† | spectrum ¹

† • Manoir abandonné

Las turbulencias que presentaba el avión a la hora de aterrizar bajaban con el paso de los segundos, el brusco movimiento fue disminuyendo mientras las ruedas del trasporte tocaban el suelo, dando la llegada a su destino: la isla Jeju, lugar en donde residirían Namjoon y sus amigos —Jackson, Seungcheol, Chan y Hyungjin— por dos semanas enteras.

—¡No puedo creer que hayamos podido venir realmente aquí en las vacaciones! —Hyungjin exclamó con alegría mientras salían del finger —pasarela móvil y cubierta para acceder del aeropuerto al avión o viceversa— los cinco.

—Yo pensé que moriría con las tareas de las últimas semanas. ¡Los profesores no tienen la más mínima consideración con nosotros! Piensan que ellos son los únicos profesores y nos dejan miles de tareas largas —espetó Jackson.

—Digo lo mismo, mi cerebro sólo da vueltas al recordar los informes de más de quince mil palabras que mandaban —dijo Seungcheol con lágrimas falsas en sus ojos.

—Vamos, no se quejen —habló finalmente Chan deteniendo sus lamentos—. Ahora son las vacaciones de entre semestre, así que olvidémonos de esos desconsiderados profesores y disfrutemos al máximo —animó.

—Eso mismo. Pensemos en lo que comeremos, beberemos, y disfrutaremos estos días —terminó Namjoon.

Los chicos sonrieron ante las imágenes que aparecían en sus mentes de disfrutar las cosas a sus maneras, pero tuvieron que seguir el trayecto después de ser retados por la azafata al haberse detenido de manera abrupta estorbando a los siguientes pasajeros en bajar del avión.

Las vacaciones de los chicos entre los semestres de su universidad habían llegado, y ellos, como grandes amigos que eran y fanáticos de los viajes, decidieron ir entre vacaciones a esa peculiar isla que habían deseado explorar desde hace meses.

Entre turistas, empleados y equipaje a la mano de su dueño, estorbando el camino, lograron agarrar sus maletas, con choques entre personas incluidos y la mirada de cierto azabache a lo lejos, con lo necesario que habían guardado ahí, hasta al fin llegar a la salida del Aeropuerto de Jeju, más que exhaustos y con un calor de infierno por la aglomeración que había en el lugar; no sabían si decir que fue una buena idea ir cuando centenares de personas estaban de vacaciones. Mas esos pensamientos desaparecieron al ver la breve vista del lugar y el cielo despegado, con un color azul claro hermoso que iba en un degradado tenue que se veía en el horizonte, y el esplendoroso sol reinando el etéreo paisaje.

El taxi que agarraron los llevó de inmediato al lugar en el que estarían en el transcurso de sus vacaciones; un hotel que estaba un tanto lejos del aeropuerto, con el nombre de Utop Ubless Hotel, que se encontraba cerca de las costas para poder disfrutar del mar con tranquilidad; las vistas que venían con el panfleto digital para hospedaje eran increíbles, y no dudaban en el que lo fueran. La manera para costear las habitaciones no fue tan compleja para ellos; usaron las becas monetarias que le eran proporcionadas a cada fin de semestre (cabe decir que era sumamente inteligente y que supieron manejar correctamente los gastos del arrendamiento semanal).

Las vistas deslumbran en los ojos de los chicos mientras éstas pasaban por la ventana del vehículo. Aunque no fueron conscientes del estruendoso ruido que hacían los cuervos encima de los cables de electricidad. Apenas bajaron y sacaron sus maletas, se dirigieron a recoger la llave de sus habitaciones, tres en total. Hicieron un sorteo "justo", en donde Namjoon logró obtener la habitación sola, quedando Chan con Seungcheol y Jackson con Hyungjin. Entre exclamaciones por injusticia —ya que se dieron cuenta de la pequeña trampa que había hecho Nam—, guardaron todo, quedando en verse en una hora en la entrada del hotel para recorrer los alrededores, y quién sabe, ver si podían hacer un pequeño reto para fastidiar a uno de sus amigos, especialmente al tramposo.

Namjoon se impresionó —como siempre— por lo que veía en la habitación del hotel. Su boca se abrió al darse cuenta que era más espacioso que en el sitio Web, que el baño poseía una tina con un gran espacio, y que los ventanales, abiertos a la par, dejaban que un aire fresco entrara en el espacio y tocara de manera suave su rostro. Al salir al balcón, la vista al mar lo deleitó y excitó en sobremanera, ansioso por ir a refrescarse del calor que hacía. Sin esperar más, como un niño pequeño y emocionado por un helado, comenzó a guardar rápidamente su ropa, arreglar el lugar en el que dormiría y a acomodar sus implementos en el baño o en la mesita de al lado de la cama, con pensamientos de lo que podría hacer después. Tan concentrado estaba, que no vio como los ventanales se cerraban de una manera tan lenta y casi desaperciba; y si lo vio, lo ignoró pensando que era el viento.

Una hora se le fue volando y salió de la habitación sin mirar atrás, y con pasos apresurados; un pequeño chasquido retumbó en el desolado lugar. Se reunieron los cinco nuevamente y entre conversaciones triviales recorrieron gran parte del lugar, hasta llegar a la zona de puestos locales. El mercado dongmun se encontraba lleno de gente, no como para asfixiarte, pero sí como para ser consciente de que había que esperar un par de turnos para tener tu compra en un puesto.

Puestos de diferentes tipos inundaban el lugar, unos en donde vendían tanto frutas frescas como frutos secos, puestos de comida de todo tipo, accesorios tradicionales de la isla en todas partes, y más cosas que les encantaron. Y lo que más destacaba era el olor del lugar, el abundante olor a pescado y carne cocinada de diferentes formas les hacía revolver el estómago, exigiendo probar la, tal vez, delicia más grande de su vida. Y eso hicieron, se detuvieron en uno de los tantos puestos e hicieron una pequeña fila.

Hablaron unos segundos entre ellos, pero el repentino grito de la persona del frente les llamó la atención.

—... ¿Lo vieron de nuevo? —exclamó el señor con estupefacción—. ¿El lugar no había sido exorcizado? —inquirió.

—Parece ser que no funcionó. Creo que la mejor opción sería derrumbarlo —dijo. Los dos hombres apretaron sus labios al escuchar como una cuchara caía en el suelo de imprevisto.

—¡Sabes que no se puede ni mencionar eso, idiota! —vociferó—. Cuando lo intentaron, muchas personas murieron y ya nadie se acerca ahí. No entiendo porque sigue aquí, pasaron 50 años. Si no lo hubiera visto, creería que es sólo para que la gente no se acerque. Además de que sólo se presenta ante gente que conoció o descendientes de ellos.

—El chico debería descansar en paz —musitó. Guardó una última porción en una tarrina para pasársela al hombre, despidiéndose como si no hubieran causado una gran incertidumbre en los cinco chicos de atrás, especialmente a Namjoon.

Al ser su turno, pidieron la comida que le gustaba a cada uno, pero Kim no pudo detener su boca antes de que esta hablara por sí sola.

—Señor, ¿de qué hablaba con el cliente anterior? —preguntó. Sus amigos miraron a Namjoon con asombro por la imprudencia del chico, y el destinatario de la pregunta lo miró con duda de si contarle o no. Mas la silueta de un chico a unos metros le pareció extraña, debido a que esa fría miraba estaba en el castaño que hizo la pregunta. La sombra le miró a él unos segundos antes de desaparecer.

Y como si fuera controlado por algo, o alguien, respondió—: Cerca de aquí hay una mansión abandonada, aunque en realidad es un set de grabación antiguo. Mientras grababan una película romántica, el techo de la cocina cayó e impactó encima del protagonista, éste murió instantáneamente y no se pudo hacer nada, por lo que la película fue cancelada. Desde ese día, muchas personas lo han visto, y por más que lo intentan, no pueden hacer que desaparezca. Aunque no le ha hecho daño a nadie, a excepción de cuando intentaron derrumbar el lugar. Intentaron exorcizarlo, pero no funcionó, ya que fue visto de nuevo hace unas horas —terminó. Mientras hablaba servía los alimentos, así que no demoró mucho en darle su pedido.

Los chicos agarraron su comida que estaba guardada en recipientes y se fueron del lugar con diferentes pensamientos cada uno, y el señor sólo salió de su ensoñamiento sin saber que había hecho en esos minutos.

—¿Y si vamos a investigar la mansión abandonada? —propuso Seungcheol después de haber tragado su cuarto bocado.

Los demás le miraron como si tuviera dos cabezas, a excepción de Kim, quien se encontraba perdido por el relato, sentía que había escuchado antes una parte de este.

—¿No escuchaste lo que dijo? ¡Podríamos morir! —exclamó Hyungjin con una expresión de horror en su rostro.

—¡Vamos! ¡Será interesante! —insistió.

—¡No! —gritaron en unísono.

Seungcheol hizo un pequeño puchero y refunfuñó. No sucedería nada malo si iban, ¿cierto?

El tema quedó olvidado por parte de Seungcheol y los demás, por ahora.

Y el azabache, que había escuchado todo a la lejanía por su agudo oído, sólo pudo fruncir sus cejas antes de nuevamente desaparecer. Sin embargo, Namjoon le vio, fueron unas milésimas de segundo, pero vio los hermosos ojos negros del chico, aunque creyó ser su imaginación el que estuviera ahí, porque nadie puede desaparecer así.

[...]

Las dos semanas habían pasado rápidamente, y en ese transcurso de tiempo, escucharon más de una vez sobre el chico de la mansión abandonada, hubo muchos casos de avistamiento del supuesto fantasma y que en la mansión se encontraba éste, causando más curiosidad en los chicos, especialmente a Namjoon, porque, con cada palabra que repetían sobre la historia del chico, sentía que había escuchado eso antes.

En ese momento, los cinco chicos se encontraban ahora tomando diferentes tipos de bebidas en un antro cualquiera de la zona, disfrutando al máximo sus vacaciones y emborrachándose ese último día de vacaciones en esa isla.

Al ser sábado, el lugar se encontraba atascado de gente, el olor a alcohol, cigarrillos y drogas abundaba el lugar, los sillones se encontraban llenos de personas, unas hablando y otras con escenas un tanto subidas de tono que involucraban partes íntimas de ellos. Los baños no eran una opción a entrar a esas altas horas de la noche, si es que quieres mantener tu mente sin una imagen perturbadora de otros teniendo sexo enfrente tuyo, e incluso que te inviten a unirte a ellos.

La mente de ellos se encontraba nublada por el alcohol en su sangre y no sabían lo que hacían, se movían de manera chistosa para los que lo veían —que estaban igual o peor que ellos— y las palabras se trababan en sus bocas, sin lograr pronunciar algo correctamente.

Después de horas de ingerir cualquier bebida, salieron del antro sin dirección alguna, sólo caminaban por ahí, más por el hecho que no sabían dónde pisaban ni la dirección del lugar en donde se hospedaban.

Namjoon siguió sus pasos, o eso intentó hasta que, sin darse cuenta, él ya no estaba con sus amigos y se encontraba en un parque desolado.

Las luces de las farolas comenzaron a apagarse y prenderse rápidamente, sin ritmo alguno y con constancia, un reloj se ubicaba en la zona alta en el centro del parque, logrando un tenebroso panorama para cualquiera que pasara por ahí en sus cinco sentidos. Su mirada recorrió todo el lugar, intentando ubicarse, pero no lograba pensar con claridad debido a lo borracho que estaba.

De manera inesperada, el reloj sonó en un estruendoso ruido y un suave canto comenzó a oírse en el lugar.

El tarareo de una voz llegó a Namjoon, era una dulce melodía que podía ser comparada con la de una sirena, y, en su estado sin lucidez, no dudaba en que lo fuera, porque, con el paso de los segundos, su cuerpo comenzó a moverse con voluntad propia, como si fuera hipnotizado, tal cual a los piratas que eran presa de esas majestuosas criaturas mitológicas en la antigüedad.

Cuando su estado de hipnotismo terminó, se encontró a sí mismo en medio de un jardín repleto de flores muertas y malas hierbas. Una fuente se detalla en el centro, con un toque elegante, y hubiera sido hermosa a la vista si no estuviera en un estado lamentable, con moho en toda la estructura y grietas que recorrían toda su extensión, unas más grandes que otras, que pareciera que se fuera a caer en cualquier instante. Para ese momento, el alcohol había abandona su sangre, y se encontraba en sus sentidos.

El crujido de la madera vieja moviéndose captó su atención, y cuando sus ojos se dirigieron al lugar de donde provenía, vio como dos puertas de gran tamaño se abrían para él, invitándole a pasar.

Tragó en grueso ante la imagen que tenía enfrente: las puertas abierta de par en par y un pasillo lleno de oscuridad, en donde sólo resaltaban pequeñas llamas de los candelabros que había en la pared.

La idea de irse llegó rápidamente a su mente, pero ésta se fue de la misma manera al ver atrás suyo, lo único que se veía era un jardín extenso sin salida, sin luz alguna, ni camino por el que ir.

Pensó en la probabilidad de llamar a alguien, y fue una buena idea, hasta que se dio cuenta que la señal no llegaba ahí. Así, más y más ideas venían, pero nada funcionaba, todo tenía una complicación y un "pero" del por qué no hacerla.

Y, escuchando el cantar de los animales nocturnos, se decidió a entrar. Una decisión estúpida, sí; pero así eran los humanos. Unos pequeños ratones intentando salir de la trampa, pero yendo a otra más peligrosa. Cayendo directamente en la boca del lobo.

Su cuerpo temblaba con cada paso que daba, y el crujido de la madera del suelo con el tic-tac del reloj no ayudaba a calmar sus nervios. El fuego de los candelabros guiaba su camino, llevándolo a una habitación, la cocina.

Le sorprendió de sobremanera el estado en el que se encontraba y lo que había adentro: un hueco en el techo se lograba ver y, lo que suponía era la estructura que iba ahí, estaba en el suelo. Comida preparada hace quien sabe cuántos años había en un sartén oxidado, alimentos pudriéndose, o ya de por sí negros como el carbón, que desprendía un olor desagradable para cualquiera, platos rotos en el suelo y machas de sangre por todo el alrededor, especialmente en la parte inferior de la estructura en el suelo, y lo supo porque, al intentar acercase, logró ver ese líquido rojo seco por toda esa parte. Tuvo un pequeño bloqueo en su mente al caer en cuenta de que ninguna luz se encontraba prendida cuando entró a la mansión.

Cuando quiso tocar el trozo de cemento, el sonido de algo cayéndose en alguna parte de la casa le alertó, por lo que miró atrás suyo; viendo que las llamas de los candelabros se prendían una por una, casi llamándole a que siga ese camino. Y como un pobre imbécil lo hizo, siguió el camino impuesto por la persona que lo observaba desde la oscuridad.

El trayecto lo llevó a la cual supuso era la sala de estar por el gran tamaño que poseía (cosa que no le sorprendía al ser una mansión gigante), y el juego de muebles que había en el centro, con una mesita en donde se encontraba un florero con rosas marchitas por quien tendrá la idea cuanto tiempo.

Sus ojos de inmediato, y casi robóticamente, captaron lo que había delante de los muebles, un gran espejo que ocupaba una columna entera que sobresalía, tenía un espacio al frente para colocar cosas, y lo que había ahí llamó su atención. Un perro de peluche.

Se notaba lo antiguo que era por el desgaste de los colores y la suciedad que poseía. El amarillo chillón se había opacado mucho, el negro de las orejas con el blanco de la cara se encontraba en un tono café por el polvo acumulado; además, Namjoon lo conocía, era un peluche de edición limitada, que sólo se vendió hace más de 60 años.

Y lo sabía porque su padre tenía uno igual.

Acercándose, lo intentó agarrar entre sus manos, pero este cayó al suelo de imprevisto, y cuando miró al lugar en donde supuestamente debió haber caído para recogerlo, no se encontró con nada.

La saliva raspó dolorosamente su garganta al encontrarla reseca por el miedo que empezó a invadirle al sentir como el aire comenzaba a faltarle, su presión cardíaca aumentaba de ritmo y el sudor empezaba a gotear de su frente. Giró sobre sus pies, intentando escapar, arrepintiéndose de pensar que su "grandiosa idea" de entrar a ese lugar, que era considerado como la mansión abandonada que no se debe pisar en Jeju, fuera una buena decisión, pero lo que vio detuvo por completo el movimiento de sus pies.

Un chico azabache estaba frente a él.

De manera inconsciente, dio un paso hacia atrás. No diría que lo hizo por miedo, sino que por la sorpresa de verlo aparecer de repente.

No pudo evitar escanearlo de arriba abajo, detallando todo lo que estaba a su vista.

Lo primero que observó fue al pequeño peluche de perrito entre las manos de azabache, provocando que agrandara sus ojos al no entender cómo llegó a él. Por consiguiente, miró su vestimenta: sus pantalones de tela y su camiseta blanca de botones tenían centenares de huecos de diferentes tamaños regados por ahí, esta última se encontraba por fuera, dándole un toque juvenil y el calzado que usaba era uno de zapatos clásicos de los 60. Ah, no hay que olvidar que todas estas prendas tenían manchas de sangre de diferentes tonalidades, llevando años ahí por lo seca que se veía a esa distancia.

Después se tomó el tiempo de admirar por completo al chico, maravillado por lo que veía. Su estatura no era muy alta en comparación a la suya, y le pareció tierno eso; su piel era lechosa, tan blanca como la nieve, y se veía muy tersa; las manos que tenían eran pequeñitas y regordetas, como la de un recién nacido; su cabello brillaba ante las luces de la sala de estar, logrando que tuviera un efecto más sedoso y suave; pero, sin duda, su rostro fue lo que le maravilló.

Sus labios eran rellenos y poseía un tenue color rojizo que tentaba, su nariz es pequeña como la de un botón, sus mejillas son como dos manzanas por lo rellenas que están, y sus ojos, ¡señor! Sus ojos eras los del mismo diablo que te cautivan para hacer una locura. Sus pestañas no eran ni muy largas ni muy cortas, son del tamaño justo para darle un toque de elegancia y para que su iris resalte más. Y, hablando del iris, éste tiene un color hermoso, un negro como la noche que deslumbra a la vista, pero lo especial y magnífico era el tono rojo sangre que resalta en ellos; una locura para cualquiera que los viera directamente a estos, logrando hipnotizar a las personas, como justo le pasa a Namjoon ahora.

—¿Quién eres? —preguntó, con miedo, Namjoon.

El chico de al frente sólo ladeó la cabeza hacia su derecha, como si no entendiera la pregunta. O más bien, la respuesta era clara.

Pero, aun así, decidió responder con tranquilidad—. Jimin. Park Jimin.

Y como si fuera un click, miles de recuerdos llegaron a su mente. Escenas de él sentado entre las piernas de su padre mientras le contaba un cuento, que ahora no lo parece; no cuando tenía al mismo protagonista de esos relatos enfrente suyo. Escenas en donde él veía las fotos viejas de su padre, encontrando de casualidad la de un hermoso chico azabache que llamó su atención por el puchero que portaba en la foto. Escenas en donde veía como los ojos de su padre se cristalizan al contar un poquito más sobre su mejor amigo. Escenas que, si ahora lo piensa bien, tiene todo el sentido del mundo.

Y sólo pudo decir "wow" en su mente, porque no lograba procesar mucho.

—Jimin... —musitó—. ¿Eres ese Jimin?

El mencionado asistió viendo la reacción del chico, mientras que con una mano acariciaba el peluche que estaba entre sus brazos.

Y hasta la pregunta que hizo fue estúpida. ¡Claro que era ese Jimin! Era idéntico a la de la foto, sólo que con un año más de edad, pero...

Fue ahí cuando cayó en cuenta de que no podía ser cierto eso, no podía ver a alguien que estaba muerto. Pero lo que contaban los habitantes de la isla le daba el certificado de que no estaba loco y que no era el único en verlo.

Dio el paso hacia atrás que se había quedado a medias antes, como una manera de protección ante lo que podía hacer ese muerto.

—¿Por qué estoy aquí? Las personas de la isla dijeron que nadie podía entrar aquí, tú los alejabas a cualquier manera —interrogó, colocándose en alerta por si le podía suceder algo.

—Tu padre... Sólo quería saber de él... —musitó. Sus ojos oscuros miraron una esquina de la sala, apretando el peluche de perrito, y un suave sonrojo apareció en las mejillas del fantasma.

La escena desconcertó unos instantes a Namjoon, como si quisiera procesar bien la pregunta. Le observó unos instantes, viendo como Jimin mordía su labio inferior, arrepintiéndose de haberle hecho la pregunta y de haberle traído a su mansión.

—Él murió el año pasado —confesó—. Tuvo un derrame cerebral.

—Oh... —Sus ojos se cristalizaron al enterarse que otro de sus amigos murió.

Namjoon veía la actitud del azabache desde su lugar, estático por verlo con un par de lágrimas en sus ojos. Siendo que los muertos son eso: muertos, personas sin alma, sin vida y sin sentimientos por los que preocuparse.

O esa es la creencia impuesta por la gente, que te la repiten tanto que te lo comienzas a creer. Tonterías. ¿Quién mierda dijo que no tienen sentimientos? Y si es así, ¿por qué hay muertos que se quedan en forma de espíritus por arrepentirse de no haber hecho algo? ¿Eso no son sentimientos?

—Oye... —murmuró. Nam dio un paso hacia delante, estirando su mano en dirección a Jimin, pero la hizo puño antes de estar más cerca del pequeño con miedo de tocarlo. Lo pensó unos segundos antes de finalmente hablar—. ¿Por qué estás aquí? Q-Quiero decir —tartamudeó—, ¿hay una razón por la que permaneces aquí? ¿Por la que apareces enfrente de los demás? —interrogó.

—No lo sé —reveló Jimin—. Cuando me di cuenta, me encontraba aquí. Comencé a aparecer enfrente de los demás para que me ayudaran, que me dijeran algo, pero... Pero cuando me acercaba, ellos huían, yo realmente no sé por qué estoy aquí —sollozó débilmente.

—Escuché que lastimaste a unas personas, ¿eso es cierto? —preguntó con duda. Realmente quería saber que ocurrió y saber si era confiable estar cerca de él.

—¡No lo es! —gritó—. Yo no les hice nada. Lo único que hice fue ocultar la mansión para que no la destruyeran, no permitirían que destruyeran la mansión que hizo mi padre, sólo los asusté, pero ellos eligieron un camino que no eran y tuvieron un accidente. ¡La gente comenzó a decir mentiras sobre eso! Y-yo... Yo ya ni podía acercarme a alguien desde ese día, me acercaba a amigos de cuando estaba vivo, pero estos huían, a sus hijos para que me contara de ellos, porque, en parte, entendía su miedo, aun así, no pude saber nada. Tengo miedo. Yo no quiero estar aquí ni de fantasma ni de nada —sollozó más auditivamente siendo escuchado por Namjoon.

Kim le miró con compresión, la gente suele crear suposiciones hacia algo que no sabe, y la convierten en una verdad mentirosa, algo que no es cierto, pero se comienza a creer que sí.

—Jimin —le llamó, captando la atención del chico, quien le miró con sus ojos negro llenos de lágrimas. Acortando los pasos, estiró su mano hacia él, intentando acariciar su cabello, pero ésta pasó por su cuerpo, sin poder tocarlo. Miró su mano unos instantes, realmente es un fantasma—. Ellos, esas personas a las que mencionas, también quieren que descanses, muchas veces los escuché peguntándose el por qué sigues aquí, siendo que mereces estar allá arriba, en el cielo y descansando —dijo, logrando que Jimin agrandara sus ojos, y el peluche entre sus manos fuera estrujado—. ¿Sabes? La razón por la que quisieron destruir esto, fue porque pensaron que era por ello que seguías aquí —murmuró en un susurro, acercándose un poco más.

Las lágrimas de Jimin aparecieron con más rapidez y frecuencia, haciendo un puchero para evitar llorar. Namjoon, con una sonrisa de empatía en su rostro, estiró nuevamente su mano, dándole una caricia inexistente en esos cabellos azabaches. Puede que no haya habido un tacto verdadero, un contacto entre ellos, pero, aun así, Jimin sintió una verdadera calidez después de años, viendo como esos ojos marrones le miraban con simpatía, y se sintió feliz; feliz de ser visto como alguien.

Las lágrimas mojaron el color amarillo del peluche, sacándole un poco la suciedad que tenía. Y se permitió llorar, después de mucho, se permitió llorar para liberar todo lo que había acumulado en ese transcurso del tiempo.

Los minutos pasaron rápidamente, en donde Jimin lloraba con libertad y Namjoon admiraba el tierno rostro del chico. Puede que haya muerto, que no tenga vida, pero realmente era precioso el chico.

—Puede que tal vez sea algo que no pudiste hacer —dijo Namjoon, después de ver que Jimin ya no lloraba tanto, intentando pensar en una solución o algo para ayudar al azabache—. ¿Hubo algo que quisiste hacer con todas tus fuerzas y no pudiste?

Jimin pareció pensarlo, y, acercándose al espejo de al frente, dejó el peluche en donde se encontraba antes, para responder algo—. Tal vez... Tal vez la película. Realmente quería hacerla, especialmente porque era en este lugar —respondió, abriendo sus brazos y señalando la mansión—. Mi padre hizo el plano del lugar, esperando que pudiera actuar algún día aquí, pero cuando tuve la oportunidad ocurrió el accidente.

—¿Y si la recreamos? No soy bueno actuando y tampoco será una película en sí, pero podríamos intentar hacerlo para ver si funciona. —Sonrió en grande, mostrando sus hoyuelos, que hicieron sonreír a Jimin.

—Creo que había un guion en esta habitación —habló, llevando su mano a su mentón, pensando en donde podría estar el libreto que había estado intentando ignorar por años.

Cuando lo encontraron, leyeron un poco de éste, y entre risas y conversaciones, como si se conocieran de por vida, recorrieron la casa e iniciaron su actuación.

Puede que el entorno no sea el mejor, ya que la mansión se encontraba llena de polvo, telarañas, insectos y más, pero se divertían, y eso estaba bien para Jimin.

Mayormente, las escenas eran las típicas cliché románticas, las que les sacaba risas al ver errores en la actuación del otro por no saber como desenvolverse. Namjoon se sorprendía al enterare que las puertas que parecían muy reales, sólo era pintura en la pared, hechas como decoración para aumentar la grandeza de la casa y para quedar mejor en las tomas en las películas.

Y así, las horas pasaron con gran rapidez, entre risas y frases mal dichas, pero con la felicidad al máximo. Namjoon sólo podía admirar la linda sonrisa que había en el rostro de Jimin; el como sus ojos, que adquirían un tono rojizo más fuerte con el paso de los segundos, se cerraban a la vez que sus mejillas se alzaban y sus dientecitos se mostraban, además de que esa piel pálida había adquirido un tono rojizo por las risas.

Antes de llegar a unas de las últimas escenas, Jimin habló—. Namjoon. ¿Te puedo hacer una pregunta? —dijo con timidez.

Kim, quien miraba el guion, leyendo la siguiente escena, hizo un "mhn" para que supiera que le escuchaba.

—¿Tu padre alguna vez me mencionó? —Eso captó por completo la atención del castaño, quien miró al azabache, dándose cuenta del gran sonrojo que poseía en su rostro—. E-Esto... Bueno, yo- Yo quería saber si mi mejor amigo habló alguna vez de mí, sí, eso. —Sus manos se movían inquietas, intentando evitar la vergüenza que sentía.

—Sí lo hizo. Muchas veces me contaba historias de un chico tierno, supongo que eras tú.

—¡¿En serio?! —dijo eufóricamente, y sus ojos brillaron de un rojo aún más intenso, casi tapando completamente el negro natural de éstos.

Namjoon le observó inquisitivamente—. ¿Acaso mi padre te gustaba? —dijo en modo de broma, pero al ver la reacción del contrario, el como su sonrojo aumentó, quedó estático—. ¿Realmente te gustaba?

—B-Bueno... N-No era un gustar-gustar, era más bien un crush que tenía por él. Lo admiraba mucho —confesó—. Me apoyó cuando mi padre entró al hospital en ese tiempo, me alentaba a participar en más obras, era un gran apoyo —respondió—. ¡Ya! ¡Sigamos! —cortó, alejándose de ahí para ir a otra habitación.

El castaño soltó unas pequeñas risas por la actitud tierna del chico—. No dudo en que también hayas sido el crush de él —murmuró antes de seguirlo.

Unas escenas más los llevó a finalmente la última.

Leyendo el libreto, vio lo último: "Después de confesarse, tiene que haber una escena de un beso". Cuando Jimin leyó, rápidamente habló.

—¡No es necesario hacer lo último! —aclaró—. Podemos saltarnos eso.

—Mmm... —Namjoon pareció pensarlo—. No hay problema en hacerlo, igualmente no hay contacto —le explicó, estirando su mano hacia Jimin para que viera como su mano le traspasaba.

Jimin con duda aceptó, y comenzaron a decir sus últimas partes.

—"¡¿Por qué te fuiste?! Te dije que te esperaría, no importa cuánto tiempo sucediera" —actuó Namjoon, entrando de inmediato en su papel, con el guion en sus manos. Jimin siguió su parte.

"¿Por qué me esperarías? ¿Siquiera hay una razón por la deberías hacerlo?" —Las palabras salieron con fluidez, ya acostumbrado a la actitud prepotente de su personaje.

"¡Claro que la hay!".

"¡Dime la razón! Quiero oírla, quiero saber si es la misma por la que me digné venir" —vociferó—. Ahora me acerco, cuando estemos cerca del beso, cierra los ojos, por favor —Jimin salió de su papel para decir lo último.

"Porque te quiero, esa es la razón por la que te esperaría siempre" —dijo, esperando Jimin diga su última frase para terminar todo.

—"Estoy feliz, realmente estoy feliz de que esa sea la razón" —terminó.

Namjoon cerró los ojos, esperando algo. Y Jimin sólo sonrió en grande, sus ojos ya rojos por completo.

—Tres —dijo en un susurro.

—¿Eh? —Namjoon se extrañó ante el conteo.

—Dos.

—¿Qué pasa? —preguntó al no poder abrir los ojos.

—Uno —susurró.

Namjoon sintió un cálido contacto antes de abrir sus ojos de manera abrupta.

Mirando a su alrededor, se dio cuenta de que se encontraba en la habitación del hotel en el que se hospedaba, acostado en su cama. De repente la puerta fue abierta de improviso por Seungcheol, asustándolo y provocando que se sentara en la cama.

—¡Al fin despiertas dormilón! Apúrate que llegamos tarde al avión para irnos a Seúl.

—¿Qué? —No entendía nada. ¿Y Jimin? ¿Qué pasó con él? Se encontraba perdido en una laguna de preguntas—. ¿Qué me sucedió? ¿Qué hago aquí?

—¿No te acuerdas? —le preguntó Choi, a lo que recibió una negación—. Tomaste tanto que te desmayaste en el camino, fue muy gracioso verte balbucear cosas incoherentes de esa manera.

El entrecejo de Namjoon se frunció, e hizo una última pregunta, con miedo a la respuesta.

—Seungcheol... —le llamó, captando su atención—. ¿Recuerdas la mansión abandonada? —Ahora fue el turno del contrario de fruncir el ceño.

—¿Mansión abandona? ¿De qué hablas? —Se acercó a Namjoon tocándole la frente—. ¿Tanto te afectó el alcohol? La próxima hazme acuerdo de no dejarte beber, que parece que pierdes un tornillo al día siguiente. —Se rió él mismo de su mala broma.

Namjoon mordió su labio inferior. ¿Un sueño? Quizás lo fue...

—En fin, sal de la nube y guarda tu ropa, que tenemos que irnos ya —habló antes de salir.

El castaño suspiró y finalmente se levantó de la cama, acercándose a una esquina en donde estaba su maleta, la colocó en la cama y se dirigió al ropero a buscar sus prendas, con miles de pensamientos en su mente.

Cuando lo abrió, lo primero que vio provocó que sonriera en grande, apareciendo esos dos hermosos hoyuelos en sus mejillas y sus ojos adquirieran un brillo.

Un peluche de perrito amarillo con un guion entre sus manos fue lo que encontró.

Gracias —susurró una voz a lo lejos, llegando directamente a los oídos de Namjoon, quien agarró las dos cosas entre sus manos y las colocó a un lado de su maleta, para guardarlas con cuidado una por una.

Después de todo, parece que no fue un sueño.


Fin



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                                                          © FlyKingSquad, 2020 │   Moon346363

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