Pʀɪᴍᴏ Aᴛᴛᴏ: 𝕴𝖑 𝖈𝖎𝖗𝖈𝖔 𝖉𝖊𝖌𝖑𝖎 𝖔𝖗𝖗𝖔𝖗𝖎
Pʀɪᴍᴇʀ ᴀᴄᴛᴏ ;;
ᵉˡ ᶜⁱʳᶜᵒ ᵈᵉ ˡᵒˢ ʰᵒʳʳᵒʳᵉˢ
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𝓅𝓊𝒷𝓁𝒾𝒸𝒶𝒹ℴ: 16/09/2020
"𝑺𝒐𝒍𝒐 𝒉𝒂𝒚 𝒅𝒐𝒔 𝒕𝒊𝒑𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝒑𝒆𝒓𝒔𝒐𝒏𝒂𝒔 𝒆𝒏 𝒆𝒍 𝒎𝒖𝒏𝒅𝒐; 𝑳𝒂𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒏𝒕𝒓𝒆𝒕𝒊𝒆𝒏𝒆𝒏 𝒚 𝒍𝒂𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒐𝒃𝒔𝒆𝒓𝒗𝒂𝒏"
15 de junio de 1940 // Edimburgo, Escocia.
Felizmente paseaba por las calles de Edimburgo un chico azabache de preciosos ojos verdes. Era un día soleado y caluroso, pero a pesar de ello el chico recorría las calles con grandes sacos encima. Sonny Wright era el único hijo de la familia Wright, una familia de panaderos, él tristemente perdió a su padre por culpa de una enfermedad cuando tan solo tenía 1 año. Desde aquel momento Sonny comenzó a vivir tan solo con su madre, Lily Wright, quien se ocupó de él lo mejor que pudo por todos esos años.
—Buenos días Sonny —saludaba el frutero mientras abría las puertas de su tienda.
—¡Buenos días señor! —contestaba el chico con una sonrisa ya que sus manos estaban ocupadas.
—Hola Sonny ¿Que tal tu madre? —preguntaba la floristera.
—¡Muy bien, gracias por preguntar! —contestaba sin quitar su sonrisa.
—Sonny has crecido mucho desde la ultima vez —mencionaba ahora una anciana que paseaba tranquilamente disfrutando de la suave temperatura del comienzo del día.
—¡Lo sé abuela! Cuídese —seguía contestando el menor.
Sonny era alguien realmente alegre, todos en aquella ciudad le tenían un gran aprecio ya que era bien conocida la gran habilidad del azabache para agradar a la gente, y que además ayudaba a su madre en todo lo que podía mientras no estaba en clase. Un ejemplo a seguir en cuanto a responsabilidad y amabilidad.
Sonny cruzó corriendo algunas calles más hasta llegar a una casa algo antigua, algunos dirían que era vieja, pero la señora Wright siempre había preferido decir que era una casa con historia y encanto. Sacó una llave de su bolsillo girándola en la cerradura y abriendo la puerta mientras dejaba los sacos en el suelo.
—¡Bienvenido a casa! —se escuchó una voz que provenía de la cocina del lugar.
—¡Mamá te traigo la harina! —Sonny entró viendo como su madre preparaba unas deliciosas tostadas como desayuno.
Había mandado a su hijo a comprar la harina que necesitaba de emergencia para la panadería y al menor ni siquiera le había dado tiempo a desayunar. Sonny siempre la ayudaba en todo lo que podía, pues muchas veces tenía dificultades económicas, pero aún así su madre siempre se había esforzado en darle todo lo que necesitaba y pasar tiempo con él a pesar de la ausencia de su padre, lo mínimo que podía hacer era ayudar todo lo que pudiera.
Además su madre jamás le dio la espalda a pesar de conocer sobre su extraño poder. Sonny era un chico normal, sano, activo e inteligente, pero había algo que lo diferenciaba del resto de chicos, e incluso del resto de seres humanos. Podía sonar como un chiste, una historia de fantasía o como una mala broma, pero el chico literalmente podía crear energía, y no se refería a electricidad o algo así, sino a energía pura, como ondas de choque. Sabían que eso podría traerles problemas por ello su madre siempre lo ocultó, era un secreto que solo ellos dos sabían.
Sonny sabía perfectamente que eso era un secreto que jamás debía saberse y él contribuía a mantenerlo oculto tratando de no perder el control de él mismo o sus emociones, pues con forme más fuertes fueran estas más incontrolable se hacía la energía de su interior. Este tremendo cuidado había logrado que aun a sus diecinueve años su secreto no hubiera sido descubierto.
Sería peligroso sobretodo si el gobierno se enteraba pues no era un secreto para nadie que ciertos gobiernos buscaban a niños fenómeno como él ¿Qué podrían hacerle? Había tantas posibilidades, experimentación, entrenamiento para su uso bélico en la nueva guerra que había comenzado o incluso la muerte.
—Gracias, cariño —Lily besó la frente de su hijo cuando dejó los sacos sobre la mesa de la cocina—. Anda ve a lavarte las manos, esto casi está.
El de ojos verdes asintió y salió de la cocina llegando al pequeño cuarto que era el baño. No era algo impresionante, pero era justo lo que necesitaban, un inodoro, una bañera y un lavabo. Entre estos dos últimos había una pequeña cesta de mimbre donde echaban la ropa sucia, y encima de esta estaban las toallas limpias para usar después del baño.
Una vez que había terminado de lavarse las manos salió del lugar para dirigirse al salón-comedor. La habitación servía tanto como sala principal como lugar para comer, pues la casa era pequeña y solo contaba con esa única habitación a parte de la cocina y el baño en la planta baja. En la planta de arriba se encontraban los dormitorios de Lily y Sonny, aunque el de el menor era un antiguo desván que la mujer habilitó como dormitorio cuando su hijo nació.
Sonny se sentó a la mesa para poder disfrutar del desayuno, mientras tanto su madre se colocó un abrigo, preparándose para marcharse de la vivienda.
—¿Ya te vas al trabajo? —preguntó Sonny dándole posteriormente una gran mordida a su tostada.
—Si, ya debo de ir a ayudar con los desayunos al hostal, no quiero enfadar a mi jefe —explicó.
Si, porque el dinero de la panadería no era suficiente, así que por las mañanas antes de abrir y por las noches después de cerrar la tienda su madre tenía otro trabajo limpiando y cocinando.
—El señor Herber es un buen hombre, siempre está sonriente, me cuesta creer que te pueda llegar a regañar —Lily rió.
—Ya lo sé, Sonny, pero esa no es razón para llegar tarde —besó una vez más la frente del menor— ¿Te pasarás hoy por allí?
—Ya sabes que sí, el señor Herber siempre me da alguna propina por ayudar en el hostal, ese dinero nos vendrá bien.
—Está bien, pero no descuides tus estudios, es una suerte que hayamos conseguido que puedas asistir a la escuela de la ciudad —Sonny asintió.
Lily sonrió a su hijo y salió de la casa. En cuanto cerró la puerta, el azabache terminó de desayunar y se puso a recoger y limpiar un poco el lugar.
Su madre trabajaba en un pequeño y modesto hostal allí en Edimburgo, su jefe, el señor Herber, era un hombre honesto que los había ayudado siempre e incluso se ofreció a darle trabajo también a Sonny, pero Lily siempre insistió en que siguiera con sus estudios. Su argumento para que el azabache accediera era que cuando tuviera una carrera brillante podría ganar más dinero y ayudarla más que sin estudios algunos, y Sonny siempre cedía dándole la razón, aunque a veces se pasaba para echar una mano y ganarse un dinerillo que les venía muy bien.
Una vez hubo terminado de limpiar la casa se cambió la camiseta a una un poco más fresca, ya que el día se presentaba realmente caluroso. En la calle sus vecinos lo saludaban con una amplia sonrisa y le preguntaban por su salud o la de su madre, el siempre contestaba que estaban bien, pues era verdad.
—¡Sonny! —el castaño paró su caminata para ver como uno de sus amigos se acercaba a él— Menos mal que te encuentro, Marie y yo vamos a salir con algunos compañeros más después de clase ¿vienes?
—No lo sé, ya sabes que suelo pasarme después de clases por la panadería de mi madre para echar una mano —se excusó.
—¡Oh, venga! Solo es un día, nunca vienes con nosotros ¡Por favor! —el chico juntó sus manos y cerró los ojos rogando a su amigo. Sonny finalmente cedió con una sonrisa.
—Esta bien, iré —su amigo sonrió—. Me pasaré al menos por el hostal antes de clases para poder irme después con vosotros.
—¡Gracias, Sonny! Nos vemos en clase.
—Nos vemos en clase, Luca.
Su amigo salió corriendo por donde había venido mientras se despedía del castaño con la mano y este le correspondía el gesto. Una vez terminó Sonny cambió su ruta dirigiéndose al famoso hostal sin percatarse de como una persona vestida con una túnica marrón y con una capucha que tapaba su rostro le estaba observando desde las sombras.
Al entrar al lugar, Wright pudo ver a los huéspedes ir y venir por la entrada, algunos salían para dar un paseo, otros se dirigían al comedor para recibir su desayuno y otros regresaban a sus habitaciones en otras plantas.
—¡Buenos días, Sonny! —le saludó un hombre regordete y con una espesa barba castaña que estaba ya entrado en edad a pesar de su buen aspecto— Hoy has venido pronto.
—Si señor Herber, vine a echar una mano, esta tarde iré con unos amigos y no podré ayudar a mamá.
—Así que saldrás con unos amigos, eso es lo normal en tu edad, si —el hombre soltó una carcajada mientras palmeaba la espalda del menor, incluso consiguió desestabilizarlo—. Tu madre ahora está haciendo las camas de los huéspedes así que ¿Por qué no vas a ayudarla? —Sonny asintió y subió por las escaleras hacia el segundo piso.
Por aquel pasillo también iba gente de un lado para otro, cuando vio la puerta de una de las habitaciones abierta de par en par se asomó encontrando allí efectivamente a su madre. Cuando la mujer se percató de su presencia pareció sorprendida.
—Sonny ¿Que haces aquí?
—Luca me pidió que fuera con él esta tarde, así que vine al hostal antes a ayudar para poder tener algo de tiempo libre por la tarde —explicó mientras se posicionaba en el lado contrario de la cama al que su madre estaba y la ayudaba a hacerla.
—Eso está bien, solo no llegues tarde a clase ¿si?
—Tranquila mamá, aún falta una hora para las clases, tengo tiempo.
—Eres increíble —suspiró la mujer.
Sonny se limitó a sonreír y continuar con su labor. Ayudó a su madre a hacer algunas habitaciones más y después acudió al comedor para ayudar al señor Herber a recoger las mesas tras acabar la hora del desayuno.
—Disculpe, se que es algo tarde, pero ¿aún puedo desayunar? —el señor Herber y Sonny miraron a la puerta encontrándose con un chico joven, no sería mucho mayor que Sonny ¿veintiuno, veintidós quizás?
—Chico, ¿sabes que la hora de los desayunos terminó hace más de treinta minutos? —dijo el dueño alzando una ceja, el joven rió.
—Si, lo siento mucho, se me pegaron las sábanas, ¿entonces? —volvió a preguntar esbozando una amplia sonrisa.
—Está bien, pero que esto no vuelva a pasar —cedió el hombre ante la sinceridad del menor.
—¡Muchas gracias!
Mientras que el señor Herber fue a preparar un nuevo desayuno para su despistado huésped, el joven castaño de ojos marrones tomó asiento. El chico vestía como cualquier otro pueblerino del lugar, pero en su cabeza destacaba una banda de color naranja, un accesorio que no mucha gente solía llevar.
—Sonny ¿Podrías prepararle la mesa al joven? —le preguntó el jefe desde la cocina.
—¿Eh...?¡Ah, si, claro! —Sonny salió de sus pensamientos y corrió a llevarle unos cubiertos y un vaso de leche al joven, que no retiró su sonrisa en todo ese tiempo— En seguida le traerán la comida.
—Puedes tutearme, tenemos casi la misma edad ¿Tu trabajas aquí? —preguntó el castaño.
—No exactamente, mi madre trabaja aquí, yo vengo a echar una mano y así me gano algo de dinero para ayudarla en casa —explicó Wright.
—¿No trabaja aquí también tu padre?
—No... Lamentablemente él falleció de gripe cuando yo aún era un bebé, desde entonces vivo solo con mi madre, es el único familiar que tengo —explicó el de ojos verdes con una triste sonrisa.
—Oh, perdona, no debí preguntar —se disculpó el mayor.
—¡No, tranquilo! Si, es algo triste no haber podido conocer a mi padre, pero estoy feliz con mi madre —sonrió y entonces el otro le devolvió la sonrisa.
—Por cierto, te he empezado a preguntar cosas, pero ni siquiera me he presentado. Soy Mark Evans, encantado —se presentó el joven.
—Yo soy Sonny Wright, encantado también —saludó también el menor.
—Aquí tienes tu desayuno —el señor Herber volvió al comedor con un plato de palatschinkes, que eran como unas crepes rellenas de mermelada de albaricoque y algo de azúcar glas por encima, era un desayuno austriaco ya que el propio señor Herber era de ese país, solo que ahora un era un exiliado en Reino Unido.
—Gracias, que buena pinta tienen —reconoció Evans.
—Eso es porque el señor Herber es el mejor cocinero de toda Escocia, que digo ¡De todo Reino Unido! —dijo Sonny haciendo reír al hombre mayor.
—Este pequeñajo tiene toda la razón —el hombre revolvió el pelo del azabache menor y regresó a la cocina.
Sonny se despidió del huésped pues se le hacía tarde y debía irse a clase de inmediato. Aquel chico se le había hecho muy agradable, esperaba poder cruzárselo más tarde para poder seguir hablando con él.
Llegó a clase justo a tiempo, nada más sentarse en su sitio el profesor entró saludando a sus alumnos.
—Llegaste por los pelos, Sonny —le susurró Marie sonriendo.
La chica rubia de ojos azules era su mejor amiga junto a Luca, el chico castaño con quien había quedado esa misma mañana. Los tres se conocían desde niños y Marie y Luca había sido un gran apoyo junto a su madre durante toda su vida.
—¿Tu también irás esta tarde a la quedada? —preguntó en un susurro el azabache.
—Por supuesto, de hecho fui yo quien tuvo la idea de quedar todos hoy —reconoció la rubia—. Por favor, dime que Luca te convenció para venir.
—Ya sabes que es persuasivo —rió Sonny y Marie celebró con un discreto bailecito de la victoria.
—Señorita Smith y señor Wright, por favor guarden sus charlas para el final de la clase —los regañó el profesor.
—¡Si, profesor, lo sentimos! —contestaron ambos a la vez y el profesor asintió satisfecho con la respuesta.
Marie y Sonny se miraron y sonrieron una vez más antes de prestar al fin atención a lo que su profesor explicaba.
No paso mucho tiempo hasta que Sonny desconectó de la explicación. No era un mal alumno, pero historia no era su asignatura favorita y de hecho lo que ahora estaban dando, la Gran Guerra transcurrida unas décadas atrás, no era su tema favorito. Las guerras le ponían nervioso y le revolvían el estomago, además no hacía ni un año que habían entrado en una nueva guerra, y esta una vez más había sido comenzada por Alemania ¿Qué problema tenían?
—¿Ya lo oíste? Al parecer Alemania amenaza con invadir nuestro país como está haciendo con Polonia —se escuchaba susurrar a uno de sus compañeros.
—Francia se aliará con nuestro país para atacarla, seguro que le ganaran otra vez —le contestaba otro niño.
—Al parecer ese tal Adolf Hitler a nombrado un nuevo imperio alemán.
—Pues como les pase como la última vez no conseguirán nada.
Aquella conversación se había vuelto algo cotidiano allí en Edimburgo y seguramente también en el resto del país. Había quienes no se tomaban en serio a este nuevo enfrentamiento de Alemania, y muchos otros tenían mucho miedo de que se repitiera lo de años atrás. Ya había costado salir de la miseria en aquella ocasión, no querían imaginarse tener que volver a pasar por aquello.
Sonny por su parte prefería no opinar. Él no había nacido cuando sucedió aquella Gran Guerra, así que no podía saber que tan malo había sido, por lo que su madre y profesores le habían contado ya se podía imaginar que no había sido nada bueno.
Las clases terminaron una vez más aquel día y Sonny salió de la escuela en compañía de Marie y Luca para dirigirse al lugar de encuentro al que acordaron ir con varios compañeros. Fue una tarde divertida llena de charlas y juegos, Sonny se lo pasó realmente bien y le sirvió para relajarse un poco, pues lo único que había hecho últimamente era estudiar y trabajar.
Cuando empezó a atardecer todos acordaron que ya era hora de volver a casa, pues muchos de ellos tenían hora de regreso acordada con sus padres, y muchos otros tenían que madrugar mucho en la mañana para ayudar a sus padres o parientes en el trabajado antes de ir a clase.
—Al final fue un día divertido —dijo Marie dando saltitos por delante de Sonny y Luca.
—Y tu que no querías venir —codeó Luca a su amigo que rió.
—Tendré que hacerte caso más veces —admitió Sonny sonriendo.
—¡Claro! Tienes que hacer caso a tu superior —dijo Luca hinchando el pecho.
—No seas creído, solo eres un año mayor que nosotros —le recriminó la rubia al de ojos verdes.
—Un año más de sabiduría que tu, enana —Marie hinchó las mejillas enfadada ante el comentario de Luca—. Eres una cría.
Sonny solo rió ante la pequeña pelea que se formó entre sus dos amigos. Era algo cotidiano, pero que le ponía muy feliz, había quien prefería vivir aventuras, viajar y ver mundo, pero él no cambiaría su hogar por nada, el tenía allí su vida y a las personas que le querían ¿qué más necesitaba?
—¿Te pasa algo? —preguntó Marie al ver que a Sonny tembló levemente.
—Nada, solo ha sido un escalofrío —dijo el chico mirando hacia atrás.
Hacía bastante rato que sentía que le observaban, pero siempre que miraba no encontraba nada ni a nadie. Era bastante extraño.
—¡Pues espero que no haya sido por el frío! Pirque con el calor que hace hoy sería de extrañar —Luca alejó a Marie de un empujón para poder mirar a su amigo.
—Ahora que lo pienso, ¿no te mueres de calor cuando ayudas en la panadería? Tiene que hacer calor con los hornos y todo.
—Que va —negó—. Son muchos años haciendo lo mismo, así que supongo que ya me acostumbré.
—Bueno, tu verás, solo espero que no te enfermes por un golpe de calor —mencionó el chico.
—Yo lo que estoy deseando es de que lleguen al fin las vacaciones de verano, el colegio es una lata —se quejó Marie.
—Para ti todo es una lata, niña tonta —le dijo Luca.
—Cierra la boca, idiota —frunció el ceño y le sacó la lengua al chico más alto.
—Ya chicos, no peleéis —los trató de calmar Sonny en vano.
—¡Sonny! —el chico miró en la dirección de la voz y vio a su madre con una cesta acercándose a él— ¿Ya vuelves para casa?
—¡Hola, señora Wright! —saludaron Luca y Marie.
—Si, ya se estaba haciendo tarde de todas formas —dijo el de ojos verdes.
—Yo vengo de la carnicería, he comprado algo de carne para el estofado de mañana —dijo Lily sonriente.
—Estofado hecho por la señora Wright ¡Qué rico! —dijo Marie.
—Tienes suerte, Sonny —le revolvió el pelo Luca.
—Volvamos a casa juntos ¿si? —Sonny asintió a lo dicho por su madre— Además tengo que hablarte sobre algo importante.
—¡Se va a caer! —Ante aquel grito los cuatro giraron la cabeza para ver lo que pasaba.
Un grupo considerable de gente se había reunido delante de la iglesia de la ciudad. Una mujer espantada señalaba a lo alto del campanario.
Cuando miraron al lugar señalado todos se espantaron, colgando del campanario y agarrándose al filo como podía para no caer, estaba el cura. El hombre gritaba por ayuda asustado, seguramente fue ha dar las campanadas de las 8 pm y como el muro era muy bajo resbaló y quedó como estaba.
—¡Que alguien lo ayude!¡Se va a caer! —gritaba otra persona.
—No podemos abrir, está cerrada —tres hombres empujaban la puerta de la iglesia para intentar pasar, pero esta no cedía ni un milímetro.
—¡Ayuda, por favor! —gritaba el sacerdote. Sus manos se resbalaban cada vez más, caería en poco tiempo.
Sonny dio un paso al frente, pero inmediatamente fue frenado por su madre, quien le agarró del brazo reteniéndolo. Sonny la miró, esta negó con la cabeza susurrando un "por favor".
—Va a morir —contestó él—. Debo hacerlo.
Sonny se soltó del agarre y salió corriendo. Sus amigos lo miraron sorprendidos al igual que el resto de personas allí reunidas. Los tres hombres de la puerta se apartaron pensando que intentaría algo contra la puerta, pero eso jamás pasó.
El cura finalmente perdió la fuerza y cayó al vacío, se escucharon gritos de espanto, pero no porque el cura cayera, Sonny uso aquel don suyo para frenar la caída del hombre, creo un efecto colchón con sus ondas para que el golpe en el suelo no fuera tan fuerte, pero al hacer esto esa energía recorrió sus venas iluminándolas en cierta forma de un precioso dorado como si fueran corrientes de luz asustando a los presentes, aunque esa luz desapareció una vez dejó de usar la energía volviendo a la normalidad.
Cuando el cura estuvo sentado en el suelo y a salvo, aunque algo consternado, miró que no tuviera ninguna herida y sonrió al comprobar que estaba bien. Una sonrisa que duró muy poco tiempo al mirar a la cara al hombre y ver que su gesto de espanto ya no era por el terror a caer, sino por el terror de ver a quien tenía enfrente. Por el terror de verle a él.
Miró a los lados, todos le miraban de la misma forma, hubo unos segundos más de silencio general hasta que los murmullos comenzaron y empezaron a hacerse cada vez más altos. Notó como rápidamente alguien le agarraba del hombro tirando hacia atrás de él para alejarlo de esa gente, por el rabillo del ojo pudo ver a su madre, que también estaba asustada, claro que por motivos diferentes a los de el resto.
Le cogió de ambos brazos y le hizo girarse para después comenzar a correr. Los gritos indignados y asustados del resto no tardaron en escucharse también.
Llegaron en tiempo récord a la casa y Lily cerró con la llave y colocó la mesa a modo de barricada delante de la puerta. Luego corrieron hasta el salón donde corrió las cortinas tras comprobar que no había nadie.
—Lo siento —la mujer se giró para mirar a su hijo.
Estaba sentado en el suelo con una expresión triste y de culpabilidad. Lily se agachó y abrazó al menor.
—No, yo lo siento, es mi culpa, no debí soltarte —dijo susurrando en su oído sin soltarlo—. Estoy orgullosa de ti, has salvado a ese hombre.
Lily se separó un poco acariciando con delicadeza las mejillas del azabache mientras le dedicaba una tranquilizadora sonrisa. Luego volvió a levantarse al escuchar mucho ruido, al asomarse de nuevo por la ventana su gesto cambio a uno nervioso.
—Tenemos que irnos —la mayor se alejó de la ventana y corrió a la planta de arriba.
Sonny se levantó del suelo y lentamente, arrastrando los pies, se asomó asustado y lo que vio hizo que comenzara a hiperventilar.
Fuera estaban todos sus vecinos, llevaban faroles, hoces y horcas, algunos incluso escopetas u otras armas de fuego. Todos tenían una aterradora mirada que expresaba su sed de sangre, tenían miedo, pero ese miedo alimentaba su ira, una ira que iba dirigida a él.
Vecinos de toda la vida que hasta esa mañana le saludaban con una sonrisa, sus profesores, mercaderes, la floristera, el frutero ¡Incluso el señor Herber! Todos le odiaban y le temían por igual en ese momento. Pasó una vez más la mirada y ahí los vio, ahí notó como su propio corazón se rompía.
Entre toda es gente que le gritaba con odio estaban ellos, Marie y Luca. Ellos dos formaban parte de los que le gritaban aquello tan feo, "Monstruo". Aquella palabra le revolvía el estomago ¿Eso era él?¿Un monstruo?¿Por qué?¿Solo por que era diferente a ellos? Decenas de preguntas se le agolpaban en la mente, pero no tuvo tiempo de seguir pensando, porque su madre tiró de él hacia atrás.
Llevaba una pequeña maleta y ya tenía su abrigo puesto, le tapó los oídos con sus manos y besó su frente.
—Tu no eres eso, no les hagas caso —le susurró con cariño cuando quitó las manos para que escuchara de nuevo—. Nos tenemos que ir, cariño.
La puerta de la entrada, que ahora más bien era una barricada, comenzó a temblar al ser golpeada con fuerza. Lily se asomó una vez más por la ventana, vio como un pequeño grupo de unos cuatro encapuchados con túnicas marrones y desgastadas empujaban la puerta de su casa, ¿quienes eran? No tuvo tiempo de pensarlo, tuvo que apartarse de la ventana cuando una enorme piedra impactó contra ella rompiéndola y casi golpeándola.
—¡Mamá ¿Estás bien?! —preguntó Sonny acercándose a ella.
—Si, si, vamos.
Cogió la mano del chico y salieron rápidamente por la puerta trasera, la que estaba en la cocina y daba justo al a la calle de atrás. Corrieron sin mirar atrás y por un momento los gritos parecieron más lejanos, pero en cuanto la muchedumbre notó que se escapaban corrieron tras ellos y los gritos y la luz de los faroles los siguieron.
Todo aquello parecía estúpido. Parecían haber retrocedido a la edad media cuando el pueblo corría detrás de las brujas con antorchas y horcas para matarlas. Era tan surrealista.
Al final corriendo llegaron al principio del bosque que rodeaba la ciudad, el resto de ciudadanos les pisaban los talones, y la cosa se puso aún peor cuando escucharon algunos disparos. Esto se estaba poniendo cada vez peor.
Pararon detrás de unos árboles una vez que aparentemente despistaron al grupo que los perseguía.
—Toma —Lily entregó la maleta a su hijo que la miraba confundido—. Quiero que corras, corras todo lo que puedas y no mires atrás.
—No —negó efusivamente Sonny—. No sin ti.
—Yo voy a distraerlos para que no te sigan y así puedas escapar, tu solo no sueltes la maleta nunca ¿vale?
—No me iré sin ti —Sonny se abrazó con todas sus fuerzas a su madre.
—Por favor, no lo hagas más difícil —Lily cogió las mejillas del menor entre sus manos—. Te quiero mucho, mi pequeño, por eso quiero salvarte, pero si no corres no podré hacerlo, por favor dejame cumplir la promesa que le hice a tu padre. Dejame que te proteja hasta mi último aliento.
Las lágrimas ya volvían a caer, pero su madre sonreía. Lloraba tanto o más que Sonny, pero sonreía incluso en ese difícil momento. Las voces de odio volvieron a escucharse y en un momento dado se escuchó un disparo. Esto alertó a Lily que empujó a su hijo.
—Reúnete con el hombre que conociste esta mañana en el hostal, el joven de la banda naranja, él te ayudará, confía en él —explicó apresuradamente— ¡Ahora corre! —ese grito por parte de la mujer terminó de alertar al grupo que los seguía.
Sonny terminó cediendo al ver la cara de desesperación de su madre y corrió, pero a algo más de 50 metros paró, no podía dejarla, él no era así. Se giró para volver a buscarla, pero la escena que presenció le dejó helado.
Un extraño que vestía una túnica, y cuya capucha le impedía ver su cara, había atrapado a su madre, otro se acercaba por detrás. La empujaron contra el tronco del árbol para que no se moviera, parecían estar discutiendo, los de la túnica preguntaban cosas a gritos y su madre se negaba a responder y...
Un disparo.
Sonny vio caer el cuerpo inerte de su madre al suelo. La habían matado de un disparo. Un simple disparo. Apretaban un gatillo y... ya está, acababan con una vida. Una vida que había significado tanto para él.
Ahogó un grito de dolor y las lágrimas salieron sin control de sus ojos. Aquellos asesinos miraron en su dirección y apuntaron hacia él, pero supo reaccionar y volvió a correr apretando la maleta entre sus manos. Esa maleta era lo único que le quedaba de su madre, lo único que le quedaba de su último familiar, ahora estaba solo, solo y asustado mientras que huía de aquellas personas a las que consideró amigos y una familia.
Sin darse cuenta llegó al final del camino, delante de él tan solo se mostraba un enorme barranco, detrás las voces de los que le perseguían y los disparos se escuchaban más cerca.
¿Qué podía hacer?¿Cómo podía escapar?¿A donde podía ir? No sabía nada del mundo, había vivido encerrado en una burbuja en aquel lugar toda su vida y ahora no sabía ni como huir. Estaba aterrado y temblaba, y por supuesto escapar de allí usando esas ondas de energía no era una opción, pues no tenía suficiente práctica como para usarlas de ese modo o por mucho tiempo. Si saltaba y no podía mantenerse en el aire moriría inevitablemente.
—Sonny Wright —Una voz a su derecha le asustó.
Se giró aterrorizado viendo apoyado en un árbol a aquel chico que había conocido esa misma mañana en el hostal de el señor Herber, aquel a quien su madre le había ordenado buscar ¿Cómo se llamaba? Ah, si, Mark Evans.
—U-usted... Mi madre me mando buscarlo... ¿Por qué...?¿Quién es?
—Eso podremos hablarlo más tarde, ahora la prioridad es sacarte de aquí, vengo a ayudarte —Mark se reincorporó y se acercó al asustado niño—. Si tu aceptas venir conmigo, yo puedo sacarte de aquí, podrás vivir sin miedo, sin esconderte más.
Sonny lo miró a los ojos, no le mentía, en sus ojos solo podía ver confianza y seguridad. Además que era la única escapatoria que tenía en ese momento.
—¿A qué se refiere? —preguntó apretando la maleta entre sus brazos.
Evans estiró su mano hacia el azabache menor con una débil sonrisa para intentar tranquilizar al otro.
—Yo quiero salvarte —dijo.
Sonny miró su mano y después hacia el lugar de donde venían los gritos, volvió a mirar a Evans y luego al barranco. Cerró los ojos y relajó su respiración, cuando volvió a abrirlos estos mostraban algo más de determinación, aunque sus piernas aún temblaban, y tomó la mano que el de banda naranja le tendía.
—Buena elección —dijo con una sonrisa y luego miró detrás suya—. Miller, llévanos de vuelta a la caravana.
Un chico pelirrojo salió de detrás de unos árboles. Sonny lo miró confundido, pero el de piel bronceada sonrió acercándose a ellos.
—Ellos están aquí —fue lo único que el pelirrojo, aparentemente unos años menor que él, dijo.
—Lo sé —Evans miró al frente, detrás de Sonny, el azabache lo imitó y los vio.
Los cuatro encapuchados que le estaban siguiendo desde hace rato estaban de pie, uno al lado del otro a unos escasos 10 metros de ellos.
—Nos lo llevamos —dijo Evans con un gesto serio.
En ese momento uno de los encapuchados levantó su arma apuntando directamente al mayor, pero antes de que pudiera apretar el gatillos, Miller los tocó y en menos de un parpadeo aparecieron en el interior de una caravana en la parte opuesta del pueblo.
Miró en todas direcciones confundido, Miller y Mark aún estaban a su lado, pero enfrente había varias personas más, dos chicos de una edad cercana a la de él y otra chica que le sonreía con amabilidad. De detrás de ellos salió un hombre mayor que el resto de los presentes.
—Sonny Wright, si no me equivoco —dijo el hombre mayor, Sonny solo asintió, la voz no le salía— ¿Y su madre? —preguntó el mismo hombre pero esta vez mirando a Evans.
—Ellos la atraparon y la asesinaron —dijo bajando la mirada, todos allí hicieron lo mismo.
—Lo siento, chico —dijo el hombre mirando a Sonny que bajó la cabeza—, pero ahora ya estás a salvo. Yo soy Percival Travis, y a partir de ahora esta será tu nueva familia.
Sonny miró sorprendido al hombre que ahora le dedicaba una leve sonrisa.
•••
—La misión ha fallado, ellos se lo llevaron —el encapuchado que había levantado el arma contra Mark la guardó de nuevo.
De su túnica sacó algo parecido a un walkie tolkie y comenzó a informar a otra persona de lo que había sucedido. Sus tres compañeros se sentaron en el suelo o se apoyaron en el tronco de los árboles.
—Eso es imperdonable, no es la primera vez que falláis en una misión —se escuchó al otro lado.
—Claro, recuerdan cuando las fallamos, pero no cuando las logramos con éxito —se quejó la persona que estaba apoyada en el tronco del árbol, pero el compañero que hablaba por el walkie le mandó callar.
—Espero que la próxima vez acabéis con un éxito rotundo —dijo de nuevo la voz.
—Si, señor. Lo siento, señor —se limitó a contestar.
—Espero mucho de vosotros, no quiero que volváis a fallarme, Blaze —y la comunicación se cortó.
El chico guardó de nuevo el aparato y se quitó la capucha que tapaba su rostro, de todas formas el objetivo se había escapado y el resto del pueblo había regresado al no encontrar al chico y su madre.
—¿Y ahora que hacemos, Axel? —dijo una de las dos personas que estaban en el suelo quitándose también la capucha. De hecho todos se la quitaron ya agobiados por ella.
—Por ahora volver a la base, Basile —se limitó a indicar.
—Esos peces gordos del gobierno me ponen enfermo —habló de nuevo el que estaba apoyado en el árbol.
—Cierra la boca Diesel, si te escucharan nos meterías en un lío a todos —ordenó Blaze y el de mechas moradas simplemente chasqueó la lengua enfadado.
—Seguramente nos castigarán por ser unos "inútiles" —dijo la última persona presente mientras acompañaba a la última palabra pronunciada con un gesto de comillas.
—Es lo que hay por fallar en una misión, Girikanan —se resignó el rubio—. De todas formas volvamos.
Todos asintieron y se marcharon de aquel lugar sin más intercambios de palabras o charlas innecesarias.
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¡Chan chan chan!¿Qué tal el primer capítulo?¿Ha sido intenso?
Porque si, porque yo solo puedo empezar una historia con muerte y destrucción, ni Midnight War tenía una muerte en el capítulo 1, pero Horror Circus si porque la historia lo vale XD
Aprovecho para avisar de nuevo que en esta historia cualquiera puede morir, así que si vuestro personaje favorito, crush u OC muere, por favor no me linchéis, no es personal, gracias.
También aprovechó para preguntar que tal el edit de la tarjeta, como veis vendrá algo de información básica e información más detallada acerca de la mutación. Espero que os guste u.u
Sin nada más que añadir nos vemos en el próximo capítulo :*
~Nova/Dreamer ♥
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