U N O


Shiva Lee. Ángel, pero no santa.

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En el mundo presente la ficción ya no existe, se podría decir que la ficción es ficción. Dioses, brujos, mutantes, alienígenas... Todo lo que se te pueda pasar por la mente, desde personajes de cuento hasta mitos de la historia, son reales.

Los Ángeles no son una excepción.

Cuando piensas en la palabra ángel, la primera imagen que te pasa por la cabeza es la de un niño regordete, desnudo con alas blancas como el lino y rizos que reflejan el Sol en ellos, pero siento decirte que estás equivocado. Yo soy Shiva y, por desgracia o no, soy uno de ellos.

La mayoría de mi especie son mujeres y hombres jóvenes que fueron traídos a la vida con un solo propósito: proteger a las almas puras. Es una misión peligrosa, difícil y para la que se necesita mucha dedicación y paciencia. Los superiores de nuestro Reino son los Arcángeles, tipos grandes y de avanzada edad en comparación a los guardianes, de los que formo parte, más bien formaba parte.

Fui desterrada hace siglos por ellos a causa de un incumplimiento de mi deber, ya que mi devoción no se hallaba en cuidar de los débiles e inútiles mortales de Midgard. Estuve habitando sus tierras durante largos años hasta el intento de conquista de Nueva York. Loki Laufeyson fue el autor de aquel maldicho golpe de Estado.

Cuando todo aquello ocurrió yo estaba en Manhattan tomando un café a solas en la terraza de un bar junto a la costa, de pronto, todo comenzó a arder y decenas de extraterrestres comenzaron a descender de un portal enorme dibujado en el cielo. En ese instante decidí que debía hacer algo y por primera vez dejar de pensar en mí misma. Evacué a todos los ciudadanos que pude y los puse a salvo. Luché contra las criaturas revelando mi forma de ángel a los presentes, los cuales me observaban como una heroína, pero muy a mi pesar, yo era todo menos una salvadora.

Tras el caos vino el silencio y los agentes de S.H.I.E.L.D ya me habían descubierto. Me atraparon y me tuvieron encerrada largas semanas en una jaula de cristal de la que se me hizo imposible escapar. Ellos no entendían que no quería hacer el mal y después de todo lo que hice por su pueblo, seguían sin creer que yo estaba allí por un destierro injustificado. Por supuesto, los midgardianos no sabían de la existencia de ángeles y yo fui la que delató a todo un reino, si anteriormente no estuve en su punto de mira, ahora definitivamente lo estaba.

Lucius, el Arcángel Supremo, hizo una breve visita a la Tierra en la que finalmente convenció a Nick Furia de mi inocencia, pero mi libertad sería a cambio de que me llevasen de vuelta a Heaven para cumplir mi condena allí, a lo que me negué rotundamente.

Seguí retenida unos meses más hasta que llevé a cabo un plan de huida en el que salieron heridos varios agentes, entre ellos Natasha Romanoff, que estaba atendiendo una reunión con Furia en aquel momento dentro del edificio en el que yo estaba siendo capturada. Salí a la calle y no supe que hacer para esconderme. Era consciente que si seguía en Midgard pasadas las veinticuatro horas de mi escape, acabarían atrapándome, entonces conseguí recordar el trato de alianza de Heaven con Asgard. Aunque los regentes y gobernantes de mi reino no me debían concretamente nada por mis servicios, confiaba en su buena fe y esperaba que hablasen con Odín para que me dejase ingresar como refugiada en su territorio.

Pasadas las quince horas contacté con Lucius a través de un portal que creé invirtiendo la mayor parte de mi magia dejándome débil y vulnerable. Aquella era mi única opción de poder ser libre y estaba realmente desesperada. Negocié y negocié con el Supremo hasta que por fin pude romper su rígida actitud y me brindó con un poco de su compasión. Lucius accedió a dejarme residir en Asgard a cambio de que prestase algunos de mis servicios a la corona y pagase cuentas con Heaven, lo que incluía casi en su totalidad dinero que ingresaría gracias al trabajo que Odín me asignaría y escribir una carta en la que expresase mi arrepentimiento y perdón al pueblo por haber revelado nuestra posición dentro de la Tierra.

Acabada la conversación seguí las instrucciones que se me habían dado y mirando hacia arriba grité el nombre de Heimdall y pronto un halo gigante de luz me acogió en su esplendor y empecé a ascender a través de la galaxia. De repente, sentí superficie bajo mis pies de nuevo, pero ya no estaba en la fábrica abandonada en la que me escondía en Midgard, estaba frente a un hombre de piel oscura y ojos brillantes como el bronce.

- Bienvenida, Shiva de Heaven. - me recibió el que supuse que era Heimdall, el guardián de Asgard. - Mi majestad la espera en palacio.

Atónita mis mandíbulas se abrieron lentamente dejando ver mi sorpresa sin ningún disimulo. Estaba en un lugar literalmente divino. Ni siquiera había visto la ciudad aún y ya todo me parecía increíble.

- Permítame acompañarla Lady Lee. - dijo Heimdall sacándome de mi trance.

Asentí y seguí su figura a través de un puente arcoiris que se me hizo interminable. Iba a conocer a Odín, El Padre de Todos, por no mencionar al Vengador y Dios del Trueno; Thor y su hermano adoptivo, Loki Laufeyson, el villano.

Editado.
11/03/2018

923 palabras.

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