bromeo y la señalo— Sigues tú.
Marilyn tomo un sorbo de agua y luego dejo el vaso de cristal sobre la mesa, se relamió lo labios y hablo.
—Me llamo Marilyn, nací en 1949, sí, soy mayor que tu— señalo a Mathew quien se sorprendió ante ello— Mi madre murió cuando yo nací porque se le complico el parto, soy de Liverpool, no tengo hermanos. Tome esta carrera por rebeldía, para llevarle la contraria a mi padre, él quería que me especializara en finanzas, pero odio las matemáticas...— se quedó pensativa, odiaba tener que presentarse así, recordaba la primaria— Mi color favorito es el blanco.
—No creo creer que seas mayor que— hablo Mathew mirándola.
Marilyn solo le sonrió. Los ojos cafés de la chica se posaron en Amber quien miraba por la ventana.
—Te toca Gold.
Amber la miro y luego miro a los otros dos muchachos, odiaba socializar, odiaba hablar, odiaba pensar. Odiaba todo. Les sonrió.
—Soy Amber, no tengo hermanos ni padres. Me abandonaron con mi abuela porque querían un varón. Mi abuela me crio y el año pasado falleció. Tomé la carrera de Psiquiatra porque me da curiosidad la mente de las personas— los tres jóvenes la miraban con atención— Nací en 1951, en Francia. Estuve en muchas escuelas por lo que sería una gran lista decir todos sus nombres y mi color favorito es el gris.
Un relámpago ilumino la estancia cuando termino de hablar, Marilyn abrió la boca para hacerlo, pero luego volvió a cerrar la boca sin saber que decir.
—Interesante— exclamo William mirando a Amber, este lo miro de reojo— Soy William Williams...
Los tres jóvenes soltaron una pequeña sonrisa, Amber se sentó para poder mirarlos mejor.
—Sí, sé que ridículo. Pero mi madre quiso llamarme William y mi padrastro se apellida Williams, hasta en eso me jodio el nombre. Bueno, nací el 26 de mayo de 1950 en el Castillo de Windsor, siendo el cuerno de Felipe. Posteriormente mi abuela legitima Isabel I, madre de la reina regente hizo que me adoptara otra familia, una familia cercana apellidada Williams lo que arruino mi apellido. Un día me aparecí en el palacio y mis hermanastros me corrieron. La vida me hare justicia y Carlos jamás será rey— soltó una risa— Luego, decidí comenzar a estudiar algo interesante, así que tome Psiquiatra y luego me especialice en el área infantil, mi madre murió hace uno años y mi padrastro fue metido a prisión por corrupción hacia bolsa de valores y estafo a un tal Billy Kimber lo que lo llevo al final a su muerte.
Los tres integrantes se miraron con cierta sorpresa, Amber decidió tomar la palabra.
—¿Así que vienes siendo un príncipe? — pregunto la rubia alzando una ceja.
—Sí, merezco su respeto y alabanza— sonrió el joven.
Mathew negó con la cabeza no creyéndola ese cuanto a William, se levantó del asiento y se dirigió a la ventana, la lluvia seguía cayendo y no había señal de que se detuviera esa noche.
Una gota de agua cayó sobre la mesa de madera que estaba en el centro y los cuatro la miraron.
—A parte de que es una casa horrible, está en ruinas— exclamo Amber y se levantó dirigiéndose al baño, cerrando la puerta de golpe.
—Ustedes duerman en el cuarto, William y yo dormiremos en la sala— señalo Mathew.
—¿Así se va a tratar a la realeza? — pregunto William, Mathew alzo una ceja— Bien, ya no hay respeto ni por la corona británica.
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