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Ella se sentó en la silla de la gran cafetería de la escuela, Lana imitó su acción y sonrió de oreja a oreja al ver la gran hamburguesa que traía en frente de su bandeja roja. La tomó con ambas manos y se lo llevó a la boca para morderlo con poco, gimió al sentir la carne en su boca, pues tenía un hambre que sería capaz de comerse a una vaca. Ella rió al ver a su mejor amiga y empezó a comer también.
—¿Entonces? —preguntó la morena, interesada en su amiga. Lana la miró sin entender—: ¿Qué Finn tiene mala ortografía? —Intentó no reírse, pero le fue imposible.
Lana puso los ojos en blanco
—¡Lo mataré, algún día acabará con mi paciencia y boom; Finn deja de existir en la vida! —farfulló fastidiada.
Ella rió negando con la cabeza de in lado a otro, mientras tragaba lo de su boca.
—¿Sabes?, me da un poco de curiosidad cómo hasta ahorita te tocó formar equipo y no antes.
—El destino, yo que sé. —Se encogió de hombros restándole importancia, realmente no tenía ganas de conversar sobre eso—. Nathan cada vez mejora más, eso me emociona.
—Ay, Nathan. —Suspiró la chica de cabello oscuro—. Tu mejor amigo siempre me ha parecido muy atractivo —confesó sonrojándose y jugando con las puntas de su cabello.
—Eso ya lo sé, y son unos bobos los dos porque se gustan pero ninguno hace o dice nada —escupió sin escrúpulos, y era la primera vez que lo hacía tan abiertamente, por lo que el corazón de Ella latía a una velocidad que se salía del pecho. En cambio, cuando Lana notó lo que dijo se llevó ambas manos a la boca—. Demonios, seguro Nathan me odiará, le prometí que no te lo diría, como te lo prometí a ti. Pero es fastidioso andar de cupido. Ya, invítalo a una cita.
Ella negó con la cabeza frenéticamente.
—Ay, ser cupido no es lo mío. También le diré al Nathan que le gustas...
—¡No! —vociferóde golpe con el ceño fruncido.
—Ay, el amor es muy complicado —rodó los ojos y volvió a comer.
Finn caminaba en frente de la mesa de las chicas, acompañado de su mejor amigo, y cuando escuchó decir la última frase de su enamorada, algo dentro de él se rompió. Cuando Jake se percató le dio un leve empujoncito para animarlo y siguieron caminando hasta encontrar alguna mesa vacía y sentarse ahí.
—Lana solo tiene ojos para la ortografía —se burló el pelirrojo mientras se llevaba una papa con cátsup a la boca—. Entonces no te preocupes, ¿cómo te ha ido con ella?
—Pues..., odia cómo escribo —bufó—. Y no sé, no sabemos de qué vamos a escribir sobre nuestra historia ¿Cómo te va a ti con Kate, sabes de qué vas a escribir su historia para Literatura?—El pelirrojo negó con la cabeza.
—Las historias no son lo mío, entonces Kate escribirá la historia y le pagaré por ello. Nada más me dirá lo que debo de decir.—Se encogió de hombros, sintiéndose el hombre más asombroso que la tierra haya pisado.
—Por favor, el millonario. Como sea, yo quisiera reunirme con Lana en su casa o en la mía, me gustaría ser su amigo para empezar.
—Deja de ser puras palabras y sé más de acción, ¡por favor! —Se levantó de la mesa con bandeja en mano y se encaminó con las muchachas y Jake se sentó sin permiso a lado de Ella, ambas se callaron cuando los vieron y los miraron interrogativos.
—¡Holas, compañeritas de clases, ¿cómo están?! —exclamó Jake con una sonrisa de oreja a oreja.
—Mmm..., bien, ¿y tú? —Alzó una ceja dudosa Lana mientras se acomodaba los lentes en su cara.
—Muy bien, gracias compañerita ¿Y tú, Ella? —volvió a preguntar el pelirrojo.
—Bien.
—No es que no los queramos aquí, pero ¿qué están haciendo? —cuestionó la castaña mirándolos fijamente, lo que ponía muy nervioso a Finn.
—Pues decidimos que como no nos conocemos mucho y estamos por graduarnos, ¿por qué no nos conocemos?
—Pues —dudó la castaña— ¿Por qué hasta ahorita y no antes?
—Pos porque no se nos dio la oportunidad —respondió relajado y con una sonrisa.
Finn se encontraba congelado, ¿cómo debía de actuar o qué debía decir? Y recordó las palabras de su amigo, debía de llamar su atención.
—¿Ya terminastes de comer? —por primera vez habló Finn tartamudeando nerviosamente.
Lana abrió sus ojos de par en par y un tick nervioso apareció en su ojo derecho.
—¡Ay, no!
Los tres miraron a la chica colorarse un poco mientras se levantaba de la silla y se daba la media vuelta para salir de la cafetería a su vez balbuceaba malas palabras que sólo ella podía escuchar y sus amigos se atacaban de risa. Finn la miraba sorprendido y demasiado nervioso y frustrado porque la obligó a marcharse de la mesa, sin embargo, también se sentía divertido ya que le gustaba sacarla de sus casillas. Eso le encantaba, prefería volverla loca y que lo notase a que ser un simple fantasma en su vida.
Finn logró sentirse como un dictador, verás y frío. Así que el orgullo le recorrió todo el cuerpo, hasta la última célula, y alzó sus dos brazos para externarlo, ¿por qué no lo intentó antes, el mezclarse con la castaña y volverla loca?
—¡Este niño me va a volver vieja y loca en un cerrar y abrir de ojos! Joder.
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